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Las Hordas Infernales Están Marchando

Éste es un sueño y visión global que recibí a principios de 1995. Evidentemente es alegórico, como son la mayoría de los sueños y visiones. He intentado ser fiel a lo que realmente vi y experimenté.

 
I

El Ejército Maligno


Vi un ejército demoníaco tan grande que se extendía mas allá del horizonte. Estaba organizado en divisiones, cada una portando un estandarte diferente. Las principales divisiones y las más poderosas eran Orgullo, Justicia Propia, Favoritismos, Ambición Egoísta, y Juicio Injusto, pero la más grande de todas era Celos. El líder de este inmenso ejército era el Acusador de los Hermanos. Supe que había muchas divisiones malignas más allá del alcance de mi vista, pero éstos eran la vanguardia de esta horda terrible del infierno, que ahora estaba desatándose contra la iglesia.

Las armas usadas por esta horda tenían nombres: las espadas se denominaban Intimidación; las lanzas se llamaban Alevosía; y sus flechas se llamaron Acusaciones, Chismes, Calumnias y Críticas. Los exploradores y las compañías más pequeñas de demonios con nombres como Rechazo, Amargura, Impaciencia, Rencor y Lujuria, fueron enviadas al frente de este ejército para preparar el ataque principal. Supe en mi corazón que la iglesia nunca había enfrentado antes algo así.

La misión principal de este ejército era causar división. Fue enviado para atacar cada nivel de las relaciones entre iglesias, congregaciones con sus pastores, maridos y esposas, hijos y padres, e incluso los hijos entre sí. Los exploradores fueron enviados para localizar las grietas en iglesias, familias o individuos, para provocar rechazo, amargura, lujuria, etc., para hacerlas explotar y producir una grieta más grande para que pasaran las divisiones del ejército que estaba llegando.

¡La parte más impactante de esta visión fue que esta horda no estaba montada en caballos, sino en Cristianos! La mayoría estaban bien vestidos, eran respetables, y tenían apariencia de ser refinados y educados. Éstos eran cristianos que se habían abierto a los poderes de la oscuridad a tal grado que el enemigo podía usarlos y ellos pensarían que servían a Dios. El Acusador sabe que una casa dividida no puede permanecer de pie, y este ejército representa su último intento para traer una división completa a la iglesia, para que caiga completamente de la gracia.



II

Los Prisioneros


Estas primeras divisiones arrastraban detrás de sí a una inmensa multitud de otros cristianos que eran prisioneros de este ejército. Estaban todos heridos, y eran custodiados por pequeños demonios de Miedo. En el ejército, parecía haber más prisioneros que demonios. Sorprendentemente, estos prisioneros aún tenían sus espadas y escudos, pero no los usaban. Era impresionante ver que tantos fuesen mantenidos cautivos por unos pocos demonios pequeños de Miedo. Éstos podían ser destruidos fácilmente o rechazados si simplemente los prisioneros usaran sus armas.

Sobre los prisioneros el cielo estaba negro, lleno de buitres llamados Depresión. Éstos se posaban sobre los hombros de los prisioneros y vomitaban encima de ellos. El vómito era Condenación. Cuando el vómito daba a algún prisionero, éste se ponía de pie y marchaba un poco recto durante algún tiempo, y después caía, aún más débil que antes. De nuevo, me pregunté por qué los prisioneros no mataban a estos buitres con sus espadas, podrían haberlo hecho fácilmente.

De vez en cuando un prisionero débil tropezaba y se caía. En cuanto él o ella se desplomaban al suelo, los otros prisioneros comenzaban a apuñalarlos con sus espadas y los ultrajaban al hacerlo. Entonces llamaban a los buitres, para que comenzaran a devorar a los caídos incluso antes de que estuvieran muertos.

Al mirar, comprendí que estos prisioneros pensaban que el vómito de condenación era verdad de Dios. Entonces entendí lo que estos prisioneros pensaban realmente, ¡que estaban marchando en el ejército de Dios! Ésta es la razón por la cual no mataron a los pequeños demonios de miedo, o los buitres, ¡pensaron que eran mensajeros de Dios! La oscuridad que proyectaba la nube de buitres impidió a estos prisioneros el darse cuenta de que aceptaban ingenuamente todo lo que les pasaba como algo del Señor.

La única comida provista para estos prisioneros era el vómito de los buitres. Aquéllos que se negaban a ingerirlo se debilitaban hasta caerse. Aquéllos que lo comieron eran fortalecidos, pero con la fuerza del maligno. Entonces comenzaban a vomitar sobre los demás. Cuando alguien empezaba a hacer esto, se le entregaba a un demonio que estaba esperando para cabalgar, y él o ella eran llevados a las divisiones delanteras.

Aún peor que el vómito de los buitres era un limo repulsivo que estos demonios estaban orinando y defecando sobre los cristianos que montaban. Este limo era el orgullo, la ambición, egoísmo, etc., ésa era la naturaleza de la escuadra de la que formaban parte. Sin embargo, este limo hizo a los cristianos sentirse mucho mejor que la condenación, creyeron fácilmente, que los demonios eran mensajeros de Dios, y efectivamente pensaron que este limo era la unción del Espíritu Santo.

Entonces la voz del Señor vino a mí diciendo, “Éste es el principio del ejército del enemigo del día final. Éste es el último engaño de Satanás, y su último poder de destrucción, se desata cuando usa a Cristianos para atacar a otros Cristianos. A lo largo de las edades ha usado este ejército, pero nunca ha podido capturar a tantos para usarlos en sus malignos propósitos. ¡No temas! Yo también tengo un ejército. Ahora debes permanecer de pie y luchar, porque ya no hay ningún lugar donde esconderse de esta guerra. Debes luchar por Mi Reino, la verdad, y por aquéllos que han sido engañados.”

Había quedado tan asqueado e irritado por el ejército maligno, que prefería morirme en vez de vivir en semejante mundo. Sin embargo, esta palabra del Señor me animó tanto que empecé a gritar a los prisioneros cristianos que estaban siendo engañados, pensando que me escucharían. Cuando lo hice, pareció que todo el ejército se volvió a mirarme, pero seguí gritando. Pensé que los cristianos iban a despertarse y comprender lo que les estaba pasando, pero en cambio muchos comenzaron a sacar sus flechas para dispararme. Los demás sólo vacilaron como si no supieran qué hacer conmigo. Supe entonces que me había precipitado, y que había cometido un terrible error.



III

Comienza La Batalla


Entonces me volví y vi el ejército del Señor de pie detrás de mí. Había miles de soldados, pero todavía éramos ampliamente superados en número. Sólo un pequeño grupo portaba su armadura completa, así que la mayoría sólo estaban protegidos parcialmente. Un gran número de soldados ya estaban heridos. La mayoría de los que todavía conservaban su armadura completa tenían escudos muy pequeños, y supe que no los protegerían de la matanza que estaba por llegar. La mayoría de estos soldados eran mujeres y niños.

