Vivamos la esperanza (ante la tardanza de la esperanza)

Ante la tardanza de la esperanza.


El problema con el futuro.

El problema con la esperanza en el futuro es que el presente nos abruma. Sencillamente parecemos incapaces de ver más allá de lo que ya sabemos. Así que, pensar en lo que el futuro nos puede deparar, nos acongoja. Cuando cayó el Muro de Berlín en 1989,¿quién sabía lo que vendría después? Muchos expertos hicieron predicciones. Sin embargo, en el 10 aniversario de ese evento tan trascendental, un periodista echó una mirada retrospectiva para ver quién había estado en lo correcto referente a lo que habría de suceder una vez que el Muro se desplomara. Este hombre descubrió que nadie acertó. Ninguno predijo la rápida caída del comunismo europeo ni la muerte de la Unión Soviética.
Por el contrario, hicieron predicciones que estuvieron fuera de base:

El fin del comunismo tardará mucho tiempo en suscitarse. Falso. De continuar el pacto de Varsovia, continuará también la OTAN. Falso. No se permitirá que Alemania se reúna. Falso. Una Alemania unida se convertirá en un poder nuclear antes del fin del milenio. Falso. Gorbachov continuará en el poder por mucho tiempo. Falso.
En lo que respecta a predecir el futuro, aun por el breve lapso de 10 años, los expertos no pueden atinar.¿Por qué no? Porque "el problema con tratar de ver el futuro es el presente. Lo que sabemos ahora generalmente se sobrepone a nuestra habilidad de ver lo que podría llegar a ser. Lo que es, es; tiene la ventaja de tener existencia tangible. Esto convierte al presente en algo difícil de sacudirse, no importa cuán ingenioso sea usted" (Robert G. Kaiser,del servicio del Washington Post en el International Herald Tribune,10 de noviembre, 1999).

¿Será que lo que sabemos ahora está avasallando nuestra capacidad de ver lo que está por venir? Más todavía, ¿qué acerca de los cálculos de tiempo para el futuro?

Podemos pensar que tenemos las respuestas. Con todo, el presente puede engañarnos también, a menos que estemos abiertos al pensamiento de que éste no es el factor dominante. Es por eso que podemos ver una demora en nuestra esperanza. Por cuanto queremos tan intensamente que nuestra esperanza se cumpla y que el tiempo transcurra, comenzamos a preguntarnos si la promesa está siendo diferida.

Los cristianos han estado aguardando la esperanza por casi dos milenios. Las preguntas nos inquietan: “¿Es correcto que sigamos predicando un mensaje tal? ¿Le ha dado el paso de los años un carácter de mentira a la promesa de Cristo? ¿Ha llegado el momento de renunciar y olvidarnos de cualquier retorno del Mesías?”

¿Dónde está la esperada promesa?

No dudar de la esperanza es un verdadero desafío para la iglesia. Si bien muchos no quisieran expresar pensamientos dudosos, las preguntas son insistentes a medida que las sombras del pesimismo se prolongan y la duda invade la iglesia. Lea lo siguiente y vea si corresponde a una actitud que usted haya escuchado de sí mismo, o tal vez inclusive un eco de pensamientos que pudiera haber tenido:

“¿Dónde esta la promesa del regreso del Salvador que pondrá fin a todo esto? ¿Por qué el tiempo continúa? ¿Cuándo vendrá Jesús? La iglesia cristiana ha estado esperando por casi dos milenios. ¿Estaban en lo correcto los primeros cristianos al afirmar el pronto regreso? ¿Acaso los 'pioneros' se equivocaron? ¿Hacemos bien en seguir predicando un mensaje tal? ¿No es tiempo ya de claudicar y olvidarnos de la esperanza?"



Pedro contesta a esta situación:

"Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación." (2 Ped. 3:3,4).

Aunque la burla ciertamente se diferencia de la duda genuina, la pregunta es la misma: “¿Dónde está la 'venida' que el Señor prometió?”

