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¿Quién es tu “cobertura”?

PRÓLOGO

¿Recuerdan el cuento infantil, El Traje Nuevo del Emperador? En él, un niño expresó lo que los adultos ya sabían pero que no se atrevían a admitir. Frank Viola, en este relevante tratado acerca de la “autoridad en la iglesia”, es como el niñito que finalmente lo dijo: “¡El emperador no lleva traje!”

La mayoría de los creyentes probablemente ya sospechan que no todo va bien en Sión, pero son lentos para cuestionar el status quo. Después de todo, ¿ quién quiere que se le tilde de perturbador? El hecho asombroso del asunto es que la mayoría de los sistemas de política eclesiástica ¡no llevan traje Escritural!

De modo que, ¿quién exactamente tiene autoridad sobre quién en la iglesia? ¿debe un pastor o aún una pluralidad de ancianos controlar a una iglesia? ¿Qué significa la responsabilidad legal”? ¿Las denominaciones proporcionan protección del error doctrinal y del fracaso moral? ¿Necesitamos de apóstoles modernos que nos digan qué debemos hacer? ¿Cómo encaja en todo esto el don espiritual de “gobernar”?

Cuando yo era pastor de carrera, luché con estos temas. De modo sorprendente, no se trató realmente con ninguno de ellos cuando estudié en el seminario. Una vez ya en el ministerio, descubrí que la mayoría de los pastores con quienes yo discutía estas cosas nunca habían pensado realmente en ellas. Dejar de creer que debía de haber un solo pastor en cada iglesia para creer en una pluralidad de ancianos significó para mí un cambio mayúsculo de paradigma. Como sucedió, esto era solamente la punta del iceberg –el tema del liderazgo encierra tanto más, que el asunto de cuántos ancianos debe de haber en una iglesia viene a ser casi irrelevante.

La exposición de Frank es minuciosa y Bíblica. Pone atención a cada pasaje relevante que trata del liderazgo y la autoridad. Les aseguro que este libro enriquecerá su comprensión de lo que es la autoridad en el reino de Dios.

Quiera nuestro Señor agradarse de la verdad contenida en estas páginas y la utilice para libertar a las legiones de seguidores y líderes que están atrapados en la esclavitud de los sistemas jerárquicos eclesiásticos. Como dijo Jesús, “La verdad os hará libres”.

Steve Atkenson

Atlanta, Georgia



PREFACIO

En mi último libro, Rethinking the Wineskin: The Practice of the New Testament Church, expongo los principios fundamentales que regían la práctica de la iglesia primitiva contrastándolos con los que caracterizan a la moderna iglesia institucional. El libro fue bien recibido favorablemente, y se ha convertido en una influencia que ha llevado al nacimiento a un número de iglesias constituidas según el modelo del Nuevo Testamento (NT) en este país y en el extranjero.

Como era de esperar, algunos de estos testimonios frescos e incipientes han tenido que soportar la mayor parte de los malentendidos y la oposición de los líderes de la iglesia organizada. En particular, han generado penetrantes preguntas con respecto a la autoridad eclesiástica. Es decir, han hecho la misma pregunta que los líderes religiosos hicieron a nuestro Señor hace muchos siglos: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿ y quién te dio esta autoridad?” (Mat. 21:23).

Ya que no se ha escrito sobre mucho sobre este tema desde el punto de vista de la vida de la asamblea del NT, me sentí con la carga de abordar el tema aquí y ahora. Mientras que parte de su contenido coincide con el de Rethinking the Wineskin, este libro viene a completar la manera en que abordo los temas acerca del liderazgo y la autoridad en su conjunto. Por otra parte, hay una variedad considerable de material nuevo que he añadido que no aparece en el libro anterior. Por esta razón, en muchos respectos, estimo que este libro es un compañero de Rethinking.

En mi opinión, el valor principal de este libro reside en la presentación de un modelo fresco que nos permitirá entender el liderazgo, la autoridad y la responsabilidad legal. Este modelo, que es complejo y origina una contracultura, no está fundado en mera teoría. Lo he visto funcionar en muchas asambleas contemporáneas que han vuelto al principio del NT para asentar su vida corporativa. Mi objetivo al escribir, por lo tanto, es práctico y teológico; constructivo y no controversial. Si bien lo que sigue es tan radicalmente diferente al concepto tradicional, no hay duda de que causará sorpresa y quizás hasta hostilidad.

Con esto dicho, deseo reconocer mi deuda con Hal Miller, Robert Banks, Russ Lipton y Chris Smith, agradeciéndoles de todo corazón por su inspiración e influencia en esta obra. También quiero agradecer a mi esposa Susan así como a Stephanie Bennett, Tim Degrado, Chris Kirk, Mark Mattison, George Moreshead, Frank Valdez, y The House Church Discusión List (una comunidad Cristiana conectada al Internet que utiliza este medio como una forma de ciber- comunidad) por sus comentarios críticos al manuscrito.

Encomiendo este libro al Señor y a Su pueblo, con la esperanza de que Él lo usará para el adelanto de Su propósito eterno.

Frank A. Viola

Brandon, Florida

Enero, 1998


INTRODUCCIÓN

“Así que, ¿quién es tu cobertura?

Esta es la pregunta concisa que hacen muchos Cristianos modernos dondequiera que se encuentran a los que se reúnen fuera de las líneas instititucionales organizadas. Pero, ¿qué hay en el corazón de esta pregunta y cuál es su base Bíblica? Estas son las preguntas que nos ocuparán en este libro.

Sostengo que la enseñanza moderna conocida como “cobertura protectora” se ha generado muchísima confusión y una conducta Cristiana anómala. Esta doctrina, que ondea bajo la bandera de otros nombres, sostiene que los Cristianos están protegidos del error doctrinal y del fracaso moral cuando se someten a la autoridad de otro creyente u organización Cristiana. La experiencia me ha llevado a creer que la doctrina de la “cobertura” es un asunto que perturba grandemente a Sión en nuestros días, y demanda desesperadamente una reflexión crítica entre el pueblo de Dios.

En las páginas que siguen, intento abrir camino a través de la niebla que rodea a los temas difíciles que van ligados a la doctrina de la “cobertura”, tales como liderazgo, autoridad y responsabilidad legal. Adicionalmente, busco trazar las líneas generales de un modelo integral que nos permita entender cómo opera la genuina autoridad espiritual en la ekklesía (iglesia).

¿Está la “Cobertura” Cubierta por la Biblia?

Antes de aventurarnos a examinar la popular enseñanza de la “cobertura”, exploremos primero el término mismo “cobertura”. Es sorprendente que la palabra aparece solamente una vez en todo el Nuevo Testamento (NT), y en relación con la cabeza cubierta de la mujer (un tema que merece una discusión especial –1 Cor. 11:15). Mientras que el Antiguo Testamento (AT) utiliza poco este término, siempre lo emplea para referirse a las ropas de vestir o a algún tipo de cubierta. Nunca lo utiliza de manera espiritual para referirse a la autoridad o la sumisión.

Por lo tanto, lo primero que tenemos qué decir acerca de la “cobertura” es que hay escasa evidencia Bíblica con la que pueda construirse una doctrina. No obstante este hecho, incontables Cristianos repiten como loros la pregunta “¿quién-es-tu-cobertura?” e insisten en ella como sin fuera la prueba de ácido que mide la autenticidad de una iglesia o un ministerio.

Si la Biblia guarda silencio con respecto a la idea de “cobertura” ¿qué se quiere decir con la pregunta, “Quién es tu cobertura”? la mayoría (si se les insiste) formularían de nueva cuenta la pregunta de este modo: “¿A quién le entregas cuentas? Pero esto suscita otro punto difícil: la Biblia nunca nos remite a los seres humanos para entregarles cuentas, sino exclusivamente a Dios (Mat. 12:36; 18:23; Luc. 16:2; Rom. 3:19; 14:12; 1 Cor. 4:5; Heb. 4:13; 13:17; 1 Ped. 4:5). Es muy extraño, sin embargo, que la sana respuesta Bíblica a esta pregunta (“entrego cuentas a la misma persona que tú –Dios”) es a menudo causa de malentendidos y acusaciones falsas.

De este modo, mientras el tono y el timbre de “entregar cuentas” difieren del de “cobertura”, la canción a menudo es la misma, y sin duda no armoniza con el canto inconfundible de la Escritura. (Por favor note que hay una forma sana de “responsabilidad legal” en la iglesia, la cual exploraremos más adelante. Pero la conexión entre responsabilidad legal y la doctrina de la “cobertura” carece de base Bíblica.

Sacando a la Luz la Verdadera Pregunta Detrás de la Cobertura

De modo que ampliemos la pregunta un poco más. ¿Qué se quiere decir realmente cuando se insiste en la pregunta acerca de la “cobertura”? Me permito señalar que lo que en verdad se pregunta es, “¿Quién te controla?” La (mala) enseñanza común acerca de la “cobertura” realmente se reduce a cuestiones acerca de quién controla a quién. De hecho, la iglesia institucional moderna está construida sobre la idea del control.

Por supuesto, la gente raras veces reconoce que esto es lo que está en el fondo del asunto, porque está supuestamente bien arropado con vestiduras Bíblicas. Son muchos los Cristianos que creen que la “cobertura” es solamente un mecanismo protector. Sin embargo, si examinamos críticamente la doctrina de la “cobertura”, descubriremos que está fundada en un estilo de liderazgo del tipo cadena de mando (uno arriba/uno abajo) donde los que están en posiciones eclesiásticas más altas tienen un dominio sutil sobre los que están debajo de ellos. Es por medio de este control de dirección jerárquico (arriba/abajo) que se afirma que los creyentes están protegidos del error (es decir, que están “cubiertos”).

El concepto es más o menos éste: todos deben responder a alguien que está en una posición eclesiástica más alta. En la gran variedad de la iglesias evangélicas de la posguerra, esto se traduce así: los “laicos” deben dar cuentas al pastor. A su vez, el pastor debe dar cuentas a una persona que tiene más autoridad.

De modo que el pastor típicamente dará cuentas a la sede denominacional, a otra iglesia (a menudo llamada la “iglesia madre”), o a un obrero Cristiano influyente (a quien se considera que tiene un rango más alto en la pirámide eclesiástica). Como resultado, se dice que el “laico” está “cubierto” por el pastor, y que éste, a su vez, está “cubierto” por la denominación, la iglesia madre, o el obrero Cristiano. El hecho de que la gente da cuentas a una autoridad más alta equivale a estar protegido por esa autoridad. (Así va la idea).

Pero esta manera de pensar genera las siguientes preguntas contundentes: ¿Quién cubre a la iglesia madre? ¿Quién cubre a la sede denominacional? Y ¿quién cubre al obrero Cristiano? Algunos han ofrecido la respuesta fácil de que Dios es quien cubre a estas autoridades “más altas”. Pero tal respuesta elude el problema; porque ¿qué impide que Dios sea directamente la “cobertura” de los “laicos”, o aun del pastor? Sin duda, el problema real con el modelo “Dios-denominación-clero-laicos” va más allá de la lógica incoherente y deleznable a la que ésta conduce. El problema más grande es que éste modelo viola el espíritu del NT; porque detrás de la retórica piadosa de “proveer de responsabilidad legal” y de “tener una cobertura”, surge amenazador un sistema de gobierno que carece de sustento Bíblico y está impulsado por un espíritu de control.


CAPÍTULO 1

MODELOS DE LIDERAZGO

Si vamos a las raíces de la doctrina moderna de la “cobertura”, descubriremos que descansa sobre una noción jerárquica de liderazgo y autoridad repleta de altos cargos. Esta noción fue tomada de las estructuras que pertenecen al sistema de este mundo en vez del reino de Dios. Como tal, carece de fundamento Bíblico y es inválida.

Expliquemos esto un poco más. La estructura de liderazgo jerárquico que caracteriza a la iglesia Occidental, se deriva de lo que podríamos llamar una mentalidad posicional. Esta manera de pensar otorga autoridad en términos de espacios para llenar, descripciones de trabajo objetivas que realizar, títulos para lucir, y rangos que hacen valer sus privilegios. La manera de pensar posicional muestra un gran interés en estructuras explícitas de liderazgo, oficios y jerarquías. De acuerdo a este marco, “pastor”, “anciano”, “profeta”, “obispo”, etcétera Son títulos que constituyen oficios eclesiásticos

Por contraste, la noción de liderazgo del NT está arraigada en una mentalidad funcional. Describe a la autoridad en términos de cómo las cosas operan orgánicamente (es decir, por medio del Espíritu de vida). Asigna un alto valor a los dones especiales, contribución peculiar, madurez espiritual y servicio sacrificado de cada miembro. Enfatiza las funciones en vez de los oficios, las tareas en vez de los títulos. Su interés principal está en actividades tales como pastor-ear, profet-izar, supervis-ar, etcétera Para decirlo de otro modo, el pensamiento posicional depende de sustantivos, mientras que el pensamiento funcional acentúa los verbos.

En el marco posicional, la organización de la iglesia se modela según las estructuras de los corporativos empresariales y militares que forman parte y parcela de nuestra propia ontología cultural. En el marco funcional, la organización de la iglesia se funda en el ministerio mutuo de cada miembro, de acuerdo a sus dones diversos.

Es común que en las iglesias orientadas en un marco posicional/jerárquico exista una maquinaria política que funcione detrás del escenario, que promueva a gente diversa a posiciones de poder eclesiástico. Es habitual que en las iglesias orientadas funcionalmente se manifieste la responsabilidad mutua y la interacción colegiada de sus miembros diversos, a medida que escuchan juntos al Señor y se afirman unos a otros en los dones que han recibido del Espíritu.

En una palabra, el modelo de liderazgo mundano está basado en una orientación posicional/oficial, mientras que el modelo de liderazgo Bíblico está fundamentado en una orientación orgánica/funcional. Existe una afinidad natural entre el modelo de liderazgo posicional/jerárquico y el concepto de “cobertura protectora”.

Jesús y el Modelo de Liderazgo Gentil/Político

Un estudio cuidadoso a la enseñanza de Jesús con respecto al tema de la autoridad nos ayudará a clarificar los temas fundamentales que están detrás de la moderna doctrina de la “cobertura”. Consideremos cómo el Señor contrastaba el modelo jerárquico de liderazgo del mundo Gentil con el liderazgo en el reino. Después de que Jacobo y Juan le pidieron que les concediera los asientos de poder y gloria más altos al lado de Su trono, Jesús contestó diciendo,

Sabéis que los gobernantes de las naciones SE ENSEÑOREAN de ellas, y los que son grandes EJERCEN sobre ellas POTESTAD, MAS ENTRE VOSOTROS NO SERÁ ASÍ, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y parea dar su vida en rescate por muchos. (Mat. 20:25-28)

...Los reyes de las naciones SE ENSEÑOREAN de ellas, y los que sobre ellas TIENEN AUTORIDAD son llamados bienhechores; MAS NO ASÍ VOSOTROS, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. (Luc. 22:25-27)

De modo significativo, la palabra Griega traducida “ejercen potestad” en el texto de Mateo es katexousiadzo que es una combinación de dos palabras Griegas: katá, que significa sobre, y exousiadzo, que significa ejercer autoridad. (En el texto de Lucas, el significado es el mismo, aunque se emplean palabras ligeramente diferentes). Lo que Jesús condena en estos pasajes no es a los líderes opresores como tales, sino a la forma jerárquica de liderazgo que dominaba al mundo Gentil. Esto merece repetirse: ¡Jesús no estaba condenando solamente a los líderes tiranos; estaba condenando la forma jerárquica misma de liderazgo!