Detrás de este ejército había una chusma arrastrándose de la misma forma que los prisioneros que seguían al ejército del mal, pero muy diferente en su naturaleza. Parecían personas muy felices, y estaban jugando, cantando, festejando y vagando de un campamento a otro. Me recordó la atmósfera del festival Woodstock. Intenté alzar mi voz sobre el clamor y advertirlos que no era el tiempo para esto, que la batalla estaba a punto de comenzar, pero sólo algunos podían oír mi voz. Aquéllos que me escucharon, me saludaron con “la señal de paz” y dijeron que no creían en la guerra, y que el Señor no permitiría que nada malo les pasara. Intenté explicar que el Señor nos había dado la armadura por una razón, pero respondieron distraídamente que habían venido a un lugar de paz y alegría donde nada les pasaría. Empecé a orar fervientemente para que el Señor aumentara la fe (los escudos) de aquéllos con armadura, para ayudarnos a proteger a los que no estaban listos para la batalla.

Un mensajero vino, me dio una trompeta y me dijo que la tocara enseguida. Lo hice, y aquéllos que portaban por lo menos alguna parte de su armadura inmediatamente respondieron y mostraron atención. Se trajo para ellos más partes de armadura, qué se pusieron rápidamente. Noté que los que estaban heridas no se pusieron la armadura sobre sus heridas, pero antes de que yo pudiera decir algo, las flechas del enemigo empezaron a llover sobre nosotros. Todos los que no llevaban puesta toda su armadura eran heridos. Aquéllos que no habían cubierto sus heridas fueron alcanzados de nuevo en el mismo sitio.

Los que fueron heridos por flechas de calumnia, inmediatamente empezaron a calumniar a los que no estaban heridos. Los que fueron heridos con chismes empezaron a chismear, y pronto una gran división se había creado dentro de nuestro campamento. Entonces los buitres atacaron descendiendo para atrapar a los heridos y llevarlos al campamento de prisioneros. Los heridos todavía tenían espadas y fácilmente podían golpear con violencia a los buitres, pero no lo hicieron. En realidad fueron llevados de buena gana porque estaban muy enfadados con el resto de nosotros.

La escena que tenía lugar en el campamento detrás de nuestro ejército era aún peor. Allí parecía haber un caos total. Miles estaban echados en tierra, heridos y gimiendo. Muchos de los que no estaban heridos sólo se sentaban con una expresión en sus caras de estupor e incredulidad. Los heridos y los que se sentaban en incredulidad eran llevados rápidamente lejos por los buitres. Algunos estaban intentando ayudar a los heridos, alejando a los buitres, pero los heridos estaban tan enojados que amenazaban y ahuyentaban a los que intentaban ayudarlos.

Muchos de los que no estaban heridos simplemente huían tan rápido como podían del lugar donde acontecía la batalla. Este primer encuentro con el enemigo fue tan devastador que me sentí tentado de unirme a ellos en su vuelo. Entonces, rápidamente, algunos de éstos soldados empezaron a reaparecer con armaduras, y grandes escudos. El estupor mudó en alegría. Comenzaron a ocupar los lugares de los caídos, e incluso comenzaron a formar nuevas líneas para proteger la retaguardia y los flancos. Éstos soldados nos infundieron gran valor, y todos decidimos ponernos de pie y luchar hasta la muerte. Inmediatamente tres grandes ángeles llamados Fe, Esperanza, y Amor vinieron y se posicionaron de pie detrás de nosotros, entonces el escudo de todos empezó a crecer.



IV

El Camino Alto


Estábamos armados con espadas llamadas la Palabra de Dios, y flechas que se denominaban con verdades bíblicas. Queríamos devolver los disparos, pero no sabíamos cómo hacerlo sin alcanzar a los cristianos que eran montados por los demonios. Entonces se nos ocurrió que si estos cristianos eran golpeados con la verdad despertarían y lucharían contra sus opresores. Disparé algunas flechas. Casi todas golpearon a los cristianos. Sin embargo, cuando las flechas de la verdad les penetraban, no se despertaron ni cayeron heridos, más bien se enfurecieron y el demonio que los montaba creció mucho más. Esto asustó a todos, y empezamos a sentir que ésta podía ser una batalla imposible de ganar, pero con Fe, Esperanza y Amor estábamos seguros que por lo menos podríamos defender nuestra posición. Apareció entonces otro ángel llamado Sabiduría y colocándose detrás nuestro nos dirigió en la lucha.

En la montaña había salientes en distintos niveles tan altos como alcanzaba la vista. A más altura los salientes se volvían más angostos, y resultaba más difícil el permanecer de pie. Cada nivel recibía el nombre de una verdad bíblica. Los niveles más bajos se llamaban por verdades fundamentales como “la Salvación,” “la Santificación,” “la Oración,” “la Fe,” etc., y los niveles más altos se nombraban por verdades bíblicas más avanzadas. Mientras más alto subimos, más grandes se volvían nuestros escudos, y nuestras espadas crecieron, y menos flechas enemigas podían alcanzar esa posición.



V

Un Error Trágico


Algunos que se habían quedado en los niveles más bajos comenzaron a recoger las flechas enemigas y a dispararlas de vuelta. Fue un trágico error. Los demonios esquivaban las flechas con facilidad haciendo que alcanzaran a los cristianos. Cuando un cristiano era golpeado por las flechas de acusación o calumnia, un demonio de amargura o ira volaba sobre él y se posaba sobre esa flecha. Entonces comenzaba a orinar y a defecar su veneno sobre ese cristiano. Cuando un cristiano tenía dos o tres de estos demonios agregados al Orgullo o la Justicia Propia, éste comenzaba a transformarse a la imagen corrompida de los demonios.

Podíamos ver este acontecimiento desde los niveles más altos, pero en los niveles más bajos, los que estaban usando las flechas del enemigo no podían verlo. La mitad de nosotros decidió seguir subiendo, mientras la otra mitad descendió atrás a los niveles más bajos, para explicar a los que estaban allí lo que sucedía. Entonces todos fuimos advertidos de que debíamos seguir subiendo y no detenernos, salvo algunos que se asentaron en cada nivel para salvaguardar a los otros soldados que subían más alto.



VI

Seguridad


Cuando alcanzamos el nivel llamado “La Unidad de los Hermanos,” ninguna de las flechas del enemigo podía alcanzarnos. Muchos en nuestro campamento decidieron que era hasta aquí donde necesitaban subir. Entendí que con cada nuevo nivel el suelo era más inestable. Sin embargo cuanto más alto subía, también me sentía mucho más fuerte y más hábil en el manejo de mis armas, así que continué subiendo.

Pronto mis habilidades eran lo bastante buenas cómo para disparar y acertar a los demonios sin dar a los cristianos. Sentía que si seguía yendo más alto podría disparar bastante mas lejos para atinar a los líderes de la horda maligna que se quedó en la retaguardia del ejército enemigo. Me pesaba que muchos se habían detenido en los niveles más bajos, donde estaban seguros pero no podían golpear al enemigo. Aun así, la fuerza y carácter que crecieron en los que siguieron subiendo los transformó en grandes guerreros, cada uno de los que conocí destruirían a muchos del enemigo.

