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Señor hazlo otra vez

>Era mediodía, el 23 de septiembre de 1957, cuando un hombre de mediana edad subía las escaleras del tercer piso de una iglesia en el corazón de Nueva York. Entró a un cuarto, se sentó, y se dispuso a esperar cuál sería la respuesta al cartel que había colocado afuera que decía: “Reunión de oración de las doce hasta la una. Deténgase 5, 10, ó 20 minutos, o toda la hora, según su tiempo lo permita”.

Pero parecía que nadie tenía tiempo para detenerse, y conforme pasaba la hora, seguramente él comenzó a dudar en cuanto si había escuchado bien la dirección de Dios.

Tres meses atrás, Jeremiah Lamphier, un hombre de negocios con cierto éxito, había abandonado su trabajo para convertirse en un misionero urbano de la Iglesia Holandesa Reformada, por un sueldo mucho menor de lo que había estado percibiendo. Desde entonces, había estado visitando hogares, tiendas y oficinas, distribuyendo Biblias, testificando de Cristo, e invitando a las personas a que asistieran a su iglesia, pero la respuesta había sido casi nula.

Y es que era un tiempo de gran apatía espiritual. La mayoría de las personas no sentían ni interés ni necesidad de acercarse a Dios. Es más, muchos, ¡ni siquiera creían en Él! Los cinco factores contribuyentes a esta situación bien pueden describir a muchos de nuestros países hoy día:

1) La avaricia y materialismo predominaban. Recién se habían descubierto las grandes minas de oro en California. La construcción del ferrocarril estaba abriendo nuevos horizontes. Había unos cuantos espectacularmente ricos, y muchos pobres. Debido a esta gran brecha entre las clases sociales, el crimen violento había escalado rápidamente.

2) Gran interés en lo oculto. Una intensa hambre por ver y experimentar lo sobrenatural causó que muchos enfocaran sus atenciones al espiritualismo.

3) Inmoralidad. La filosofía del “amor libre” era promovida y aceptada por muchos.

4) Corrupción comercial y política. Las “mordidas”, el soborno y las prácticas comerciales ilegales predominaban. Las leyes nacionales aun hacían que fuera legal el sistema cruel de la esclavitud.

5) El agnosticismo, ateísmo, apatía e indiferencia en cuanto a Dios, la iglesia y su mensaje abundaban por todas partes.

Y era en medio de esta tremenda apatía, que Lamphier trataba de tocar a su comunidad. Cansado y desanimado, derramaba su corazón delante de Dios. Por fin, sintió que Dios le indicaba invitar a los hombres de negocios a un período de oración semanal, ¡Bien que lo necesitaban!

Pero esa reunión, a los ojos naturales, se tacharía de fracaso. Eventualmente no llegaron más que otros cinco. Hubo algo de crecimiento posterior: la siguiente semana llegaron 20, y a la siguiente, 40.

Fue entonces, el 14 de octubre de 1857 que sucedió una de las peores crisis financieras en la historia de los Estados Unidos, creando un “shock y pánico masivo”. La bolsa de valores estalló. Comerciantes, bancos y aun el sistema de ferrocarriles terminaron en bancarrota. Las fábricas se cerraron, y más de 30,000 hombres se encontraron sin trabajo. Los especuladores y avaros de antaño enfrentaban la desesperación y el hambre.

Pero el hambre espiritual también despertó, y en poco tiempo, esa reunión de oración había crecido a 3,000 personas...¡diariamente! Y no era la única, porque seis meses después, había más de 10,000 hombres (de una población total de 800,000) orando a diario en Nueva York. ¡Los fuegos del avivamiento se habían encendido!

Y el fuego se esparció por todo el norte de los Estados Unidos. A través de docenas de ciudades había gente que se reunía a diario para orar: en fábricas, iglesias, y cualquier otro lugar disponible, ¡hasta cantinas!

Charles G. Finney (de quien se hablará más ampliamente adelante) escribió lo siguiente en su diario acerca de una experiencia que tuvo en Boston, en la costa oriente de los Estados Unidos: “ En una de nuestras reuniones se puso de pie un caballero y nos dijo: 'Yo vengo viajando desde Omaha, Nebraska (en la región central de los Estados Unidos), y he encontrado reuniones de oraciones continuas todo el camino: ¡pareciera ser una sola reunión de oración que se extiende por más de 2,000 millas!”

