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Los demás no pueden decidir por nosotros

La enfermedad se extendió rápidamente. Gangrena, diagnosticaron los médicos. Alguien con aires de realista, le dio solo pocos meses de vida. “Es mejor que aproveche cada segundo que le queda”, le recomendó.

 
Y así lo hizo Yumber Lezhava, de Georgia, Estados Unidos. Aunque amigos y familiares le insistían que era una locura, emprendió la vuelta al mundo en bicicleta. ¿Su propósito? Llevar un mensaje de esperanza dondequiera que iba. Era una voz de aliento para quienes creían imposible seguir luchando, a pesar de tener todo en contra.

El seis de diciembre del 2002, Yumber llegó al final de la meta. Y lo hizo ¡Gozando de muy buena salud...!

Su proeza, que le llevó por largos caminos, paisajes de ensueño, atardeceres que guardará para siempre en los recuerdos, y lluviosos amaneceres, demoró 3.330 días.

Batió un record. Y publicó un diario en el que iba consignando sus impresiones sobre cada jornada. En todas las páginas hay un mensaje central: “Los que luchan por sus sueños, sin importar lo que digan los derrotistas, podrán lograrlo”.

Movidos por la opinión ajena...

Con demasiada frecuencia creemos lo que los demás piensan y dicen de nosotros o del futuro que nos espera. Una joven me escribe desde Honduras: “Mis padres dicen que no serviré para nada. Y eso me impide avanzar”. Alguien emprende un negocio, pero desiste fácilmente preso de la preocupación porque sus vecinos le dicen: “Ese comercio no prosperará jamás por aquí”. Una mujer que vende mercancía, renuncia. Alguien le dijo que sus productos no eran buenos. Se sintió avergonzada. No quiso volver a intentarlo.

A un extraordinario escritor brasilero, Paul Cohelo, le leí una frase que me llamó poderosamente la atención y que viene al caso. Dice: “...todas las personas saben exactamente cómo debemos vivir nuestras vida. Y nunca tienen idea de cómo vivir su propia existencia”.

Aunque parezca sorprendente, siempre están a nuestro alrededor los sabios, los criticones, los derrotistas. Pendientes de lo que hacemos. Y antes que estimularnos a seguir adelante, se especializan en contagiarnos el desánimo. El problema radica en dejarnos mover por la opinión de ellos y renunciar a nuestros sueños...

Usted es responsable de su existencia

Cuando fracasamos, aquellos que nos cuestionaron o desanimaron, no se acercan para ayudarnos. Por el contrario, huyen. No quieren estar al lado de un derrotado. Y nosotros, que les creímos, nos vemos solos.

¿Qué hacer? En primer término, fijarnos metas claras. ¿Qué queremos hacer y cómo podremos lograrlo?. Segundo, trazar un plan a seguir: ¿Cuál será el primer paso para lograr ese objetivo, cuál el segundo y así sucesivamente? Es como una carta de navegación que nos determina qué vamos logrando poco a poco. Una pared no se construye de la noche a la mañana. Es necesario colocar un ladrillo, luego otro y otro más...

En tercer lugar, debemos tomar el tiempo necesario para evaluar si estamos logrando nuestros propósitos o si nos desviamos de la ruta inicial. En ese caso, hay que aplicar “ajustes”. No tenga temor de aplicar correctivos. Los triunfadores identifican y admiten sus fallas, y las corrigen.

Un principio infalible...

Hasta aquí, las estrategias humanas para consolidar nuestras metas. Pero por encima de todo, hay un principio infalible que aplican todos aquellos que llegan lejos. Es depositar nuestros planes y proyectos en manos de Dios.

El autor sagrado lo describe de forma poética pero muy realista: “Confía en el Señor y haz lo bueno, vive en la tierra y mantente fiel. Ama al Señor con ternura, y él cumplirá tus deseos más profundos.” (Salmos 37:3, 4. Versión Popular “Dios habla hoy”).

Recuerdo que en cierta ocasión iba hacia un lugar alejado, en el Pacífico colombiano. De pronto, en medio de la mar, la motonave en que viajábamos se averió. Llovía copiosamente. El panorama estaba nublado. La pequeña embarcación amenazaba con voltearse de costado. Tras unos minutos que me parecieron una eternidad, el maquinista reparó el daño. “¡Y ahora hacia dónde vamos? No se puede ver nada alrededor, de seguro nos perderemos”, a lo que me respondió el operario: “No se preocupe, sé como llegar, usted simplemente confíe y tranquilícese”.

Igual ocurre cuando confiamos en Dios. Él nos trazará el sendero para lograr las metas y sueños que alberga nuestro corazón. Él sabe cómo hacerlo.

El peor error es dejarse llevar por las opiniones de los demás. Un consejo no está mal. Pero sí que actuemos guiados o presionado por quienes nos rodean.

¡Animo! Usted tiene las capacidades para llegar lejos...

Para terminar...

No podría terminar sin invitarle para que tome la mejor decisión de su vida: aceptar al Señor Jesucristo en su corazón. Es fácil y puede hacerlo ahora mismo, frente al computador. Dígale: “Señor Jesucristo, reconozco que he pecado, que estoy alejado de ti y que te necesito. Quiero cambiar pero sólo tú puedes ayudarme. Te acepto en mi corazón. Gracias por ofrecerme una nueva oportunidad. Amén”

¡Le felicito! Es el paso más importante de su existencia. Ahora le recomiendo tres cosas. La primera, que haga de la oración, del hablar con Dios, un hábito diario. La segunda, que compre una Biblia y lea allí inicialmente un capítulo cada día. Su mensaje le ayudará a crecer espiritualmente. Y la tercera, acérquese a una iglesia cristiana. Comparta con el pastor que aceptó al Señor Jesús en su corazón y quiere caminar en el sendero de la vida cristiana.

Si tiene alguna inquietud, no dude en escribirme ahora mismo:

Ps. Fernando Alexis Jiménez
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