En cada nivel estaban las flechas de la Verdad esparcidas por el suelo, supe que fueron dejadas por los que habían caído de esa posición. Todas las flechas se denominaban por la Verdad de ese nivel. Algunos eran reticentes a recoger estas flechas, pero supe que necesitábamos todo lo que lográramos encontrar para destruir la gran horda de abajo. Recogí una, disparé, y tan fácilmente acerté a un demonio, que los demás empezaron a recogerlas y a dispararlas. Empezamos a diezmar algunas de las divisiones enemigas. Debido a esto, todo el ejército del mal, fijó su atención en nosotros. Durante un tiempo parecía que mientras más derribábamos, surgían mas que se nos oponían. Aunque nuestra tarea parecía interminable, se había vuelto alentadora.



VII

La Palabra es nuestra Ancla


Nuestras espadas crecían cuando alcanzábamos cada nivel. Casi relegué la mía porque no parecía necesitarla en los niveles más altos. Decidí finalmente que me había sido dada con un propósito, así que mejor la guardé. La clavé en tierra y me así a ella mientras disparaba al enemigo. La voz del Señor vino entonces a mí diciendo: “Has usado la sabiduría que permitirá que sigas subiendo. Muchos se han caído porque no usaron su espada adecuadamente para anclarse”. Nadie más parecía oír esta voz, pero muchos vieron lo que yo había hecho e hicieron lo mismo.

Me pregunté por qué el Señor no me había hablado antes de que yo tomase esta decisión. Entonces tuve un sentir de que de algún modo Él ya me lo había dicho. Entonces percibí que durante toda mi vida había estado entrenándome para esto. Estaba preparado en función de cómo había escuchado al Señor y lo había obedecido a lo largo de mi vida. También supe que por alguna razón la sabiduría y el entendimiento que tenía ahora, no podía aumentarse o quitarse durante esta batalla. Me sentí profundamente agradecido por cada prueba que había experimentado en mi vida, y afligido por no haberlas apreciado más en ese momento.

Pronto estábamos acertando a los demonios con una precisión casi perfecta. La rabia del ejército enemigo subió como fuego y azufre. Supe que los cristianos atrapados en ese ejército estaban sintiendo ahora el choque de esa rabia. Incapaces de alcanzarnos, ahora estaban disparándose el uno al otro. Con sus flechas ineficaces ahora contra nosotros, el enemigo envió a los buitres para atacar. Aquéllos que no habían usado sus espadas como anclas, pudieron derribar a muchos de los buitres, pero también estaban siendo derribados de los riscos donde estaban de pie. Algunos de éstos aterrizaron en un nivel más bajo, pero otros cayeron hasta el fondo y fueron atrapados y llevados por los buitres.



VIII

Un Arma Nueva


Las flechas de la Verdad raramente traspasaban a los buitres, pero los herían lo suficiente como para que retrocedieran. Cada vez que eran repelidos algunos de nosotros subíamos al siguiente nivel. Cuando alcanzamos el nivel llamado “Gálatas 2:20” * estábamos por encima de la altitud en que los buitres podían volar. A este nivel el cielo casi nos deslumbraba con su brillo y belleza. Sentí paz como nunca la había sentido antes.

Anteriormente mucho de mi espíritu de lucha en realidad era motivado por el odio y rencor hacia el enemigo así como por la causa del reino, la verdad, y el amor por los prisioneros. Pero fue en este nivel que me puse a la par con Fe, Esperanza, y Amor, qué anteriormente seguía de lejos. En este nivel fui sobrecogido por el poder de ellos casi por su gloria. Cuando me puse al corriente con ellos se volvieron a mí, y comenzaron a reparar y pulir mi armadura. Pronto fue completamente transformada y exudaba la gloria que estaba en ellos. Cuando tocaron mi espada, grandes relámpagos comenzaron a relucir en ésta. Amor dijo entonces, “Aquéllos que alcanzan este nivel se les confían los poderes de la edad por venir, pero debo enseñarte cómo usarlos.”

El nivel “Gálatas 2:20” era tan ancho que ya no había ningún peligro de caerse. Había también flechas ilimitadas con el nombre Esperanza escrito en ellas. Disparamos algunas de estas apuntando abajo a los buitres, y estas flechas los mataron fácilmente. La mitad de los que habían alcanzado este nivel continúo disparando, mientras los otros comenzaron a descender portando estas flechas para aquéllos que estaban en los niveles más bajos.
* 20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Los buitres siguieron viniendo en oleadas a los niveles de debajo, pero en cada oleada había menos que antes. Desde el nivel “Gálatas Dos Veinte”, podíamos acertarle a cualquier integrante del ejército enemigo excepto a los líderes, quiénes todavía estaban fuera de alcance. Decidimos no usar las flechas de la Verdad hasta que hubiéramos destruido a todos los buitres, porque la nube de depresión que crearon hacía que la verdad fuera menos eficaz. Esto llevó mucho tiempo, pero nosotros no desfallecíamos.

Fe, Esperanza y Amor, habían crecido como nuestras armas con cada nivel, eran ahora tan grandes que sabía que podrían verlas las personas alejadas más allá del campo de batalla. Su gloria incluso irradió en el campamento de prisioneros, que aún estaban bajo una gran nube de buitres. La alegría continuó creciendo en todos nosotros. Sentía que estando en este ejército, en esta batalla, tenía que ser una de las más grandes aventuras de todo los tiempos.

Después de destruir a la mayor parte de los buitres que habían estado atacando a nuestra montaña, empezamos a disparar a los buitres que habían cubierto a los prisioneros. Así que cuando la nube de oscuridad comenzó a disiparse y el sol empezó a brillar sobre ellos, comenzaron a despertarse como si hubieran estado en un sueño profundo. Se asquearon inmediatamente de su condición, sobre todo por el vómito que todavía los cubría, y empezaron a limpiarse. Cuando miraron a Fe, Esperanza y Amor, vieron la montaña en que estábamos y comenzaron a correr hacia ella. La horda mala arrojó una lluvia de flechas de acusación y calumnia sobre ellos, pero no se detuvieron. Cuando llegaron a la montaña muchos tenían una docena o más de flechas clavadas, pero parecían no darse cuenta. En cuanto empezaron a escalar la montaña sus heridas empezaron a sanar. Con la nube de depresión que se dispersaba parecía como si todo fuera mucho más fácil.



IX

La Trampa


Los ex prisioneros tenían gran gozo en su salvación. Parecían tan sobrecogidos por cada nivel, el empezar a escalar la montaña hizo que apreciáramos mucho más esas verdades. Pronto una resolución feroz para luchar contra el enemigo se levantó también en los ex prisioneros. Se pusieron la armadura que recibieron, y rogaron que se les permitiera volver atrás para atacar al enemigo. Recapacitamos sobre ello, pero decidimos quedarnos en la montaña a luchar. De nuevo la voz del Señor habló y dijo: “Por segunda ocasión has escogido con sabiduría. No puedes ganar si intentas luchar contra el enemigo en su propia terreno, por eso debes permanecer en Mi Monte Santo.”

Quedé aturdido porque habíamos tomado otra decisión de gran importancia simplemente pensándolo y discutiéndolo brevemente. Decidí entonces esforzarme para no tomar ninguna decisión sin oración. Sabiduría escaló hacia mí rápido, me tomó de los hombros y me miró fijamente, y dijo: “¡Escucha lo que debes hacer!” Noté entonces que, aunque había estado en la ancha meseta de “Gálatas Dos Veinte,” me había acercado al mismo borde incluso sin saberlo, y pude haberme caído fácilmente. Miré de nuevo a los ojos de Sabiduría, y él dijo con suma seriedad, “Pon atención cuando crees que permaneces firme, no sea que caigas. En esta vida puedes caer de cualquier nivel.”