¿Cuál es la forma jerárquica de liderazgo? Es el estilo de liderazgo fundado en la pobre idea de que el poder y la autoridad fluyen de arriba hacia abajo en una estructura social de cadena de mando. El estilo de liderazgo jerárquico está basado en un concepto mundano del poder. Esto explica por qué es común a todas las burocracias tradicionales, desde las formas corruptas del señor feudal-vasallos y amo/esclavo hasta las esferas altamente estilizadas y reguladas de las sociedades militares y corporativas del primer mundo.

El estilo de liderazgo jerárquico, si bien a menudo no es cruel, es perjudicial para el pueblo de Dios. Reduce las relaciones humanas a asociaciones estilo comando, algo que es ajeno a la práctica y al pensamiento del NT. Lamentablemente, este estilo de liderazgo, que se emplea en todas partes en la cultura pagana, ha sido adoptado en incontables asambleas Cristianas hoy en día.

Si examinamos cuidadosamente la enseñanza de nuestro Señor acerca del estilo de liderazgo Gentil bosquejado en Mateo 20:25-28 y Lucas 22:25-27, se harán evidentes estos marcados contrastes:

En el mundo Gentil, los líderes operan sobre la base de una estructura social política, al estilo cadena de mando ( = un sistema jerárquico). En el reino de Dios, el liderazgo es una función de docilidad parecida a la de un niño, y un servicio sacrificado.
En el mundo Gentil, la autoridad está basada en la posición y en el rango. En el reino, la autoridad está cimentada en un carácter piadoso. Jesús empleaba las frases, “será vuestro servidor” y “sea... como el más joven”. Ser, por lo tanto, precede al hacer, y el hacer surge de ser. En otras palabras, la función sigue al carácter. Los que sirven, hacen así porque son siervos.
En el mundo Gentil, la grandeza se mide por la prominencia, el poder externo y la influencia política. En el reino, la grandeza se mide por la humildad interna y la servidumbre externa.
En el mundo Gentil, los líderes se aprovechan de sus posiciones cuando gobiernan a los demás. En el reino, los líderes rechazan todo tipo de reverencia especial y se ven a sí mismos como “el más joven”.
En suma, la implementación de estructuras jerárquicas que caracteriza el espíritu de los Gentiles, está en pugna con el Cristianismo del NT. Nuestro Señor no se anda con rodeos cuando declara Su implícito desprecio hacia la noción Gentil de liderazgo, porque claramente dijo: “mas entre vosotros no será así”. Considerándolo todo, no hay lugar en la enseñanza de Jesús para el modelo de liderazgo jerárquico que caracteriza a la cultura pagana.

Jesús y el Modelo de Liderazgo Judío/Religioso

Jesús también contrastó el liderazgo en el reino con el modelo de liderazgo que caracterizó al mundo religioso de los Judíos. En el texto que sigue, el Señor ofrece una expresión particularmente vívida de la perspectiva de Dios con respecto a la autoridad, en contraste con el concepto religioso:

Pero no permitan que a ustedes se les llame ‘Rabí’, porque tienen un solo Maestro Y TODOS USTEDES SON HERMANOS. Y NO LLAMEN ‘PADRE’ A NADIE EN LA TIERRA, porque ustedes tienen un solo Padre, y él está en el cielo. NI PERMITAN QUE LOS LLAMEN ‘MAESTRO’, porque tienen un solo Maestro, el Cristo. El más importante entre ustedes será siervo de los demás. Porque el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. (Mat. 23:8-12)

Recogiendo el contenido de la enseñanza de Cristo en este pasaje, tenemos lo siguiente:

En el clima religioso de los Judíos existía un sistema de clases formado por los religiosos, especialistas estilo gurú y los no especialistas. En el reino, todos son hermanos de la misma familia.
En el mundo Judío, a los líderes religiosos se les otorgan títulos honoríficos (p. ej. Maestro, Padre, Reverendo, Pastor, Sacerdote, Ministro, etcétera). En el reino no hay distinciones de protocolo que oscurecen el incomparable sitio de honor que corresponde a Jesús y que empañan la revelación del NT la cual contempla a todos los Cristianos como ministros y sacerdotes.
En el mundo Judío, se exalta a los líderes a posiciones de prominencia en un despliegue de poder. En el reino, los líderes encuentran su trabajo en la toalla sencilla del servicio y el modesto lebrillo de la humildad.
En el mundo Judío, el liderazgo se fundamenta en el status, el prestigio y la posición titular. En el reino, el liderazgo se arraiga en la vida interior y el carácter. (La manía tan común de otorgar “doctorados” honoris causa a un incontable número de clérigos es sólo un ejemplo de cómo la iglesia moderna refleja aquellos valores de liderazgo que van en contra del reino de Dios).
En resumen, hay un gran abismo entre el liderazgo de acuerdo con Jesús y lo que vemos a guisa de “liderazgo Cristiano” en la mayoría de las iglesias modernas. El Señor asestó el golpe de muerte tanto al modelo de liderazgo Gentil/político que está basado en una idea de autoridad jerárquica estilo comando, así como al modelo de liderazgo Judío/religioso que se funda en una idea de autoridad posicional y titular. Ambos sistemas impiden el progreso del reino de Dios, suprimen la funcionalidad del sacerdocio de los creyentes, rompen la imagen de la iglesia como una familia, y ponen severas limitaciones al Gobierno de Cristo en Su asamblea. Por estas razones “no será así” entre los que llevan el nombre del Salvador.

Los Apóstoles y el Liderazgo Posicional/Jerárquico

No hay duda de que nuestro Señor condenó las estructuras de liderazgo posicional/jerárquicas. Pero, ¿qué hay de Pablo y los demás apóstoles? En contraste a la manera popular de pensar, las epístolas del NT nunca asignan el rol de líder de la iglesia en términos de oficios u otras convenciones de organización social humana. (Un poco más adelante trataremos con los varios pasajes que algunos han usado para respaldar una jerarquía eclesiástica y oficios en la iglesia).

En conformidad con la literatura apostólica, aquellos que eran principalmente responsables de la supervisión de la asamblea local se les describe casi siempre en términos de la obra que hacían (de aquí la prominencia de los verbos). Y se les llamaba ocasionalmente ancianos y supervisores (Tito 1:5-7). Esto se debe a que cumplían con su labor como ancianos (actuando como modelos de madurez para los menos maduros – 1 Ped. 5.3), y supervisaban (tenían cuidado del bienestar espiritual de la asamblea – 1 Ped. 5:2). La tarea de los ancianos también se describe por medio de la imagen figurada de un “pastor” (Hech. 20:28; 1 Ped. 5:1-4), porque eran los vigilantes principales de la iglesia.

Es importante tomar en cuenta que todos los Cristianos participan en el liderazgo corporativo cuando ejercitan sus dones dentro de la esfera de sus ministerios particulares. Los ancianos solamente guían en la esfera de la supervisión general. De aquí que, mi discusión del “liderazgo en la iglesia” en este capítulo está limitado con toda intención, teniendo a la vista exclusivamente la supervisión general.

El rol de los Ancianos/Supervisores

En el idioma Griego, anciano (presbúteros) sencillamente significa un hombre de más edad, un santo maduro o un hermano mayor. Los ancianos del NT, por consiguiente, eran simplemente hombres espiritualmente maduros –Cristianos ejemplares que supervisaban (no controlaban o dirigían) los asuntos de la iglesia local. No eran figuras decorativas en la organización, predicadores asalariados, clérigos profesionales, oficiales gubernamentales, o altos funcionarios eclesiásticos. Más bien, eran gente real (ancianos de hecho) llevando a cabo funciones reales (pastor-eando, supervis-ando, etcétera).

Su labor principal era cuádruple: ser modelos de servicio en la asamblea, motivar a los santos para las obras del servicio, moldear el desarrollo espiritual de los creyentes más jóvenes, y engranar a toda la iglesia para alcanzar consensos sobre asuntos cruciales. (Como he demostrado en mi libro Rehaciendo los Nuevos Odres, el método del NT para la toma de decisiones no era dictatorial ni democrático, sino consensual).

Como vigilantes, los ancianos supervisaban la obra de los demás (en vez de sustituirla). Oraban con los ojos abiertos y tenían sus antenas espirituales levantadas perpetuamente para tomar el pulso a la asamblea. Como hombres de más edad, se buscaba su sabiduría en tiempos de crisis, y cuando hablaban, sus voces tenían el peso de la experiencia. Por último, ya que poseían el corazón de un pastor, los ancianos llevaban continuamente las cargas de la iglesia sobre sus corazones y rodillas; ayudaban a guiar, proteger y alimentar a los creyentes más jóvenes hasta que podían estar sobre su propio pie.

Dicho de manera sencilla, los ancianos eran facilitadores espirituales que proporcionaban dirección, abastecían de alimento, y alentaban el compromiso entre los miembros de la asamblea. Ser anciano, por lo tanto, es algo que uno hace en vez de un espacio que uno llena. El NT confirma esto muy claramente; porque si Pablo y los otros apóstoles hubieran querido describir a los líderes de la iglesia como oficiales, tenían a la mano numerosos términos Griegos que pudieron haber utilizado para el caso.

Sin embargo, es muy significativo que vocablos Griegos tales como árjon (jefe, gobernante, oficial de tropa), time (un oficial o dignatario); telos (el poder inherente de un gobernante); arjisinágogos (oficial de la sinagoga); hasan (un líder de la adoración pública); taxis (un puesto, posición o rango); hierateia (el oficio de un sacerdote); y otros más, están ausentes del vocabulario eclesiástico de los apóstoles. Como sucede con Cristo, la palabra favorita de los apóstoles para describir a los líderes de la iglesia es diákonos, que significa servidor o ayudante. De esta forma, la tendencia a referirse a los líderes-siervos de la iglesia como oficiales y clérigos profesionales vacía de su verdadero significado al lenguaje Bíblico y echa por tierra el sacerdocio de los creyentes.

El Problema del Rol Pastoral Moderno

Por la misma razón, la noción comúnmente aceptada de “sola pastora” (un sólo pastor) está en pugna con la noción del NT de una pluralidad de ancianos funcional. No hay una palabra en el NT que describa a una persona que lleva el timón de una asamblea local, dirija sus asuntos, le predique cada domingo, conduzca sus bautismos, y oficie sus servicios eucarísticos.

Por esto, el “rol pastoral” profesional altamente especializado del Protestantismo moderno es una novedad posbíblica que evoca una tradición sacerdotalista (nada provechosa) inventada por los hombres. Es decir, en esencia es un lastre del Romanismo (el sacerdote) que refleja mejor que cualquier cosa que se haya en el NT los pobres y débiles elementos de la economía Levítica. Es tan grave que pervierte a los muchos que ocupan esta posición; porque los que son seducidos por los símbolos del éxito que rodean al clericalismo profesional, siempre terminan siendo virtualmente corrompidos por él.

Quizás la característica más desalentadora del moderno rol pastoral es que mantiene en la infancia espiritual a la gente que reclama servir en vez de equiparlos para que lleven la responsabilidad en la iglesia. Concedemos que muchos que desempeñan este rol lo hacen por razones laudables, y no pocos de ellos desean sinceramente que sus hermanos asuman una responsabilidad espiritual. Sin embargo, el moderno oficio de “pastor” siempre sofoca y arrebata el poder al sacerdocio de los creyentes, sin tener en cuenta qué tan incontrolable puede ser la persona que llena esta posición. Ya que el pastor lleva la carga del trabajo, la mayoría de los hermanos se vuelven pasivos, perezosos, egoístas y dejan de crecer espiritualmente. De esta manera, es inevitable que pastores y congregaciones igualmente terminen convirtiéndose en inválidos espirituales, inutilizados por la presencia de este oficio antibíblico.

Siendo más específico y directo, el moderno rol pastoral es poco más que una mezcla de liderazgo del tipo “una-talla-para-todos”; administración, sicología y oratoria, todo en un solo paquete para el consumo religioso. Como tal, el rol sociológico del pastor, como se practica en el Occidente, tiene pocos puntos de contacto con algo o alguien del NT. Mientras que el NT llama a Pablo un “apóstol”, a Felipe un “evangelista”, a Manaén un “maestro” y a Agabo un “profeta”, ¡nunca identifica a alguien como pastor! De hecho, la palabra “pastor” se utiliza solamente una vez en todo el NT, empleándose siempre como una metáfora descriptiva y nunca como un título u oficio eclesiástico. Esto no se toma en cuenta en la práctica común, en la que se tiene al “pastor” como la figura más valiosa de la iglesia, y cuyo nombre se pone entre luminarias en las marquesinas de las iglesias por toda la Unión Américana. Uno se pregunta por qué los nombres de otros ministerios no aparecen en estas marquesinas cuando el NT les otorga mucha mayor atención.

Bien considerado, el rol pastoral moderno socava el Gobierno de Cristo y tiene un efecto espiritual paralizante en la asamblea. Despoja de su plena función al sacerdocio (de todos los creyentes) tan amado por Dios, y su mera presencia difumina y ahoga a los creyentes “ordinarios” que están igualmente dotados para pastorear y enseñar al rebaño. (poco les importa si la Biblia enseña que cada iglesia debe tener múltiples pastores). Típicamente, si alguien, aparte del pastor, se atreve a pastorear o enseñar a las ovejas (aun si es digno de confianza, maduro y está espiritualmente dotado), el pastor se sentirá amenazado y terminará con ello con el pretexto de “proteger” al rebaño.

La idea que se tiene hoy en día del “pastor” está muy lejos del pensamiento de Dios, porque mete a la dinámica de la comunidad del NT en la camisa de fuerza del AT. No obstante, sin tener en cuenta las tragedias espirituales que esto engendra, las masas continúan dependiendo, defendiendo e insistiendo en la existencia de este rol tan antibíblico (vea Jer. 5.31). Por esta razón los así llamados “laicos” son igualmente responsables del problema del clericalismo como lo es el “clero”.

La triste realidad es que muchos Cristianos prefieren la comodidad de tener a alguien aparte de ellos que cargue con la responsabilidad del ministerio y el pastoreo. Para ellos, es mejor pagar a un especialista religioso que atienda las necesidades de los hermanos, que molestarse con las demandas espirituales del servicio y el cuidado pastoral las cuales nos llevan a negar aun la propia vida. Las palabras del antiguo profeta captan el disgusto del Señor con esta manera de pensar: “Establecen reyes que yo no apruebo, y escogen autoridades que no conozco...” (Ose 8:4a).

