Cuando el perdón nos libera del pasado y nos abre puertas al hoy

La visita no tenía nada de usual. Por el contrario, era lo más inverosímil que se pudiera concebir. El momento del encuentro fue emocionante. Como el de dos amigos que llevan mucho tiempo sin verse. Al principio no hubo palabras, solo miradas porque a veces los gestos y los ojos dicen mucho más que las expresiones bonitas.

La reunión fue breve, sin protocolos pero cargada de sentimientos y tuvo lugar en la Cárcel de Villahermosa, en el patrio cuatro. Fue un mediodía caluroso en Cali, Colombia.

¿De qué hablaron? Solo la mujer, de unos sesenta años, y el joven de veinte años lo saben. Lo que sí quedo claro es que, de esta manera inusual, aquella madre testimonió que le perdonaba el haber dado muerte a su hijo, de apenas 17 años, en una riña callejera entre pandillas, al oriente de la ciudad.

El perdón nos libera

Si Dios perdona, nosotros no tenemos excusa para no hacerlo. No hay pecado, por grave que parezca, que el Señor en su infinita misericordia no perdone. El profeta Isaías, al referirse a esta disposición perdonadora del Creador, escribió: “Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor--¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¿Quedarán como la lana!. ¿Están ustedes dispuestos a obedecer? ¡Comerán lo mejor de la tierra!” (Isaías 1:18, 19. Nueva Versión Popular).

No hay pecado tan grave que Dios no perdone

Dos casos graves, que Dios perdonó, evidencian hasta dónde puede alcanzar su misericordia. El primero de ellos, es el de una mujer sorprendida en adulterio a la que Jesús le ofreció una nueva oportunidad (Juan 8:1-11). El segundo, es el de un delincuente que estaba crucificado junto a él, quien a última hora se arrepintió y recibió no solo el perdón, sino la promesa de la vida eterna (Lucas 23:36-43).

Somos llamados a perdonar... para recibir perdón...

Un requisito ineludible para recibir el perdón de Dios, es perdonar. Si guardamos resentimiento hacia alguien, no gozaremos de la paz que trae el perdón. Así lo dejó planteado el Señor Jesús cuando en su magistral Sermón del Monte dijo: “Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas.” (Mateo 6:14, 15).

El rencor, un obstáculo para crecer en la vida espiritual

Si el perdón no tiene cabida en nuestro corazón, difícilmente podremos avanzar en el plano espiritual. Guardar rencor se convierte en un obstáculo que no permite avanzar. De ahí que haya sinnúmero de cristianos que permanecen estancados. No prosperan.

Ahora, la decisión de perdonar es personal. Nadie puede obligarle a hacerlo, porque pasada la emoción, usted sentirá que lo engañaron al inducirle a perdonar, o que no hay razón para perdonar a alguien, y anidará de nuevo esa emoción negativa.

¿Y si se me dificulta perdonar?

Si considera difícil perdonar, no luche en sus fuerzas. Pídale a Dios que le ayude. Sólo Él y nadie más que Él puede darle la fortaleza para hacerlo. Yo le invito para que en oración le pida ese poder. Repita conmigo, frente a su computador: “Amado Señor Jesucristo, por años he guardado rencor. Y se que debo perdonar, pero no creo tener la fuerza necesaria. Te pido que me ayudes” Amén.

Estoy convencido que hoy dio un paso que transformará su existencia. Ahora, si es usted quien guarda ese sentimiento de culpa, le invito finalmente para que reflexione en que no tiene sentido que si Dios ya le perdonó, usted guarde esa actitud. Si ya Él olvidó lo que usted hizo, no tiene porqué estar trayendo al presente cosas que ya murieron en el pasado.

Si tiene alguna inquietud, sugerencia o petición de oración, no deje de escribirme.

Ps. Fernando Alexis Jiménez
Ministerio de Evangelismo y Misiones “Heraldos de la Palabra”
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