X

Las Serpientes


Durante mucho tiempo continuamos matando buitres y disparando a los demonios que estaban montados sobre los cristianos. Nos dimos cuenta que la Verdad que portaba cada flecha tenía un efecto diferente en cada tipo de demonio. Supimos que iba a ser una larga batalla, pero ya no teníamos bajas, ya habíamos pasado el nivel de “Paciencia”. Aun así, a pesar de que estos cristianos estaban libres de los demonios, ya derribados por los disparos, pocos venían a la montaña. Muchos habían asumido la naturaleza de los demonios, y continuaban en su engaño aún sin ellos. Al disiparse la oscuridad de los demonios pudimos ver la tierra moviéndose alrededor de los pies de estos cristianos. Entonces vi que sus piernas estaban apresadas por serpientes llamadas Vergüenza.

Disparamos flechas de la Verdad a las serpientes, pero tenían poco efecto. Entonces probamos las flechas de Esperanza, pero sin resultado. Desde “Gálatas Dos Veinte” era muy fácil ir más alto, así que nos pusimos en marcha a los niveles más altos. Pronto pasamos por un jardín que era el lugar más hermoso que haya visto nunca. Encima de la entrada de este jardín estaba escrito, “El Amor Incondicional del Padre”. Era la más gloriosa y atractiva puerta que había visto jamás, así que fuimos compelidos a entrar. En cuanto lo hicimos, vimos el Árbol de la Vida en el medio de este jardín. Todavía era defendido por ángeles de imponente fuerza. Parecían como si hubieran estado esperándonos, así que tuvimos el valor para pasarlos y caminar hacia el árbol. Uno de ellos dijo, “Aquéllos que logran llegar a este nivel y que conocen el amor del Padre pueden comer.”

No me había dado cuenta de lo hambriento que estaba. Cuando probé la fruta, era mejor que ninguna cosa que haya saboreado alguna vez, pero también de algún modo me era familiar. Me trajo recuerdos del brillo del sol, lluvia, campos hermosos, la puesta del sol sobre el océano, pero aún más que eso, de las personas que amo. Con cada bocado amé todo y a todos aún más. Entonces mis enemigos empezaron a venir a la mente, y los amé también. El sentimiento fue pronto mayor que cualquier cosa que haya experimentado alguna vez, incluso la paz en “Gálatas Dos Veinte”. Entonces oí la voz del Señor, y Él dijo, “Éste es ahora tu pan diario. Nunca se te faltará, puedes comer mucho y tan a menudo como gustes. No hay fin de Mi amor.”

Buscaba con la mirada en el árbol intentando ver de donde procedía la voz, y vi que estaba lleno águilas de un blanco puro. Tenían los ojos más hermosos y penetrantes que haya visto nunca. Estaban mirándome como si esperaran instrucciones. Uno de los ángeles dijo, “Ellas llevarán a cabo tu orden. Estas águilas comen serpientes”. Dije, “¡Vayan! Devoren la vergüenza que ha atrapado a nuestros hermanos”. Abrieron sus alas y vino un gran viento que las alzó en el aire. Estas águilas llenaron el cielo de una gloria deslumbrante. Aun estando tan elevados, podía escuchar los gritos de terror del campamento enemigo al ver que estas águilas iban hacia ellos.

El Señor Jesús estaba de pie en medio de nosotros. Él tocó a cada uno, entonces dijo, “Debo compartir ahora con vosotros lo que compartí con sus hermanos después de mi ascensión, el mensaje de Mi Reino. El ejército más poderoso del enemigo ha sido ahora puesto en retirada pero no destruido. Ahora es el tiempo para que marchemos adelante con el evangelio de Mi reino. Las águilas se han soltado e irán con nosotros. Tomaremos flechas de cada nivel, pero Yo Soy vuestra Espada, y Yo Soy vuestro Capitán. Es ahora tiempo para que la Espada del Señor sea desenfundada.”

Me volví entonces y vi que todo el ejército del Señor estaba firme en ese jardín. Había hombres, mujeres y niños de todas las razas y naciones, cada uno portando sus estandartes ondeando por el viento con unidad perfecta. Supe que nada así se había visto en la tierra antes. Sabía que el enemigo tenía muchos más ejércitos, y fortalezas a lo largo de la tierra, pero ninguno podría estar de pie ante este gran ejército. Casi dije sin aliento, “Éste debe ser el día del Señor”. La toda la hueste contestó entonces atronadoramente, “El día de Jehová de los Ejércitos ha llegado.”

Estábamos firmes en el Jardín de Dios bajo el Árbol de la Vida. Parecía que todo el ejército estaba allí arrodillado ante el Señor Jesús. Él nos había dado simplemente el encargo de regresar a la batalla por causa de nuestros hermanos que todavía estaban atados, por todo el mundo que Él todavía amaba. Era una orden maravillosa y terrible. Era maravillosa sólo porque procedía de Él. Era terrible porque implicaba que tendríamos que dejar Su manifiesta presencia, y el Jardín que era más hermoso que cualquier cosa antes vista por mí. Dejar todo esto para entrar en la batalla parecía incomprensible.

El Señor continuó Su exhortación: “Les he dado dones espirituales, poder, y un entendimiento creciente de Mi palabra y Mi reino, Pero el arma más grande que ha sido dada a vosotros es el amor del Padre. Mientras caminéis en el amor de mi Padre nunca fallareis. La fruta de este árbol es el amor del Padre que se manifiesta en Mí. Este amor que está en Mí debe ser vuestro pan diario.”

El Señor no era lo que nosotros podríamos considerar ser de una apariencia notablemente bien parecida, su apariencia no se salía de lo normal. Aun así, la gracia con la que se movía y hablaba le convertía en la persona más extraordinaria que haya visto jamás. Él estaba más allá de cualquier definición humana de dignidad y nobleza. Ninguna pintura que hubiera buscado captar su parecido podría hacerlo jamás, pero de algún modo la mayoría de ellas tienen cierta semblanza de Él. Empecé a pensar, cómo Él es todo lo que el Padre ama y estima. Él está lleno de gracia y verdad, al punto que parecía que nada más que la gracia y la verdad deben importar en la vida.

Cuando comí el fruto del Árbol de la Vida, el pensamiento de todo lo bueno que he conocido pareció inundar mi alma. Cuando Jesús habló ocurrió lo mismo, sólo que magnificado. Yo nunca quise dejar este lugar. Recordé cómo había pensado una vez que debía ser aburrido para los ángeles, no hacer otra cosa que adorarlo ante el trono. Ahora sabía que no había nada más maravilloso o estimulante que simplemente adorarle. Ésa sería ciertamente el mejor lugar del cielo. Era duro pensar que yo había luchado tanto contra el aburrimiento durante los servicios de adoración. Ahora sabía que sólo era porque había estado completamente alejado de la realidad durante esos momentos.