A la luz de estos hechos graves, uno puede preguntar inteligentemente cómo es que el moderno rol pastoral continúa siendo la forma generalmente aceptada de liderazgo en la iglesia de hoy. La respuesta está profundamente arraigada en la historia de la Reforma, y continúa siendo reforzada por los imperativos culturales actuales. Nuestra obsesión Occidental por los oficios y títulos en este siglo nos ha llevado a anteponer nuestras propias ideas del orden eclesiástico por encima del NT, en vez de extraerlas de él. No obstante, el espíritu y valores de las epístolas del NT militan contra la idea de un sistema de un solo pastor, así como el del anciano, entendido éste como oficio.

La Escritura está en pugna igualmente contra el concepto del “pastor principal”, que consiste en la práctica común de elevar a uno de los pastores (ancianos) a una prominente posición autoritativa. Pero el NT en ninguna parte aprueba la noción de primos inter pares – “primero entre iguales”. Esta desconexión entre “el pastor” y los demás ancianos es un accidente de la historia. Sin embargo, ya que ésta encaja perfectamente bien con nuestra manera de pensar aculturada Americana, los creyentes modernos no tienen problema en creer que la Escritura enseña esta falsa dicotomía.


La Dramática Falta de Atención que Se
Da al Liderazgo en el Nuevo Testamento

Si somos lectores cuidadosos de la Escritura, descubriremos que las cartas de Pablo hacen mucho ruido con respecto a la importancia de la vida ejemplar y no muestran interés en la posición titular o formal. Por ejemplo, cada vez que Pablo escribía a una iglesia (poniendo aparte a las epístolas Pastorales, ya que son cartas personales escritas a los colaboradores apostólicos de Pablo), siempre se dirigía a la iglesia misma en vez de a sus líderes (Rom. 1:7; 1 Cor. 1:1-2: 2 Cor. 1:1; Gál. 1:1-2; Efe. 1:1; Fil. 1:1; Col. 1:1-2; 1 Tes. 1:1; 2 Tes. 1:1). Esta tendencia es notable en el libro de los Hebreos, donde el escritor, hacia el final de la carta, de pronto dice a los santos que saluden de su parte a sus líderes (Heb. 13:24).

Esto es aun más notable, cuando examinamos a la iglesia con mayores problemas que se menciona en el NT: la asamblea de Corinto. Pablo no pide ni siquiera una vez a sus líderes que intervengan. En toda la correspondencia a los Corintios, Pablo nunca reprende o castiga a los ancianos, ni recomienda que se les obedezca. De hecho, ¡ni siquiera los menciona! En cambio, apela únicamente a los santos y les recuerda su responsabilidad de tratar con las heridas que la iglesia se ha infligido a sí misma. Pablo encarga e implora “a los hermanos” más de treinta veces en su primera epístola a los Corintios, y les escribe como si no existieran oficiales.

Si existieran oficiales en Corinto, ciertamente Pablo se habría dirigido a ellos para solucionar sus males. Pero nunca lo hace. Al final del libro, llama a los Corintios a que se pusieran a disposición de Estéfanas, quien se había dedicado a servir a los creyentes, ampliando potencialmente este grupo para incluir a otros más: “ y de todo el que colabore en este arduo trabajo” (1 Cor. 16:15-16). Además, en los quince capítulos previos, Pablo instruye a toda la iglesia cómo manejar sus propios problemas.

Probablemente el ejemplo más claro de la ausencia de ancianos-oficiales en Corinto se encuentra en 1 Corintios 5 donde Pablo convoca a toda la asamblea para disciplinar a un miembro caído entregándolo a Satanás (1 Cor. 5:1ss.). Su exhortación se opone a la idea actual de que solamente aquellos que poseen “poder eclesiástico” están calificados para estas delicadas tareas.

De la misma manera, Pablo no dice una palabra acerca de los ancianos en ninguna de sus nueve epístolas a las iglesias, incluyendo el ultra correctivo tratado a los Gálatas (que era una carta dirigida a cuatro iglesias de la región: Antioquia de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe). En vez de esto, persistentemente suplica e invita a “los hermanos” a la acción.

Pablo menciona a los supervisores una sola vez en una de sus cartas, y de una manera muy breve –después de saludar a la iglesia (Fil. 1.1). Su carta comienza con estas palabras: “Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, incluyendo a los que vigilan y los que sirven”. Este orden resulta muy extraño si en verdad sostenía la noción de oficiales eclesiásticos. En suma, la evidente falta de atención que Pablo da a los líderes de la iglesia demuestra incisivamente que rechazaba la idea de que ciertas personas en la iglesia poseían derechos formales sobre otros.

Las cartas de Pedro enseñan lo mismo. Mientras que Pedro concede un espacio a los ancianos en su primera epístola, su discusión acerca de ellos está formulada como una advertencia contra el espíritu de los Gentiles. Señala específicamente que los ancianos están entre el rebaño y no sobre él (5:1-2). Los ancianos, dice, no deben “tener señorío (katakurieuo)” sobre los santos (1 Ped. 5.3). De modo significativo, Pedro usa la misma palabra que Jesús empleó en su discusión acerca de la autoridad: “...los gobernantes de las naciones se enseñorean (katakurieuo) de ellas...” (Mat. 20:25).

Encontramos el mismo énfasis en el relato de Lucas donde Pablo exhorta a los ancianos de Efeso: “tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho guardianes...” (Hech. 20:28 NASB). Santiago, Juan y Judas escriben en el mismo tono, ya que tienen poco qué decir acerca del liderazgo y nada qué decir acerca de los ancianos como oficiales (hablaremos de la epístola a los Hebreos en un capítulo posterior). Es muy claro, por consiguiente, que el NT rechaza consistentemente la noción de oficiales eclesiásticos en la iglesia.

Los Ancianos Contra La Hermandad

Haríamos bien en preguntar por qué el NT concede tan poco espacio a los ancianos/supervisores de las asambleas primitivas. La razón, a menudo ignorada, sonará sorprendente a los oídos institucionales. A saber, la mayor parte de la responsabilidad del cuidado pastoral, la enseñanza y el ministerio en la ekklesía descansan directamente sobre los hombros de todos los creyentes. Dicho de otra forma, las riquezas de la visión del Cuerpo de Cristo que Pablo expone se derivan de su énfasis constante en que cada miembro posee un don del Espíritu (1 Cor. 12:7,11), tiene un ministerio y es un “creyente responsable” en el Cuerpo (Rom. 12:6; 1 Cor. 12:1ss.; Efe. 4:7; 1 Ped. 4:10).

Como consecuencia, la responsabilidad ministerial nunca debe estar restringida a unos cuantos. Por esta razón la palabra adelfoí traducida “hermanos” aparece 346 veces en el NT y 134 veces en las epístolas de Pablo solamente. En muchos lugares, esta palabra es la forma abreviada que Pablo usa para referirse a todos los creyentes en la iglesia, hombres y mujeres (la erudición moderna está generalmente de acuerdo con esto. El contexto donde se utiliza el término lo confirma con toda claridad). En contraste, los “ancianos”, “supervisores” y “pastores” ¡solo aparecen en las cartas de Pablo cinco veces, cuatro veces y una respectivamente!

El NT hace hincapié en la responsabilidad corporativa. La comunidad creyente está llamada a organizarse a sí misma (1 Cor. 11:33-34; 14: 39-40; 16:2-3) para; disciplinar a los miembros caídos (1 Cor. 5:3-5; 6:1-6); advertir a los rebeldes (1 Tes. 5:14); confortar a los desanimados (1 Tes. 5:14); sostener a los débiles (1 Tes. 5:21); progresar en la obra del Señor (1 Cor. 15:58); amonestarse unos a otros (Rom. 15:14); enseñarse unos a otros (Col. 3:16); profetizarse unos a otros (1 Cor. 14:31); servirse unos a otros (Gál. 5:13); llevar los unos las cargas de los otros (Gál. 6:2); preocuparse los unos de los otros (1 Cor. 12:25); lavarse los pies los unos a los otros (Juan 13:14); amarse los unos a los otros (Juan 13: 34-35; 15:12,17; Rom. 13:8; 1 Tes. 4:9); respetarse y honrarse los unos a los otros (Rom. 12:10); mostrarse bondadosos y compasivos los unos a los otros (Efe. 4:32); edificarse los unos a los otros (Rom. 14:19; 1 Tes. 5:11b); ser pacientes y tolerantes unos con otros (Efe. 4:2; Col. 3:13); exhortarse unos a otros (Heb. 3:13; 10:25); estimularse unos a otros al amor y a las buenas obras (Heb. 10:24); animarse los unos a los otros (1 Tes. 5:11a); orar unos por otros (Stg. 5:16); practicar la hospitalidad entre unos y otros (1 Ped. 4:9); tener comunión unos con otros (1 Jn 1:7) y confesar unos a otros sus pecados (Stg. 5:16).

Con dramática claridad, todos estos mandamientos “unos a los otros” encarnan la decisiva realidad de que cada miembro de la comunidad creyente debe llevar la responsabilidad del cuidado pastoral en la asamblea. El liderazgo, por lo tanto, es un asunto corporativo y no algo que realiza uno solo. La idea de que los ancianos dirigen y gobiernan exclusivamente los asuntos de la iglesia, toman decisiones por la asamblea, tratan con todos sus problemas, y proveen toda su enseñanza es ajena al pensamiento de Pablo y carece de respaldo Bíblico. No es de extrañar que en las iglesias de este estilo la madurez espiritual se atrofia y la mayoría de los miembros se convierten en espectadores pasivos e indolentes. Dicho simplemente, ¡el NT no contiene una sola palabra acerca de una iglesia mandada, gobernada o dirigida por ancianos. ¡Y menos aun de una iglesia conducida por un pastor!

Si pudiéramos tener claridad acerca del hecho de que el ministerio de todo el Cuerpo debe sobrepujar al rol de supervisión/ejemplar de los ancianos, ocurriría que nuestras iglesias serían mucho más sanas y vibrantes. Los ancianos, siendo los hermanos más maduros, son meramente responsables de ser un modelo de cuidado pastoral, nutriendo a sus hermanos más jóvenes en Cristo (Hech. 20:28-29; Gál 6:1; Heb. 13:17b). Su meta, como la de los profetas, maestros y evangelistas, es habilitar a los santos para que, junto con ellos, asuman su responsabilidad a favor del rebaño (Efe. 4:11-12; 1 Tes. 5:12-13). (Los ancianos pueden ser simultáneamente profetas, maestros y evangelistas; pero no todos los profetas, evangelistas y maestros son ancianos).

Mientras que algunos creyentes toman la delantera más que otros debido a sus dones peculiares y relativa madurez espiritual (es decir, los ancianos), el NT enfatiza la responsabilidad de toda la asamblea. De esta manera, el liderazgo y la responsabilidad pastoral reposan sobre los hombros de cada miembro de la iglesia, y no sobre la espalda de una persona o un grupo selecto. En la eclesiología de Dios, la hermandad precede, excede y aventaja al grupo de ancianos. Esto explica por qué la cartas de Pablo se leen pesadamente cuando tratamos de forzar en ellas la idea de títulos y oficios. Pablo enseña un liderazgo compartido, en el que a algunos creyentes se les reconoce que poseen una experiencia más grande y más visión que otros.

El testimonio del corpus Apostólico denunciando la autoridad jerárquica es evidentemente claro, y está en perfecta armonía con la enseñanza de nuestro Señor Jesús. Como tal, la palabra final al Cristiano con respecto a las estructuras de liderazgo posicional/jerárquicas está encarnada en la penetrante frase de nuestro Señor: “Mas entre vosotros no será así” (Mat. 20:26). Éste es el eje de todo el asunto.


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CAPÍTULO 2

OBJECIONES TRADICIONALES

En respuesta a lo que he planteado en el capítulo anterior, algunos señalarán indudablemente a los textos del NT que se utilizan tradicionalmente para respaldar la noción de una forma de liderazgo eclesiástico posicional/jerárquico. A continuación exploraremos brevemente algunos de ellos.

Objeciones del Libro de los Hechos y del Corpus Paulino

(1) ¿No es así que Hechos 1:20, Romanos 11:13, 12:4 y 1 Timoteo 3:1,10,13 hablan de oficiales eclesiásticos?

La palabra “oficio” en todos estos pasajes es inapropiada, porque no tiene equivalente en el texto original. De hecho, en ninguna parte del texto Griego del NT encontramos el equivalente de “oficio” usado en conexión con algún ministerio, función o líder en la iglesia. La palabra Griega para “oficio” se emplea únicamente para referirse al Señor Jesús en Su oficio de Sumo Sacerdote (Heb. 5-7) y al sacerdocio Levítico (Luc. 1:8).

Por consiguiente, una traducción mejor de Romanos 11.13 sería, “...le hago honor a mi servicio (diakonía)” en vez de “magnify mine office” [“honro mi oficio”] (como aparece en la King James Versión [KJV]). Asimismo, Romanos 12:4 se traduce mejor así: “...no todos los miembros tienen la misma función (praxis)” porque en el Griego la palabra praxis significa una actividad, una práctica o función en vez de un oficio o posición (vea la Nueva Versión Internacional [NVI] y la Biblia de las Américas [BA]). Por último, 1 Timoteo 3:1 dice así en la KJV: “If a man desires the office of a bishop...” [“Si un hombre desea el oficio de un obispo...”]. Pero una traducción más exacta sería: “Si alguno aspira a vigilar...” (vea también la traducción de la Biblia de J.N. Darby).

Una vez más, el énfasis en el ministerio y el liderazgo en el NT está puesto en “hacer” y “trabajar” en vez de “oficio” y “posición”. La noción del oficio de anciano, por tanto, es el resultado de una mala traducción que ha sido influenciada por los prejuicios culturales de ciertas traducciones. Estos prejuicios han enredado el significado del lenguaje Bíblico y han transformado palabras simples en títulos eclesiásticos fuertemente recargados que no tienen su origen en los oráculos sagrados. Por esta razón, es necesaria una lectura fresca del NT en su lenguaje original para comprender adecuadamente ciertos textos. Una lectura así dota de acero espiritual a la terminología de “liderazgo” de la Biblia, ya que ésta ha sido despojada de su significado original, como resultado de una percepción equivocada que se ha hecho ya común, y la falta de una exégesis cuidadosa.

Por ejemplo, un vistazo al texto Griego original nos permitirá percatarnos de los siguientes datos importantes: Los obispos (epískopos) son simplemente guardianes y no altos oficiales eclesiásticos; los pastores (poimén) son vigilantes y no predicadores profesionales; los ministros (diákonos) son ayudantes y no clérigos; los ancianos (presbúteros) son hombres maduros dotados de sabiduría y no oficiales eclesiásticos. Afortunadamente, un creciente número de eruditos del NT están llegando a ver que la terminología del “liderazgo” del NT posee acentos descriptivos que denotan funciones especiales en la comunidad de los creyentes en vez de posiciones formales.

