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Camino a la gloria postrera

Las manos se levantan, las bocas se abren y las lágrimas se concentran en los ojos. Son algunos de los síntomas externos del momento de adoración.

Nuestro cuerpo se estremece, sentimos que un fuego nos recorre por completo. Son algunas sensaciones que trae el adorar.
En otro momento y en otro lugar se da la bienvenida a aquellas voces de los adoradores que llegan cual melodías al mismo trono de Dios. El mismo espíritu que habita en esos corazones recorre sin cesar hasta lo más recóndito y trae la alabanza terrenal hasta la misma presencia celestial.

Nuestra alabanza imperfecta y limitada irrumpe en medio de los millares que le adoran. Todos estos no hacen sino destacar la eterna realidad de Dios en su trono inconmovible cuyos dominios sin fin incluyen nuestro universo completo con sus estrellas, sus cometas, las galaxias y hasta los agujeros negros. Todo, absolutamente todo es de Dios y es parte de lo que adorna su magnificencia. Toda la creación fue hecha para la gloria y beneplácito de su hijo Jesucristo.

La realidad anterior nos debe conmover hasta lo profundo. El hecho que Dios escuche nuestro hablar, nuestro alabar, nuestro sentir. Cuando nunca lo ha necesitado.

Como Dios en toda su gloria y poder, no sólo escucha, sino que busca responder. Aún siendo infieles y mediocres. Y es más, busca habitar en medio de un pueblo pecador.

“Y pondré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os abominará;

y andaré entre vosotros, y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo”

Levíticos 26:11-12

Dios quiso morar entre nosotros desde el principio , pero nosotros, pueblo infiel, menospreciamos su sentir y las consecuencias mencionadas en Levíticos 26:14 no tardaron en manifestarse.

¡Pero Dios insiste!

¡El tiene la iniciativa!

Para establecer definitivamente su morada entre el pueblo, Dios ilumina al rey David con los diseños y las medidas de su casa la que fue el paso del tabernáculo (el cual era transportable y contenía el arca del pacto) al templo . Lo cual era la señal más clara y definitiva del establecimiento del pueblo de Dios en su tierra.

A diferencia de los otros pueblos paganos que tenían dentro de los templos a sus ídolos, el templo de Israel no tenía espacio para ninguna otra cosa que no fuera la manifestación gloriosa de Dios representada por el arca y las tablas de la ley. 2° Crónicas 3:1

Sin embargo, esta maravillosa casa que construyó el rey Salomón era sombra del verdadero templo de Dios que conformamos cada uno de nosotros.

Al momento de terminar la obra el rey exclama:
 
“Mas ¿es verdad que Dios habitará con el hombre en la tierra? He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que he edificado? 2° Crónicas 6:18

¡Qué hermoso y que profético!

Esta casa edificada por los hombres no era la plenitud, era una pequeña expresión del glorioso templo de Dios en el cual hará morada eterna.

¡Qué hermosa es la descripción de este templo!

Era tan notable la hermosura de sus detalles, los cuales cobraban mas importancia que el mismo tamaño.

Qué glorioso debió ser el día en el año 950 A.C. en que se dedicó el templo al Señor por el rey Salomón y todo el pueblo.

Qué glorioso debe haber sido cuando la nube de gloria llenó toda la casa. Eran maravillosos tiempos para Israel. Este templo fue el único en la historia del pueblo de Dios que se hizo de acuerdo al diseño divino. Pero por muy hermoso que fuera, o celestial que fuera su diseño, el pueblo de Dios se apartó de su camino. Israel es infiel a Dios y desobedece y las advertencias de Dios no tardan en llegar.

Los babilonios llegan cual langostas por el campo y el maravilloso templo es destruido en el 587 A.C. Las consecuencias del pecado se hacen sentir mientras un pueblo que era libre y soberano ahora es esclavo y ve como caen a pedazos el pórtico, el lugar santo y el lugar santísimo.

¡Cuanta amargura! ¡Cuanta desolación!

¡Pero Dios insiste!

¡Él tiene la iniciativa!

En el año 538 A.C empieza el retorno de su pueblo del exilio babilónico lo que se hace posible por decreto de Ciro, rey de Persia.

Veamos llegar a los exiliados a Jerusalén y ver el templo en ruinas.

Veamos como empieza la reconstrucción el templo. En esta ocasión fue pequeño y poco prometedor. Los que volvieron de Babilonia fueron pocos en número, y sus recursos muy escasos. El templo fue el fiel reflejo del estado de Israel en ese tiempo.

“Y muchos sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría”

Al inicio de la construcción se produce un momento muy emotivo cuando se empezaron a echar los cimientos de la nueva construcción: los ancianos lloraban en alta voz, pero los jóvenes, que habían nacido en el exilio, daban gritos de alegría.

Esta segunda casa tenía una diferencia fundamental respecto de la primera, el arca ya no estaba en el lugar santísimo.

Pero lo que era sombra del glorioso templo una vez más se viene abajo por el pecado del pueblo escogido.

Con el avance de los años ahora fue el turno de Antioco Epifanes en 168 A.C. Este invasor buscó eliminar el culto hebreo robando el mobiliario del templo y lo profanó obligando al sumo sacerdote a sacrificar un cerdo en el altar.

