LA REVELACIÓN INTERIOR


Eliseo Apablaza F.

Vamos a ponernos delante del Señor, nuestro Padre, para que nos conceda su palabra. Padre, sabemos que Tú nos escogiste a todos nosotros, antes que naciésemos estuvimos en Tu corazón, y en el tiempo, en el momento oportuno, Tú nos llamaste, y nos revelaste a Tu Hijo. Ahora, Padre, háblanos por Tu Palabra, muéstranos mas del Hijo de tu amor. Sabemos que esto es Tu agrado, que El sea conocido, amado servido. Cúmplase en nosotros tu propósito esta noche. En el nombre de Jesús. Amén.
Por largo tiempo, Dios tuvo un secreto muy guardado en su corazón. Un misterio que por largos siglos no dio a conocer. Era algo que acariciaba en su corazón y esperaba el momento preciso para revelarlo, para mostrarlo. Sabemos, a la luz de la Palabra, que ese misterio que estaba escondido en Dios, desde antes de que el mundo fuese, por el cual, por quien fueron hechas todas las cosas, es el señor Jesucristo, ¿es así? El misterio de Dios es Cristo. En otro tiempo escondido, ahora revelado. ¿Cómo es Cristo para nosotros? ¿Un misterio escondido, o un misterio revelado? Cristo es un misterio revelado.

Tal vez seamos pobres algunos de nosotros, no muy ilustrados algunos de nosotros, pero esto, conocer este misterio es lo que nos distingue, es lo que nos hace sabios, es lo que nos hace ricos. Cristo nos distingue, amados.

La revelación del misterio

En el libro de Colosenses se habla de este misterio que estaba escondido en el corazón de Dios, y se dice en el capítulo 1 verso 27 que Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles. Los gentiles somos nosotros. Nosotros no somos judíos, somos gentiles. Los judíos tenían el privilegio de conocer en otro tiempo a Dios, de acercarse a Dios. Pero Dios quiso ahora dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio ¿a quiénes? A los gentiles. Los despreciados, los incircuncisos, los ignorantes, nosotros ... los gentiles. Dios nos quiso revelar este misterio, las riquezas de la gloria de este misterio, “que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Digámoslo en primer persona, Cristo en nosotros la esperanza de gloria. Otra vez, Cristo en nosotros la esperanza de gloria. La palabra “en” podemos reemplazarla por “dentro”. A ver, ¿digámoslo?, Cristo dentro de nosotros la esperanza de gloria. ¿Tú puedes reconocer a Cristo dentro de ti? ¿Si, está o no está? Cristo está dentro de nosotros, Cristo está dentro de mí, digámoslo en primer persona, Cristo está dentro de mí.

¿Hermano te das cuenta de lo que estamos diciendo? Cristo dentro de nosotros. Puedes ser que tú no valgas mucho a los ojos del mundo, pero Cristo está dentro de ti, no importa lo que digan, no importa la opinión de la gente, la cotización del mundo, pero Cristo está dentro de ti. Esta es nuestra realidad, esta es nuestra realidad, Cristo es una realidad. La canción de los jóvenes dice “es una gloriosa realidad”, ¿es un sueño? ¿Es una aspiración? Es una realidad, Cristo es nuestra realidad más bella. Aquí dice, sin embargo, que es la esperanza de gloria, siendo la realidad nuestra hoy es también una esperanza, en el sentido de la gloria. Hoy día nosotros no tenemos a Cristo expresado en toda su gloria, ¿Cómo está Cristo dentro de nosotros? Está como escondido, ¿si? Un tesoro en un vaso de barro, es eso ¿no?. Sin embargo, el Señor se está comenzando a expresar, a manifestar a través de estos vasos, pero en forma parcial todavía, llegará un día en que la gloria del Señor se expresará absoluta, total y cabalmente a través de ti y de mí.

Colosenses capítulo 3 dice también, verso 4: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria. Cristo vuestra vida. Amados hermanos, esto significa una progresión, Cristo nuestra vida es una progresión, es un avance con respecto a lo que dice en el verso 27 del capítulo 1, pareciera que ser más que Cristo en nosotros, es Cristo nuestra vida, nuestro vivir, nuestro movernos, nuestro andar, nuestro reposo, nuestro trabajar, nuestro reír, todo, Cristo más cerca. Una vida canjeada, ya no más yo, sino Cristo. Amado, que precioso es eso, no ya yo, mas Cristo. ¿lo anhelas, lo deseas? Que nadie más vea al Julián, al Pedro, a la María, a la Elsa, que vea a Cristo. Aleluya.

3:11 dice: “... Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”. Esto parece serla culminación. ¿Que hay mas alto que eso? Cristo es el todo en todos, significa que no hay nada aparte de Cristo. El está al principio y al fin, delante y detrás, adentro afuera, en lo íntimo y en lo externo, Cristo el todo en todos, personas, ángeles, seres espirituales, todo. Y pareciera ser que el propósito de Dios según Hebreos capítulo 2 es que también El lo sea en todo, en todo. Cristo sea el todo en todo. Significaría eso que los árboles, que los ríos, las montañas, los pájaros, los seres pequeños, los seres grandes, las estrellas, las galaxias inconmensurables, todo, ¡todo! Expresará a Cristo y el será el todo en todo. ¿Es digno el Señor de ser el todo en todo? ¡Es digno de que el Señor sea el todo en todo! Es digno el Señor. ¿Podemos decirlo? Es digno el Señor. Es digno de que sea el todo en todos.

Cristo en nosotros, Cristo, nuestra vida, Cristo el todo.

Durante estos días amados hermanos, hablaremos un poco mas de estas cosas, comencemos hoy hablando de lo básico. Cuál es el pilar, cuál es el fundamento. La piedra angular. Cristo dentro de nosotros ¿Cómo es que llegó Cristo a estar dentro de nosotros? ¿Cómo se nos metió Cristo adentro? Amados hermanos, Cristo es un misterio tan inexplicable, tan incomprensible, tan alto, tan sublime, que el único que lo conoce de verdad y completamente es el Padre, es Dios. ¿Cómo podríamos nosotros? ¿Cómo es que llegamos nosotros? Siendo tan bajos, tan viles, una materia tan deleznable, ¿Cómo es que nosotros llegamos a tener a Cristo adentro?





La experiencia de Pablo

Quisiera mostrarles la experiencia de Pablo. Ustedes saben lo que le pasó en el camino a Damasco, ¿lo saben? ¿Qué pasó cuando Pablo iba camino a Damasco? ¿Cayó? ¿Qué ocurrió en los aires? Hubo una luz que sobrepasó la luz del sol. ¿Qué pasó con Pablo? Quedó ciego. Cuando estaba en el suelo, escuchó una voz, el Señor le habló. Le dijo varias cosas, pero entre ellas, le dice “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”, Pablo le dice “¿Qué haré Señor?” y Él le dice “Levántate, y ve a Damasco y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas” entonces fue a Damasco, a la casa de un discípulo. Ananías vino a Pablo al tercer día de estar Pablo sin comer ni beber, y le dice: “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad y veas al justo y oigas la voz de su boca, porque serás testigo suyo a todos los hombres de lo que has visto y oído”.