(2) ¿La lista de requisitos que Pablo presenta en 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:7-9 no indica que los ancianos son oficiales?

Las cartas de Pablo a Timoteo y a Tito, llamadas “Epístolas Pastorales”, fueron escritas a los colaboradores apostólicos de Pablo. En otras palabras, Timoteo y Tito formaban parte de su círculo apostólico. No eran pastores residentes, sino obreros itinerantes,. (Rom. 16:21; 1 Cor. 16:10; 2 Cor. 8:23; 1 Tes. 1:1; 2:6; 3:2; 2 Tim. 2:15; 4:10).

Es por esto que todo lo que está escrito en las Pastorales debe entenderse desde este punto de vista. Esto explica ciertamente algunas de las diferencias entre estas epístolas y el resto del corpus Paulino. (En las pastorales, la metáfora del Cuerpo está ausente por completo; se menciona ocasionalmente a los “hermanos”, y hay poco énfasis en el ministerio mutuo). Por la misma razón, en las Pastorales no encontramos nada que se parezca al Catolicismo naciente. Se menciona al Espíritu de Dios, así como Sus dones, y los líderes deben lograr reconocimiento por su ejemplo y no por que ocupan alguna posición.

Lo que tenemos en estos textos son las cualidades esenciales de un verdadero vigilante en vez de una lista de requisitos para un oficio que puede ser marcado con una señal de visto. La suma de todas estas cualidades son carácter y fidelidad –rectitud moral y responsabilidad- piedad y estabilidad. Las listas de Pablo, por lo tanto, sirvieron meramente como guías para ayudar a Timoteo y a Tito a identificar y afirmar a los vigilantes o supervisores de las asambleas locales (1 Tim. 5:22; Tito 1:5).

Además, el sabor de estos textos en el Griego es el de función en vez de círculos oficiales. Pablo no llama “titular del cargo”a un vigilante o supervisor, sino una “noble función” (1 Tim. 3:1b, NVI). Por otra parte, en 1 Timoteo 5:17, emplea un lenguaje funcional cuando recomienda que se honre a los ancianos que “guían bien” y que “dedican sus esfuerzos” a la proclamación y la enseñanza.

Por consiguiente, no debemos confundir a los vigilantes o supervisores de estos textos con los modernos “funcionarios” eclesiásticos. Esto se debe a nuestra tendencia a imponer al NT nuestros convencionalismos organizacionales.. Esto es indicativo de una estructura cultural aprendida que introducimos en el texto y nada más. En resumen, el lenguaje de función en vez del de oficio domina a las Pastorales así como a las demás epístolas de Pablo.

(3) ¿No describe 1 Corintios 12:28 una jerarquía autoritativa de oficiales eclesiásticos?

Esta pregunta deja ver nuestra inclinación a leer la Escritura con lentes jerárquicos. Insistir en que cada relación sea concebida en términos jerárquicos uno-arriba/uno-abajo es una manía peculiarmente Norteamericana. De aquí que dondequiera que vemos una lista estructurada en el NT, como la de 1 Corintios 12:28, parece que no podemos escapar de deducir que ahí se implica una jerarquía.

A nosotros, Occidentales del siglo XX, nos gusta pensar en términos organizativos al estilo organigrama, pero la Biblia nunca lo hace así. Como tal, pensar que toda lista estructurada en la Escritura contiene alguna clase de jerarquía velada es un supuesto injustificado. Por consecuencia, ver una jerarquía en el catálogo de dones de 1 Corintios 12:28 no muestra sino una mala interpretación de Pablo culturalmente prejuiciada. La realidad es que la cuestión de las estructuras de autoridad no aparece en ninguna parte en este texto. Una buena exégesis de este pasaje no nos conducirá a ninguna idea de jerarquía. Somos nosotros los que imponemos al texto esta idea.

Una lectura más natural del texto, que armoniza perfectamente con el contexto inmediato en que aparece (1 Cor. 12-14), entiende que el ordenamiento de la lista refleja una prioridad lógica y no jerárquica. Es decir, el orden muestra algunos dones más grandes con respecto a la edificación de la iglesia (compárese con 1 Cor. 12:7,31; 14:4,12,26). De modo que, dentro del ámbito de la edificación de la iglesia, el ministerio del apóstol es fundamental. Esto se debe a que los apóstoles dan nacimiento a la iglesia y la sostienen durante su desarrollo prenatal. Rompen el terruño y plantan la semilla de la ekklesía. Ya que los apóstoles ponen el cimiento de la iglesia, pueden ser colocados primero (cronológicamente) en la obra de la edificación de la iglesia (Rom. 15:19-20; 1 Cor. 3:10; Efe. 2:20). (Es significativo que mientras que los apóstoles son colocados en primer lugar en el esquema de formación de la iglesia, figuran al último a los ojos del mundo –Mat.20:16; 1 Cor. 4:9).

Los profetas aparecen en segundo lugar en la lista, indicando así que siguen inmediatamente a los apóstoles por lo que valen para la edificación de la iglesia. El profeta provee a la iglesia de visión, estímulo espiritual y revelación del misterio del propósito de Dios para el presente y el futuro (Hech. 15:32; Efe. 3:4-5). Los profetas, por así decir, arrancan de raíz las malas hierbas para que la iglesia pueda crecer libre de estorbos. De esta manera, los profetas ayudan a los apóstoles a poner el cimiento de la iglesia (Efe. 2:20).

A los maestros se les menciona en tercer lugar, indicando con ello que siguen a los profetas en el valor de sus dones para la edificación de la iglesia. El maestro coloca a la iglesia sobre terreno doctrinal sólido y provee de instrucción con respecto a los caminos de Dios. Continuando con la metáfora, el maestro riega la semilla y fertiliza la tierra para que la iglesia pueda crecer y florecer. Si examinamos al maestro de una manera cronológica, los maestros construyen la superestructura de la iglesia después de que los apóstoles y los profetas han erigido la planta baja.

Esta interpretación de 1 Corintios 12:28 sigue mucho mejor el hilo del pensamiento de Pablo en toda la epístola que la idea de alguna clase de estructura de mando jerárquica donde los apóstoles pueden “hacen valer sus privilegios” sobre los profetas, y los profetas pueden hacer lo mismo con los maestros. Además, esta interpretación trae a un primer plano un importante principio espiritual: la ausencia de autoridad jerárquica no significa que hay igualdad en los dones. Mientras que el NT afirma que todos han recibido dones y todos tienen un ministerio, asimismo demuestra que Dios distribuye Sus dones de una manera variada (1 Cor. 12:4-6). Si bien cada don es valioso para el Cuerpo de Cristo, algunos dones son más grandes que otros dentro de sus respectivas esferas (Mat. 25:14-15; 1 Cor. 12:22-24,31; 14:5).

Por supuesto, esto no significa que los que tienen dones más grandes son más grandes en autoridad (o valía intrínseca) en algún sentido posicional o formal. Mientras que Dios ha llamado a algunos a la obra de la iglesia para plantar y adiestrar, a todos se nos ha dado gracia y autoridad para funcionar en nuestros dones particulares (Rom. 12:6; Efe. 4:7). Dentro de la esfera de nuestros dones, cada miembro es indispensable para la sobreedificación general de la iglesia –aun los miembros cuyos dones no son externamente impresionantes (1 Cor. 12:22-25). Cada Cristiano en la casa del Señor es responsable de usar e incrementar sus dones y se le advierte contra la tentación de ocultarlos en la tierra por temor (Mat. 25:25).

En suma, la idea de que 1 Corintios 12:28 denota alguna clase de jerarquía eclesiástica carece de fuerza argumentativa. El texto tiene en mente los dones más grandes, considerados en el trasfondo del orden cronológico de la construcción de la iglesia, en vez de la ley del más fuerte de una jerarquía eclesiástica o de una escalera autoritativa por la que los Cristianos deben de subir.

(4) ¿No es así que Hechos 20:28, 1 Timoteo 5:17, 1 Tesalonicenses 5:12 y Hebreos 13:7,17,24 muestran que los ancianos tienen que “gobernar” a la iglesia?

No sólo el vocablo “gobernar” en estos textos no encaja bien con el resto del NT, sino que no hay un solo término que se le parezca en todo el texto Griego del NT. Este es, sin embargo, otro caso donde ciertas traducciones han empleado terminología religiosa, calculada para confundir a los lectores modernos.

La palabra “gobernar” en Hebreos 13:7,17,24 es una traducción del vocablo Griego hegeomai, que significa simplemente guiar, conducir o ir delante. F.F. Bruce, un profundo conocedor del NT, en su comentario a la carta a los Hebreos traduce hegeomai como “guiar” (La Epístola a los Hebreos, Ed. Nueva Creación). Asimismo, en 1 Tesalonicenses 5:12, la palabra “presidir” (RVR-1960) es una traducción de la palabra Griega proístimi y conlleva la idea de estar al frente, hacer obra de supervisor, guardar y proveer cuidado. Eruditos del NT como FF Bruce y Robert Banks explican que este término no tiene la fuerza técnica de una designación oficial porque se usa como participio en vez de su forma sustantiva, y está colocado en medio de otros dos participios que no tienen carácter oficial (1 & 2 Thessalonians, WBC, Word; Paul´s Idea of Community, Hendrikson).

Bruce traduce 1 Tesalonicenses así: “Ahora les pedimos hermanos que reconozcan a los que trabajan arduamente entre ustedes y les cuidan en el Señor y les instruyen, y que les tengan en alta estima a causa de su obra”. La misma palabra (proístimi) que aparece en 1 Timoteo 5:17 también está traducida incorrectamente como “gobernar” en la RVR-1960 y en la BA. Además, en Hechos 20:28, el texto Griego dice que los ancianos están “en” (en medio) del rebaño y no “sobre” él (como lo dice la NVI).

En el mismo tenor, la declaración de Pablo en 1 Timoteo 3:4-5 respecto a que los vigilantes o supervisores deben “gobernar (proístimi) también su propia casa” no se refiere a su habilidad para ejercer poder. Más bien, señala a su capacidad de llevar la responsabilidad de la supervisión, dirección y alimentación de los demás. Ya que el hogar es el lugar donde nuestro el carácter se prueba más severamente, Pablo se refiere a él cuando describe el carácter de los vigilantes o supervisores.

En todos estos pasajes, la idea básica es la de vigilar en vez de mandar, supervisar en vez de dominar y facilitar en vez de dictar órdenes. El cuadro que presenta el texto Griego es el de una persona que está en medio del rebaño, guardándolo y cuidando de él (como lo haría un líder-siervo). Evoca al pastor que tiene cuidado de las ovejas y las supervisa y no el que las conduce desde atrás o las gobierna desde arriba. Una vez más, el propósito de la enseñanza apostólica demuestra consistentemente que la idea de Dios acerca del liderazgo en la iglesia está en pugna con aquellos roles convencionales de liderazgo al estilo de una empresa de altos ejecutivos.

(5) ¿No es verdad que Romanos 12:8 enseña que Dios dota a algunos creyentes para gobernar en la iglesia, porque Pablo dice, “el que gobierna preside o dirige [que lo haga] con solicitud”?

Aunque la versión Inglesa KJV usa la palabra “ruleth” [“gobierna”] en este texto, la palabra Griega que aparece aquí es proístimi. Una vez más, este vocablo simplemente enfoca al que vigila y brinda ayuda a los demás en vez del que los gobierna y controla. Por esta razón, el texto se traduce mejor así: “...el que vigila y cuida, que lo haga con esmero” La idea de Pablo aquí claramente es de ferviente supervisión en vez de poder dictatorial.

(6) ¿No es verdad que Hechos 14:23 y Tito 1:5 enseñan que los ancianos son ordenados, lo que implica el establecimiento de un oficio?


La mención de reconocimiento apostólico (nombramiento) favorece tanto a la manera de pensar funcional como a la interpretación posicional. Primero, las palabras “nombrar”, “designar” “establecer” “constituir” traducen las palabras kathístimi (Tito 1:5) que significa “poner al frente”, “constituir”, nombrar” y jeirotoneo (Hech. 14:23) que significa “extender la mano”. Ambos términos conllevan la idea de reconocer a aquellos a quienes otros ya han aprobado. Así es como estas palabras se usaban en la literatura del primer siglo, fuera del NT.

Segundo, no hay la menor prueba de evidencia textual que apoye la idea de que el reconocimiento Bíblico otorga o confiere autoridad. Pablo nunca invistió de autoridad a algunos sobre el resto de los miembros de la comunidad. El Espíritu Santo es quien establece supervisores (Hech. 20:28), y los ancianos existen en la iglesia antes de que sean reconocidos externamente. El reconocimiento apostólico meramente hace público lo que el Espíritu Santo ya ha realizado. La imposición de manos es un signo de comunión, unidad y afirmación, y no una gracia especial o autoridad transmitida.

Por consiguiente, es un tremendo error confundir el reconocimiento Bíblico con la ordenación eclesiástica que califica a ciertos especialistas religiosos a hacer lo que el resto de los mortales de menos categoría no pueden. Más bien, el reconocimiento Bíblico es simplemente la confirmación externa efectuada por la iglesia de los que ya han sido comisionados por el Espíritu para una contribución específica; Sirve como un testimonio visible de reconocimiento público

En las congregaciones modernas que están buscando seguir los principios del NT para su vida corporativa, el reconocimiento público a menudo constituye una especie de caballo de Troya. Mientras que una discusión acerca de las dificultades asociadas con el reconocimiento apostólico en nuestros días está más allá del alcance de este libro, los supervisores deben de ser reconocidos en la asamblea. Pero este reconocimiento no debe imponerse hasta convertirse en un molde rígido. Algunas congregaciones Neotestamentarias reconocen directamente a los supervisores, y otras, lo hacen tácitamente.

La realidad es que cuando damos reconocimiento a ciertas ceremonias, licencias, títulos de seminario, elección por votación, etcétera, estamos hablando donde la Biblia guarda silencio, y esto produce inevitablemente repercusiones indeseables. Hacemos bien en tener presente que en el NT, existe el principio de reconocimiento de ancianos, pero el método está abierto. Y siempre tiene el sentido de reconocer una función

(11) ¿La referencia de Hechos 15:22 acerca de “varones principales entre los hermanos” no implica que existía una autoridad jerárquica en la iglesia primitiva?

La RVR-1960 traduce este texto usando los términos “varones principales”, lo que le da un sabor jerárquico. Sin embargo, la palabra Griega para “principal” es higéomai que significa simplemente “conducir” o “guiar” (consulte la NVI). Este texto subraya el hecho de que Judas y Silas estaban entre los hombres que guiaban a la asamblea de Jerusalén. Es decir, eran hombres responsables, probablemente ancianos. Por esta razón la iglesia de Jerusalén los seleccionó como mensajeros temporales a Antioquia (compare con Prov. 10:26; 25:19). Una exégesis que entiende este versículo de manera jerárquica es arbitraria.