La respuesta de la Escritura apunta a la naturaleza compasiva y longánime de Dios. Con toda seguridad, él no retrasa su venida; de hecho, él está ansioso de venir. Pero su advenimiento también ocasiona la tragedia de la pérdida de aquellos que no lo han aceptado, por eso él procura llevar al arrepentimiento a todos los que le sea posible: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento." (2 Ped. 3:9).

¿Existe una tardanza?

"Tardanza" es una palabra desafortunada. Sugiere error e imperfección. Vemos tardanzas causadas por situaciones inesperadas, descomposturas o problemas técnicos. Como seres humanos, nos tardamos porque no deseamos estar a tiempo para hacer cualquier cosa que preferiríamos evitar. ¿Pero es éste un término útil para describir la forma en que algunos perciben el tiempo de la Segunda Venida?

¿Podemos calificar las acciones de Dios como tardadas? Si él es eterno y ajeno al tiempo, ¿cómo se puede retrasar? ¿Cómo puede alguien que conoce el fin desde el principio "posponer" sus planes? ¿Qué en cuanto a la omnisapiencia de Dios?

Es desde nuestra perspectiva que hablamos del concepto de tardanza. El problema está en nosotros, con nuestro entendimiento finito. Podemos pensar que el regreso de Jesús debería haber ocurrido antes de ahora. Como seres humanos vemos 2,000 años entre el ofrecimiento de la promesa y nuestro tiempo.

Cristo hizo del evangelio al mundo(Mar.13:10) una precondición necesaria para el Advenimiento. Por medio de 2 Pedro 3,nos damos cuenta del deseo divino de salvar a toda la humanidad. Varios eventos y situaciones terrenales tienen que preceder a la venida del Hijo del Hombre. La emergencia del anticristo, el clímax del ataque contra Dios (2 Tes.2) y el rebosamiento de la copa de iniquidad (Apoc.17:4,18:6) forman parte del "tiempo" que primeramente tiene que alcanzar su plenitud. Sin embargo, no podemos tomar la condición mundial como la primera razón para la tardanza. Dios no está esperando que suceda una destrucción total antes que él salve a su pueblo. Todavía está al control de nuestro planeta. Sus ángeles retienen los vientos de destrucción. El Señor no está sentado ociosamente, esperando que el pecado se multiplique a su propio tiempo.

Aquí operan dos principios divinos: El propósito imperturbable de Dios, y su paciencia. El primero implica su soberana voluntad y propósito expresados en la certeza de la segunda venida de Cristo: "Vendré otra vez". Para un Dios omnisapiente, el tiempo también es algo conocido (véase Mat. 24:36). De la misma manera que vino el Diluvio (nótese el vers. 37), así como los israelitas entraron en la Tierra Prometida, en la misma forma en que Cristo apareció por primera vez "venido el cumplimiento del tiempo", así vendrá otra vez en su tiempo específico (1 Tim. 6:14, 15; véase también Luc. 17:24, 30). Dios no está de ninguna manera sujeto o dependiente de la humanidad en cuanto a sus decisiones fundamentales. La Segunda Venida ocurrirá, y "no tardará" (Heb. 10:37). En términos del poder y autoridad absolutos de Dios, la segunda venida de Cristo es un evento incondicional. La promesa ha sido dada bajo la divina omnipotencia. Dios no puede fallar, no puede cambiar, y no puede "tardarse".

El otro principio se relaciona con la paciencia de Dios: su misericordia y longanimidad. Esta perspectiva concibe al Señor como permitiendo que corra tiempo adicional de modo que su pueblo pueda aceptar su promesa y entrar en una relación de pacto con él basada en el amor. Por último, Dios es paciente, "no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Ped. 3:9).

La continuación del tiempo es para beneficio nuestro. No obstante, no podemos hacer de la compasión de Dios una excusa que acepte que el pecado, el dolor y la muerte persistan para siempre. El fin tiene que llegar, ¡tenemos que recordar que fue el siervo negligente quien comenzó a decir: "Mi Señor se tarda en venir",

Esperanza diferida

A pesar de todo esto, aun podemos sentir que nuestra esperanza está siendo diferida. En palabras de Proverbios: "La esperanza que se demora es tormento del corazón" (Prov. 13:12).