Aquí en Damasco y en el camino a Damasco, ocurren hechos que transformaron la vida de Pablo. Fue un vuelco total, su antigua vida quedó atrás, un nuevo hombre salió de esos tres días de oscuridad. Una luz, una voz, la ceguera, un milagro, la sanidad, la llenura del Espíritu, ocurrieron hechos allí, extraordinarios, cuando Pablo relataba su conversión, (varias veces lo hizo), él contaba todas estas cosas, muchas veces recibió castigo, fue azotado, perseguido, encarcelado, por decir su testimonio, sin embargo, lo más glorioso que ocurrió en ese momento, en esos días lo cuenta Pablo a las Iglesias de Galacia. Gálatas, capítulo 1, no fue la luz cegadora, no fue la voz terrible desde los cielos. Fue algo más profundo, que ocurrió dentro de Pablo; Gálatas 1, versículo 11 dice: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba (...) Versículo 15: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles...”

Ustedes conocen esa Escritura, ¿cuándo ocurrió ese hecho, que Pablo relata a los hermanos, en Galacia? Esa revelación que el Padre hizo dentro de su corazón, en su espíritu. Cuando él relataba su conversión, él contaba hechos externos, una luz, una voz, la ceguera, etc. pero aquí cuando él escribe a las iglesias de Galacia, las iglesias que estaban comprometidas con un legalismo, que se habían desviado del evangelio de la gracia, las iglesias que se estaban pervirtiendo en su fe, que estaban desligándose de Cristo, para caer en las obras. Cuando Pablo necesitó echar mano a la autoridad de Dios, hacer valer los recursos que de Dios había recibido, él habla de que él no es un apóstol constituido por hombres, el evangelio no lo recibió de hombres y la revelación que él tiene no la recibió de hombre alguno, sino del propio Dios, el propio Dios que lo llamó y quiso revelar a su hijo en él.

Amados hermanos, nosotros leyendo el libro de Hechos, capítulo 9, podríamos pensar, que lo más glorioso de la experiencia de Pablo fue caer, escuchar la voz, que dar ciego, recibir sanidad y todo eso; sin embargo, lo más glorioso, lo que aquí en Gálatas le otorga a Pablo la autoridad apostólica, no es aquello, sino es haber recibido del Padre la revelación acerca de su Hijo. Hay muchos en el día de hoy en la cristiandad, que están embelesados en las cosas externas, en los milagros, en las luces, en las sanidades, en las demostraciones externas del poder de Dios, sin embargo, el propósito final de Dios, el propósito último, no es hacer este tipo de cosas, sino que es revelar a su Hijo en el corazón de los hombres.

La experiencia de los que son de Cristo

Hermanos, para que Cristo sea el todo en nosotros, en los hombres, en los cristianos, en general, tiene que primero producirse este milagro, este descubrimiento, esta revelación, tiene que llegar un momento en el que los cielos se nos abren, en que Cristo nos es descubierto, en que nuestros ojos son tocados, con el colirio de Dios y nos damos cuenta que los milagros no son nada, que las luces no son nada, que los grandes predicadores no son nada, que conocer una corriente doctrinal no es nada, que tener una moda religiosa no es nada, que conocer una tradición no es nada, que Cristo lo es todo, sólo Cristo lo es todo, la revelación de Dios, de Jesucristo. ¡La revelación de Jesucristo!

Esta revelación, sin embargo, es una propiedad de Dios, sólo Él la tiene en su mano, sólo Él la da a quién quiere, sólo él la administra. No son muchos los privilegiados con esta revelación. Hay muchos haciendo grandes obras, realizando grandes trabajos para Dios, pero no conocen al Señor Jesucristo. En ellos nunca el Señor podrá llegar a ser el todo.

¿Por qué tú tienes paz en el corazón? ¿Por qué tú tienes gozo, reposo, por qué tú tienes hoy la conciencia limpia, ¿por qué tú eres bueno? ¿Por qué eres mejor que otros? No; porque Cristo mora en ti. ¿Por qué eres guardado de accidentes, de desgracias, de plagas, por qué duermes en paz, tienes trabajo y no falta el pan en tu mesa? ¿Por qué tú eres mejor? ¡No! Porque Cristo está en ti. Y el Padre cuida lo que tiene dentro de ti. ¡Aleluya! ¡Qué firme fundamento! ¡Qué gloria más grande! ¡Qué tesoro más inconmensurable! ¡Cristo en nosotros! ¡Cristo revelado por el Padre! ¡Dios nos ha revelado a su Hijo!

¡Dios ha descubierto el velo! ¡Dios nos ha revelado a su Hijo! ¡Esta es nuestra gloria! ¡Vanamente un atleta podría correr una carrera si no corre desde la Partida! Vanamente un constructor podría levantar un edificio si no pone bien el cimiento. ¡Este es el comienzo! ¡Este es el punto de partida para que Cristo llegue a ser el todo!

En 2 Corintios 5:16 dice: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. ¿Cómo conocen a Cristo las gentes? ¿Por una película? ¿Lo conocen por una novela? ¿Lo conocen en las páginas de la historia? ¿Lo conocen por algún relato de infancia? ¿Lo conocen por la lección de la Escuela Dominical? Los apóstoles que anduvieron con el Señor Jesús podrían ellos decir: “Nosotros le conocimos cuando hizo milagros, cuando fue y cuando vino, cuando salió y cuando entró, ¿pero saben? Ni siquiera ese conocimiento que los apóstoles tenían en esos tres años y medio con el Señor era el conocimiento fundamental. Ese no era el conocimiento que podría poner el fundamento para una edificación espiritual. Hermano, el fundamento de la obra de Dios no es conocer a Cristo físicamente, no es conocerlo en un cuadro, en una película. El fundamento de la obra de Dios es Cristo revelado en el corazón del hombre. ¡Esa es la obra de Dios!

Amados: Cristo está en nosotros revelado por el Padre. Si lo hubiésemos conocido en la carne, no importa eso. Diríamos igual que Pablo: “Ya no lo conocemos así.” El conocimiento que tenemos de él es espiritual. Del Espíritu Santo a nuestro espíritu.

La revelación del Padre

Mateo 16. El Señor les pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Las respuestas menudean cada cuál más errada. Hasta que Pedro dice la gran declaración: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Esta declaración no fue producto de la inteligencia de Pedro. No fue producto de un curso de Teología avanzado. No fue una imaginación de Gamaliel, el más versado de los fariseos de la época. ¿De dónde provino esa expresión que pronunció Pedro? “Bienaventurado eres, Simón, Hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” ¿Podemos decir nosotros esto, que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente? No sólo porque lo sepamos mentalmente, sino porque sea una realidad? ¿Podemos decirlo? ¡Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente!

No sirve que los sepamos de memoria. No sirve que lo hayamos escuchado. Sólo nos sirve que el Padre nos haya revelado a su Hijo. Aleluya. Aleluya. “Mi Padre que está en los cielos ... Y Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” Aquí se habla de una roca. La roca aquí naturalmente que no es Pedro. Y que no es Cristo en el trono de Dios ahora. La roca es Cristo revelado en el corazón tuyo. Cristo revelado en tu corazón. ¡Esta es la roca! ¿Hay algo seguro, hay algo firme, hay algo imposible de remover? ¿Sí? Es la revelación que el Padre ha hecho en tu corazón acerca del Cristo. Sí; que vengan las tempestades, que vengan los huracanes, que venga Satán con todo su furor. ¿Hay algo inconmovible en la tierra? ¡Cristo revelado! ¡Cristo en ti y en mí! ¿Sí? ¿Lo crees, hermano amado? ¿Lo crees? ¡Si hay algo firme esto es Cristo revelado en mí! ¡Porque aunque mi mente se olvidara, mi espíritu lo recordaría! ¡Porque aunque mis sentimientos se apagaran, mi espíritu todavía lo tendría presente! ¡Cristo en mí! ¡Cristo es nuestra esperanza de gloria! Cristo revelado por el Padre! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

“Sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Pedro tú eres demasiado voluble como para que seas una roca. Eres cambiante, traicionero, eres timorato. Tú, hombre que estás en Roma, eres demasiado pequeño para que tú seas la roca. ¡Jesús es la roca! ¡Revelado ... ¿a quiénes?