XI

Adorando en Espíritu y Verdad


Quedé abrumado con el deseo de remontarme en el tiempo y corregir esas veces que durante el culto había permitido a mi mente vagar, o me había ocupado con otras cosas. El deseo de expresar mi adoración a Él se hizo casi incontrolable. ¡Tenía que alabarlo! Cuando abrí mi boca me impresioné por la espontánea adoración que hizo erupción al mismo tiempo en todo el ejército. Casi me había olvidado que alguien más estuviera allí, pero estábamos todos en perfecta unidad. La gloriosa adoración no podría expresarse en idioma humano.

Mientras adorábamos, una luz dorada empezó a emanar del Señor, luego había plata alrededor del oro. Entonces los colores de una riqueza de que nunca he visto con mis ojos naturales, nos envolvió a todos. Con esta gloria entré en un ámbito de emoción que nunca había experimentado. De algún modo, entendí que su gloria había estado allí desde el principio, pero cuando nos enfocamos en Él de la manera que lo hicimos en la adoración, empezamos a ver más de Su gloria. Cuanto más intensamente adorábamos, Más gloria veíamos. Si éste era el cielo, era mucho, mucho mejor de lo que había soñado nunca.



XII

Encontrando su Morada


No tengo idea de cuánto tiempo duró esta adoración. Pudieron ser meses, no había ninguna manera de medir el tiempo en ese ámbito de gloria. Durante un tiempo cerré los ojos porque la gloria que estaba viendo con mi corazón era tan grande como la que veía con mis ojos físicos. Cuando abrí los ojos quedé sorprendido al ver que el Señor ya no estaba allí, pero una tropa de ángeles estaba de pie donde Él había estado. Uno de ellos se acercó y dijo, “Cierra tus ojos de nuevo”. Cuando lo hice, vi la gloria del Señor de nuevo y quedé muy aliviado.

Entonces el ángel explicó, “lo que ves con los ojos de tu corazón es más real que lo qué ves con tus ojos físicos”. ¡Yo había predicado esto en muchas ocasiones, pero cuan poco había caminado en ello! El ángel continuó, “fue por esta razón que el Señor dijo a sus primeros discípulos que era mejor que Él marchase para que así fuese enviado el Espíritu Santo. El Señor mora dentro de ti. Has enseñado esto muchas veces, pero ahora debes vivirlo, porque has comido del Árbol de la Vida.”

Entonces el ángel empezó a llevarme de regreso a la puerta. Protesté diciendo que no quería salir. Aparentemente sorprendido, el ángel me tomó por los hombros y me miró a los ojos. Entonces lo reconocí como el ángel Sabiduría. “Nunca tienes que dejar este jardín. Este jardín está en tu corazón porque el Creador mismo está dentro de ti. Has deseado la mejor parte, adorarle y sentarte para siempre en Su presencia, y nunca te será quitada.”

Reconocí lo qué Sabiduría había dicho, y entonces miré más allá de él, a la fruta del Árbol de la Vida. Tenía el irrefrenable impulso de agarrar toda la que pudiera antes de salir. Conociendo mis pensamientos, Sabiduría me sacudió suavemente. “No. Incluso esta fruta, recogida con miedo, se pudrirá. Esta fruta y este árbol están dentro de ti porque Él está en ti. Debes creerlo.”

Cerré los ojos, e intenté ver al Señor de nuevo pero no pude. Cuando abrí los ojos Sabiduría todavía estaba mirándome fijamente. Con gran paciencia continuó, “has saboreado una porción del reino celestial, y nadie quiere regresar otra vez a la batalla después de esto. Nadie quiere jamás dejar la presencia manifiesta del Señor. Cuando el apóstol Pablo llegó aquí no dejó de desear durante toda su vida regresar, decidió quedarse y trabajar para el Señor, aunque al volver aquí para entrar en su herencia; su herencia fue magnificada entre más tiempo se quedó. Ahora que tienes el corazón de un verdadero adorador siempre querrás estar aquí, y siempre podrás regresar cada vez que entres en verdadera adoración. Mientras más centrado estés en Él, mayor gloria verás, sin importar donde estés.”

Las palabras de Sabiduría me habían calmado finalmente. De nuevo cerré los ojos sólo para agradecer al Señor esta maravillosa experiencia, y la vida que Él me había dado. Cuando lo hice, empecé a ver su gloria de nuevo, toda la emoción de la experiencia anterior de adoración inundó mi alma. Las palabras del Señor eran tan fuertes y claras para mí, que estaba seguro que eran audibles; “Yo nunca te dejaré ni te desampararé.”

“Señor, perdona mi incredulidad,” respondí. “Por favor ayúdame a no abandonarte nunca.”



XIII

Caminando Con Sabiduría


Cuando abrí los ojos, Sabiduría todavía estaba sujetando mis hombros. “Yo soy el don fundamental que se te ha dado para tu trabajo. Te mostraré el camino, y te mantendré en él, pero sólo el amor te mantendrá fiel. La sabiduría más alta es amar al Señor.”

Entonces Sabiduría me soltó y empezó a caminar hacia la puerta. Le seguí con renuencia. Recordé la emoción de la batalla y el ascenso a la montaña, y me estaba compeliendo, pero nada era comparable a la presencia del Señor y la adoración que había experimentado. Dejar esto era el mayor sacrificio que había hecho nunca. Entonces recordé cómo estaba todo en mi interior, asombrándome que pudiera olvidarme de eso tan rápidamente. Empecé a pensar sobre la gran batalla que rugía dentro de mí, entre lo que vi con mis ojos físicos y lo que vi con mi corazón.

Avancé para caminar al lado de Sabiduría, y pregunté, “He orado durante 26 años ser llevado al tercer cielo como Pablo. ¿Es éste el tercer cielo?”

“Esto es parte de él, pero hay mucho más.” Contestó.

“¿Se me permitirá ver más?”

“Verás mucho más. Estoy llevándote a ver más ahora.”

Empecé a pensar en el libro de Apocalipsis. “La revelación de Juan ¿fue parte del tercer cielo?” Pregunté.

“Parte de la revelación de Juan era del tercer cielo, pero la mayor parte era del segundo cielo. El primer cielo fue antes de la caída del hombre. El segundo cielo es el ámbito espiritual durante el reino de mal en la tierra. El tercer cielo comprende el amor y dominio del Padre que prevalecerán de nuevo sobre la tierra a través de su Rey.”

“¿Cómo era el primer cielo?” Sintiendo un extraño escalofrío cuando lo pregunté.

“Es sabio no preocuparse sobre eso ahora,” mi compañero respondió con más seriedad pues mi pregunta parecía molestarle. “La sabiduría es buscar conocer el tercer cielo así como lo has hecho. Hay mucho más por conocer sobre el tercer cielo de lo que puedas saber en esta vida, y es el tercer cielo, el reino que ustedes predican con afán en esta vida. En las edades por venir se les dirá sobre el primer cielo, pero no es de provecho para ti saberlo en este momento.”

Decidí recordar el escalofrío que había sentido, y Sabiduría cabeceó, supe que era una afirmación a ese pensamiento. “Que gran compañero eres, dije cuando me inundó un gran cariño por el ángel. “Me guardarás en el camino correcto.”

“Eso quiero,” contestó.

Efectivamente sentía el amor fluyendo de este ángel, que era único, de una manera como nunca había sentido en otros ángeles que mostraron más preocupación por el deber que por amor. Sabiduría respondió a mis pensamientos como si los hubiera declarado en voz alta.