Un ambiente de la presencia e influencia divina descansaba sobre gran parte de la tierra. Había zonas en que esa influencia divina era tan patente, que simplemente por convicción que repentinamente eran convertidos a Cristo sin nada o muy poca ayuda humana. Se cuenta de un barco carguero que procedía de Europa, y que al acercarse a tierra, cayó la presencia del Espíritu sobre la tripulación. Casi todos, para cuando tocaron tierra, habían entregado sus vidas a Cristo.

En las reuniones de oración, también, había impresionantes conversiones. Cierto día, entró un hombre que estaba por asesinar a una mujer y después suicidarse. De repente, interrumpió al que exhortaba al arrepentimiento, llorando y gritando a viva voz: “¿Qué necesito hacer para ser salvo?” Allí mismo él se convirtió a Cristo.

En otra reunión, el que dirigía leyó una petición de oración: “Una mujer pide que oremos por su marido para que se convierta y sea un discípulo de Cristo.” De repente, un hombre alto y fornido se paró y dijo: ¡yo sé que yo soy el esposo de esa mujer! ¡Oren por mí!” Apenas se sentó y otro hombre se paró, diciendo...”No, ¡yo soy ese hombre! ¡Por favor, oren por mí!” Entonces otros tres, cuatro, cinco se pararon, rogando lo mismo. Comenzó un avivamiento en ese lugar de reunión en el que hubieron cuando menos 500 conversiones.

Los Resultados de este Avivamiento.

Durante el apogeo de este despertar, se estima que alrededor de 50,000 personas eran convertidas a Cristo semanalmente... y que en un período de poco más de un año, se convirtió en un total de un millón de personas...¡uno de cada treinta de la población total de los Estados Unidos en ese entonces! Si ese mismo porcentaje se observara en México en un año...¡serían aproximadamente tres millones de nuevos convertidos! Durante este período, el avivamiento también se extendió a Inglaterra y Canadá.

Por otro lado, Dios levantó, como sus instrumentos principales, a personas que no se habían preparado originalmente para el ministerio, sino que habían sido profesionistas u hombres de negocio, incluyendo a Dwight L. Moody, un comerciante de zapatos (ver artículo anexo); el médico canadiense Walter Palmer y su esposa Phoebe, y Charles G. Finney.

Una nueva conciencia social en cuanto a la condición de los pobres fue otro resultado, casi inmediato, de este avivamiento. Esto ocurrió sobre todo en Inglaterra, donde miles de niños pobres y huérfanos aun de entre cuatro y ocho años, bajo el pretexto de ser tomados como “aprendices”, vivían en horrendas condiciones y terrible esclavitud, trabajando a veces hasta dieciséis horas al día en fábricas y molinos.

Sin duda, los más reconocidos en cuanto a su impacto en este aspecto social fueron William y Catherine Booth, fundadores del Ejército de Salvación. Pero ellos fueron mucho más que innovadores en cuanto a los cambios sociales; sino que fueron instrumentos de gran poder en el Espíritu Santo, trayendo a miles de personas a Cristo y según algunos autores, salvando a Inglaterra de una sangrienta guerra civil. Este ministerio no sólo impactó a Inglaterra, sino al mundo entero.

Finalmente, de allí nació una gran pasión por las misiones mundiales, y fue cuando comenzó a desarrollarse la gran obra misionera evangelística interdenominacional en China, originada por Hudson Taylor, un joven inglés estudiante de medicina.

Winkie Pratney, en su libro Revival, concluye su estudio de este avivamiento, de la siguiente manera:

¿Qué podemos aprender de este Tercer Gran Despertar en los Estados Unidos y la Gran Bretaña?

Indudablemente esto: Un verdadero avivamiento transforma “el clima moral de una comunidad”; cuando Dios encuentra a alguien con el valor para orar, predicar y vivir una vida delante de El de santidad y compasión, literalmente puede cambiar la cara de una región, estado o nación. No era necesario ni el reconocimiento humano ni la ordenación eclesiástica. Lo que verdaderamente valió fue el toque divino y la mano de Dios sobre personas ordinarias que estaban “totalmente consagradas a él”.

Bibliografía: Revival, Winkie Pratney; From Holy Laughter to Holy Fire, Michael Brown, Ardiendo para Dios, Wesley Dewell, The Nature of God Sent Revival, Duncan Campbell, America's Great Revivals (Los Grandes Avivamientos de América), Compilado por Bethany Fellowship); The Memoirs (Las Memorias) of Charles G. Finney, Editado por Garth M. Rosell y A. G. Dupuis, la revista Christian History, num. 23, y documentos sustraídos del Internet.

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El sig. Articulo fue tomado de http://www.cristianos.com.mx

Bendecidos en Cristo:

Artus