Mateo 11:25: “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo ... ¿Qué dijo el Señor? El estaba contento aquí, ¿podemos imaginarlo? Su rostro sonriendo, mirando al cielo, sus ojos traspasando las nubes, mirando al Padre en su trono: “... Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.”

¿Qué dice el Señor en ese momento de éxtasis? “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.” ¡Aleluya! El Padre escondió y el Padre reveló. Los sabios quedaron burlados. Los entendidos quedaron con sus mamotretos inútiles. Con sus pergaminos apolillados. Con su filosofía arrumbada. Y los niños, los ignorantes y los pobres, los pecadores, los artesanos, los mueblistas, los campesinos, los labradores, los que van detrás de un buey en el arado, los que sacan la papa, los que toman la manzana del árbol. ¡Los niños, oh, los niños! ¡Aleluya! “¡Así te agradó!” ... El fundamento de la Iglesia es Cristo revelado!

Hay instituciones humanas que tienen como fundamento un decreto, un organigrama, un credo, unos estatutos, una personería jurídica, o un gran hombre del pasado que constituye su gloria, o una tradición milenaria. Eso no es el fundamento de la iglesia. No es la mejor doctrina, no es la mejor teología. Es Cristo revelado por el Padre. Entonces Dios revela a su Hijo, y dentro del corazón se produce un milagro. Nosotros aprehendemos, nosotros recibimos, se abren nuestros ojos y se descorre en velo. ¿Cuántas veces hemos oído: “Hermano, ahora entiendo, ahora lo sé, ahora lo tengo”. Pasé años, años enseñando, leyendo la Biblia, años orando, años sirviendo aquí, sirviendo allá, pero ahora veo. Ahora lo tengo, ahora Cristo está en mí”. Eso lo hemos oído muchas veces. Yo también lo he dicho. ¿Es nuestra realidad? ¿Cristo es nuestra realidad?

¿Cuánto hemos tomado de Cristo? ¿Cuánto estamos disfrutando de Cristo? Amados, ¿Cuánto está ocupando Cristo en tu corazón? ¿Cuántos vericuetos de nuestra alma está poseyendo, teniendo él? ¿Cuántos rincones de nuestro corazón está ocupando el Espíritu de Cristo? En estos días esperamos que Cristo vaya siendo el todo. Vaya avanzando para que llegue a ser el todo en nuestro corazón, en nuestra vida. Porque comenzará por nosotros; mañana lo será en todo el mundo. Los reinos de este mundo, y después, el universo entero. Todo expresará a Cristo. Pero hoy, amados hermanos, es necesario que él sea el todo en nosotros. Que nuestros corazones se abran, se rindan y se inclinen, para que mañana Él pueda ocuparlo todo en el universo entero.

El propósito de Dios no es, por tanto, formar una denominación, una institución, una obra, establecer una misión, darle alas a un ministerio, levantar un hombre talentoso. El propósito de Dios es Cristo expresado, revelado, contenido en toda la creación. Cristo primeramente en el corazón del creyente, en el seno de la iglesia. Cristo en el seno de la iglesia tiene que también ocupar el señorío, la preeminencia, la supremacía. En estos días esperamos que el Señor nos hable acerca de esto también. ¿Cómo la iglesia en mi localidad puede expresar todo Cristo? Parece que la expresión que tenemos es tan débil. El propósito de Dios no es establecer una obra, aunque sea muy loable, sino en revelar a su Hijo.

Sin revelación de Jesucristo se pierde el norte

Hermanos, ¿podemos ver lo que significa Cristo para el Padre? Antes de la creación, se gozaba en el amor de su Hijo. Por él y para él hizo todas las cosas. Hermano, esto que existe, esto que tú ves no tiene sentido sin Cristo. No tenía existencia antes de él, no tiene ninguna razón de ser fuera de él. Lo que pasa, amados, cuando no hay esta revelación de Cristo en el corazón, entonces los hombres leen la Biblia, dicen ¿Cómo podemos agradar a Dios? Leen ...... y dicen: ¡Ah, para agradar a Dios tenemos que hacer esto y lo otro. Esta obra, aquélla iniciativa, tenemos que realizarla. Ah, consiste en tomar Éxodo 20 y cumplirlo, los diez mandamientos. No, Hechos capítulo 2, el bautismo en el Espíritu Santo, la obra de Dios consistirá entonces en que todos seamos llenos del Espíritu Santo y que todos hablemos en lenguas. No, Hechos capítulo 3, la sanidad del cojo, los milagros, las sanidades. Esa es la obra de Dios.

Amados hermanos, hay mucha obra humana realizándose hoy en el mundo cristiano. Énfasis diferentes. Se toma un versículo de la Escritura o un capítulo, y se hace de eso la verdad fundamental. Y comenzamos a trabajar, invertimos dinero, y lo llenamos todo con esta verdad. Uno dice: “Lo más importante de las Escrituras es la santidad. Predicaremos la santidad”. No hagas, no toques, no hables, tienes que ser santos, porque Dios es santo.” Un movimiento de la santidad. En estos últimos días, hay una nueva corriente por el mundo: “las iglesias por las casas” se llama. ¿El énfasis? Tener iglesias por las casas. El principal impulsor de esa corriente escribió lo siguiente a sus hermanos de las iglesias en las casas. “El movimiento de las iglesias en casas apenas habla alguna vez de Cristo. Menciones, sí, referencias hacia él, sí, pero revelarle, no he visto que eso ocurra. Caballeros, el movimiento de la iglesia en casas está metido en graves problemas. La razón es simplemente que no hay una revelación de Jesucristo entre nosotros.” (Gene Edwards.)

El gran problema que están teniendo los hermanos es que no está habiendo revelación de Jesucristo. Hermano amado, hagámonos por un momento un examen. ¿Estamos siguiendo una corriente religiosa? ¿Estamos aquí porque nos gustan las canciones? Hemos venido aquí porque este es un lugar amplio, los niños pueden jugar, lo pasan bien, está cerca del mar. Amados hermanos, ¿cuál es nuestra verdad fundamental? ¿Es la mesa del Señor cada primer día de la semana? ¿Es el bautismo por inmersión? ¿Es que las hermanas tienen que usar velo? ¿Es que tenemos que repetir muchas veces en la reunión “Jesucristo es el Señor”? Hermanos, si perdemos la revelación de Jesucristo, lo perdemos todo. Todo.