“Es sabio amar y yo no podría ser Sabiduría si no te amara. También es sabio mirar la bondad y la severidad de Dios. Es sabio amarlo y temerlo. Estarás engañado si lo haces de otra manera. Ésta es la próxima lección que debes aprender”. Dijo, con inequívoca seriedad.

“Lo sé, y lo he enseñado muchas veces,” respondí, sintiendo por primera vez que quizá Sabiduría no me conocía del todo.

“He sido tu compañía desde hace muchísimo tiempo, y conozco tus enseñanzas,” contestó Sabiduría. “Ahora estas a punto de aprender lo que significan algunas de tus propias enseñanzas. Como has dicho muchas veces, 'no es por creer con tu mente, sino con tu corazón lo que produce justicia.’”

Me disculpé, sintiéndome un poco avergonzado por haber cuestionado a Sabiduría. Él aceptó mi disculpa cortésmente. Entonces comprendí que había estado cuestionándole y desafiándole la mayor parte de mi vida, a menudo para mi perjuicio.



XIV

La otra mitad del amor


“Hay ocasiones para adorar al Señor,” Sabiduría continuó, “y hay tiempos para honrarlo con el más grande temor y respeto. Así como hay un tiempo para plantar, y un tiempo para segar, y es sabio reconocer el tiempo para cada cosa. La verdadera sabiduría conoce los tiempos y sazones de Dios. Te traje aquí porque era tiempo para adorar al Señor en la gloria de su amor. Estoy llevándote ahora a otro lugar porque es tiempo para que lo adores en el temor de su juicio. Cuando conozcas ambos lugares de adoración, entonces podremos separarnos.”

“¿Quiere decir que si me hubiera quedado atrás allí en ese culto glorioso me lo habría perdido?” Pregunté con escepticismo.

“Sí. Siempre te habría visitado cuando pudiera, pero raramente habríamos cruzado caminos. Es difícil dejar tal gloria y paz, pero ésa no es la revelación entera del Rey. Él es ambos: el León de Judá y el Cordero. A los ojos de los niños espirituales Él es el Cordero. A los ojos de los que están madurando Él es el León. Al madurar totalmente en plenitud conoces que Él es el León y el Cordero a la vez. Has sabido esto en tu mente, y he oído que lo enseñas, pero ahora lo sabrás en tu corazón, porque estás a punto de experimentar el trono del juicio de Cristo.



XV

El Regreso a la Batalla


Antes de abandonar los portones del Jardín pregunté a Sabiduría si podía sentarme durante algún tiempo, para repasar todo lo que acababa de experimentar. “Sí, debes hacerlo. Pero tengo un lugar mejor para que lo hagas.” Contestó.

Seguí a Sabiduría fuera de las verjas y empezamos a descender la montaña. Para mi sorpresa la batalla continuaba todavía, pero no tan intensamente como cuando ascendimos. Había todavía flechas de acusación y calumnia volando sobre los niveles más bajos, pero la mayoría de la horda enemiga que quedaba, estaba atacando furiosamente a las grandes águilas blancas. Las águilas prevalecían sin esfuerzo.

Seguimos descendiendo hasta que casi estuvimos en el fondo. Sólo por encima de los niveles de “Salvación” y “Santificación” el nivel era “Acción de gracias y Alabanza”. Recordaba muy bien este nivel, porque uno de los más devastadores ataques del enemigo ocurrió cuando intenté alcanzarlo primero. A partir de este nivel el resto de la subida era mucho más fácil, y si una flecha penetraba la armadura sanaba rápidamente.

En cuanto el enemigo me descubrió en este nivel (el enemigo no podía ver a Sabiduría), una lluvia de flechas comenzó a caer sobre mí. Las desvié tan fácilmente con el escudo que el enemigo dejó de disparar. Sus flechas casi se habían acabado y no podían permitirse el lujo de gastar más.

Los soldados que todavía estaban luchando desde este nivel me miraban asombrados con una fijación que me hizo sentir incómodo. Entonces noté primero que la gloria del Señor estaba emanando de mi armadura y escudo. Les dije que subieran a la cima de la montaña sin detenerse, y ellos también verían al Señor. En cuanto estuvieron de acuerdo en subir, vieron a Sabiduría. Empezaron a postrarse para adorarle, pero él los refrenó, y los envió en su camino.



XVI

Los Fieles


Estaba lleno de amor por estos soldados, muchos de los cuales eran mujeres y niños. Sus armaduras eran un desastre, y estaban cubiertos de sangre, pero no se habían rendido. De hecho todavía estaban alegres y animados. Les dije que merecían más honor que yo, porque habían llevado la gran carga de la batalla, y habían mantenido su terreno. Parecían no creerme, pero apreciaron lo que les dije. Realmente sentí que era verdad.

Cada nivel en la montaña tenía que ser defendido o los buitres que quedaban vendrían y lo llenarían con vómitos y excrementos lo que hacía difícil mantenerse de pie. Descubrí que la mayoría de las riscos estaban ocupados por soldados que eran de diferentes denominaciones, o movimientos que daban énfasis a la verdad del nivel que estaban defendiendo. Quedé avergonzado por la actitud que había mantenido hacia a algunos de estos grupos. Había considerado algunos de ellos descarriados, pero aquí estaban luchando fielmente contra un asalto terrible del enemigo. Su defensa de estas posiciones me había permitido seguir subiendo como lo hice.

Algunos de estos niveles fueron situados para que hubiera una buena visión de parte de la montaña o del campo de batalla, pero algunos soldados estaban tan aislados que solo podían ver su propia posición, y parecía que no tenían noticia sobre el resto de la terrible batalla. A menudo estaban heridos con saetas de calumnia y acusaciones a las que resistían cuando alguien bajaba de un nivel más alto y les animaban a que subieran con ellos. Sin embargo, cuando algunos empezaron a bajar de la cima reflejando la gloria del Señor, escucharon con gran alegría, y pronto empezaron a subir con valor y resolución. Cuando observaba todo esto, Sabiduría no dijo mucho, pero parecía muy interesado en mis reacciones.



XVII

La realidad descubierta


Miré y vi, como muchos soldados que habían subido a la cima iniciaron el descenso a todos los niveles para aliviar a los que habían estado ocupando su posición en esas verdades. Al hacerlo, cada nivel empezó a brillar con la gloria que ellos llevaban. Pronto toda la montaña comenzó a brillar con una gloria que deslumbraba a los buitres y a los demonios que quedaban. Había tanta gloria que la montaña me empezó a dar la misma sensación que tenía en el jardín.

Empecé a agradecer y alabar al Señor e inmediatamente me encontré de nuevo en su presencia. Era difícil contener las emociones y gloria que inundaba mi más profundo ser. La experiencia se hizo tan intensa que tuve que detenerme durante un instante. Sabiduría estaba de pie a mi lado. Poniendo su mano en mi hombro dijo, “Entra en sus puertas con acción de gracias, en sus atrios con alabanza.”

“¡Era tan real! Sentí como estaba allí de nuevo,” exclamé.

