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La Ética cristiana: fundamentos y desafío

La corrupción y el delito dominan las primeras planas de los diarios de nuestro país. Esto indudablemente habla de una decadencia moral y espiritual que acosa a nuestra querida nación. Las cartas a las Iglesias de Apocalipsis demuestran que los problemas de la sociedad pueden afectar negativamente a la vida congregacional. Por ello es necesario poner en alto los principios éticos que el Nuevo Testamento enseña y exige para todos los creyentes en Cristo Jesús.

 
1. ¿Qué es la ética?

Una enciclopedia define ética del siguiente modo: “Ética (del griego ethika, de ethos, ‘comportamiento’, ‘costumbre’), principios o pautas de la conducta humana, a menudo y de forma impropia llamada moral (del latín mores, ‘costumbre’) y por extensión, el estudio de esos principios a veces son llamados filosofía moral.” [1]. Seguidamente añade:

La ética, como una rama de la filosofía, está considerada como una ciencia normativa, porque se ocupa de las normas de la conducta humana, y para distinguirse de las ciencias formales, como las matemáticas y la lógica, y de las ciencias empíricas, como la química y la física. Las ciencias empíricas sociales, sin embargo, incluyendo la psicología, chocan en algunos puntos con los intereses de la ética ya que ambas estudian la conducta social. Por ejemplo, las ciencias sociales a menudo procuran determinar la relación entre principios éticos particulares y la conducta social, e investigar las condiciones culturales que contribuyen a la formación de esos principios. [2]

De este modo podemos comprender que el Nuevo Testamento incluye normas éticas bastas y profundas. De hecho, el advenimiento del cristianismo en el mundo grecorromano implicó una revolución en las normativas éticas que por entonces gobernaban el pensamiento de los hombres. Cuando Pablo visitó Atenas fue atentamente escuchado por representantes de dos escuelas enfrentadas: los epicúreos y los estoicos. Consideremos entonces someramente los postulados de estas corrientes de pensamiento para apreciar el gran aporte que el cristianismo significó:


a) Los epicúreos: escuela filosófica griega fundada por Epicuro (341-271 a.C.) cuyo principal interés fue la ética. Defendían los principios hedonistas (creencia filosófica que enseña que el placer es el bien supremo). El objetivo de la vida humana era alcanzar la felicidad mediante el goce del placer y el prudente dominio de si mismo. Sin ser ateos consideraban las creencias religiosas como perniciosas porque distraían al hombre de la búsqueda del placer al preocuparlo por cuestiones inherentes a la muerte. Negaban la inmortalidad del alma y por ello, cuando Pablo hizo mención a la resurrección de Cristo, los epicúreos interrumpieron su discurso y se burlaron de él. Los dioses estaban según ellos muy poco interesados por el hombre. El resultado de estas creencias fue un exagerado individualismo.

b) Los estoicos: creencia filosófica desarrollada aproximadamente en el 300 a.C. que aunque se originó en Grecia gozo de mayor popularidad en Roma. Sus principales filósofos en Grecia fueron: Zenón de Citio, Cleantes y Crisipio de Soles. En Roma se destacó Ciseron y el emperador y pensador Marco Aurelio. Sus maestros enfatizaban en los aspectos éticos. Más que principios sistematizados, el estoicismo, era una disciplina de vida. Consideraban que, así como había un orden en la naturaleza, también el hombre debía observar una conducta ordenada. La máxima virtud es el bien. El hombre sabio era aquel que vivía de acuerdo a la naturaleza, dominando sus emociones y soportando con serenidad el sufrimiento. De allí que el término castellano “estoico” haya llegado a significar “fortaleza en la adversidad”. En lo religioso eran panteístas. Los filósofos citados por Pablo en el famoso discurso que pronunciara en el Areopago de Atenas, respondían a esta escuela de pensamiento.

