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La Mayordomía

Dirigido a mayordomos de congregaciones.


Me ha convencido de que con la gracia del Señor debo hablarles sobre la mayordomía, que, como veremos, nos atañe y toca de cerca a todos.
Texto: Génesis 1:26

“Crea Dios al hombre, a su imagen y semejanza, y le dio potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”.

La palabra mayordomo viene del latín “mayor” (significa, “superior”, “principal”, “jefe”) y de “domus” o “domo” (significa casa). De ese “mayor” también surge “mayoral” (capataz de labores agrícolas).

Mayordomo, es sar, en hebreo, que tiene como significado, “aquel que está a la cabeza”.

En griego, mayordomo viene de “oikinomos”, de “oikos”, que quiere decir “ casa”, y “nomos”, que significa “ley”, y “epitropos”, que también significa “dispensador” o “administrador”.

En fin, en hebreo o en griego, se trata de un superintendente o administrador de los bienes de la casa de otro.

El mayordomo, también dirigía el personal; llevaba las cuentas; dispensador y distribuidor de los artículos y los alimentos a los componentes de la casa de su señor.

En otras palabras, era el criado principal, en quien recae el gobierno y administración de la casa.

Eliécer era mayordomo de Abraham (Gn. 15:2); José (el hijo de Jacob vendido por sus hermanos) tuvo su mayordomo (Gn. 43:19); al igual que David y Salomón. Tampoco debemos pasar por alto el mayordomo de la parábola de la viña de que nos habla Jesús en Mateo 20:8.

La Biblia, en su mismísimo comienzo, nos señala al creador del universo.

“En el principio, creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1).

Y creó Dios el día y la noche, y separó los cielos de la tierra; y separó la tierra de las aguas, y a la tierra ordenó a producir “hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su especie”.

Creó luego las lumbreras (el sol, la luna), para separar el día de la noche y para separar la luz de las tinieblas, y ordenó a las aguas producir seres vivientes, y creó las aves que surcan el firmamento sobre la tierra, y dijo a la tierra que produjera seres vivientes, según su especie: bestias, serpientes y otros animales.

Así que Dios, no solo es el creador, sino también el dueño, el amo, del universo y esta tierra que habitamos.

“De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan, porque Él la fundó sobre los mares y la afirmó sobre los ríos”, afirma la Biblia en el Salmo 24:1-2).

Ahora, cuando nos creó --¡Oye!, sí, porque también nosotros, hombres y mujeres, fuimos creados por Él! En el sexto día de la creación, nos hizo del mismo polvo de la tierra que creó. Entonces, como todo lo demás creado, somos de su propiedad. Sí, somos su propiedad más valiosa y Él es nuestro Señor..

Necesitaba Dios un supervisor, un mayordomo, para administrar esa magnífica propiedad que había creado. Puso Dios en nuestras manos esa gran responsabilidad. Nos comprometió sobremanera con esa mayordomía.

Entienda bien el texto que usamos de referencia:

“Creó Dios al hombre, a su imagen y semejanza, y le dio potestad…”

“Creced y multiplicaos; llenad la tierra y sometedla; ejerced potestad”, ordenó también Jehová al hombre y a la mujer en Génesis 1:28.

Esa potestad otorgada por Dios al hombre representa un título de mayordomía sobre todo lo creado por, incluyendo su propio cuerpo, al que dio soplo de vida, y es parte de su creación divina.

“Tomó , pues, Jehová al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo laborara y lo cuidara”, Gn. 2:15.

No somos dueños de nuestras vidas ni de nada en este mundo. Solo somos custodios, por la gracia y misericordia de Dios, y como aquellos hombres de la parábola de Jesús, a quienes su amo entregó los talentos, se nos pedirá cuenta de qué hemos hecho con nuestras vidas y como mayordomos de Su Viña, de Su Paraíso, de Su Edén, donde nos ha puesto. No sea que seamos como aquel mayordomo infiel, que derrochó los bienes de su amo y se valió de sagacidades para hacerle creer que había administrado bien.

Cuán grande responsabilidad la nuestra. Asumamos ese compromiso y enfrentemos el reto de custodiar con empeño la propiedad del Reino de Dios en este mundo, lo cual incluye la salvación nuestra y de las almas que se pierden.

La omnisciencia de Dios es tan grande y única, que es el hombre el único ser al que hace “a su imagen y semejanza”; el único al que da uso de la razón; al único al que da libre albedrío, aunque sujetado a la ley divina, que le indicará como usar con prudencia la sabiduría y autoridad – potestad- depositada en él como mayordomo de la propiedad del reino terrenal de Dios.

Jesús nos mostró como ejercer la mayordomía, porque El también fue mayordomo del Padre mientras estuvo en la Tierra. ¿No lo creé? Cuando estaba aproximándose la hora de su arresto y el fin de la mayordomía de Jesucristo en la tierra oró en el Getsemaní por sus discípulos, y rindió cuentas al Padre de cómo cumplió con su responsabilidad:

“Padre, la hora ha llegado: glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti, pues le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el Único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:1-3).

En Juan 17:11, explica su misión, su mayordomía, y cómo la cumplió:

“Ya no estoy en el mundo; pero estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera” (Juan 17:11-12)…

“Como tu me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17:18).

Hermanos, ese es el mandato. Jesús nos nombró mayordomos de Su Reino en este mundo en que vivimos, con la responsabilidad de salvar las vidas que en él habitan. Asumamos nuestra responsabilidad y lancémonos a evangelizar al mundo.

¡Qué el Señor los continúe bendiciendo!

Por Cruz Roqué-Vicens

Reflexión
Martes 23 de Octubre de 2001

Iglesia del Nazareno de Levittown.

Por Cruz Roqué-Vicens
Iglesia del Nazareno de Levittown

Toa Baja, Puerto Rico