En Marzo del año pasado, mi familia y yo decidimos integrarnos al CCN. Viniendo de una iglesia pequeña, una de las cosas -entre tantas- que nos llamó la atención al principio fue la gran cantidad de jóvenes que danzaban en perfecta sincronización alabando a Dios. ¡Nunca habíamos visto unas "coreografías" semejantes! Nos causó una muy grata impresión la libertad que los jóvenes del CCN tienen para expresar su adoración a Dios de una manera espontánea, creativa, sin ataduras de legalismo religioso ni condenación. Eso nos hizo sentir que en el CCN reinaba un ambiente de libertad y gracia que nos cautivó.
Si hay algo que impacta a la gente que visita por primera vez a una iglesia como la nuestra, es la alabanza y la adoración. Esto es perfectamente comprensible, ya que en el mundo no han visto nada semejante. Tienen una idea preconcebida de que alabar a Dios significa entonar unos himnos aburridos en un estilo solemne y anticuado. Se sorprenden cuando nos ven cantar y danzar con alegría y libertad. Se asombran cuando escuchan las letras de nuestras canciones, el estilo de nuestra música y al ver los instrumentos que usamos. Y más importante, muchos son profundamente tocados por el Espíritu Santo y movidos a rendirse al Señor, sólo por escuchar nuestras alabanzas a Dios. ¡Si, hay poder en la alabanza!

Muchos jóvenes rechazan el Cristianismo Evangélico porque piensan que implica un estilo de vida que coarta su libertad al imponerles una lista de estrictos reglamentos religiosos y un yugo de culpabilidad si no los guardan al pie de la letra. Aunque tenemos que reconocer que algunas veces los Cristianos hemos dado esa impresión, no hay nada más lejos de la verdad. Sin embargo, es necesario que tengamos un concepto apropiado de lo que significa la libertad en Cristo para no caer en ligerezas ni excesos.

Como padre de familia, y como Cristiano que ha caminado con el Señor por varios años, me voy a permitir darle a los jóvenes del CCN, y a los jóvenes Cristianos que puedan leer este artículo, algunos consejos con respecto a la alabanza que creo que pueden serles útiles, esperando que les sirvan de edificación.

"Pero ¿entiendes lo que lees?"

En el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 8, versículos 26 al 31, se narra la historia de Felipe y el funcionario etíope. El Espíritu Santo le ordenó a Felipe acercarse al carro de este hombre, que iba leyendo el libro de Isaías. Felipe le hizo esta pregunta: "Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?". Entender lo que leía marcó la diferencia para el funcionario etíope, ya que significó que conociera al Señor Jesús, fuera bautizado y pudiera llevar el mensaje del Evangelio a su país. En el Cristianismo, es importante entender lo que creemos y lo que hacemos, porque puede significar la diferencia en nuestras vidas.

Permíteme ahora, jóven, extrapolar un poco esta historia y hacerte esta pregunta: Cuando alabas a Dios, ¿entiendes lo que haces? Así como para el etíope era importante entender lo que leía, para ti, jóven, es importante entender lo que haces cuando alabas a Dios, ya que puede hacer una gran diferencia en tu vida.

Un poco de teología

El capítulo 9 de la Epístola a los Hebreos, versículos 1 al 10, nos da una descripción de cuáles eran las reglas para celebrar el culto a Dios bajo el Antiguo Testamento. Existía un Tabernáculo o Tienda (como una tienda de campaña) que estaba dividido en dos partes: la primera, se llamaba el Lugar Santo, en la cual sólo podían entrar los sacerdotes para cumplir los oficios del culto. La segunda, era el Lugar Santísimo, que era como una tienda más pequeña, separada del Lugar Santo por medio de un grueso velo, en donde se manifestaba la presencia de Dios, y en el cual sólo podía entrar el Sumo Sacerdote una vez al año. El pueblo no podía entrar ni al Lugar Santo ni al Lugar Santísimo, y sólo podía contemplar desde fuera (ver Lucas 1:8-10). En el borde del manto del Sumo Sacerdote hacían colocar unas campanillas, para que se escuchara su sonido mientras estaba ministrando a Dios, de manera que si se dejaban de escuchar era porque el Sumo Sacerdote... ¡había muerto! Además, se le ataba un cordón alrededor de uno de los tobillos, por si moría, poder sacar el cuerpo, ya que de ninguna manera otra persona podía entrar al Lugar Santísimo (ver Ex. 28 y 29). La adoración a Dios estaba rodeada de un ambiente de solemnidad y mucho temor.

