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La fidelidad a Dios, a las metas y a los sueños

Hoy los vi de nuevo. Entusiastas, sonrientes y optimistas por el mañana. Los tiempos de crisis, de escasez económica, de críticas y de burlas a su alrededor, ya pasaron. Y viéndolos, recordé a Noé. Iba a construir un arca en un territorio que no era propicio para las lluvias y distaba mucho del mar. Sin embargo, cada día trabajaba con fe en el anuncio de Dios sobre la inminencia del diluvio. No le importó el qué dirán, sino que avanzó cortando y uniendo tablas de madera, hasta el día en que las primeras gotas de lluvia anunciaron una tormenta que jamás se repetirá en la historia de la humanidad.

 
Y como Noé, allí estaban Nancy y Hugo Rafael. Los dos hoy son pastores. Vi cómo nacieron en Cristo y como crecieron. Y también fui quien les dio un sincero “Dios les bendiga” el día en que, cada uno por su lado, me compartió sus expectativas de emprender el vuelo. Sus metas estaban volcadas a la plantación de iglesias. Su sueño, encaminado a ganar almas para Cristo en una ciudad como Santiago de Cali que crece cada día más y, en donde los valores y principios, pareciera que se precipitan a un abismo entre las nuevas generaciones.

No hubo señalamientos, no hubo resentimiento, no hubo tristeza, porque sabía que más harían ellos predicando a las gentes, que sentados en las primeras sillas de la iglesia de la que yo era co-pastor. Jamás oculté mi apoyo, aunque la anuencia hacia lo que ellos hacían, fuera interpretado como deslealtad a la denominación que me ordenó como pastor.

--Ayúdeme a orar porque ya conseguí una nueva sede, en la autopista suroriental. El lugar donde estábamos hasta hora, pronto nos quedó pequeño—me compartió Nancy con visible satisfacción, mientras que Hugo Rafael, dos semanas atrás me oficializó la invitación para participar de la celebración que hacen de su primer año como congregación cristiana.

¿El secreto? Nancy y Hugo Rafael fueron fieles a sus sueños, a sus metas y ante todo, fieles a Dios. Ya no son mis discípulos ni mis amigos, ahora son mis colegas. Y siento una enorme satisfacción por ellos.

Dios permita que pastores y líderes a quienes llegamos en todos los países, tengan claro que a las personas que tienen llamamiento al ministerio pastoral, no podemos cortarles las alas. Por el contrario, hay que apoyarlos y brindarles nuestro acompañamiento hasta que ellos aprendan a volar y puedan hacerlo solos. Esa es una manera de alcanzar muchas almas para Jesús, el Señor. Al ofrecerles respaldo para que crezcan, nosotros estamos creciendo con ellos.

Fidelidad a los sueños

Sólo llegan lejos quienes son fieles a sus sueños. No importa que los demás piensen diferente y quizá, consideren que nuestros sueños son una locura. Jamás olvido una frase de Walt Disney: “Nunca dejes que los que no sueñan te hagan perder tus ilusiones”.

Y recuerdo a un matemático inglés que fue fiel a su sueño y se convirtió en pionero de lo que, casi un siglo después, sería la computadora personal. Charles Babbage patentó en 1882 la “máquina analítica”, que sentaba las bases para calcular. Fue la culminación de mucho trabajo. Noches de trabajo y días enteros rompiendo planos, elaborando diseños y planteando una propuesta mejorada cada vez. Proponía un artefacto del tamaño de una locomotora, movida a vapor. Considera que sería eficaz para dinamizar las operaciones matemáticas. Toda la vida fue fiel a ese sueño, aunque no lo vio materializado. Fue Augusta Adda King, su asistente, quien avanzó en la tarea de concretar el proyecto.

Lo que hizo este hombre, constituyó los cimientos de las modernas computadoras. El fue un hombre fiel a sus sueños.

Fidelidad a las metas

Vamos a una segunda clase de personas. Aquellas que son fieles a una meta. Se fijan un objetivo y todos sus esfuerzos los orientan a lograrlo. Algunas veces deben reconsiderar algunas cosas, aplicar ajustes, pero en esencia, marchan hacia la conquista de ese propósito.

David Livingstone fue uno de ellos. Este célebre misionero y explorador, nació en Escocia en 1863 y murió sesenta años después. Pero cuando partió a la presencia del Señor, había logrado materializar la meta que acarició desde que era niño: Conocer a África y predicar el evangelio en un continente donde priman los musulmanes y las religiones animistas. Lo hizo con entusiasmo, con fe, con la certeza de que la mano de Dios estaba sobre su vida. Y exploró África central y la parte meridional. Fue un pionero, un verdadero héroe. Y lo principal: fue fiel a su meta, por encima de los obstáculos.

Fidelidad a Dios

El apóstol Pedro fue fiel a Dios, aunque su fidelidad le costó la vida. Y junto a él, decenas de hombres y mujeres fueron fieles hasta la muerte, la noche trágica del año 64 de nuestra era, cuando la vía principal de acceso a Roma, fue alumbrada con las antorchas en que se convirtieron sus cuerpos. No negaron a Jesucristo, aunque sabían que hacerlo significaría salvarse del suplicio. Pero prefirieron negarse a llamar dios a Nerón y su corte imperial, porque sólo consideraban a Jesús como Señor y Salvador.

Nancy y Hugo Rafael han sido fieles a sus sueños, a sus metas y a Dios. Quizá usted, que lee el estudio, también lo sea. No es fácil ni tampoco imposible. Pero desde siempre han existido quienes, por encima de las circunstancias, han guardado fidelidad a su creador. Y ser fieles, trae bendición. No sólo logramos aquello que anhela el corazón, sino que hay paz en nuestra existencia y miramos con esperanza el mañana.

Cuando David le delegó el gobierno de Israel a su hijo Salomón, tenía un sueño: construir el templo de Dios en Jerusalén; una meta: garantizar la solidez financiera, política, militar y religiosa de su nación, y un propósito: instar al joven monarca para que fuese fiel a Dios. Y así lo sentó en su magistral intervención de despedida, aproximadamente en el año 970 a.C. Le dijo: “Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de Jehová.” (1 Crónicas 28:20).

El texto nos recuerda: primero, que el camino de fidelidad a los sueños, metas y ante todo a Dios, no es fácil. Es necesario conservar el ánimo y optimismo y esforzarnos cuando llegan las dificultades. También que se requiere disposición para emprender el trabajo, dejando de lado la pereza y la actitud facilista y, en tercer lugar, que si avanzamos conforme al Plan de Dios, El prosperará nuestro camino. Hacia este último principio se orienta también un versículo que encontré en la Biblia: “Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmos 37:4).

Adelante. Emprenda el camino. Es hora de comenzar. Sueños y metas le esperan, y si conserva la fidelidad a Dios, no me cabe la menor duda que lo logrará.

Si tiene alguna duda, sugerencia o inquietud, escríbame ahora mismo.

Ps. Fernando Alexis Jiménez
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