(12) ¿ La metáfora de Pablo del Cuerpo de Cristo no demuestra que la autoridad funciona de manera jerárquica? Es decir, cuando la Cabeza envía una señal a la mano, debe primero enviarla al brazo. De esta manera, la mano necesita someterse al brazo para que pueda obedecer a la Cabeza.

Cualquiera que esté familiarizado con la anatomía humana sabe que la descripción anterior refleja un conocimiento incorrecto del funcionamiento del cuerpo físico. La verdad es que el cerebro, a través del sistema nervioso periférico, envía señales directamente a aquellas partes del cuerpo que desea controlar.

De este modo, la cabeza controla todas las partes del cuerpo de manera inmediata y directa. No hace pasar sus impulsos a través de un esquema de cadena de mando recurriendo a otras partes del cuerpo. Por esta razón, la aplicación adecuada de la metáfora del Cuerpo preserva la verdad sencilla de que hay solamente una Autoridad en la iglesia –Jesucristo, y todos los miembros están bajo Su control directo e inmediato.

A este respecto, la Biblia es clara como el cristal cuando enseña que Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5). Si bien la antigua economía tenía mediadores humanos, el Nuevo Pacto ya no los tiene. Como participantes del Nuevo Pacto, no necesitamos de un mediador que nos diga cómo conocer al Señor, porque todos los que están en este pacto lo conocen directamente, “desde el más pequeño hasta el más grande” (Heb. 8:6-11). En efecto, es la sujeción mutua y no la sumisión jerárquica, lo que produce la coordinación adecuada del Cuerpo de Cristo (este tema se tratará de manera más completa en un capítulo posterior).

Objeciones de Otros Documentos del NT

(1) ¿No nos manda Hebreos 13:17 que obedezcamos y nos sometamos a nuestros líderes, implicando así que los lideres en la iglesia poseen autoridad oficial?

Una vez más, consultar el texto Griego resulta de la mayor utilidad. Es muy interesante que la palabra que se traduce “obedecer” en Hebreos 13:17 no es la palabra Griega (hupakoúo) muy usada en el NT para referirse a la obediencia, sino el vocablo peitho que significa persuadir y conseguir. Debido a que esta palabra aparece en la voz media/pasiva en este texto, debe traducirse así: “accede tú mismo a ser persuadido por tus líderes”.

Esta es una exhortación para que la iglesia permita que los líderes la persuadan en vez de obedecerles ciegamente. Esto implica poder persuasivo para convencer y conseguir, sin que para ello se coaccione, fuerce, intimide o se obligue a la sumisión. En las palabras del especialista del Griego W. E. Vine, “la obediencia sugerida [en Hebreos 13:17] no es la de la sumisión a la autoridad, sino que resulta de la persuasión” (W. E. Vine, Diccionario Expositivo, Caribe, 1999, p. 594).

El verbo traducido “someter” en este pasaje es la palabra hupeiko, y conlleva la idea de ceder, retirarse, como rendirse después de una batalla. Por tanto, los que se ocupan de la supervisión espiritual no reclaman una posición ni demandan sumisión. Por el contrario, la palabra de Dios instruye a los creyentes a que les reconozcan y se predispongan a favor de lo que dicen –no a causa de un oficio externo que ocupan, sino por su carácter piadoso, madurez espiritual y servicio hasta el sacrificio a favor de los santos.

Para decirlo con las palabras de Hebreos 13:7, debemos “imitar su fe” al considerar “cuál fue el resultado de su estilo de vida”. Si hacemos así, podrán realizar más fácilmente la tarea de supervisión espiritual a la que Dios los llamó (v. 17).

(2) ¿No enseña la Biblia que aquellos que velan por las almas de la asamblea tendrán que dar cuenta a Dios? Y si es así, ¿no significa esto que ellos tienen autoridad sobre los demás?

Hebreos 13:17 dice que los que proveen supervisión son responsables para con Dios por su tarea. Pero esto simplemente significa que a causa de su avanzada madurez y dotación espiritual, Dios les tiene por responsables de cuidar de sus hermanos. No hay nada en el texto que estipule que ellos poseen alguna autoridad especial sobre otros Cristianos (vea el punto anterior).

Por consiguiente, ser responsable no equivale a tener autoridad. Tengamos presente que todos los creyentes son responsables ante Dios por la manera en que usan sus dones (Mat. 12:36; 18:23; Lucas 16:2; Rom. 3:19; 14:12; Heb. 4:13; 13:17; 1 Ped. 4:5). Esto no sugiere que ellos tienen una autoridad especial sobre los creyentes.

(3) No es verdad que Jesús respalda la autoridad oficial cuando mandó a Sus discípulos a que obedecieran a los escribas y Fariseos porque se sentaban en ‘la cátedra de Moisés’?

De ninguna manera. Jesús reprocha a los escribas y Fariseos por asumir una autoridad institucional cuando no poseían ninguna.

Mateo 23:2 dice, “Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés” (BA). Aquí nuestro Señor estaba exponiendo solamente el hecho de que los escribas y los Fariseos eran maestros autonombrados que estaban usurpando autoridad y se habían colocado por encima del pueblo (Mat. 23:5-7; Luc. 20:46). Su declaración era una observación, y no un respaldo. El Señor dejó inequívocamente claro que a pesar de su pretensión ante los hombres, los escribas y los Fariseos no tenían ninguna autoridad en absoluto (Mat. 23:11-33) y que mientras enseñaban la Ley de Moisés, no la obedecían (vv. 3b, 23:23).

Visto en esta luz, el versículo que sigue que dice: “De modo que haced y observad todo lo que os digan...” (BA, v.3) no puede entenderse como una aprobación a la enseñanza Rabínica o a la autoridad Farisaica. Esto se debe a que contradice por completo al versículo que sigue (v.4) así como a otros muchos pasajes donde vemos a Jesús quebrantando resueltamente sus enseñanzas y mandando a sus discípulos a que hicieran lo mismo (Mat. 5: 33-37; 15: 1-20; 16:6-12; 12:1-4; 19: 3-9; etcétera). Más bien, esta frase debe interpretarse teniendo en mente la referencia del Señor a la “cátedra de Moisés”.

Es muy significativo que la “cátedra de Moisés” es una referencia literal a una silla especial que se ponía aparte en cada sinagoga, en la que se leían al pueblo las Escrituras del Antiguo Testamento (E. L. Sukenik, Ancient Synagogues in Palestine and Greece, British Academy). Cada vez que los escribas y los Fariseos se sentaban en la “silla de Moisés”, leían abiertamente de la Escritura. Y debido a que la Escritura posee autoridad, lo que leían desde esa silla era obligatorio (a pesar de la hipocresía de los que leían). Esta es la esencia de la declaración de Jesús. La lección es que si aun un supuesto e hipócrita maestro lee de la Biblia, lo que dice de ella tiene autoridad.

Afirmar que, a partir de las palabras de Mat. 23:2-3, el Salvador otorga Su aprobación a la autoridad oficial, es un ejemplo de cómo Jesús puede ser reemplazado por el Papismo Romano.

(4) ¿El NT Griego no apoya la idea de que la iglesia incluye clérigos y laicos?

La dicotomía clero/laicos es un trágico error que corre a través de la entera historia de la Cristiandad. Sin embargo, a pesar del hecho de que multitudes han tomado el camino espacioso del dogmatismo para defenderlo, el sistema de castas clero/laicos carece de sustento Bíblico. La palabra “laicos” se deriva de la palabra Griega laos, que significa “el pueblo”. Por lo tanto, laos incluye a todos los Cristianos. El vocablo aparece tres veces en 1 Ped. 2:9-10 donde Pedro se refiere al “pueblo (laos) de Dios”. El término laos nunca se refiere en el NT a una porción de la asamblea solamente. No fue sino hasta el siglo tercero que se le dio otro significado.

El término “clero” tiene sus raíces en la palabra Griega kleros que significa “porción o herencia”. La palabra se emplea en 1 Ped. 5:2-3 donde Pedro instruye a los ancianos a que apacienten el rebaño (kleros) de Dios no “como teniendo señorío” sobre los que les han sido confiados. Es sorprendente que la palabra nunca se utiliza para referirse a los líderes de la iglesia. De nuevo, se refiere al pueblo de Dios, que es Su herencia. De acuerdo al NT, entonces, todos los Cristianos son “clero” (kleros) y todos son “laicos” (laos) –la herencia del Señor y el pueblo del Señor. Para decirlo de otro modo, el NT no dispone de clérigos; ¡hace a todos los creyentes clérigos!

En resumen, no hay un solo indicio del esquema clero/laicos y ministro/laico en la historia, enseñanza o vocabulario del NT. Este esquema constituye una falsa dicotomía. Es un artefacto religioso que se deriva de la ruptura posbíblica entre lo secular y lo espiritual donde la fe, la oración y el ministerio se consideran como la propiedad exclusiva de un mundo oculto y sacrosanto que está separado del todo del tejido de la vida. Esta separación es completamente ajena al carácter distintivo del NT donde se dice que todas las cosas glorifican a Dios, incluyendo los asuntos de nuestro diario vivir ( 1 Cor. 10:31).

(5) ¿Los siete ángeles de las siete iglesias del libro del Apocalipsis no validan la presencia de un solo pastor en una iglesia local?

Los primeros tres capítulos del Apocalipsis constituyen una base frágil sobre la cual construir la doctrina de un “solo pastor”, por varias razones. Primera, la referencia a los ángeles de estas iglesias es críptica. Juan no ofrece clave alguna en cuanto a su identidad. Consecuentemente, los eruditos no están seguros de qué simbolizan. (Algunos creen que se refieren a ángeles literales, otros, a mensajeros humanos).

Segunda, no hay nada que se parezca a la idea de “un solo pastor” en ninguna parte del NT, ni hay texto alguno que vincule a los pastores con los ángeles. Tercera, la idea de que los siete ángeles se refieren a “los pastores” de las siete iglesias entra en conflicto directo con otros textos del NT. Por ejemplo, Hech. 20:17,28 nos dice que la iglesia de Efeso tenía múltiples pastores, y no sólo uno.

Por consiguiente, hacer depender la doctrina de la “sola pastora” de un oscuro pasaje del Apocalipsis es recurrir a una exégesis torpe y descuidada (porque ignora el resto de la Escritura). Una vez más, no hay apoyo para el sistema moderno del pastor en el Apocalipsis ni en algún otro documento del NT.

Objeciones del Antiguo Testamento

(1) En Éxodo 18, Moisés establece una jerarquía de gobernantes bajo su autoridad para ayudar a guiar al pueblo de Dios. ¿No es ésta un modelo Bíblico para el liderazgo jerárquico?

Si leemos cuidadosamente el relato, descubrimos que fue Jetro, el suegro Madianita de Moisés, quien concibió esta idea (Éxo. 18:14-27), y no hay evidencia Bíblica que sugiera que Dios la respaldó. Jetro mismo admitió que no estaba seguro de si Dios la apoyaría –Éxo. 18:23. Posteriormente, en los viajes de Israel, Dios dirigió a Moisés para que tomara un rumbo diferente con respecto al problema de la supervisión. El Señor le mandó que comisionara a ancianos, que ya estuvieran actuando como tales, para que le ayudaran a llevar el peso de la responsabilidad (Núm. 11:16). Ésta era una estrategia marcadamente diferente de la noción de Jetro de una jerarquía compuesta de muchos estratos de dirigentes.

(2) ¿No es así que Moisés, Josué, David, Salomón, etcétera, muestran que la perfecta voluntad de Dios es tener un solo líder sobre Su pueblo?

De ninguna manera. Moisés y cualquier otro líder del AT, desde Josué hasta Salomón, fueron sombras del Señor Jesucristo. No eran prefiguraciones del pastor único de los tiempos modernos que se inventó durante la Reforma.

Para ser más específico, el rol del episcopado monárquico se remonta al Catolicismo naciente y tiene sus raíces en las enseñanzas de Ignacio de Antioquia y Cipriano de Cartago. Sin embargo, fue durante la Reforma que los roles del obispo y del sacerdote se transformaron en el pastor Protestante, y el sermón reemplazó a la Eucaristía como el centro del servicio eclesiástico Protestante.

Por contraste, la idea de Dios había sido siempre infundir una teocracia en Israel, donde Él sería su único Rey. Si bien accedió al deseo carnal del pueblo de tener un rey terrenal, ésta no fue nunca Su perfecta voluntad (1 Sam.. 8:5-9). No obstante, Dios siguió teniendo a Su cargo a Su pueblo bajo el reinado humano, si bien sufrieron terribles consecuencias como resultado. (Asimismo, en nuestros días Dios todavía obra por medio de sistemas imperfectos, pero éstos siempre limitan Su plena operación).

A la inversa, el deseo eterno del Señor para con Israel era que viviera y sirviera bajo Su dominio directo (Éxo. 15:18; Núm. 23:21; Deut. 33:5; 1 Sam. 8:7), que fuera un reino de sacerdotes (Éxo. 19:6), y que en tiempos de crisis estuviera sujeto a hombres más sabios y de más edad (ancianos) (Deut. 22:15-18; 25:7-9). No obstante, lo que Israel perdió por su desobediencia, la iglesia lo ganó (1Ped. 2:5,9; Apoc. 1:6). Trágicamente, muchos en la iglesia han optado por regresar al sistema de gobierno religioso del antiguo pacto aun cuando Dios hace mucho tiempo lo desmanteló.

A pesar de esto, a causa del carácter distintivo de la operación del Espíritu bajo el nuevo pacto, la antigua teocracia no es exactamente igual a la hermandad Cristiana. La única manera posible en que se puede realizar la idea de Dios del liderazgo y la responsabilidad legal es a través de la presencia del Señor en el interior de los Suyos. Ya que el Espíritu que habita en los Cristianos no podía obtenerse durante los días del AT, Dios debió condescender con las limitaciones de Su pueblo.

Es por esta razón que a menudo vemos a Israel abrazando modelos jerárquicos de liderazgo. Mas cuando venimos al NT, aprendemos que el Cristo que vive en el interior es la porción de todos los hijos de Dios. Es esta porción la que hace que la iglesia se eleve al nivel sobrenatural del “sacerdocio de todos los creyentes” en el que los estilos de liderazgo jerárquico, titular y oficial se vuelven obsoletos y contraproducentes.

(3) En el Salmo 105:15, el Señor dice “No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas” ¿No enseña este versículo que algunos Cristianos (p. ej. los profetas) tienen autoridad indiscutible?

Bajo el Antiguo Pacto, Dios especialmente ungió profetas para que fueran portadores de Sus oráculos. De este modo, hablar contra ellos era hablar contra Yahweh. Pero en el Nuevo Pacto, el Espíritu es derramado sobre todo el pueblo de Dios. Todos los que han recibido a Cristo (el Ungido), por consiguiente, están ungidos por el Espíritu Santo (1 Jn. 2:27), y todos pueden profetizar (Hech. 2:17-18; 1 Cor. 14:31). De esta manera, la oración de Moisés de que todo el pueblo de Dios recibiría el Espíritu y profetizaría se ha cumplido desde Pentecostés (Núm. 11:29; Hech. 2:16-18).