“Estabas allí,” contestó Sabiduría. “No se ha vuelto más real, pero tu sí. Así como el Señor le dijo al ladrón en la cruz, 'Hoy estarás conmigo en el Paraíso, puedes entrar en el Paraíso en cualquier momento. El Señor, Su Paraíso, y esta montaña, están todos morando en ti, porque Él está en ti. Lo que antes eran sombras ahora es realidad para ti, porque has coronado la montaña. La razón por la que puedes verme y otros no pueden es porque has entrado donde está Mi habitación. Ésta es la realidad que los profetas conocieron, que les dio gran valor incluso cuando estaban solos y los mantuvo imperturbables contra los ejércitos.”



XVIII

La Trampa Mortal


Entonces fijé mi vista en la encarnizada batalla que se desarrollaba al pie de la montaña, y vi al ejército demoníaco retirándose despacio. Detrás de mí, más guerreros gloriosos constantemente iban tomando sus posiciones en la montaña. Me di cuenta que ahora había suficientes para atacar y destruir lo que quedaba de esta horda del enemigo. “Aún No,” dijo Sabiduría. “Mira allí”. Miré en la dirección en la que estaba señalando, pero para poder ver algo, tenía que resguardar mis ojos de la gloria que emanaba de mi propia armadura. Entonces vislumbré que algo ocurría en un valle.

No veía con claridad lo que estaba mirando, porque la gloria que emitía mi armadura hacía difícil ver en la oscuridad. Pedí a Sabiduría que me diera algo con que cubrir mi armadura, para poder ver lo que sucedía. Me dio un manto muy sencillo para cubrirme. “¿Qué es esto?” Inquirí, un poco insultado por su sencillez. “La humildad,” dijo Sabiduría. “No podrás ver muy bien sin ella”. Reticente me lo puse e inmediatamente, vi muchas cosas que antes no podía ver. Miré hacia el movimiento que había visto en el valle. Para mi asombro había oculta una división entera de la horda enemiga que aguardaba para emboscar a cualquiera que se aventurase fuera de la montaña.

“¿Qué ejército es ese?” Pregunté, “¿y cómo escaparon de la batalla intactos?”

“Ésa es la división del Orgullo,” explicó Sabiduría. “Ése es el enemigo más difícil de ver tras haber estado en la gloria. Aquellos que se niegan a ponerse esta capa sufrirán mucho a manos de este enemigo tan corruptor.”

Cuando volví a mirar la montaña, y vi a muchos de los gloriosos guerreros atravesando la llanura para atacar la retaguardia de la horda enemiga. Ninguno llevaba las capa de la humildad y no habían visto al enemigo que estaba dispuesto para atacarlos por la retaguardia. Empecé a correr para detenerlos, pero Sabiduría me refrenó. “No puedes detener esto. Sólo los soldados que llevan esta capa reconocerán tu autoridad. Ven conmigo. Hay algo más que debes ver antes que puedas ayudar a dirigir la gran batalla que está por venir.”



XIX

El Fundamento de Gloria


Sabiduría me guió hasta el nivel mas bajo de la montaña que recibía el nombre de “Salvación”. “Piensas que éste es el nivel más bajo,” declaró Sabiduría, “pero este es el fundamento de toda la montaña. En cualquier jornada, el primer paso es el más importante, y normalmente es el más difícil. Sin salvación no habría ninguna montaña.”

Quedé apabullado por la carnicería en este nivel. Cada soldado estaba terriblemente herido, pero ninguno estaba muerto. Las multitudes a duras penas estaban aferrándose al borde. Muchos parecían que iban ha caerse en cualquier momento, pero ninguno lo hizo. Gran número de ángeles estaban atendiendo por todas partes a los soldados con tanta alegría que pregunté, “¿Por qué son tan felices?”

“Estos ángeles han visto el valor que les llevó a éstos a aferrarse. No habrán llegado muy lejos, pero tampoco se rindieron. Sanarán pronto, y entonces verán la gloria del resto de la montaña, y empezaran a subir. Éstos serán grandes guerreros en la batalla que está por venir.”

Viendo su condición presente. Protesté, “¿Pero no hubieran estado mejor al subir la montaña con el resto de nosotros?”

“Habría sido mejor para ellos, pero no para ti. Pues te facilitaron el subir, manteniendo a la mayor parte del enemigo ocupado. Muy pocos, de los niveles más altos extendieron la mano para ayudar a otros a subir a la montaña, pero éstos si lo hicieron. Incluso cuando a duras penas se aferraban a los salientes de la montaña extendían la mano para tirar de otros hacia arriba. De hecho, la mayoría de los más poderosos guerreros fueron dirigidos hacia la montaña por estos fieles. Éstos no es menos su heroísmo que los que llegaron a la cima. Provocaron gran gozo en el cielo guiando a otros incesantemente a la ‘Salvación’. Fue por esta razón que todos los ángeles en el cielo quisieron venir a atenderlos, pero sólo les fue permitido a los más llenos de honor.”

De nuevo sentí una terrible vergüenza por mi actitud hacia estos grandes santos. Muchos los desdeñamos cuando subimos a los niveles más altos. Habían cometido muchos errores durante la batalla, pero también habían mostrado más del corazón del Pastor que el resto de nosotros. El Señor dejaría las noventa y nueve ovejas para buscar a la que estaba perdida. Éstos se habían quedado en el lugar donde todavía pudieran alcanzar al perdido, y pagaron un alto precio por ello. Yo también quise ayudar, pero no sabía por dónde empezar.

Sabiduría dijo entonces, “aciertas en querer ayudar, pero ayudarás más haciendo lo que te he pedido. Todos éstos serán sanados y subirán la montaña rápidamente. Se unirán contigo de nuevo en la batalla. Son valientes que nunca se retirarán ante el enemigo.”



XX

El Poder de Orgullo


Estaba pensando en cómo descender la montaña, y estaba descubriendo tantas cosas como al subirla, cuando el fragor del campo de batalla atrajo mi atención. Ahora había miles de los guerreros poderosos, que cruzaban la llanura para atacar el remanente de la horda enemiga. El enemigo estaba huyendo en todas las direcciones, salvo una división, Orgullo. Sin reparar en ella, se dirigía directamente a la retaguardia de los guerreros, y a la vez que avanzaban se disponían para lanzar una lluvia de flechas. Entonces noté que los guerreros poderosos no llevaban armadura en su espalda, estaban totalmente expuestos y eran vulnerables a lo que estaba a punto de venírseles encima.

Sabiduría comento entonces, “ahora sabes que no hay ninguna armadura para la espalda, lo que significa que eres vulnerable si huyes del enemigo. Sin embargo, nunca vistes cómo te hizo vulnerable si avanzabas en orgullo.”

Asentí con la cabeza reconociéndolo. Era demasiado tarde para hacer algo, y era insufrible observar, pero Sabiduría dijo que debía hacerlo. Me asombró, cuando las flechas del orgullo acertaron a los guerreros, ni siquiera lo notaron. Sin embargo, el enemigo siguió disparando. Los guerreros estaban sangrando y debilitándose rápidamente pero no quisieron reconocerlo. Pronto quedaron demasiado débiles como para sostener sus escudos y espadas, tiraron ambos declarando que ya no los necesitaban. Entonces empezaron a despojarse de su armadura, diciendo que tampoco la necesitaban.