La ética no estaba relacionada con la religión. Por ejemplo, en el mundo grecorromano el matrimonio era tenido en muy baja estima y las relaciones extramatrimoniales no estaban sancionadas. William Barclay cita las siguientes palabras de Demóstenes: "Tenemos cortesanas para el placer; tenemos concubinas para la cohabitación diaria; tenemos esposas para tener hijos legítimos y para que sean celosas guardianas de nuestros intereses domésticos"[3]. Los moralistas paganos ponían en alto el valor de la esposa y a la vez la recluían al hogar permitiéndole al hombre vivir libertinamente. En Grecia, inclusive, en el templo dedicado a Afrodita, se ejercía la prostitución en nombre del culto a la diosa. Además para obtener el divorcio no se exigía ningún tramite legal. Bastaba, afirma Barclay, que el hombre despidiese a la mujer en presencia de dos testigos. El matrimonio llegó a ser, según el criterio de ciertos escritores romanos, un mal necesario. Por esta razón, el judaísmo primeramente, ganó adeptos entre os paganos. Ofrecía claras normas de conducta a aquellos que estaban cansados tanta inmoralidad. El advenimiento del cristianismo y la difusión de sus principios transformó las costumbres de la época. Los cristianos no sólo propagaban una nueva fe sino que vivían de un modo saludable. Algunos de los principios innovadores que el cristianismo aportó fueron los siguientes: a) el valor de la misericordia y el amor en el trato reciproco, b) la grandeza del perdón, c) el principio de igualdad entre los hombres (incluyendo a los esclavos), d) el valor del matrimonio, e) la dignidad de la mujer y los niños.

A partir del libro de los Hechos observamos que la lucha constante de los apóstoles fue que los principios éticos establecidos por el Señor y las Escrituras fueran respetados en las Iglesias de Cristo. Con cuanta vergüenza e indignación el apóstol Pablo reprochó a los hermanos de Corinto por permitir en su seno un caso de inmoralidad tal que hasta entre los paganos hubiera sido mal visto (1 Co.5:1). Otro ejemplo de los elevados principios difundidos por el Nuevo Testamento consta en los requisitos impuestos a los ancianos de la congregación. El énfasis era puesto en la conducta irreprochable que les debía caracterizar. Sólo hombres intachables podrían enseñar a guardar los mandatos de Dios. En las cartas apostólicas encontramos numerosas normas de conducta que todo creyente debe respetar aclarándose muy bien que dichas normas sólo pueden ser vividas por aquel que ha nacido de nuevo. La conducta ejemplar del creyente sería un medio para atraer a los gentiles a la fe (1 P.2:12, 1 P.3:1). Desde un punto d vista negativo se advierte que la conducta de los incrédulos obedece a la maligna corriente de este mundo y a los designios del príncipe de la potestad del aire (Ef.2:2). Asimismo se señala reiteradas veces que una de las características de los falsos maestros sería su inmoralidad.

En síntesis debe decirse que uno de los pilares que favoreció el rápido desarrollo del cristianismo en los primeros siglos fueron los grandiosos principios éticos que este propugnaba. Una conducta que sólo podía ser alcanzaba mediante la fe en aquel que puede transformar los corazones mediante su propio sacrificio.

2. La ética cristiana; sus rasgos distintivos:

Alguno de los rasgos distintivos más importantes de la ética cristiana son los siguientes:

a) La concepción cristiana de Dios: un autor señala: “El cristianismo es un sistema teísta; este es el primer postulado: el Dios personal, ético y que se revela a sí mismo.” [4]. Es interesante notar que la Biblia no es un tratado de teología solamente. Las grandes enseñanzas acerca de Dios son presentadas junto a enseñanzas eminentemente prácticas. La Biblia se ocupa de revelarnos quien y como es Dios. También dedica un lugar destacado a manifestar cual es el anhelo del Creador para la existencia humana. Jesucristo demostró su Deidad a través de sus milagros y también a través de su norma de conducta. No se hallo pecado en él.

Sin embargo la humanidad hoy día rechaza la revelación que Dios ha hecho de sí mismo. Muchos abiertamente reconocen ser ateos o dicen ser cristianos pero viven como si Dios no existiera. Pero el hombre no puede vivir aceptando semejante idea ya que ello implica que la vida carece de significado y destino. Las distintas manifestaciones religiosas por más erradas que sean demuestran que el hombre no se resigna a sacrificar su propia espiritualidad. Paul Tournier dijo: “a pesar de su rebelión contra el cristianismo, el hombre moderno conserva en realidad en el fondo de su corazón un ideal cristiano”[5].

La ética cristiana descansa sobre la revelación Biblia acerca de la naturaleza, la justicia y el amor de Dios. Su grandeza se debe a la inmensidad de nuestro Dios. Fundamentar normas de conducta prescindiendo de Dios sólo conduce al desenfreno. Por esta razón nosotros debemos ocuparnos de proclamar el mensaje grandioso de la Biblia porque el conocimiento de Dios es el único medio para transformar el medio corrupto en que nos desenvolvemos.