Si dejamos de predicarlo, si dejamos de mostrarlo, de enseñarlo ... Hermano, quiero decirte algo que infunda un poco de temor en tu corazón. Joven, hermano nuevo, tal vez, has llegado a nosotros, estás caminando estás participando de la mesa ¿crees que está todo bien, pero no has visto al Señor? ¿Te parece que todo está bien si no lo has visto? ¿Te parece que es suficiente con bendecir la mesa, con cantar estas canciones, o venir a Ruka-Cura, con tener la literatura, con ofrendar? Amados, tenemos que declarar nuestra nulidad, y decir: “Padre, revélanos a tu Hijo” Y si ya lo tengo revelado: “Padre, llénanos de él, que parece que lo conozco tan poco todavía, que lo amo tan poco todavía.” Si me conformo con la última revelación de Cristo que tuve hace tres años atrás. La palabra del Campamento pasado fue hermosa, aquí se ha dicho. Ayer lo recordábamos: “Vamos adelante a la perfección.” Hermanos, esa fue la palabra del año pasado. Nos habló, y nos llevó de la mano durante un año entero, pero todavía ese no es el centro. El centro es Cristo.

Hermano, desde aquí declaramos nuestra impotencia. Tú puedes decirme: “Hermano Eliseo, predícame a Cristo. Yo quiero tener a Cristo revelado. Revélame. Muéstramelo.” El hermano Eliseo podría hacer esfuerzos sobrehumanos. Podría predicarte todos los días y abrirte las Escrituras del Génesis al Apocalipsis, y podríamos hacer estudios bíblicos. Pero sabes? Si el Padre no te revela a Cristo, entonces, ese pobre hombre ha perdido su tiempo. (¡Oh Padre, es tu obra! ¡Padre, revela a tu Hijo!) La experiencia de Pablo no era única, no era exclusiva. Pablo no era un hombre especial. Bueno, era un vaso escogido, pero en este sentido, tú eres igual que Pablo. Tienes los mismos derechos que Pablo, como para decirle a Dios que te revele a su Hijo. El día que eso venga a tu corazón, que tú lo experimentes, entonces vas a darte cuenta que nada de aquello en lo cual has puesto tu confianza es válido, es suficiente.

Hermano, ¿te pasó a ti, cuando eras niño, que para que no tuvieras temor en la noche, te ponían la Biblia abierta en el salmo 91? A alguno tal vez le pasó. A mí me lo hacían. Hermanos, no es la Biblia en el Salmo 91, es Cristo. Cristo es nuestro refugio, nuestro escudo, Cristo es nuestro fundamento, nuestra roca. Hermanos amados, quisiera invitarles esta noche a todos los que estamos aquí para que hagamos una oración antes de terminar.

Los que tienen dudas acerca de si Cristo está revelado o no en el corazón, vamos a orar pidiéndole al Padre que lo haga esta noche. Amado, esto no es sólo una enseñanza, no es un tema que estamos desarrollando, estamos ministrando a Cristo. Cristo tiene que ser impartido. Cristo tiene que venir al corazón de cada creyente y ser glorificado. Vamos a creer que eso ocurrirá esta noche cuando oremos en un rato más.

¿Hay algo en que tú te apoyes aparte de Cristo? Tal vez signifique que Cristo no es todosuficiente para ti. Tal vez te apoyes en que hace muchos años que caminas en el evangelio, o te apoyes en que eres pastor, o en que estudiaste e un Seminario, te apoyas en tu buena conducta. Hermano, si no es Cristo, no es una base suficientemente sólida. ¿En qué se conoce que Cristo está revelado? En que todo lo demás cae. Todo lo demás, cae. Pone cualquier nombre, cualquier cosa. Cualquier énfasis, cae, porque Cristo es demasiado precioso para que algo se le compare. Amado hermano, Cristo está ahora aquí por su Espíritu, está hablando a mi corazón, está hablando a tu corazón.

Para que Cristo sea el todo en tu vida tiene que haber ocurrido primero este milagro: Cristo revelado por el Padre. Amén.

Vamos a asegurarnos en esta noche que esto ocurre con todos nosotros. Estemos de pie. Vamos a orar. Les ruego que, por un momento, se olvide de la persona que está a su lado.

La obra del Espíritu Santo es traer esta revelación al corazón del hombre. El Padre lo ha enviado para eso, para darlo a conocer, para revelarlo.

Padre, te damos gracias por tu palabra. Te damos gracias por tu amado Hijo Jesucristo. Nosotros reconocemos que él es el que agrada tu corazón. Nosotros no podemos agradarte a ti, pero Cristo en nosotros te agrada. Cristo revelado en nosotros es el fundamento de nuestra vida, es el fundamento de la iglesia. Cristo en nosotros, la esperanza de gloria. Padre en esta hora te rogamos que por el Espíritu Santo tú reveles a tu Hijo. Revélalo en el corazón del que está dudando ahora. Del joven que ha llegado aquí tal vez con otra motivación, de la visita que por primera vez está en este lugar, y se encuentra con esta palabra sorprendente. Padre, revela a Jesucristo, revela, Padre a tu Hijo en cada corazón ahora. Sabemos que este es tu agrado, que {este es el deseo más íntimo de tu corazón. Sabemos que todo los demás palidece ante la gloria de tu Hijo. Padre, no queremos aparte de tu Hijo. Revélalo a mi corazón más y más. Dígalo usted, hermano, usted joven, dígalo anciano, dígalo hermano, hermano: revela, Padre a tu Hijo en mi corazón. Padre, abre mis ojos, Padre, abre mi entendimiento, yo quiero ver a Jesús, quiero verlo todosuficiente, quiero verlo perfecto, completo, cabal, quiero verlo en toda su gloria. Padre, Padre. Quiero que Cristo sea el todo en mi vida, para que mañana pueda ser el todo en el universo. Padre, Padre, Padre, Abba, Padre. Gracias, gracias. Por los milagros que están ocurriendo ahora. No milagros externos que se disipan, que se olvidan, que apenas tocan la epidermis. No, Padre, no esos milagros. El milagro de esa revelación interior, de ese descubrimiento en el espíritu nuestro acerca del Hijo de tu amor. Padre, sabemos que nada más te agrada. Nada más alegra tu corazón.

Te damos gracias, por revelarnos a tu Hijo. Todo lo demás es basura. Todo aquello en que yo confiaba no sirve. Toda mi gloria de otro tiempo se desvanece ante la gloria del Hijo de Dios. El Hijo de tu amor. Padre, padre. Mira cada uno de los que están aquí, de los niñitos en los cuales tú te agradaste en revelarles a tu Hijo. Padre, afirma esta revelación. Que el diablo no nos toque. Le prohibimos al diablo tocar a tus pequeños. A los amados de tu corazón. Defendemos esta asamblea. Guardamos la fe en todos los corazones aquí reunidos. Tomamos el escudo de la fe. Cristo está en mí, Cristo ha sido revelado en mí. Hermanos, nosotros no vivimos ya, Cristo vive en nosotros y lo que ahora vivimos, lo vivimos en la fe del Hijo de Dios.

Gracias, Padre, por revelarme a tu Hijo. Gracias. No importa lo que estés sintiendo. Si hay una duda en tu corazón, ordenamos a esa duda que se vaya. Hoy creemos, hoy creemos que el Padre nos ha revelado a su Hijo. Cristo es nuestra gloria, nuestro fundamento, nuestro todo. Gloria, Padre, Gloria a tu Nombre. Abba, Padre. Jesús, el agrado de tu corazón. Jesús es el todo y en todos. ¡Gracias al Señor!



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Lunes 28 de enero (mañana)

LA IMAGEN DE DIOS (I)

Roberto Sáez F.