Apareció una nueva división enemiga que se aproximo rápidamente. Su nombre, Engaño Fuerte. Lanzaron una lluvia de flechas dando todas en el blanco. Vi entonces como unos pocos demonios de engaño sometieron lo que una vez fuera el gran ejército de gloriosos guerreros. Fueron llevados a diferentes campos de prisioneros, cada uno nombrado con una doctrina de demonios diferente. Quedé pasmado al contemplar cómo esta gran compañía de justos fue completamente derrotada, sin ni siquiera comprender que les había golpeado. “¿Cómo podían ser tan vulnerables, aquellos que eran tan fuertes, qué habían ascendido todo el camino hasta la cima de la montaña, qué habían visto al Señor?” Dije bruscamente.

“El orgullo es el enemigo más difícil de ver, y siempre sale furtivamente a tu retaguardia,” se lamentó Sabiduría. “En cierta forma, aquellos que han subido a las más grandes alturas tienen más peligro de caerse. Siempre debes recordar eso, en esta vida puedes caerte en cualquier momento de cualquier nivel. ‘Pon atención cuando crees mantenerte firme, para que no caigas’, Cuando piensas que corres menos peligro de caerte es en realidad cuando eres más vulnerable. La mayoría caen justo después de una gran victoria.”



XXI

Sabiduría para la Batalla


“¿Cómo podemos evitar el ser atacados así?” Pregunté.

“Quédate cerca de mí, pregunta al Señor antes de tomar cualquier decisión importante, y mantente con ese manto puesto, y el enemigo nunca será capaz de cegarte como hizo con aquellos.”

Yo miraba mi manto. Parecía tan sencillo e insignificante. Sentí que me hacía parecer más un desamparado que un guerrero. Sabiduría respondió como si yo hubiera estado hablando en voz alta, “El Señor es más cercano al desamparado que a los príncipes. Sólo tienes verdadera fuerza en la medida que caminas en la gracia de Dios, y ‘Él da gracia al humilde.’ Ningún arma enemiga puede penetrar este manto, porque nada puede vencer Su gracia. Mientras lleves este manto estás a salvo contra este tipo de ataque.”

Entonces empecé a buscar para ver cuántos guerreros estaban todavía en la montaña. Quedé asustado al ver cuan pocos había. Noté entonces que todos llevaban puesto el mismo manto. “¿Cómo sucedió?” Inquirí.

“Cuando vieron la batalla de la que fuiste testigo, todos ellos acudieron a mí solicitando ayuda, y les di sus mantos,” contestó Sabiduría.

“¿Pero pensaba que estabas conmigo todo este tiempo?”

“Yo estoy con todos los que ponen su empeño en hacer la voluntad del Padre,” contestó Sabiduría.

“¡Tú Eres el Señor!” Yo lloré.

“Sí,” Él contestó. “Te dije que nunca te dejaría o te desampararía. Yo estoy con todos mis guerreros así como estoy contigo. Yo seré para ti todo lo que necesites para hacer mi voluntad, y has necesitado sabiduría”. Entonces Él desapareció.



XXII

Rangos en el Reino


Fui dejado en medio de la gran compañía de ángeles que estaban atendiendo a los heridos en el nivel de “Salvación”. Cuando empecé a caminar por delante de estos ángeles, inclinaron una rodilla y me mostraron un gran respeto. Finalmente pregunté a uno de ellos el por qué de su actitud, pues incluso el más pequeño de ellos era mucho más poderoso que yo. “Debido al manto,” contestó. “Ése es el rango más alto en el reino.”

“Esto es solo un simple manto,” protesté.

“¡No!” contestó el ángel. “Estas vestido en la gracia de Dios. ¡Y no existe un poder mayor!”

“Pero hay miles de nosotros, todos llevando el mismo manto. ¿Cómo podría representar rango alguno?”

Vosotros sois los temibles campeones, los hijos e hijas del Rey. Él llevó el mismo manto cuando caminó en la tierra. Mientras estés vestido con el mismo no hay poder en cielo o tierra que pueda estar de pie ante ti. Todos los principados y potestades en el cielo y en el infierno reconocen ese manto. Nosotros somos sus sirvientes, Él mora en ti, y te reviste con su gracia.”

De algún modo supe que si en ese momento no hubiese llevado el manto, y si mi gloriosa armadura hubiera sido expuesta, la declaración del ángel, y su conducta hacia mí, ciertamente hubiera alimentado mi orgullo. Era absolutamente imposible sentirse orgulloso o arrogante portando tan sencilla capa. Sin embargo, mi confianza en el manto aumentaba rápidamente.



XXIII

El Retorno de las Águilas


Entonces vi en el horizonte una gran nube blanca acercándose. El sólo hecho de verla, hizo surgir la esperanza en mí. Ésta nube llenó la atmósfera con esperanza, tal como el sol naciente deshace la oscuridad de la noche. Al aproximarse reconocí a las grandes águilas blancas que habían volado desde el Árbol de Vida. Empezaron a posarse sobre la montaña ocupando sus puestos en todos los niveles, al lado de las compañías de guerreros.

Me acerqué, mientras un águila se posaba a mi lado majestuosamente, su presencia era imponente. Cuando me miró con sus penetrantes ojos, Supe que no podía esconder nada de ellos. Cuando estos se posaron en mí, temblé con escalofríos, atravesándome solo con mirarme. Antes de que pudiera preguntar, me contestó.

“Quieres saber quiénes somos. Somos los profetas ocultos que hemos sido guardados para esta hora. Somos los ojos de aquellos a quienes se les han otorgado las armas divinas y poderosas. Se nos ha mostrado todo lo que el Señor está haciendo, y todo lo que el enemigo planea en contra vuestra. Hemos escudriñado la tierra y sabemos todo lo que necesitáis conocer para la batalla.”

“¿No has presenciado la batalla que acaba de tener lugar?” Pregunté con tanta irritación como me atreví a expresar. “¿No pudisteis ayudar a los guerreros que fueron tomados cautivos?”

“Sí. Lo vimos todo, y podríamos haberles ayudado si ellos lo hubieran querido. Pero nuestra ayuda habría sido refrenarlos. Sólo podemos luchar en las batallas que nos ordena el Padre, y ayudar sólo a los que creen en nosotros. Sólo los que nos reciben como lo que somos, los profetas, pueden recibir el galardón del profeta, es decir el beneficio de nuestro servicio. Aquellos que fueron emboscados no tenían todavía el manto que tú portas, y aquellos que no tienen el manto no pueden comprender quiénes somos nosotros. Todos nos necesitamos el uno al otro incluyendo a los que aún permanecen heridos aquí, y muchos más que no conoces todavía.”



XXIV

El Corazón del Águila


Hablando con el águila, enseguida empecé a pensar como el águila. Después de esta corta conversación, se me concedió mirar en el interior de su corazón y la conocí como ella me conocía. El águila se percató de ello.

“Tienes algunos de nuestros dones,” declaró el águila, “aunque no están muy desarrollados. No los has usado mucho. Estoy aquí para despertar estos dones en muchos de vosotros, y para enseñarles a usarlos. De esta manera quedará asegurada nuestra comunicación. De no ser así, tendríamos muchas pérdidas innecesarias, sin mencionar las oportunidades que desaprovecharíamos para alcanzar la victoria.”

“¿De donde vienes?” Pregunté.
 
 
 

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