b) La concepción cristiana del mundo: el término “Cosmovisión”, declara James Orr, quiere decir literalmente “idea del mundo” y comprende “la idea más amplia que la mente pude formarse de las cosas en el esfuerzo por comprenderlas, desde el punto de vista de alguna filosofía o teología particular. Por tanto, al hablar de una “idea cristiana del mundo” implica que el cristianismo tiene su propio punto de vista y su idea relacionada con él, y que esta idea, cuando se desarrolla, constituye un conjunto ordenado.” [6]. El postulado básico del cristianismo es que un Dios personal, Santo y eterno creó el universo en el cual vivimos, lo sustenta y dirige. Esto se deduce de la propia revelación de Dios manifiesta en las Escrituras. Si de algún modo podríamos resumir la Cosmovisión cristiana podríamos escoger la frase de Pascal: “Jesucristo es el centro de todo, y la meta a la cual tiende todo”. Claro que esta postura encuentra en el presente gran resistencia dada la generalizada aceptación de la teoría de la evolución. Más que una hipótesis científica debe ser considerada una posición filosófica ante la vida. Su atractivo reside en el hecho de que ya el hombre puede vivir desordenadamente sin pensar que un día será juzgado por Dios.

Efectivamente, basado en la teoría de la evolución, Nietzche señaló que la denominada conducta moral es tan sólo necesaria para el débil. Toda acción debía estar diseñada para el desarrollo del individuo superior, el superhombre. Para que tengamos una idea acabada de la peligrosidad de esta nueva ética debemos recordar que estos conceptos fueron proclamados por Adolf Hitler. Ciertas investigaciones han demostraron que la ciencia médica de la Alemania nazi, salvo honrosas excepciones, colaboró en el exterminio masivo de los enfermos crónicos en interés de ahorrar gastos “inútiles” para la comunidad. Pero semejante proceso no se impuso abruptamente. Hubo toda una campaña propagandística previa Un libro de matemática titulado “La matemática al servicio de la educación política” ampliamente utilizado en los colegios “incluía problemas, expresados en términos distorsionados, acerca del costo de cuidar o rehabilitar a los enfermos crónicos y a los inválidos. Uno de los problemas preguntaba, por ejemplo, cuántas nuevas unidades de vivienda podrían construirse y cuántos prestamos pudieran darse a parejas recién casadas, con la cantidad de dinero que le cuesta al estado atender “a los inválidos y a los locos”.”[7].

Someramente podemos apreciar que una distorsionada concepción del mundo conduce hacia el caos. Debemos enseñar a nuestros niños los principios bíblicos respecto al origen las cosas. Un autor cristiano expresaba su preocupación diciendo: “Los persistentes esfuerzos hechos para desterrar el Cristianismo de los libros que se usan en las escuelas, y el éxito que han obtenido, movieron al autor a preparar una serie de textos para las mismas, con el expreso fin de restablecer el Cristianismo en el lugar que le corresponde en la enseñanza”[8]. Estas palabras fueron escritas en el año 1863. Si, leyó bien, 1863.

c) La concepción cristiana del hombre: en cuanto a la naturaleza del hombre la Biblia la relaciona estrechamente con la doctrina de Dios. Lo primero que nos dice la Palabra acerca del hombre es que fue creado a imagen y semejanza de Dios. Así como Dios es personal y ético también lo es el hombre. Pero la Biblia señala asimismo la malévola intervención de Satanás quien es el creador y promotor del mal. El hombre cedió ante la tentación del maligno y ahora se encuentra esclavizado por el pecado. El pecado es “una afrenta infinita a la gloria divina”[9]. Dios se encargó que la conciencia del hombre acuse su maldad y luego, para que no queden dudas, manifestó el bien y el mal en su ley (Ro. 2:15 y Ro.7:7). También tomó la iniciativa en la salvación de la humanidad aun desde antes de la fundación del mundo (1 P.1:18-20). La muerte de Cristo, prefigurada a través del sistema de sacrificios, concede al hombre la oportunidad de obtener mediante la fe la reconciliación con Dios lo cual implica el perdón de todas sus faltas.

Sin embargo esta concepción del hombre es opuesta a la opinión de filósofos y científicos. Estos suelen pensar que el hombre es de por sí bueno. Su conducta improcedente puede ser mejorada a través de la autodisciplina. Otras opiniones señalarán que las manifestaciones malignas del hombre se deben a traumas originados tal vez en su crianza y que, con la terapia adecuada, pueden ser superados. Este ideal choca, no obstante, con la realidad ya que numerosos son los casos en que la maldad del hombre se manifiesta de modo innegable. Ante tales ejemplos muchos prefieren cerrar los ojos. Ron Rosenbaun al analizar diversas teorías sobre la personalidad de Hitler llegó a la conclusión de muchos adoptan “una suerte de ilusión perversa -el deseo de creer que Hitler es `antinatural- para eludir las consecuencias de pensar que de alguna forma era `normal´”[10].

