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No desfallezca… llegó la hora de su milagro…

La intensidad de sus gritos apenas si pudo ser apagada por el creciente rumor de la multitud que seguía al Señor Jesús aquel caluroso atardecer en Jericó, mientras atravesaba la ciudad.
 
A él no le importó que por años se le conociera simplemente como Bartimeo, el mendigo ciego que a duras penas sobrevivía en la marginalidad de aquella metrópoli, porque su mayor anhelo era poder ver.

Nadie jamás le había dado siquiera esperanza, y aunque en las interminables noches de tristeza y soledad se preguntó muchos veces por qué a él le había tocado experimentar ese drama, por los comentarios de muchos parroquianos tenía referencias sobre el poder de aquel carpintero de Nazaret. Y lo pensó una y otra vez: “Yo también quiero ser sano”.

“Y cuando oyó que era Jesús el Nazareno, comenzó a gritar y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Y Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Y llamaron al ciego, diciéndole: ¡Anímate! Levántate, que te llama. Y arrojando su manto, se levantó de un salto y fue a Jesús. Y dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le respondió: Raboní, que recobre la vista.”(Marcos 10:47-51. La Biblia de Las Américas).

Una necesidad. Un milagro en apariencia imposible. Una determinación de clamar a Dios. La decisión indeclinable de no cesar hasta obtener respuesta. Y su disposición inquebrantable en presencia de Aquél que todo lo puede, le llevó a recibir el milagro.

Las Escrituras señalan que: “...Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.”(Marcos 10:52. La Biblia de Las Américas).

Los milagros ocurrirán

¿Qué influyo en la sanidad del ciego Bartimeo? Por lo menos tres elementos que pueden igual ser eficaces en su caso: Primero, fe; segundo, perseverancia y tercero, obediencia, la que está representada en una absoluta confianza de que Dios tiene el poder suficiente y necesario para sanarnos...

No hay nada imposible para Aquél que creó el cielo y la tierra. Es hora de que siga clamando, sin desmayar, con la certeza de que los milagros también pueden llegar a su existencia...

Ps. Fernando Alexis Jiménez
Página en Internet http://www.heraldosdelapalabra.com y meditaciones diarias en http://www.adorador.com/meditaciones