¿Qué pasa hoy en día?

¿Te imaginas si hoy tuviéramos que adorar a Dios así? En los versículos siguientes, se nos explica una verdad espiritual que tú necesitas entender: que Cristo entró, no al santuario hecho por manos de hombres, sino al cielo mismo, ofreciendo, no la sangre de animales sino Su propia sangre, para derribar ese velo de separación, y hoy en día, todos tengamos libre acceso a la presencia de Dios. Por eso, el autor de Hebreos concluye en el capítulo 10, versículos 19 al 22, diciendo: "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió...acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe..." ¡Gracias al sacrificio de Cristo podemos entrar libremente y cuando así lo queramos, a la presencia de Dios!

La alabanza es entrar en la presencia de Dios

El Salmo 95, versículos 1 al 3, dice: "Venid, aclamemos alegremente a Jehová, cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos. Porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses". El Salmo 100, versículo 4, dice: "Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza". Y el Salmo 149, versículos 2 al 4, dice: "Alégrese Israel en su Hacedor; los hijos de Sión se gocen en su Rey. Alaben su nombre con danza; con pandero y arpa a él canten. Porque Jehová tiene contentamiento en su pueblo..."

A través de la alabanza entramos en la presencia de Dios. No significa esto que nos hemos salido de Su presencia, porque Él está con nosotros siempre; sino que como Congregación, nos reunimos para rendirle culto y adorarle. En la alabanza, exaltamos a Dios por Sus atributos, por Su amor, por Su bondad y por Su poder. La alabanza también es una poderosa arma de guerra espiritual, ya que proclamamos la victoria de Dios sobre Sus enemigos, el triunfo de Cristo en la cruz sobre Satanás y también el triunfo de la Iglesia. ¡Por esto la alabanza tiene que ser alegre y hasta ruidosa!

La adoración es comunión con Dios

En la adoración, en cambio, entramos en un momento íntimo con nuestro Padre. En la adoración podemos decirle cuanto Le amamos, podemos darle gracias por Sus bondades para con nosotros, y sentimos Su presencia de una manera especial. En la adoración también debemos estar atentos a Su voz, para escucharle decirnos cuánto nos ama, para sanar nuestros corazones y darnos nuevas fuerzas para seguir adelante. La adoración es un tiempo de amor y quietud con nuestro Padre Celestial.

Ahora, ¿entiendes lo que haces?

El Salmo 47, versículos 6 al 7, dice: "Cantad a Dios, cantad; Cantad a nuestro Rey, cantad; porque Dios es el Rey de toda la tierra; Cantad con inteligencia". En otras palabras, canta, pero hazlo entendiendo lo que estás haciendo. El tiempo de alabanza puede y debe ser un momento de alegría. Los bailes pueden ser muy divertidos, pero si los haces sin entender lo que estás haciendo, si los haces sólo por la diversión y no comprendiendo que estás entrando en la presencia de un Dios grande y poderoso, no pasa de ser más que un baile y nada más. En cambio, si entiendes lo que haces, podrás disfrutar plenamente de lo que significa alabar a nuestro Dios, tendrás a tu disposición una poderosa arma espiritual contra el enemigo, y disfrutarás de hermosos momentos de adoración con tu Padre Celestial.

¡Entender lo que haces en la alabanza puede marcar una diferencia en tu vida!

Por Noel Rojas

 

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