¡Hasta donde ha llegado la destrucción!

El cordero, símbolo de Cristo, es reemplazado por un cerdo símbolo de la inmundicia.

Esta acción precipitó la revuelta macabea. En 165 A.C. los judíos liberados por los macabeos recapturaron, limpiaron y rededicaron el templo.

La sombra de lo glorioso que había de venir se resiste a morir, aún llegando los tiempos de Jesucristo donde el culto aparentemente es normal, los ritos según la regla, pero todo es reprendido por el Señor lo que se puede leer en Malaquías, el último libro del antiguo testamento antes de entrar a los evangelios. Ya no había excelencia en el culto y se ofrecía cualquier cosa.

Lo único que faltaba era la intervención pagana en la construcción del templo y eso no tardó en suceder.

Ahora fue el turno de Herodes el grande (37 al 4 A.C.) el cual era un constructor de templos paganos. Para congraciarse con los judíos reemplazó el modesto templo por uno más complejo y hermoso.

Herodes fue reedificando por partes la vieja estructura para nunca interrumpir las observaciones rituales.

Los judíos dijeron a Jesús que el templo había sido construido durante 46 años (Juan 2:20). Sin embargo, habían de pasar más de 30 años antes de que estuviera realmente terminado, y sólo para ser destruido.

Todo habla de la grandiosidad del edificio, que era de mármol blanco, su frente oriental cubierto de oro que reflejaba los rayos del sol naciente. Este templo fue incendiado cuando Jerusalén cayó bajo los ejércitos romanos en el 70 D.C.

La sombra de lo glorioso que había de venir pasa, para dar paso al cumplimiento de lo que Esteban les sentenció a todo el sistema religioso imperante:

“ Mas Salomón le edificó casa;

si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano,

como dice el profeta:

El cielo es mi trono,

Y la tierra el estrado de mis pies.

¿Qué casa me edificaréis? Dice el Señor;

¿O cuál es el lugar de mi reposo?

¿No hizo mi mano todas estas cosas?

¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”.

Hechos 7:47-51

¡Qué discurso lleno del Espíritu! ¡

¡Qué reacción de los oyentes¡.

Cómo asesinaron al que fue el primer mártir de la Iglesia.

La sentencia ya se había dado y no había vuelta atrás. La conformación del glorioso templo de Dios había empezado a manifestarse.

Las piedras, la mezcla, y todos los componentes del edificio que tanto costó mantener en pie ahora lo conforman las piedras vivas.

Nuestras vidas.

Piedras vivas.

Es glorioso pensar en el día que el Señor nos recogió para ser parte de sí mismo, en ese momento no pertenecíamos a nada ni cumplíamos ninguna función. Fue en ese instante cuando fuimos tomados desde la orilla del camino para ser llevados a la cantera divina para ser pulidos, emparejados y molidos. Éramos totalmente deformes y en la cantera se nos dio forma para luego ser llevados a una realidad más alta y superior, la cual es ser colocados en algún lugar del muro del maravilloso templo divino el cual lo componen todos los hijos de Dios.

Cada piedra sacada de un lugar -todas deformes- para luego ser tratadas para tener la forma que el supremo arquitecto proyectó. Todas cumpliendo una función, ninguna esta demás. Todas estas piedras siendo testigos de la manifestación gloriosa de la presencia de Dios.

Esta profetizado:

“Y cuando se edificó la casa, la fabricaron de piedras que traían ya acabadas, de tal manera que cuando la edificaban, ni martillos ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún otro instrumento de hierro”.

1°Reyes 6:7

¡Qué glorioso!

Solo habrá cabida para la gloria de Dios.

No mas procesos sin terminar, ni etapas a medio construir. Aleluya.

También esta profetizado:

“Porque así dice El Señor de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho el Señor de los ejércitos.

Mía es la plata, y mío es el oro, Dice el Señor de los ejércitos.

La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho el Señor de los ejércitos.” Hageo 2:6-9

¡Pero Dios insiste!

¡El tiene la iniciativa!
 
Estamos a las puertas de la gloria postrera en que la presencia de Dios se verá manifestada plenamente en su Iglesia.

¡Las naciones están temblando!

¡El deseado ya viene!

Y viene para quedarse en su casa eternamente y con toda su gloria.

Cómo brillarán aquellas piedras vivas que componen su santo templo.

Ya no más sacrificios hechos por mano de humana.

Ya no más protagonismo de los hombres.

Ya no más sacrificios profanos.

Ya no mas ruidos de cantera.

Solo hay lugar para la gloria postrera.

¡Aleluya!

Cómo han pasado las generaciones. Cómo fue pasando con el tabernáculo y el arca hasta el templo de Salomón; para seguir con el templo que tuvieron que reconstruir hasta llegar al templo construido por Herodes que Jesús vio con sus propios ojos cuando estuvo entre los hombres.

¡A nuestra generación le ha tocado vivir la gloria postrera de esta casa que está siendo restaurada, todavía se escucha el ruido del martillo, pero vienen días en que solo la gloria de y para Dios será una realidad en su santo templo que es su Iglesia!

¡Pero Dios insiste!

¡El tiene la iniciativa!

Así sea. Amén

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Comunidades Cristianas Marzo 2003
http://www.comunidadescristianas.cl