Lamentablemente, líderes clericales y “profetas” autoproclamados han usado indebidamente y abusado del Salmo 105:15 para controlar al pueblo de Dios y desviar las críticas. Ya que todos los Cristianos han sido ungidos con el Espíritu y todos pueden hablar la palabra de Dios (Heb. 8:11), este texto no puede usarse de esta manera. Bajo el Nuevo Pacto, “no tocar al ungido de Dios” equivale a “someteos unos a otros en el temor de Cristo” (Efe. 5:21 BA), porque la unción del Espíritu ha venido sobre todos los que creen en el Mesías.

El Problema de Una Mala Traducción

Considerando los puntos anteriormente mencionados, algunos podrán preguntarse por qué la Versión Autorizada (KJV) oscurece tantos textos que tienen que ver con el ministerio y la supervisión. Es decir, ¿por qué la KJV repetidamente inserta términos jerárquicos/institucionales (como “oficio”) que no están presentes en los documentos originales? La respuesta se deriva del hecho de que la iglesia Anglicana del siglo diecisiete, que vinculó rígidamente a la Iglesia con el Estado, fue la que publicó la Versión del Rey Jaime (KJV).

En efecto, el Rey Jaime VI de Escocia había ordenado la traducción que lleva su nombre. El rey, actuando en su función de cabeza de la iglesia Anglicana, ordenó a los cincuenta y cuatro eruditos que realizaron la traducción que no se apartaran de la terminología tradicional en todo el proyecto. Por esta razón, la KJV refleja naturalmente las presuposiciones jerárquicas/institucionales del Anglicanismo. Palabras tales como ekklesía, epískopos y diákonos no fueron traducidas fielmente del Griego. Más bien, se tradujeron empleando la jerga eclesiástica Anglicana de aquellos días (ekklesía = iglesia (Church), epískopos = obispo (bishop) y diákonos = diácono (minister). Mientras que la KJV original de 1611 pasó por varias revisiones hasta 1769, estos errores nunca fueron corregidos.

Gracias a Dios, muchas traducciones modernas han buscado corregir este problema. Han quitado lo Anglicano a muchos de los términos eclesiásticos que se hayan en la KJV y han traducido fielmente las palabras Griegas que están detrás de ellos de acuerdo a sus significados originales (ekklesía = asamblea, epískopos = supervisor o vigilante y diákonos = servidor). Sin embargo, algunas traducciones todavía conservan el sabor oficial que está presente en la KJV. Por lo tanto, una correcta comprensión de la visión del liderazgo del NT requiere de algún estudio del Griego.


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CAPÍTULO 3

AUTORIDAD Y SUMISIÓN

Aunque no hay respaldo Bíblico para la enseñanza moderna de la “cobertura”. Las Escrituras tienen algo qué decir acerca de la autoridad y la sumisión. Debe notarse, sin embargo, que la Biblia gasta mucha más tinta en decirnos cómo amarnos unos a otros que en cómo ejercitar la autoridad y someternos a ella.

De hecho, la experiencia nos muestra que cuando los aspectos fundamentales del amor y el servicio se practican plenamente en una asamblea, los asuntos del liderazgo y la autoridad se expresan por sí mismos. (A este respecto, aquellos que ponen un énfasis indebido en la autoridad y la sumisión están típicamente más interesados en hacerse a sí mismos indispensables para el crecimiento espiritual de los demás que en servirles).

Aunque la Biblia no dice mucho tocante a la autoridad y la sumisión, los temas están presentes, y guardan relación con el hecho de recibir el ministerio, ejercerlo y agradar a Cristo –la cabeza de toda autoridad. En lugar de oscurecer el tema con la jerga antibíblica de la “cobertura”, haremos mejor si empleamos el lenguaje y el vocabulario de la Escritura cuando discutimos estos temas. A medida que lo hagamos, seremos en verdad capaces de atravesar la jungla enredada de la tradición humana que ha oscurecido estos temas, y nuestra conversación será mucho menos vaga y confusa.

El Trágico Rastro de los Movimientos Anteriores

Para decirlo sin rodeos, lo que pasa hoy por “autoridad espiritual” es en su mayor parte un verdadero disparate. El movimiento discipulado/pastoreo de los años setenta, que se degradó hasta llegar a formas extremas de control y manipulación, es un ejemplo clásico de las tragedias indecibles que pueden ocurrir cuando se hacen aplicaciones falaces e insensatas de la autoridad.

El error más grande de este movimiento, que estaba corrompido con toda clase de mezcla espiritual, descansaba sobre la falsa pretensión de que la sumisión equivale a la obediencia incondicional y que Dios reviste a ciertas personas de una incuestionable autoridad sobre los demás. (Estamos seguros de que los líderes que dieron nacimiento a este movimiento eran hombres dotados que tenían nobles motivos. Sin duda, no imaginaron la dirección que tomaría en el futuro, y la mayoría de ellos se han disculpado desde entonces por haber participado en él.

En muchos sectores del movimiento, el abuso espiritual se racionalizó con el cliché tan a menudo repetido de que Dios obra para bien a pesar de los actores en el reparto, y que Él hace responsables a los “pastores” individuales por las decisiones equivocadas. Se ha argumentado que las “ovejas” no tenían responsabilidad porque obedecieron (ciegamente) a sus pastores. Trágicamente, el movimiento construyó nuevos yugos de control que fueron tallados y se les dio forma para adaptarse a la casta clerical. Estos nuevos yugos sofocaron el sacerdocio de los creyentes y mostraron la misma forma de dominio de las almas que caracteriza a las sectas. Los así llamados “pastores” se transformaron en sustitutos de Dios para otros Cristianos, tomando control sobre los detalles más íntimos de sus vidas –todo en el nombre del “mandato Bíblico de la responsabilidad legal”.

En el período subsiguiente, el movimiento dejó una estela de Cristianos abatidos y devastados que continúan desconfiando hasta hoy de cualquier apariencia de liderazgo. (Algunos sufrieron destinos más crueles). Como resultado, los que fueron azotados por los clérigos de este movimiento continúan teniendo aversión a palabras tales como “autoridad”, “sumisión” y “responsabilidad legal”. Todavía luchan por desechar las imágenes distorsionadas de Dios que fueron grabadas en sus mentes después de haber experimentado el “pastoreo”.

El tema de la autoridad, por consiguiente, representa para muchos hoy en día una historia muy sensible con una enorme carga. Tanto es así que cuando apenas se menciona terminología de liderazgo, se encienden luces de alerta y se iza la bandera roja de la persecución. Sin duda, el tema de la autoridad espiritual continúa siendo inflamable y emocionalmente insufrible. Por esto, a pesar de la manera muy divergente en que abordamos el tema contenido en este capítulo, estamos pisando los bordes de un terreno peligrosamente minado.

Sin embargo, las enseñanzas erróneas nunca brotan del simple uso de las palabras Bíblicas. Más bien, provienen de la poca consideración que comúnmente se tiene por lo que éstas significaron para sus oyentes originales. Por consecuencia, vocablos tales como “autoridad” y “sujeción” han sido degradados ya por tanto tiempo que necesitan que se les “redima” de las falsas connotaciones que se les han agregado. La segura salvaguarda contra la falsa enseñanza, no está en desechar estos términos Bíblicos, sino en volver al combate y refundirlas de acuerdo a sus significados originales. Para decirlo de otro modo, debemos aprender no solamente a hablar donde la Biblia habla, sino hablar como la Biblia habla.

La Noción de Sujeción del NT

La palabra Griega que en el NT que se traduce más a menudo como “someter” es el vocablo Hupotasso. Una mejor traducción es “sujeción”, como ocurre en algunas de las traducciones más modernas. De acuerdo al uso más común del NT, sujeción es una actitud voluntaria de ceder, cooperar y permitir que otros nos amonesten y aconsejen. La sujeción Bíblica, por consiguiente, no tiene nada que ver con control o poder jerárquico. Es simplemente una actitud de apertura como la que manifiestan los niños, dando nuestro consentimiento a los demás en la medida en que reflejan la mente de Cristo.

La sujeción Bíblica existe, y es preciosa. Pero debe comenzar con lo que Dios quiere y con lo que el NT asume: es decir, que nosotros estamos sujetos a Cristo Jesús individual y corporativamente, los unos a los otros, en el lugar donde nos reunimos, así como a aquellos obreros probados y dignos de confianza que sirven al Cuerpo de Cristo de una manera sacrificada. (Quiero acentuar “probados y dignos de confianza” porque abundan los falsos apóstoles y profetas, y es responsabilidad de la hermandad local poner a prueba a los que afirman ser obreros de Dios –1 Tes. 1:5; 2 Tes. 3:10; Apoc. 2:2). Por esta razón, la Biblia nos exhorta a sujetarnos a los líderes espirituales a causa de su noble carácter y servicio espiritual (1 Cor. 16:10-11, 15-18; Fil. 2:29-30; 1 Tes. 5:12-13; 1 Tim. 5:17; Heb. 13:17).

Quizás el texto más luminoso que debemos considerar en toda esta discusión es Efesios 5:21, que dice,

Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo (BA)

Pedro se hace eco del mismo pensamiento, al que añade este corolario:

Y todos sumisos unos a otros, revestíos de humildad;

porque Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los

humildes (1 Ped. 5:5)

Dicho de manera sencilla, la Biblia no habla de una “cobertura protectora”. Más bien, enseña una sujeción mutua. La sujeción mutua descansa sobre la noción del NT que a todos los creyentes les han sido dados dones, y como tales, todos pueden expresar a Cristo. La sujeción mutua está cimentada igualmente en la revelación del Cuerpo de Cristo, que enseña que la autoridad Divina ha sido conferida al Cuerpo entero y no sólo a una sección particular de él. (Mat. 18:15-20; 16:16-19; Efe. 1:19-23). En la eclesiología de Dios, la ekklesía es una sociedad teocrática y participativa en la que la autoridad Divina está diseminada entre todos los que poseen el Espíritu. Dios no ha delegado Su autoridad a algún individuo o segmento de la iglesia. Por el contrario, Su autoridad reside en toda la comunidad. Y cuando los miembros de la comunidad creyente desempeñan sus ministerios, la autoridad espiritual se dispensa a través de los dones que han recibido del Espíritu.

Fundamentalmente, la sujeción mutua simplemente significa que nosotros, como miembros individuales del Cuerpo de Cristo, nos damos cuenta de que somos inadecuados en nosotros mismos para cumplir el propósito más alto de Dios. La sujeción mutua descansa en la afirmación humilde, y sin embargo realista, de que necesitamos de la aportación de los demás miembros del Cuerpo para nuestro propio desarrollo espiritual. Siendo este el caso, debemos estar abiertos al Señor para que nos corrija por medio de Sus pequeños, y siempre dispuestos a recibir admonición y corrección (del Señor) sin tener en cuenta quien lleva el látigo. De esta manera, la sujeción mutua es indispensable para estructurar una vida Cristiana normal.

La Idea de Autoridad de Dios

La otra cara de la moneda de la sujeción es la autoridad. La autoridad es el privilegio dado por Dios para realizar una acción. La palabra del NT que está más cerca de nuestra palabra “autoridad” es exousía. Exousía se deriva de la palabra éxestin, que significa una acción posible y legítima que puede ser llevada a cabo sin obstáculo. La autoridad (exousía), por consiguiente, tiene que ver con la interpretación y comunicación de poder. Más específicamente, la autoridad es el derecho de realizar una acción particular.

La Escritura enseña que Dios es la fuente única de toda autoridad (Rom. 13.1), y esta autoridad ha sido conferida a Su Hijo (Mat. 28:18; Juan 3:30-36). Cristo, y sólo Cristo, posee autoridad. El Señor Jesús claramente dijo, “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”. Al mismo tiempo, Dios ha delegado Su autoridad a los hombres y mujeres de este mundo para propósitos específicos.

Por ejemplo, en el orden natural, Dios ha instituido diversas esferas en las que Su autoridad debe ejercerse (Efe. 5:22-6:18; Col. 3:18-25). Ha establecido ciertas “autoridades oficiales” con el propósito de que guarden el orden bajo el sol. A los oficiales gubernamentales, como los reyes, magistrados y jueces, se les ha dado esta autoridad (Mat. 8:9; Luc. 20:20; 23:7; Juan 19:10,11; Hech. 9:14; 26:10,12; Rom. 13:1 ss.; 1 Tim. 2:2; 1 Ped. 2:14).

La autoridad oficial es autoridad que se confiere a un oficio estático sin que para ello importen las acciones de la persona que lo ocupa. La autoridad oficial es autoridad posicional. Es fija, externa e inviolada. Cuando alguien ejerce las funciones de la autoridad, el recipiente llega a ser “una autoridad” por su propio derecho. Es por esta razón que se exhorta a los Cristianos a que se sujeten a los líderes oficiales de su gobierno, a pesar de la condición de su carácter (Rom. 13:1ss.; 1 Ped. 2:13-19).

Nuestro Señor Jesús, así como Pablo, mostraron espíritu de sujeción cuando comparecieron ante la autoridad oficial (Mat. 26:63-64; Hech. 23:2-5). De manera similar, los Cristianos deben sujetarse siempre a la autoridad, porque la anarquía y el desprecio por la autoridad son signos de la naturaleza pecadora (2 Ped. 2:10; Judas 8). No obstante, la sujeción y la obediencia son dos cosas muy diferentes, y es un fatal error confundirlas.

Sujeción Contra Obediencia

¿En qué difiere la sujeción de la obediencia? La sujeción es una actitud; la obediencia es una acción. La sujeción es absoluta; la obediencia es condicional. La sujeción es un asunto interno del corazón; la obediencia es un asunto externo de conducta.

Dios nos convoca a tener un espíritu de humilde sujeción hacia los que ha colocado en autoridad sobre nosotros en el orden natural. Sin embargo, no podemos obedecerles si nos mandan hacer lo que viola Su voluntad; porque la autoridad de Dios es más alta que cualquiera autoridad terrenal. No obstante, uno puede desobedecer al tiempo que se somete. Es decir, podemos desobedecer a una autoridad terrenal y mantener un espíritu de humilde sujeción, respeto y reverencia como opuesto a un espíritu de rebelión, injuria y subversión ( 1 Tim. 2:1-2; 2 Ped. 2:10; Judas 8). La desobediencia de las parteras Hebreas (Éxo. 1:17), los tres jóvenes Hebreos (Dan. 3:17-18), Daniel (Dan. 6:8-10), y los apóstoles (Hech. 4:18-20; 5:27-29) ejemplifican el principio de estar sujeto a una autoridad oficial al tiempo que se le desobedece cuando ésta choca con la voluntad de Dios.