Es una reacción natural. El tiempo de espera, como ya vimos, no es un momento placentero. Nos encontramos entre la promesa y su cumplimiento, y al transcurrir el tiempo, sentimos que no corre tan rápidamente como quisiéramos. Como Daniel, quien vio que la visión se extendía por mucho tiempo, nos sentimos exhaustos y nos enfermamos (véase Dan. 8:27).

A diferencia del caso de Daniel, Dios no nos informa en cuanto al tiempo restante para el cumplimiento de nuestra esperanza. Pero cuando nos sintamos descorazonados, recordemos que la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Rom. 5:5).

Al final, los que se salven de este mundo serán "los que son de Cristo, en su venida" (1 Cor. 15:23), el trigo madurado por el Señor mediante la lluvia tardía (Mat. 3:12; 13:30; Sant. 5:7). Dios reunirá a su pueblo, aquellos con quienes tiene una relación especial (véase 1 Ped. 2:9), aquellos que han confiado solamente en la demostración divina, la provisión de Jesús y las promesas del Señor.

El Señor provee la respuesta, los medios y los métodos. Nos toca contestar y actuar en consecuencia. Dios nunca ha pedido a su pueblo que calcule el tiempo del Advenimiento, que se preocupen si se han cubierto todas las precondiciones, o que se aflijan respecto a la tardanza. Todo lo que les pidió fue: “¡Velad!”, “Preparaos!” y “¡Levantad vuestras cabezas!” porque la redención se acerca, y está más cerca que cuando creímos (Luc. 21:28; Rom. 13:11).

Va a suceder. Las dudas acerca del tiempo generan dudas respecto al evento. Pero no, dice Pedro, es absolutamente cierto. El Señor vendrá. Y como resultado, estaremos anhelando ese nuevo cielo y nueva tierra, el hogar de la justicia (véase 2 Ped. 3:13).

El desafío no consiste en ver la esperanza como algo que se está retrasando. La meta es conservar la esperanza mucho más viviente todavía, y no atarla en nuestras mentes a ciertos límites de tiempo. Como concluye el versículo de Proverbios: "La esperanza que se demora es tormento del corazón; pero árbol de vida es el deseo cumplido" (Prov. 13:12).

Debemos continuar anticipando el cumplimiento de la esperanza, y así permitirle al divino árbol de la vida que nos sane de nuestra enfermedad.

Paciencia significa salvación

Mientras esperamos el cumplimiento de la promesa, tenemos que tener "entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación" (2 Ped. 3:15). Consecuentemente, la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Rom. 5:5).

La impaciencia y la sobreexpectación pueden llevarnos a especular que la Segunda Venida "no está más que a unos cuantos años de distancia". Otros puede ser que vean en cada evento que se desarrolla una señal de los tiempos. Esto puede condicionar a las personas para un terrible chasco y desaliento.

Resulta interesante observar las varias clases de cosas que la gente ha considerado como "señales de los tiempos".

Cierto libro sobre profecía de principios de 1900 consideraba el desarrollo de la transportación mediante trenes rápidos de vapor como cumplimiento de aquella predicción de que "muchos correrán de aquí para allá". Bajo la figura de dos primitivos biplanos aparecía la leyenda la flota aérea de la nación", también vista como un asombroso acontecimiento que "probaba" que el fin estaba cerca.

Otras "señales" del pasado han incluido el telégrafo, los radios "inalámbricos", el automóvil, la máquina de escribir y las películas.

Sin embargo, la verdad es que “leer el periódico como dándole una fecha al fin” (como alguna vez cierta persona aconsejó) puede dirigirnos a suposiciones y expectativas falsas. No todo es una señal de los tiempos.

Por ejemplo, las personas con frecuencia citan las guerras y conflictos militares como evidencia para la aproximación del fin. Pero en Mateo 24, Jesús hace un gran esfuerzo para señalar que aunque pueda haber guerras y rumores de guerras, aún no es el fin. Resulta instructivo repasar este capítulo de las "señales" y darse cuenta de cuántos eventos que normalmente interpretamos como señales, Jesús claramente los excluye de serlo.