Vamos a comenzar con Génesis 1:26-27: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”

Vamos a compartir esta palabra esta mañana. Nos vamos a pasear un poco por varios pasajes de la Biblia. El tema que me ha tocado compartir es sobre la imagen de Dios. El texto que hemos leído tiene dos expresiones en plural: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. De esto se desprende que Dios no es un individuo; se desprende que Dios coexiste en una pluralidad de personas. La escritura nos dice que el Señor Jesucristo es la imagen de Dios. Y tal vez tenemos la tendencia de pensar que la imagen de Dios es Cristo solo. Pero vamos a ver a través de esta palabra, que siendo el Señor Jesucristo la imagen visible de Dios, el solo no es la imagen de Dios.

El es la imagen de Dios en tanto él nos revela a Dios, en tanto él nos muestra cómo él se relaciona con Dios en una multiplicidad de relaciones, de diversos tipos de relaciones. En una relación de amor, de vida, de sujeción, de autoridad, de mutualidad, de compañerismo, de participación, de pertenencia, de recreación. Es una multiplicidad de relaciones. La vida del Señor Jesucristo aquí en la tierra se mostró siempre en relación con el Padre y con el Espíritu Santo. El evangelio de Juan tiene 21 capítulos, y de los 21 capítulos hay 18 caps. Que contienen la relación que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Juan comienza su evangelio diciendo “En el principio era el Verbo, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios ... y este verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.” Al final de ese capítulo también dice que a Dios nadie le vio jamás, pero que el unigénito Hijo, que estaba en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Y Juan termina diciendo: “Y yo le vi, y vi que el Espíritu Santo vino sobre él como paloma. Juan vio a Cristo, y vio también cómo el Espíritu Santo vino sobre él como paloma. Y oyó la voz del cielo que decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo contentamiento.”

Aquí en el capítulo 1 están las tres personas. La voz de Dios, el Hijo en el bautismo, y el Espíritu Santo posándose sobre él como paloma. Parte en el capítulo 1 de Juan dándonos inmediatamente una visión de la trinidad. ¡Aleluya! Esto me conmueve, me llena de gozo. Saber que la trinidad ha coexistido eternamente, en una multiplicidad de relaciones que voy a intentar describir ahora. La imagen de Dios es un modelo de relaciones. Al hablar de la imagen de Dios voy a usar muchas figuras, muchas palabras sinónimas, frase sinónimas. Imagen de Dios es lo mismo que estilo de vida de Dios. La manera de vivir que tiene Dios. La imagen de Dios no es una silueta, aunque la imagen física de Dios lo es, en cuanto a la parte humana de Jesús, por cuanto él es hombre. Pero la imagen que Cristo vino a proyectar no es la imagen de una silueta humana, tal como decía la palabra anoche. “Si a Cristo conocimos según la carne, ya no le conocemos así.” No nos interesa descubrir cómo fue la imagen externa de Cristo. Aunque a lo mejor los primeros apóstoles se gloriaron que ellos habían estado con Jesús, y que le habían oído y que le habían conocido y habían andado con él, pero Pablo dice, en este contexto, como juzgando un poco, no a los apóstoles, porque no eran los apóstoles que se gloriaban de que habían estado con Jesús en esa dimensión, sino que la gente que oía a los apóstoles como que ¿pesaba? un poco más a los que habían estado con Jesús, porque le habían visto y le habían conocido, pero Pablo dice: “Bueno, si a Cristo le conocimos así, ahora ya no le conocemos así.” Y está indicando que el conocimiento que ahora tenemos de Cristo es un conocimiento espiritual. Es una revelación espiritual. Gloria al Señor.

La imagen de Dios como familia

La imagen que Cristo nos trae de Dios es una imagen de un Dios que vive una vida familiar, en una mutualidad de dar y recibir. En una igualdad esencial de naturaleza, de poderes, de gracias, de virtudes, que las podemos reunir todas en una sola palabra: y es la palabra santidad, Dios es Santo. La santidad no es uno de los tantos atributos de Dios. La santidad es la suma de todas las virtudes de Dios. Dios es santo. Él no podría ser un Dios de amor y al mismo tiempo ser un Dios arrebatado, que reacciona con ira ante las debilidades de sus criaturas. No es así. Aunque también tiene ira, porque la ira de Dios tiene su lugar, pero su misericordia es más grande que la ira. La misericordia triunfa sobre el juicio. Dios es bueno y para siempre es su misericordia.
Así entonces, la imagen de Dios es un modelo de relaciones. No quiero referirme a las virtudes de Dios, sino más bien a Dios, que teniendo virtudes, siendo perfecto, siendo santo, siendo omnisciente, omnipotente, siendo eterno, siendo espíritu, teniendo muchas cualidades; pero él tiene un estilo de vivir, tiene una manera de ser, una forma de conducirse, tiene una forma de comportarse, y esta es la que queremos ver en esta mañana.

Miremos un poco el libro de Proverbios. Cap. 8. Vers. 1: “¿No clama la sabiduría, y da su voz la inteligencia?”. “Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres” (v.30-31). Este capítulo 8 de Prov. Es una relación entre la Sabiduría y la Inteligencia, siendo el Padre personificado en la Sabiduría, y el Hijo, EL Señor Jesucristo, personificado en la Inteligencia. Y en estas breves palabras que hemos leído encontramos que esta relación entre la Sabiduría y la Inteligencia, en el tiempo eterno pasado, antes de la creación, cuando sólo existía Dios, cuando no existía nada más, ahí estaba la Sabiduría dando voz a la Inteligencia, tomando consejo, clarificando, ordenándolo todo, recreándose en la multiplicidad de proyectos que se fueron generando.

De esto se desprende que Dios no es un individuo, que se regocijó eternamente en compartir el plan de su creación. El Padre y el Hijo se deleitaban en andar juntos, en hacerlo todo con el mismo poder, con la misma sabiduría, con la misma gracia. En una participación de obras, de trabajos, de cooperación conjunta de delicias, en una mutualidad de vida, de compartir de comunicación, de consejos, de acuerdos, de convenios entre ellos. Y echaron a andar toda la creación, de la cual nosotros los creyentes somos los más privilegiados de todos los seres que existen. Fuimos diseñados, fuimos creados en conformidad a esta imagen, a la imagen de Dios, por lo cual, no se concibe que seamos individuos con una vida individualista. Por eso la iglesia, por eso el cuerpo de Cristo, por eso la comunión, por eso el pueblo de Dios, el edificio de Dios, lo que nos indica que lo que Dios está haciendo con nosotros es plasmar su imagen en una pluralidad de hombres y mujeres que llevarán por los siglos de los siglos la imagen de este Dios maravilloso. ¡Gloria a Dios! ¡Bendito sea su Nombre! Porque estamos aprendiendo a compartir, a andar juntos, a pensar juntos, a planificar juntos, a relacionarnos, a amarnos, a soportarnos, a sobrellevarnos. Gloria a Dios.

Allí en el seno de la Deidad se ha vivido eternamente la más dulce, la más bella armonía, la más preciosa relación familiar. Allí, en esa primera familia eterna, en esa eternidad pasada, en esa primitiva “iglesia” (Iglesia son los llamados afuera, y Dios nunca estuvo afuera, nosotros somos llamados afuera del mundo, de los sistemas, de las tinieblas. Pero Dios siempre estuvo en luz inaccesible) Iglesia en el sentido de ser varios, porque nosotros, siendo muchos somos un cuerpo. Porque ellos siendo tres, son uno. Gloria a Dios.

