En Jueces 9:8 aparece una interesante parábola acerca del liderazgo con responsabilidad: “Fueron una vez los árboles a elegirse un rey y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Pero el olivo respondió que estaba ocupado haciendo el aceite para honrar a Dios y a los hombres, por lo tanto no tenía tiempo para reinar sobre nadie. Entonces, se acercaron a la higuera, diciéndole: Anda, tú, reina sobre nosotros, pero la higuera les respondió que no podía dejar su dulzura y buen fruto para reinar sobre ellos. Se dirigieron, entonces, a la vid, rogándole: Pues ven tú, reina sobre nosotros. La vid les respondió que no podía dejar su vino, pues daba alegría a Dios y a los hombres, por lo tanto no podía reinar sobre los árboles. Entonces, todos los árboles rogaron a la zarza que reinara sobre ellos, a lo cual ella les respondió: si en verdad me proclaman rey sobre ustedes, pónganse bajo mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a todos los árboles” (En paráfrasis).

Fíjese en una cosa, que todos los árboles que daban fruto estaban demasiado ocupados en sus quehaceres, de tal manera que ninguno de ellos tenía el menor interés en liderar a sus pares. Parece muy loable la falta de ambición de gobierno en ellos, pero esto trae como consecuencia que aparezcan liderazgos sin frutos, muy dispuestos a gobernar sobre otros con un espíritu dominante y abusivo. Yo les llamo “líderes con espíritu de zarza”, pues, cuando alguien no se les sujeta, amenazan con el fuego que devora.

Lo interesante de todo esto es que no toda la culpa es de ellos, sino de los que los eligen. Claro, porque a falta de otros que podrían dirigir, por tener más fruto y, por ende, mayor autoridad, se permite el gobierno de los que tienen este mal espíritu. En todos los ámbitos de la actividad humana, se escuchan las quejas acerca de los malos dirigentes: en el gobierno de una nación, en el congreso, en las alcaldías, en las asociaciones gremiales, en los gobiernos estudiantiles, en las directivas de los padres en el colegio, en las juntas de vecinos, en los ministerios eclesiásticos y confraternidades pastorales. Pero la gran pregunta es: ¿Por qué ese mal líder está allí, gobernando sobre ti? La respuesta es muy sencilla: Porque tú lo escogiste, ya sea votando por él o no votando por otro mejor. O lo que es peor: tú no estás dispuesto a pararte en ese lugar. Y si ese es el caso no tienes ningún derecho a quejarte, porque tú que tienes fruto y un buen espíritu, pudiendo hacer la diferencia, has elegido estar tan ocupado en tus quehaceres que no tienes tiempo ni interés en gobernar sobre otros. Así, has dejado que reine sobre ti y tus pares a alguien con el espíritu de la zarza. No te quejes, entonces, acéptalo callado y sométete sin restricción. Cuando los hombres idóneos rechazan las responsabilidades que les da Dios para ayudar en la conducción de la humanidad, dejan que surja el espíritu de la zarza, encarnado en hombres ambiciosos de poder, vanidosos, que gobiernan con soberbia y arrogancia, exigentes de la sujeción, pero que no se someten a nadie, que ponen las normas, pero a escondidas las violan. Cuando los hombres verdaderos no toman el lugar que les corresponde por comodidad, por no hacerse problemas o por estar atendiendo sus proyectos de vidas, permiten que esos lugares a que han sido llamados queden vacíos de autoridad o sean llenados por el espíritu de la zarza. Cada vez que Dios ve una necesidad él mira donde tiene a sus hombres y suple esa carencia. Cuando miró a Israel sumido en las tinieblas, con un rey sin carácter en el gobierno, tomando las decisiones incorrectas, él llamó a un varón conforme a su corazón y le ofreció el trono de esa nación y ese “varón” (un niño de 12 años) no se excusó alegando estar muy ocupado en su vida, sino que aceptó la comisión divina y empezó a prepararse para ser un buen gobernante. Y lo fue. El mejor que ha tenido Israel en toda su historia. No le dio lugar a la zarza. Así él llama a sus hombres hoy, que acepten liderar con amor y responsabilidad.

Conozco una organización, con un presidente nacional muy criticado por sus subalternos debido a su mala gestión, pero con críticas solapadas, entre dientes, por el temor que hay de estar en desacuerdo con él o de irse de su lado, pues en ese caso, el infierno está esperando a la salida. Nadie se lo dice (los únicos que se atrevieron fueron perseguidos), por lo que cree que lo hace muy bien. Y allí están, cada vez más secos y sin vida, engañándose en ser los mejores y vanagloriándose de ser muy sujetos.

¿Y tú, te quejas de tu autoridad? ¿Eres capaz de pararte frente a él y decirle sus errores y disponerte para hacerte responsable de esa función? Si no es así, acéptalo, sométete y bríndale el mejor de tus apoyos, que eso sí que es valedero y muestra un verdadero carácter, pero no te quejes a sus espaldas.

Les abrazo a través de estas líneas.

Rubén Rodríguez R.