Una revisión rápida del internet nos muestra predicciones del fin del mundo para casi cada día dentro de los próximos pocos años, basadas en leyendas mayas o mediciones de las pirámides o visiones místicas de los extraterrestres. El problema con tales profetas falsos -y cualquier forma de colocación de fechas- es que hace que toda la perspectiva del futuro se desorganice.

Algunos equiparan el acto de apremiar a la gente diciendo que “Jesús estará de vuelta en unos cuantos años", con la predicación de fuego y azufre. El deseo "egoísta" de evitar los aspectos negativos del juicio lo consideran equivalente a contratar un "seguro contra incendios".

Debemos preguntarnos: ¿Qué es lo más importante aquí? ¿Es el tiempo del advenimiento, o la certeza del advenimiento? ¿Estamos llamados a predicar fechas para el futuro inmediato (sea que las demos específicamente o sólo digamos "dentro de x número de años"), o predicar la "segura y cierta" esperanza que se cumplirá en el retorno de "este mismo Jesús"?

En una reunión ministerial, un pastor expresó sus sentimientos de frustración. "Heme aquí, al borde de la jubilación -dijo a sus compañeros ministros-. He estado predicando el mensaje del Advenimiento por más de cuarenta años. He discutido con los hermanos respecto a la necesidad de ir a la universidad antes de entrar al ministerio, porque siempre creí que no tendría tiempo para completar el programa de estudios antes que Jesús regrese. Ahora ya soy viejo, y estoy chasqueado. ¿Por qué no ha venido Jesús?"

Esperando en el Señor

Si estuviéramos predicando una doctrina para "dentro de X años", el chasco sería inevitable a este lado de la venida. Tal enfoque se centra en el tiempo, no en el significado y propósito del evento. Apela a nuestra naturaleza humana, la cual quiere prepararse para un evento específico en un tiempo específico. Por lo tanto, el tiempo no especificado del advenimiento nos deja perturbados.

Pero Jesús dice: “¡Estad listos. Siempre!” No en el sentido de que tratemos de hacernos idóneos por cuenta propia para la traslación, sino que procuremos una relación tal con nuestro amante Señor que podamos felizmente encontrarlo cuando quiera que aparezca. "Los viajes terminan en una reunión de enamorados", observó Shakespeare, y si nosotros de veras amamos a Jesús, entonces su venida no será un evento temible ni una intrusión en nuestras vidas, sino que será el día cuando nuestro mejor Amigo regresará.

No necesitamos darle fecha al advenimiento, ¡pero sí necesitamos conocer a "este mismo Jesús" ahora! Su regreso es la "bienaventurada esperanza" sólo si él es nuestra bienaventuranza en el paciente presente. Eso quiere decir que, a pesar de nuestra conciencia de todas nuestras faltas y errores, aún podemos orar con Juan, "Amén; sí, ven, Señor Jesús" (Apoc. 22:20) y decirlo de corazón hoy y cada día hasta que él aparezca en el cielo.
“Porque estoy ligado con cuerdas carnales,
El gozo, la belleza, están más allá de mi alcance;
Esfuerzo mi corazón, extiendo mis manos,
Y los atrapo en la esperanza”.Cristina Rossetti, De Profundis.

A pesar de que el mundo nos considere ilusos, nosotros capturamos estos beneficios en la esperanza. Nos aferramos a la bienaventuranza de la esperanza, sabiendo que no seremos chasqueados al final. Aun cuando los tiempos de paciencia puedan ser arduos, podemos tener la confianza en ese Dios que ha prometido. Cada uno tiene que aprender a "esperar en el Señor" en todas las cosas, y dejar que Dios se encargue de todo en su debido tiempo: "Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón, sí, espera a Jehová" (Sal.27:14).

Nuestra alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Sal.33:20

Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado Sal.130:5



1 Obra publicada por la Asociación Publicadora Interamericana. Miami: 2002

por Luis Castaño

 

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