Allí entonces nacieron las grandes y pequeñas obras de Dios. Las visibles e invisibles. Los tronos y las potestades. Entre las cuales, entre las obras de Dios está su magnífica obra, su obra maestra, y es que el Cristo sea el todo y en todos. Y es que el Hijo tenga la preeminencia, el todo y sobre todo, y que la iglesia sea junto a él la ayuda idónea, en la cual se deleitará en la eternidad futura.

La imagen de Dios como autoridad

Así Dios es una familia, es el primer punto que hemos comentado. Es Padre, es Hijo, no por casualidad lleva este título Dios. Es el Padre, no por casualidad lleva este título: de ser Hijo. Es que entre ellos ha habido una relación familiar de Padre a Hijo, de Hijo a Padre, eterna, y siendo familia, ellos también han vivido en contextos de autoridad y de sujeción. Porque Dios es autoridad. Pero ninguno de los tres es autoridad absoluta por sí solo. Ninguno de los tres hace nada por sí mismo. Cada vez que Dios va a hacer algo, Dios ha tomado consejo. Aun la venida del Señor Jesucristo y su sacrificio fue acordado antes de la fundación del mundo en un anticipado y determinado consejo de Dios. Jesús no vino por las suyas. Fue enviado del Padre. Y cuando él entregó su vida, porque nadie se la quitó ni nadie lo empujó a entregar la vida. El de suyo tuvo poder para ponerla y tenía poder para volverla a tomar, pero no se levantó por sí mismo, sino que el Padre mediante el Espíritu eterno, levantó a Cristo de entre los muertos. Ni siquiera en ese detalle actuó por sí mismo. No vino por sí mismo, ni se levantó de entre los muertos por sí mismo. Lo hizo en una interdependencia con su padre y con el Espíritu Santo.

En el reino de los cielos, todas las criaturas obedecen voluntariamente. Y lo hacen con agrado. Todas las leyes del universo se someten a la autoridad de Dios. Antes que todo fuese creado sólo estaba Dios, en algún punto comenzó la creación y las cosas inanimadas fueron tomando forma y ubicándose según las leyes que fijaron sus fines. El ejercicio de la autoridad requiere que haya subordinados, pero en la pluralidad de personas de la trinidad, la autoridad no es verticalidad en el mano, la autoridad, la forma en que se vive la autoridad en la trinidad es esta forma: sujetos unos a otros.

Una expresión que yo dije alguna una vez que se encontraba 25 veces en el Nuevo Testamento, pero aparece más de 50 veces: Amaos unos a otros, soportaos unos por otros, orad unos por otros, perdonándoos unos a otros, sobrellevándoos unos a otros. “Unos a otros”. La expresión unos a otros es la imagen de Dios en la Iglesia. La expresión “unos a otros” es la imagen de Dios en el cielo, el estilo de vida del cielo, es la forma de conducirse en el cielo. Y esa imagen es la imagen que Cristo trajo para implantar en medio de la iglesia. El Padre sujetó todo el juicio al Hijo, y el Hijo dio testimonio que el Padre que le envió era mayor que él. Sin embargo, el Padre hace descansar toda su obra en el Hijo. Sobre los hombres del Hijo coloca toda la responsabilidad del destino de toda la vida, de toda la existencia de todos los mundos y todo el universo. Al Hijo le concede todo los juicios, y el a nadie juzga, todo el juicio ha dado al Hijo. El Padre ha dado toda potestad al Hijo en el cielo y en la tierra. El Hijo se humilló hasta lo sumo obedeciendo al Padre, sujetándose al Padre, pero el Padre lo levantó, y lo levantó tan arriba, que no existe un lugar más alto en los cielos donde pueda haber alguien más encumbrado, más levantado, más exaltado que Jesús. El Padre ha levantado al Hijo. El Hijo lo honró en la tierra levantando a su Padre, exaltando a su Padre, pero el Padre ha levantado al Hijo y ha ordenado que todos los ángeles le adoren.

El Hijo de Dios demostró una total sujeción a su Padre en los días de su carne. Leyendo el evangelio de Juan podemos darnos cuenta cuán perfecta era esa relación que Jesús nos mostró con su Padre. Dijo: “No he venido para hacer mi voluntad. Yo hago lo que escucho de mi Padre. Las palabras que yo hablo no son más, son de mi Padre que me envió.” La doctrina que yo enseño no es mía, es de mi Padre que me envió. Y yo hago siempre lo que a él le agrada. Nunca el Señor Jesús hizo nada en los días de su carne, nunca jamás hizo nada de sí mismo. Y en eso nos mostró una total sujeción a su Padre. El Hijo se regocijó eternamente en obedecer al Padre, pero como hombre tenía que aprender a obedecer, por lo cual fue sometido a padecimientos, por lo cual fue perfeccionado en esta virtud que es propia en el estilo de vida de Dios, propia del estilo de vida de la deidad. Y el Espíritu Santo actualmente está cumpliendo una misión en el mundo, está glorificando al Hijo en la tierra. No está centrando las cosas en él, sino en Cristo. Está bajo sujeción y bajo autoridad. El Espíritu Santo no es el Señor en la tierra en este momento. El reino le pertenece a Cristo; la administración le pertenece al Espíritu Santo en esta dispensación. El papel del Espíritu Santo es glorificar a Cristo; el Espíritu Santo está sufriendo en la cruz, el Espíritu no está centrando las cosas en él, sino en Cristo. Así Dios, por Jesucristo, por su palabra, por su testimonio, por la manera que se comporta, nos revela la imagen de Dios y de esto se desprende entonces que los modelos piramidales de la relación de autoridad-sujeción están fuera de la imagen de Dios. Como dijimos, la enseñanza del Nuevo Testamento nos permite apreciar esta expresión de “unos a otros”: “Someteos unos a otros”. Amaos unos a otros. La imagen que Cristo nos ha proyectado respecto de la relación autoridad-sujeción en el estilo de vida de Dios es la de un sometimiento de unos a otros. Por lo tanto, en la vida de la iglesia no puede ser de otro modo la aplicación de la imagen de Dios.

La sujeción jamás es de “todos a uno”. Nunca. En Dios no es así. La sujeción es de “unos a otros”. El Padre nos ha enseñado que él tiene la capacidad de anonadarse, al desplegar y al depositar todo su poder y autoridad en el Hijo. Siendo el Padre mayor que el Hijo, el Padre se hace nada para levantar a su Hijo, y el Hijo actúa de la misma manera con el Padre.

La autoridad no es sólo para gobernar, sino para proteger, para cuidar, para proveer, para guardar, para velar. Extiende un manto de cobertura a todos los que están bajo nuestro cuidado. Las jerarquías de mando son propias de las instituciones humanas, y tienen el carácter de ser “oficiales”, en tanto que la autoridad espiritual no es oficial, porque la autoridad espiritual viene de Dios. En tanto que la oficial viene de un cargo. Hay tantos que están en una posición de autoridad porque les asignaron un cargo. Permítanos el Señor no funcionar por un cargo, sino funcionar por la autoridad espiritual que Dios delega. El Padre nos ha mostrado que aunque es mayor, tiene esta capacidad de entregarle a otro el gobierno, el reino, la autoridad y el señorío. Pero el Hijo vendrá en humildad un día, y habiendo cumplido con todo el plan de Dios y habiendo suprimido todo dominio en la consumación de los tiempos, le devolverá el reino al que le sujetó a él todas las cosas. Es maravilloso Dios, es maravilloso el Padre, el maravilloso el Hijo.