Es verdad que Dios ha establecido una autoridad oficial para operar en el mundo natural, pero no ha instituido esta clase de autoridad en la iglesia. Es por esta razón que los líderes eclesiásticos están ausentes manifiestamente de la discusión de Pablo con respecto a las esferas de autoridad mencionadas en Efesios 5-6 y Colosenses 3. Concedemos que Dios ha dado autoridad (exousía) a los creyentes de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12); poseer propiedades (Hech. 5:4); decidir casarse o permanecer célibes (1 Cor. 7:37); decidir qué comer o beber (1 Cor. 8:9); sanar las enfermedades (Mar. 3:15); expulsar demonios (Mat. 10:1; Mar. 6:7; Luc. 9:1; 10:19; Juan. 17:2); edificar a la iglesia ( 2 Cor. 10:8; 13:10); recibir bendiciones especiales asociadas con ciertos ministerios (1 Cor. 9:4-18; 2 Tes. 3:8-9); gobernar naciones y comer del árbol de la vida en el reino futuro (Apoc. 2:26; 22:14). ¡Pero en ninguna parte la Biblia enseña que Dios ha dado autoridad (exousía) a los creyentes sobre otros creyentes! Recordemos la palabra de nuestro Señor en Mateo 20:25 y Lucas 22:25 donde condenó las formas de autoridad tipo exousía entre Sus seguidores. Este hecho debe darnos pausa para una seria reflexión.

Por lo tanto, sugerir que los líderes en la iglesia deben ejercer la misma clase de autoridad que los dignatarios, lógicamente representa un salto y una generalización excesiva. El NT nunca vincula exousía a los líderes de la iglesia, ni establece que algunos creyentes tienen exousía sobre otros creyentes. Si bien el AT describe a los profetas, sacerdotes, reyes y jueces como autoridades oficiales –principalmente porque estos “oficios” diversos eran sombras de los ministerios autoritativos de Jesucristo como Profeta, Sacerdote, Rey y Juez-, nunca encontramos que en el NT se describa o represente a algún líder como una autoridad oficial.

La noción de que los Cristianos tienen autoridad sobre otros Cristianos es un ejemplo de exégesis forzada, y es Bíblicamente insostenible. Cuando los líderes de la iglesia ejercen el mismo tipo de autoridad que desempeñan los oficiales gubernamentales seculares, se convierten en usurpadores. Cierto es que la autoridad funciona en la esfera de la iglesia, pero la autoridad que opera en la ekklesía es notablemente diferente de la que se ejerce en el orden natural. (Esto tiene sentido ya que la iglesia no es una organización humana, sino un organismo espiritual). La autoridad que opera en la iglesia no es oficial. Es autoridad Divina.

Autoridad Divina Contra Autoridad Oficial

¿Qué es la autoridad Divina? La autoridad Divina es autoridad que está basada en la vida Divina. La autoridad Divina es autoridad comunicada. Es decir, cuando una persona comunica la vida de Dios a través de palabra u obra, tiene la ayuda y el respaldo del Señor. Todos los Cristianos, en virtud del hecho de que poseen el Espíritu y están habitados por Él, poseen una medida de autoridad Divina (es por esta razón que el NT nos ordena que nos sometamos unos a otros en el temor de Cristo). Y los que son maduros en la vida Divina tienden a expresar el pensamiento de Dios mucho más consistentemente que los carnales y los inmaduros (Heb. 5:14).

La autoridad Divina tiene su fuente en la dirección inmediata de Cristo y no en un oficio estático que ha autorizado. La autoridad Divina, por lo tanto, no es intrínseca a una persona o a una posición. No reside en el hombre mismo o en un oficio que puede desempeñar. En cambio, la autoridad Divina es extrínseca al individuo, porque pertenece a Cristo. Solamente cuando Cristo dirige a una persona a la palabra o a la acción éstas expresan la autoridad Divina. Para decirlo de otro modo, una persona tiene el derecho de ser oída y obedecida sólo cuando es enviada por Dios para hablar, y habla lo que Dios quiere que diga. La autoridad Divina, por consiguiente, es comunicada y derivada.

La naturaleza comunicada de la autoridad Divina puede entenderse en el marco de la metáfora del Cuerpo que Pablo traza para la iglesia. Cuando la cabeza (que es la fuente de toda autoridad) le indica a la mano que se mueva, la mano posee la autoridad de la Cabeza. La mano, no obstante, no tiene autoridad en o de sí misma. Deriva su autoridad sólo cuando actúa de acuerdo con la comunicación de la Cabeza. En la medida en que la mano está representando la voluntad de la Cabeza, en esa medida la mano está actuando como una autoridad.

Por consiguiente, los seres humanos solamente ejercen autoridad Divina cuando representan a Cristo en sus palabras y obras. De aquí que la autoridad Divina es flexible y fluida y no estática. Es transmitida y está fundada en la madurez espiritual y el servicio; por lo que no es una posesión irrevocable. Esto explica por qué Pedro y Jacobo, así como Pablo y Bernabé, fluctuaban con respecto a la medida de influencia espiritual que ejercían (Hech. 1:15; 2:14; 12:17,25; 13:2,7, 13ss.; 15:2,7,13,22).

Ya que la autoridad Divina no es oficial, sino derivada, los creyentes no asumen, heredan, confieren, se atribuyen ni sustituyen la autoridad de Dios. Únicamente la representan cada vez que reflejan Su pensamiento en palabra o en obra. Esta es una distinción categórica y tremendamente significativa. El no poder (o no querer) entenderla ha conducido a una confusión y abuso indecibles entre el pueblo de Dios.

Cuando discutimos la autoridad Divina, el énfasis siempre debe de estar en la función y en el servicio y no en una noción mística de “espiritualidad” o “vida espiritual que se posee”. Demandar autoridad sobre la base de la propia espiritualidad es prácticamente lo mismo que la autoridad oficial, porque el reclamo de “espiritualidad” constituye un oficio velado. Si alguien es verdaderamente espiritual, su espiritualidad se manifestará en la manera en que vive, sirve y escucha al Señor. La espiritualidad puede discernirse sólo a partir de esto último y no por los reclamos promocionales de los demás. Mantener el enfoque en el servicio y la función ayuda a proteger a las congregaciones Neotestamentarias de recaer en el culto a la personalidad.

Una Comparación Provechosa

Separemos algunas de las distinciones principales entre autoridad oficial y autoridad Divina.

1. Las autoridades oficiales deben ser obedecidas siempre y cuando lo que declaren no viole la voluntad de una autoridad más alta. (Hech. 5:29). El NT ordena a los hijos que obedezcan a sus padres (Efe. 6:11; Col. 3:20), a los ciudadanos que obedezcan a las autoridades gubernamentales (Tito 3:1), y a los empleados que obedezcan a quienes los emplearon. (Efe. 6:5; Col. 3:22).

Por contraste, a los que ejercen autoridad Divina nunca se les ordena que demanden obediencia a ellos mismos. Antes bien, los que ejercen autoridad Divina buscarán persuadir a los demás a que obedezcan la voluntad de Dios. Por esta razón Hebreos 13:17 nos convoca a que permitamos que nuestros líderes nos persuadan (peitho). Las epístolas de Pablo arrojan más luz sobre este tema, porque todas ellas resuenan con súplicas y peticiones y están llenas del lenguaje de la persuasión (Sobre esto abundaremos más adelante).

2. Las autoridades oficiales son totalmente responsables si conducen a los que están bajo su mando a prácticas erróneas. En Números 18, por ejemplo, aprendemos que el peso de la iniquidad cayó sobre los hombros de los sacerdotes, que eran las autoridades oficiales en Israel.

Por contraste, la autoridad Divina nunca anula la responsabilidad de los demás. En la iglesia, los creyentes son totalmente responsables de sus propias acciones, aun cuando decidan obedecer el consejo de otros. Es por esta razón que la Escritura manda repetidamente que se compruebe el fruto y se examinen las palabras de ellos. Asimismo, enseña que el engaño pone en movimiento el juicio Divino (Mat. 7:15-27; 16:11-12; 24:4-5; 1 Cor. 11:31; 14:29; Gál. 1:6-9; 2:4; Fil. 3:2-19; 1 Tes. 5:21; 1 Tim. 2:14; 1 Jn. 3:4-10; 4:1-6). El NT nunca enseña que si un Cristiano obedece a otra persona, ya no es más responsable de sus acciones.

3. Las autoridades oficiales pueden ser menos maduras, menos espirituales y menos justas que aquellos sobre los que tienen autoridad. Pero la autoridad Divina está directamente vinculada a la madurez espiritual, y no puede separarse de ella. A menudo decimos a nuestros niños, “obedezcan a sus ancianos” porque los que son más viejos (en la vida natural) tienden a ser más maduros en su consejo, y de aquí que merecen nuestro respeto y sujeción (1 Ped. 5:5a). Sucede lo mismo en el reino espiritual.

Los que han crecido más en la vida espiritual poseen una medida más grande de autoridad Divina (por esta razón, una persona no puede ejercer autoridad espiritual a menos que ella misma esté bajo la autoridad de Dios). Un espíritu de servicio y una docilidad como de niño son signos seguros de una mayor madurez espiritual. Consideremos los siguientes textos que muestran ambas características:

Os exhorto hermanos (ya conocéis a los de la casa de Estéfanas, que fueron los primeros convertidos de Acaya, y que se han dedicado al servicio de los santos), que también VOSOTROS ESTÉIS EN SUJECIÓN A LOS QUE SON COMO ELLOS, Y A TODO EL QUE AYUDA EN LA OBRA Y TRABAJA. Y me regocijo por la venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido lo que faltaba de vuestra parte. Porque ellos han recreado mi espíritu y el vuestro. POR LO TANTO, RECONOCED A TALES PERSONAS. (1 Cor. 16:15-18 BA)

Recibidlo, pues [a Epafrodito] en el Señor con todo gozo, Y TENED EN ALTA ESTIMA A LOS QUE SON COMO ÉL; PORQUE ESTUVO AL BORDE DE LA MUERTE POR LA OBRA DE CRISTO, ARRIESGANDO SU VIDA... (Fil. 2:29-30ª BA).

Hermanos, les pedimos que SEAN CONSIDERADOS CON LOS QUE TRABAJAN ARDUAMENTE ENTRE USTEDES, y los guían y amonestan en el Señor. TÉNGANLOS EN ALTA ESTIMA, Y ÁMENLOS POR EL TRABAJO QUE HACEN... (1 Tes. 5:12-13 NVI)

Los ancianos que dirigen bien SEAN TENIDOS POR DIGNOS DE DOBLE HONOR, ESPECIALMENTE LOS QUE TRABAJAN ARDUAMENTE EN LA PALABRA Y EN LA ENSEÑANZA... No admitas acusación contra un anciano a no ser que haya dos o tres testigos. (1 Tim. 5:17, 19 RVA)

Acordaos de vuestros guías, QUE OS HABLARON LA PALABRA DE DIOS, y CONSIDERANDO EL RESULTADO DE SU CONDUCTA, IMITAD SU FE. (Heb. 13:7 BA)

Fiaos [déjense persuadir] de quienes os dirigen, Y OBEDECEDLES; PUES ELLOS VELAN POR VUESTRAS ALMAS COMO QUIENES TIENEN QUE RENDIR CUENTAS. Así esto será para ellos tarea gozosa, y no llena de angustia, lo cual sería perjudicial para vosotros. (Heb. 13:7 LA BIBILIA Versión de Ausejo)

Asimismo, vosotros los más jóvenes, ESTAD SUJETOS A LOS MAYORES... (1 Ped. 5:5)

Resulta claro que el NT manda a la comunidad creyente que tenga en estima y aprecie a los que trabajan incansablemente en el servicio espiritual. Tal estima es espontánea y ganada; jamás se debe de absolutizar o formalizar. El criterio del NT para el modelo de los roles, por consiguiente, siempre es funcional, y no formal. Aunque debemos valorar el servicio de los que ponen sus vidas por nosotros, es un grave error diferenciarlos formalmente del resto de la comunidad de los creyentes. (Es aquí donde falla la enseñanza de la “cobertura”)

En efecto, el honor que un creyente recibe de la iglesia siempre es merecido; nunca es demandado o hecho valer. A este respecto, los que son verdaderamente espirituales no reclaman tener autoridad espiritual sobre los demás, ni se jactan de su labor espiritual y/o madurez. De hecho, la gente que hace tales reclamos revela su inmadurez. De esta manera, la persona que declara que él es “el hombre ungido de Dios de fuerza y poder para la hora presente” –o elogios similares- ¡prueba que no tiene ninguna autoridad!

Los que reciben estima en la iglesia son los que han probado que son siervos dignos de confianza –no en mera retórica, sino en la realidad (2 Cor. 8:22; 1 Tes. 1:5; 2 Tes. 3:10). El reconocimiento ganado y la confianza del Cuerpo no solamente son una señal de la propia autoridad espiritual, sino que es un antiséptico contra el Nicolaísmo de línea dura.

4. Las autoridades oficiales poseen autoridad hasta que son removidas de su oficio delegado, sin que para ello importe si han tomado decisiones sabias o injustas. El Rey Saúl, por ejemplo, retuvo su autoridad aun después de que el Espíritu de Dios se había apartado de él (1 Sam. 16:14; 24:4-6).

La autoridad Divina, por otra parte, opera solamente cuando Cristo está siendo expresado. Si un líder en la iglesia manda a un creyente que haga algo que no refleja la autoridad de la Cabeza (aún si viola o no una ley prescrita por Dios), no hay autoridad que respalde su mandato. Sólo Cristo tiene autoridad, y solamente lo que fluye de Su vida posee autoridad.

5. Las autoridades oficiales siempre están establecidas en una jerarquía. Pero la autoridad Divina nunca está relacionada con la jerarquía (Mat. 20:25-28; Luc. 22:25-27). De hecho, siempre que ésta se asocia con aquella se distorsiona y abusa. La imaginería jerarquía no sólo está ausente de la Escritura, sino que virtualmente conduce siempre a ideas falsas y prácticas enormemente dañinas.

Fundamentalmente, el problema de la autoridad en la ekklesía nace de una aplicación vergonzosamente superficial de las estructuras de la autoridad oficial a las relaciones en la iglesia. Esta aplicación errónea, basada en una mentalidad de liderazgo al estilo “una-talla-para-todos”, en lugar de ayudar hace que cada esfera de la vida –ya sea el lugar de trabajo, el hogar o la iglesia- pierda su integridad incomparable.

En resumen, la autoridad Divina no fluye de arriba hacia abajo. Es decir, no funciona como una cadena de mando, al modo jerárquico. Al mismo tiempo, la autoridad Divina tampoco funciona de abajo hacia arriba, lo que significa que no va de la iglesia a la persona. Aún si una iglesia local decide dar autoridad a alguien para una tarea específica, no tendrá autoridad legítima si no refleja la mente de Cristo.

La autoridad Divina funciona de adentro hacia fuera. Cuando el Cristo que habita en el creyente dirige a alguien en particular o a un grupo de creyentes a hablar o actuar, están respaldados por la autoridad de la Cabeza. Ésta es la única autoridad que existe en el universo. Jesucristo, representado por el Espíritu que mora en el interior de los Suyos, es el manantial exclusivo, fundamento y fuente de toda autoridad. ¡Y no hay cobertura sobre Su Cabeza!