La dignidad del hombre descansa, según la Biblia, en el hecho de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Su miseria en haber caído en el pecado. Estos son dos puntos fundamentales de la doctrina bíblica brindan un sustento primordial a la ética cristiana.

Conclusión:

Violencia familiar, asaltos, crímenes impunes, abortos, trafico de armas, venta de bebes, corrupción y conflictos internacionales, son algunas de las terribles características de esta época que demuestran que la conducta humana se ha alejado del ideal ético que Dios manifestó en las Escrituras. La declaración de la Biblia respecto a la naturaleza de Dios, el origen del universo y la dignidad humana provee un sustento a la ética cristiana que no puede sustituida. La historia ha demostrado que siempre que el hombre descartó estas verdades básicas las normas se pervirtieron a extremos muy peligrosos. Por tanto, la solución que nuestra sociedad necesita no consiste en un cambio político sino en la recuperación y aceptación de los principios éticos cristianos. Nuestro deber es la promoción de la conducta cristiana mediante la predicación de evangelio y nuestro testimonio personal. C. Everett Koop y Francis Sheaffer luego de considerar temas relacionados con los que han sido considerados en este artículo concluyen diciendo:

Las generaciones futuras mirarán en retrospectiva, y muchos se mofarán o creerán en Cristo, basándose en si nosotros, los cristianos de hoy, asumimos una posición abnegada en nuestra vida, en cuanto a estos asuntos de abrumadora importancia. Si no adoptamos una posición aquí y ahora, ciertamente no podemos exigir ser la sal de la tierra en nuestra generación. Ni estamos preservando los valores morales y la dignidad del individuo, ni mostrando compasión por los demás seres humanos.


¿Podrán las futuras generaciones mirar hacia atrás y recordar que - incluso aun cuando el siglo veinte terminó con una gran oleada de inhumanidad - por lo menos hubo un grupo que se levantó consistentemente, cueste lo que cueste, a favor del valor del individuo, transmitiendo así un rayo de esperanza de las generaciones futuras? O ¿vamos nosotros, como cristianos, sencillamente a ser arrastrados por la corriente, con nuestros valores morales diluyéndose cada vez más, con nuestra apatía reflejando la apatía del mundo que nos rodea, con nuestra inactividad compartiendo la inercia de las masas que nos rodean, y nuestro liderazgo tornándose más blandengue? [11]

Por último afirman:

Debemos oponernos a la pérdida de sentido humano en todas sus formas. Es el poder de Dios que transforma las vidas el que puede tocar a cada individuo, el cual, entonces, tiene la responsabilidad de tocar con las normas absolutas que se encuentran en la Biblia el mundo que le rodea. Al final debemos darnos cuenta de que esta oleada de humanismo, con su pérdida de humanidad, no es meramente una enfermedad cultural, sino una enfermedad espiritual, y que sólo la verdad que nos es dada en la Biblia y en Cristo pueden curar. [12]

Este es el gran desafío que compete a todos los que hemos nacido de nuevo. Renunciar a hacer frente al mismo implica negar nuestra fe. Los valores éticos del cristianismo revolucionaron el mundo grecorromano. Es nuestro deber obrar de tal modo que semejante transformación se repita en nuestros tiempos.

Adrián Montes - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina.


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[1] Ética, Enciclopedia Microsoft® Encarta® 98 © 1993-1997 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

[2] Ob. cit.

[3] (William Barclay, El Nuevo Testamento comentado por William Barclay, Mateo I, Buenos Aires, Editorial La Aurora, 1973.

[4] James Orr, Concepción Cristiana de Dios y el mundo, Editorial Clie, Terrassa (Barcelona), 1992, pag.95.

[5] Paul Tournier, Mitos y nurosis en nuestro tiempo, Editorial La Aurora, Buenos Aires, 1976, pags.118--119.

[6] Ob.cit. pag. 7.

[7] Leon Alexander, citado por C. Everett Koop y Francis Sheaffer, ¿Qué le paso a la raza humana?, Editorial Vida, Miami, 1989, pag. 81.

[8] S. B. Schieffelin, Fundamentos de la Historia, Sevilla, 1882, pag. VI.

[9] Horacio A. Alonso, La Doctrina bíblica sobre la cruz de Cristo II, Editorial Clie, Terrassa (Barcelona), 1993, pag. 110.

[10] Ron Rosenbaum, citado por Michael R. Marrus, El Nuevo Identikit del Hitler, Diario Clarin, Domingo 18 de octubre de 1998, suplemento Cultura y Nación, pag. 5.

[11] Ob.cit.156-157.

[12] Ob.cit. pag.157.