Esto es lo que no hubo en Satanás. El Padre le confió autoridad a esta criatura. Era la cabeza de la hueste angelical, era el que estaba por sobre todo el reino, era el querubín precioso y protector que se movía entre las piedras de fuego en el altar de Dios. En los cielos, allí donde se le adora, él adoraba, él ministraba la alabanza, la adoración, convocaba en santa convocación a las huestes, a los millares y millares de ángeles para adorar a Dios. Era el músico principal en los cielos. Hasta el día en que se halló maldad en él. Qué bendito es Jesús, que en él no hay maldad, que a él no se le va a ocurrir nunca ser superior a su Padre, que no caerá jamás en la tentación porque ya ha vencido. Porque la tentación más grande que tenía que enfrentar ya la enfrentó. Enfrentó al tentador con cuarenta días de ayuno, sin comer y sin beber. Lo enfrentó en todas las formas de tentación que existen y salió airoso. ¡Jesucristo es el gran Vencedor! ¡Aleluya! ¡Jesús ha vencido! Su victoria es segura. Y las batallas que faltan ya son de nuestro Señor, ya le pertenecen a Él. ¡Gloria a Dios!

La epístola a los filipenses nos enseña a incorporar en nosotros el sentir de Cristo. Es otra forma de decir “el estilo de vida de Dios”. Es otra forma de decir que lo que había en Cristo era la imagen de Dios. ¿En qué consiste esta frase de filipenses que aparece más de 12 veces? En la epístola a los filipenses aparece más de 12 veces la palabra “sentir”. “Haya en vosotros el sentir que hubo en Cristo Jesús: “Ruego a Evodia y a Síntique que sean de un mismo sentir en el Señor.” (4:2). “Así que en aquello a que hemos llegado sintamos lo mismo” Sintiendo entre vosotros un mismo amor, un mismo ánimo. Sintiendo lo mismo. Todas esas expresiones de la carta a los filipenses nos enseñan la imagen de Dios, cómo es el estilo de vida de Dios. Y entonces aprendemos que tenemos que estimar a los demás como superiores a nosotros. Que hemos de sentir una misma cosa, un mismo amor entre nosotros, y no hacer nada por contienda ni por vanagloria. ¿Qué está tratando de decirnos el Espíritu Santo a través de Pablo? Que esta es la forma de vivir de Dios. Que esta es la imagen de Dios.

El sentir de Cristo fue mostrado en la actitud de Cristo. El sentir de Cristo es una actitud que debemos asumir frente a Dios y frente a la comunidad de creyentes. La actitud es que siendo Dios se hizo hombre. Es que siendo rico se hizo pobre. Y es que siendo pobre se hizo nada. Y siendo hombre se hizo esclavo. El sentir de sentir de Cristo está también en la cruz, en el dar y en al amor. Y entre la cruz y el amor no hay mucha diferencia, porque el amor es sufrido, porque no busca lo suyo, no se envanece, porque no se irrita. Todo lo soporta. Todo lo sufre. Amor y cruz son cosas muy parecidas.

Si todos sentimos lo mismo, habrá sujeción a la autoridad. Pues la autoridad entre nosotros está regulada por el sentir de Cristo. La autoridad no puede estar regulada por el cargo, o por una cúpula de hermanos, que por sus gracias, por las cantidades de talentos o donde pueden estar sobre nosotros. No. Pablo sufría para formar a Cristo en los creyentes. La formación de la imagen de Dios en nosotros conlleva la nota del dolor. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio, hermanos? Sufrir por Cristo, soportar a los hermanos, a negarnos, a tomar la cruz, a humillarnos. ¡Aleluya!

La imagen de Dios como mutualidad

Y así entonces aprendemos un tercer tipo de relación que se encuentra en la familia eterna: la mutualidad. Es decir que lo que uno hace lo tiene que hacer también el otro. El Padre tiene poder para resucitar a los muertos. Pero el Hijo igualmente tiene el mismo poder. Han compartido eternamente el poder de crear, de ordenarlo todo, el Padre tiene ese poder, el Hijo también lo tiene. Y el Espíritu Santo también lo tiene. Ellos han vivido en una mutualidad eternamente. En una reciprocidad en la entrega, en el compartir, en los servicios, en la cooperación conjunta de creatividad y recreación.

Pablo hablaba siempre de la mutualidad entre las iglesias, precisamente en Filipenses 4 que dice a los hermanos de Macedonia participó con él en razón de dar y recibir, sino solamente ellos, los filipenses. Y los bendice y los alaba, porque ellos nunca se olvidaron de esa relación de iglesia-obra, iglesia-obreros, en que los obreros les dan la palabra, y las iglesias sostienen el ministerio. La mutualidad en el dar y recibir es algo que tiene aplicación práctica en todas las esferas de la vida. En el trabajo, ¿cuántas veces no ha habido un compañero que te suplantó en el turno? Pero cuando te tocó a ti, hiciste lo mismo. En el hogar, ¿cuántas veces solamente la mamá hace la comida, pero no habrá días en que la mamá no lo puede hacer, porque estará enferma, porque tiene un jaqueca, no aparecen los hijos para reemplazarla? Mutualidad ...

Los vecinos, ¿cuántas veces nos cuidaron la casa cuando salimos? Nos prestaron una herramienta. Mutualidad. Y si, por último, ellos no saben compartir hemos de enseñarle a hacerlo. Los compañeros, los esposos. ¡Mutualidad! ¿Cómo está la gracia de dar y recibir en nuestra familia terrenal? Acaso todos los que estamos aquí y todas las familias humanas, ¿no anhelamos tener un hogar dulce, apacible, armonioso, sin iras, sin contiendas, sin gritos, sin escándalos, sin rabietas, un hogar donde haya mansedumbre, un hogar acogedor, delicioso, tierno? ¿Será posible? ¿Existe en nuestros hogares una falta de solidaridad?

Hay hogares en que sus miembros se parecen a esas sanguijuelas de proverbios. Dice así Proverbios: “La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: Dame, dame.” A los padres también nos gusta que los hijos nos den, que nos den satisfacciones, que nos ayuden, que sean solidarios, sobre todo con la mamá, en el orden.

La mutualidad en la familia. La reciprocidad en el dar y recibir. Cualidades que estuvieron eternamente en Dios. Cualidades que se están formando en nosotros. Cualidades que queremos formar en nuestros hijos. Les estamos enseñando a dar, dándoles.

La imagen de Dios como honorabilidad

La honorabilidad. Es el dar honor. Es honrar. Reconocemos que las personas honorables son las que tienen dignidad, valor y a todos nos gusta relacionarnos con esas personas. Nos gusta buscar a las personas que tienen valor. Nos gusta ser amigos de ellos, nos gusta estar con ellos. No significa que vamos a buscar siempre ‘gente linda’ para relacionarnos con ellas.
Jesús se relacionó con tantas personas, y es que la valoración que Cristo hace de las personas no es sobre la base de la cultura de la educación, el dinero o las cosas que tienen, sino tan sólo porque son personas. Jesús se acercó a una mujer de Samaria llena de pecados, y dignificó a todas las mujeres al relacionarse con ella. Lo importante es que cuando se acercó a los publicanos y a los pecadores y fue criticado por ello, lo importante es que él nunca se convirtió a ellos, pero ellos se convirtieron a él.