La Sujeción Mutua Siempre Está Enmarcada en el Amor

Hemos visto que la sumisión mutua es sumisión a la autoridad de Cristo. Cuando algún creyente está expresando la autoridad Divina en la iglesia, haremos bien en reconocerla y estar sujetos a ella. Rebelarse contra la autoridad Divina es rebelarse contra Cristo, porque no hay autoridad Divina sin Jesucristo como Su autor. En otras palabras, rechazar las palabras de alguien cuando éstas expresan el pensamiento de Dios es rechazar la autoridad Divina.

La sujeción que está cimentada en nuestra sumisión a Dios, que es el fundamento para todo en la senda espiritual, siempre está enmarcada en el amor. El amor siempre está abierto para aprender y escuchar lo que los demás tienen que decir. Al mismo tiempo, el amor está dispuesto a amonestar a los que flaquean, sin temor a que esto dañe la relación.

El amor rechaza la espiritualidad del tipo “hazlo por ti mismo”, “estrella solitaria” y “trabaja por tu cuenta “, pero valora la interdependencia del Cuerpo. Se da cuenta de que al ser miembros los unos de los otros y de que poseemos el mismo linaje, nuestras acciones tienen un profundo efecto sobre los demás. El amor reprueba el Cristianismo individualista y privatizado, pero afirma su necesidad de los otros miembros del Cuerpo.

El amor es dulce, amable y agradable; sin embargo, cuando enfrenta los horrores del pecado, es perspicaz, combativo e inflexible. El amor es paciente, respetuoso y gentil, nunca es estridente, degradante o dictatorial. El amor repudia los reclamos de autoridad ostentosos y engreídos, mas está marcado profundamente con humildad y mansedumbre. El amor no es fláccido o sentimental, sino vivamente perceptivo y penetrante. Si bien el amor siempre ofrece sus recursos para ayudar a los demás, nunca manipula o impone su propia voluntad. El amor nunca se fuerza, se demanda o se obliga. Ya que la sujeción mutua siempre se expresa en amor, genera una cultura de seguridad y salvaguarda espiritual.

Mientras que el amor nos impele a aceptar la responsabilidad de ser los “guardas de nuestro hermano”, prohíbe que nos convirtamos en entrometidos impertinentes. En efecto, somos llamados a representar la voluntad del Espíritu Santo los unos a los otros, pero nunca a sustituir Su Persona o reemplazar Su obra. En este respecto, la sujeción mutua no es una licencia para investigar los asuntos íntimos de nuestros hermanos para “asegurarse” de que están caminando correctamente.

En ninguna parte la Biblia da libertad a los Cristianos para examinar a sus hermanos acerca de sus inversiones financieras, cómo hacen el amor a su pareja, u otras áreas de intimidad. Esta clase de investigación innecesaria, que se practica a guisa de “responsabilidad legal” forma parte de las cosas de que están hechas las sectas autoritarias, y que finalmente convertirán a cualquier comunidad de creyentes en una olla de presión de inconformidad. (Por supuesto, si un creyente desea voluntariamente confiar a alguien más estos asuntos personales, no hay problema. Pero es una elección y no una obligación).

Nunca debemos perder de vista el hecho de que la Biblia concede un alto valor a la libertad Cristiana individual, y la privacidad (Rom. 14:1-12; Gál. 5:1; Col. 2:16; Stg. 4:11-12). Por consiguiente, el respeto por estas virtudes debe ser alto entre creyentes. A menos que exista una buena razón para sospechar que un hermano o hermana están en pecado, es profundamente anticristiano husmear y entrometerse en los asuntos domésticos. Como Cristianos, no debemos andar “metiéndonos en todo”... “y diciendo cosas que no convienen” (1 Tim. 5:13; 1 Ped. 4:15). Por la misma razón, si un creyente está luchando con algún “pecado oculto”, el amor demanda que busque y reciba ayuda de la iglesia.

En resumen, la sujeción mutua a la autoridad Divina no es control, sino ayuda. Nunca debe congelarse en un sistema estático o formal. No es oficial, legal o mecánica, sino funcional, espontánea y orgánica. Cada vez que se transforma en una institución humana surge amenazador el peligro, no importa que nombre se le ponga.

En efecto, cuando invitamos a que otros entren a nuestra vida, dejamos abierta la puerta para que el Señor nos anime, corrija, motive y proteja. Es por esta razón que el libro de los Proverbios repetidamente acentúa que en “la multitud de consejeros hay seguridad” (Prov. 11:14; 15:22; 24:6). El amor, pues, es el paraguas Divino que proporciona protección espiritual (gracias a Dios que no es tan estrecha como los corazones de algunos que están bajo su protección). A fin de cuentas, solamente el amor tiene una “cobertura” de poder (Prov. 10:12; 17:9; 1 Ped. 4:8).

El Costo de la Sujeción Mutua

Ya que la sujeción mutua es radicalmente diferente de la subordinación unilateral a las estructuras autoritarias, no debe confundirse con el igualitarismo altamente individualista, moralmente relativo y tolerante que distingue al pensamiento postmoderno. La sujeción mutua es costosa. Enfrentémoslo, a nuestros egos no les gusta sujetarse a nadie. Como criaturas caídas, queremos hacer lo que a nuestros propios ojos está bien sin la interferencia de los demás.

La proclividad a rechazar la autoridad Divina está profundamente arraigada en nuestra naturaleza Adámica (Rom. 3:10-18). Por esto, recibir corrección, admonición y censura de otros mortales es difícil y arriesgado. La Escritura nos dice que un hermano que se ofende es más difícil de ganar que una ciudad amurallada (Prov. 18:19). De aquí que la dificultad de corregir a los demás, junto con el temor a la confrontación, hace muy penoso para nuestra carne obedecer al Señor en áreas donde debemos expresar Su autoridad. Es mucho más fácil dejar pasar las cosas y orar por nuestros hermanos equivocados, que confrontarlos amorosamente.

Todas estas cosas subrayan el hecho asombroso de que el amor debe gobernar nuestra relación con los demás, porque si amamos a los hermanos, nos sujetaremos a su consejo y amonestación. Asimismo, seremos constreñidos a corregirles en un espíritu de mansedumbre cuando los veamos errar. En el fondo, el camino del amor es siempre el camino de la cruz.

La Importancia de Conocer a Dios Como Comunidad

Ya que la sujeción mutua está enmarcada en el amor, tiene sus raíces en la misma naturaleza de la Deidad. Por naturaleza, Dios es Comunidad. Es decir, el Dios único incorpora una Comunidad de tres Personas que eternamente comparten sus vidas una con la otra (a esta verdad se le conoce históricamente como la Trinidad).

Dentro de la Deidad, el Padre se derrama en el Hijo, el Hijo se da a Sí mismo sin reservas al Espíritu, y el Espíritu se ofrece a Sí mismo al Padre. Y dentro de esta danza Divina de amor y sujeción, no existe jerarquía. Hay solamente sacrificio y sujeción mutuas. (Juan 14:28 y 1 Cor. 11:3 no contradice este principio, porque estos textos tienen a la vista la sujeción voluntaria del Hijo al Padre como la parte que le corresponde en esta relación de mutua sujeción).

El mutuo compartir que ocurre consistentemente en la Deidad es la piedra angular del amor, y es la razón misma por la que Juan pudo decir que “Dios es amor” ( 1 Jn. 4:8). Si Dios no fuera Comunidad, no podría haber habido nadie a quien Él amara antes de la creación, por el hecho de que amar requiere la presencia de dos o más personas. La iglesia, como la comunidad del Rey, debe reflejar la relación recíproca de amor que ocurre dentro de la Deidad. Y ya que no hay jerarquía en la Deidad, tampoco la hay en la ekklesía. Existe solamente sujeción mutua gobernada por una preocupación que lleva al auto-sacrificio.

El NT es muy explícito cuando usa el tema de la familia para aplicarlo a la iglesia. Por naturaleza, la iglesia es una extensa familia –una comunidad que cara a cara examina mutuamente sus valores, discute mutuamente sus sentimientos, confiesa mutuamente sus pecados, y conversa mutuamente sobre sus decisiones pendientes. Dentro del entorno familiar de la iglesia, la sujeción mutua y la responsabilidad de darnos cuentas crean unidad, construyen el amor, proveen estabilidad, fomentan el crecimiento y dan un significado más rico a la vida Cristiana. Por contraste, en las jerarquías, la sujeción y la responsabilidad legal son típicamente punitivas y legalistas. Por estas razones, las jerarquías generalmente producen temor, inseguridad, sospecha, dominación y control.

Ya que la iglesia local es un clan familiar , debe seguirse un modelo circular de poder y autoridad en vez de uno vertical. El enfoque del NT al liderazgo de la iglesia enfatiza el poder a favor de y el poder entre en vez del poder sobre; la concesión de poder a todos en vez de a unos pocos; relaciones en vez de programas; vinculación en vez de separación; conexión en vez de aislamiento; organismo en vez de organización, participación en vez de la pasividad del espectador; integración en vez de fragmentación; solidaridad en vez de individualismo; espíritu de servicio en vez dominación; interdependencia en vez de independencia; y enriquecimiento en vez de inseguridad.

Nuestra cultura estimula la confianza en uno mismo, la auto suficiencia, el individualismo y la independencia, pero todas estas cosas son incompatibles con la ecología de la iglesia del NT. Ya que Dios es Comunidad, nosotros como hijos de Dios fuimos diseñados para vivir en comunidad. Nuestra nueva naturaleza (por medio de la regeneración) nos llama a esto. Así que, nosotros los Cristianos no somos seres aislados, extrínsecos. Como el Dios Triuno, somos comunitarios y desarrollamos relaciones intrínsecas con los demás. Mientras que la doctrina moderna de la “cobertura” oscurece esta visión luminosa, el principio de la sujeción mutua la pone en un marcado relieve.

En palabra sencillas, la naturaleza Trinitaria de Dios es fuente y modelo para toda comunidad humana. Y es dentro de la relación de amor que ocurre en el seno de la Deidad que el principio de la sujeción mutua encuentra su verdadero valor. La sujeción mutua, por consiguiente, no es un concepto humano. Surge de la naturaleza comunitaria y recíproca del Dios eterno. Y es esta misma naturaleza que la ekklesía es llamada a llevar. De esta manera, la sujeción mutua nos capacita para contemplar el rostro de Cristo en la misma trama y urdimbre de la vida de la iglesia.

Tomando prestado el lenguaje de cierto escritor, el concepto de autoridad y sumisión presentado en este capítulo puede resumirse de esta manera: “Otorga más autoridad a la iglesia que la que Roma da, confía más al Espíritu Santo que el Pentecostalismo, tiene más respeto por el individuo que el Humanismo, hace de los estándares morales algo más obligatorio que el Puritanismo, y está más abierta a cualquier situación dada que la ‘Nueva Moralidad’”.

CAPÍTULO 4

COBERTURA DENOMINACIONAL

En contraste con el principio Bíblico de la sujeción mutua, la noción de “responsabilidad denominacional” es realmente una ficción. En su esencia, la “cobertura denominacional” está construida sobre la idea supersticiosa de que si Yo pertenezco a una organización denominacional, estoy de alguna manera “cubierto” o “protegido” mágicamente del error. Pero el hecho de que la gente en el sistema denominacional rutinariamente está equivocada al pensar así, es prueba indiscutible de que esta idea es una mera charada. La noción de que de alguna manera estoy cubierto por estar conectado en mi “responsabilidad legal” con una remota organización o un individuo (como la iglesia Católica Romana lo está con el Papa) es una falacia.

La única protección del error está en someterse a la dirección del Espíritu de verdad (1 Jn. 2:20,27) y en sujetarnos atentamente a aquellos creyentes maduros y dignos de confianza a quienes conocemos personalmente, porque el consejo de los sabios nos ayuda a discernir qué es lo que nos mueve. Por consecuencia, la idea de Dios con respecto a la responsabilidad legal funciona de persona a persona, ¡no del clérigo a la persona! La protección espiritual viene de la relación con el Espíritu y la conexión con otros Cristianos. En esto está el temple y el espíritu de la comunidad del NT. Por contraste, el complicado y reglamentado sistema oficial de la responsabilidad legal al estilo encima/debajo es un sustituto artificial de la sujeción mutua. Como resultado, la enseñanza Bíblica con respecto a la sujeción mutua continua siendo oscurecida en la niebla de la intelectualidad clerical al calor y vigor de los debates entre facciones.

La Tiranía del Status Quo

Trágicamente, los que se atreven a poner a prueba los soportes Bíblicos de la doctrina de la “cobertura” saben que pueden echar abajo los motores retóricos del clero y ven volar chispas. La espantosa verdad es que las gentes que cuestionan la autoridad eclesiástica hacen estremecer al sistema clerical. Como resultado, se les denigra, difama y estigmatiza como “herejes”, “agitadores”, “perturbadores”, “alborotadores”, “entremetidos no autorizados” y “rebeldes insumisos”. Semejante invocación de la retórica religiosa está planeada para sofocar la reflexión y quitar del camino a los que manifiestan una disconformidad honesta con el status quo. Por consiguiente, la casa de Dios todavía sufre por los que, animados de un espíritu de censura, expulsan de la sinagoga del Señor a los que son preciosos a Sus ojos, y cierran la puerta de la casa a los miembros de la familia (3 Jn. 9-10).

Los que usurpan la autoridad a menudo se deshacen en elogios elocuentes acerca de cómo ellos salvaguardan a las ovejas de Dios de los peligros del aislamiento y el individualismo (y muchos de ellos en realidad creen esto). Es evidente que las sectas se multiplican interminablemente porque algunos se aíslan del Cuerpo de Cristo y siguen sin reservas las ideas y pensamientos de un líder u organización. Irónicamente, sin embargo, la “cobertura denominacional” está mucho más cerca de la noción torcida de liderazgo amo/esclavo que distingue a las sectas que del modelo Bíblico de la sujeción mutua dentro de la asamblea local. Esto se debe a que el modelo Bíblico enfatiza la sujeción de los unos a los otros en contraste con la obediencia absoluta a un líder humano, personal u organización.

Para poner de relieve un punto aún más fino de este asunto, la doctrina de la “cobertura” se usa muy frecuentemente como un garrote para rechazar y acabar con aquellas iglesias que no están bajo una bandera denominacional. La utilizan los grupos religiosos partidistas como una arma temible para asegurar el terreno teológico. Esta arma ha sido provista por la intolerancia y el fanatismo sectarios y ha provocado la fractura de la comunión del pueblo de Dios, cortando en pedazos al Cuerpo de Cristo, y reduciendo a la iglesia a astillas. El moderno pantano denominacional ha contaminado el paisaje Cristiano, convirtiendo al “un Cuerpo” en una entidad trágicamente dividida con una tradición que lo estrangula.
 

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