Hablando de honor, Dios es el único digno de toda gloria y honor. Y sólo él merece la alabanza y la adoración. Ahora, nosotros, siendo indignos, él nos hizo dignos, por su gracia, mediante la redención efectuada por la sangre preciosa de Cristo. Nos ha hecho dignos. Los hermanos son valiosos. Si lo es una mujer de Samaria, cuánto más lo es un redimido por la sangre de Jesús.

Pedro nos dice: “Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.” Cuántas veces herimos a los que nos rodean. Los apocamos, los subestimamos, los menospreciamos. No estamos conforme con el papá que tenemos. No estamos conformes con la mamá. Y los padres no estamos conformes con los hijos. Nos cuesta aceptar que somos diferentes. Queremos cambiar a las personas para que sean como nosotros queremos que sean. Y nos olvidamos que es Dios quien hace la obra, es cierto, los papás tenemos una función rectora de los pasos de nuestros hijos, pero muchas veces en nuestro afán formativo nos olvidamos del amor. Padres, honremos a nuestros hijos. ¿Y qué significa honrar a nuestros hijos? Significa que ellos son valiosos tan sólo porque existen como personas. Tenemos la tendencia de honrar a los que sobresalen, a los que se destacan, a los que son hermosos, a los que son esbeltos, y tenemos la tendencia a menospreciar a los gordos, a los bajos, a los negros, a los feos. Pero Dios te ama con la cara que tienes, con la nariz y con la boca que tienes. ¡Aleluya!

Si todos valoramos la imagen de Dios. Valoramos lo que es el estilo de vida de Dios, todos estaremos poniendo de nuestra parte para plasmar la imagen de Dios en nuestra familia.

Así pues, el estilo de vida de Dios es un modelo de relaciones, la imagen de Dios es un modelo de vida, es un modelo de compañerismo, es una relación de participación, de interdependencia, es recreación, es una relación deliciosa, es una relación de comunicación, de santidad, de mutualidad, de sujeción a la autoridad, es una multiplicidad de relaciones. ¿Te gusta? ¿Te agrada esto? ¿La imagen de Dios? ¿Quieres incorporarla a tu casa y a la iglesia local donde participas? ¿Quieres amar a los hermanos? ¿Quieres encontrar que tu hermano es valioso? Pero ¿sabes? Tienes que saber una cosa que es fundamental, que tú solo, que yo solo, no podemos traer la imagen de Dios a mi familia. La imagen de Dios no se va a incorporar a mí como individuo, la imagen de Dios es para vivirla en una pluralidad, como Dios la ha vivido eternamente en una pluralidad de personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la iglesia, los ministros, los pastores, los diáconos, los pequeñitos, los grandes, los de un talento y los de muchos talentos, relacionémonos, compartamos la mutualidad de servicios, en una cooperación conjunta de servicios, de tareas inconclusas, pongámonos de acuerdo, planifiquemos, hagamos cosas juntos, pero hagámoslo juntos, juntos, hagámoslo juntos, porque solos no podemos. Y diré a mi hermano: “te necesito”. Necesito del cuerpo de Cristo. Necesito de mi hermano, mi hermana. Necesito de ti. Nos necesitamos. Es la única forma de traer la imagen de Dios.

Hijos, yo como padre no puedo solo. Y hablo en nombre de todos los padres que aquí estamos. Yo no puedo solo. Hijo, te necesitamos. Los padres te hablan en esta hora: ¡Te necesitamos, para traer la imagen de Dios a la familia! Te necesitamos, necesitamos tu cooperación. Necesitamos que tú quieras lo que nosotros queremos. Nosotros queremos traer la imagen de Dios. Nosotros queremos incorporar esa imagen.



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Lunes 28 de enero (noche)

EL VIVIR EN CRISTO

Gonzalo Sepúlveda H.

Señor, danos labios ungidos y corazón reposado para compartir y para recibir tu bendita palabra. Que venga tu palabra por tu Espíritu, que sea recibida también por tu Espíritu, porque en nosotros nada podemos ... todo lo esperamos de ti. En esta reunión, Señor, yo todo lo espero de ti. Todo lo esperamos de ti. ¡Bendito sea su Nombre!

Epístola del apóstol Pablo a los Filipenses. El Señor está en su trono, el Señor está en los cielos, pero también está aquí. Que el Señor encienda sus lámparas, por la fe digo esto, porque el Señor a unos les esconde las cosas, y a otros se las revela. Le pedimos al Señor que esta noche nos revele su palabra. Le pedimos al Señor que se muevan sus ángeles y colaboren en esta noche para que nada nos interrumpa, y el Señor pueda decirnos todo cuanto nos quiere hablar. ¡Gracias, Señor!

“Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos ...” Se les escribe a los santos en Cristo Jesús, que en esta ocasión están en Ruca-Cura. Acusamos recibo. Si está dirigida a todos los santos en Cristo Jesús, pongamos oídos, los que somos santos en Cristo Jesús, los que tenemos esa realidad. No es para nosotros una aspiración. Es una realidad. Somos santos en Cristo Jesús.... (Me salto para avanzar) ... “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros. Siempre en todas mis oraciones, rogando con gozo por todos vosotros.” Rogando con gozo por todos vosotros.

Recalquemos esto: Rogar, para Pablo, es un gozo. “Rogando con gozo”. Luego, sigo avanzando, versículo 7: “Como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón, y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo. Y esto pido en oración que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia, que son por medio de Jesucristo.” Digamos juntos esto ... “Llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo.” ¡Los frutos de justicia que son por medio de Jesucristo!.”

Luego dice: “Quiero que sepáis hermanos que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones ... mis prisiones ... se han hecho patentes en Cristo”. Mis prisiones ... ¡en Cristo!.... “Mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás, y la mayoría de los hermanos cobrando ánimo en el Señor ... (cobrando ánimo en el Señor) por mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.”

Versículo 19: “Porque sé que por vuestra oración ... por vuestra oración ... y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación conforme a mi anhelo y esperanza, de que en nada seré avergonzado”. Notemos también esto: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ... ¿Pueden ver una hermosura en estas palabras? “En nada seré avergonzado”, en nada avergonzado ... “Antes bien, con toda confianza, como siempre.” Noten, esto: “Con toda confianza, como siempre ...” ¡Como siempre! “Ahora también, será magnificado Cristo ...” Ahora también será magnificado Cristo... “en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo.” ¡Porque para mí el vivir es Cristo!

Tantas cosas que dice el apóstol: habla de su oración, habla de su amor, habla de su gozo, habla de su dolor, de sus tribulaciones, de sus prisiones. Habla de la liberación que vendrá sobre él en respuesta a la intercesión de los hermanos. Habla de la confianza que tiene, y del por qué tiene esa confianza. Al final lo resume todo en una frase: “Porque para mí el vivir es Cristo”.

¿Por qué me pasa este gozo que tengo? ¿Por qué este amor que tengo? ¿Por qué estas prisiones que tengo? ¿Por qué este clamor? ¿Por qué esta mi confianza como siempre? ¡Porque para mí el vivir es Cristo! ... Todo se resume con tanta confianza en esta frase que encierra tanto. ¿Por qué le pasa esto a Pablo? ¡Aquí está la respuesta! Pablo responde: ¡Porque para mí el vivir es Cristo! Y el morir es ganancia ...
 

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