Lo que deseo decirles es recordarles la naturaleza del ministerio que pensamos haber recibido de Dios. Es un servicio, entre otros consagrados a Su pueblo, pero cumplido con un sentimiento creciente de su necesidad.

Puedo de nuevo permitirme decir lo que no es. No nos alabamos de tener una nueva revelación. No deseamos comenzar un nuevo “movimiento”. No deseamos ser de ninguna manera un nuevo cuerpo de cristianos separados de otros creyentes. Jamás decimos a nadie: “Usted debería dejar su iglesia, su misión, o su organización”. Desaprobamos el hecho de ser señalados como una comunidad, en el sentido de estar aquí por una causa especial. Desdeñamos, por tanto, todo aquello que se limita a un cierta fraseología y a ‘Shibolet’. La estrechez y el legalismo están lejos de nuestros pensamientos y lejos de nuestros corazones. Para terminar, reconocemos el valor de todas los demás obras y ministerios que tienen como objeto el conocimiento de Cristo, y que perseveran en ello por el amor que tienen para Él.

¿Qué es, pues, nuestro ministerio? No nos hemos lanzado a esta gran obra improvisadamente. El Señor ha forjado en nosotros un sentimiento real y profundo de una necesidad y de una insatisfacción espiritual, y ha creado un deseo intenso por algo mucho más alto que lo que podíamos encontrar. Luego nos ha conducido por ejercicios espirituales, en la búsqueda por la oración y pasando por experiencias profundas. Estas cosas hicieron posibles y fructíferas no sólo para nosotros, sino también para todos los que desean ir adelante hacia el fin divino, nuestra aprehensión de los designios, los pensamientos, y los caminos más elevados de Dios.

Hace ya varios años que estamos en este camino, y cada brillo de una nueva luz viva ha venido por la ejercitación del sufrimiento y el pago de un precio. Y esto con el fin de que nada sea teórico, todo es vivido. Así, el sentimiento de una preocupación y de un destino ha aumentado en cuanto al hecho que el pueblo de Dios debería atarse a “la plenitud de Cristo”. “Cada uno de nosotros... según la medida del don de Cristo” y “la edificación del cuerpo de Cristo”, a la “estatura de la plenitud”.

Todas las cuestiones prácticas deben ser objeto de una consideración personal entre los involucrados y el Señor. Hemos cometido errores en el pasado, pero hemos aprendido a través de ellos. Muchos emitieron un juicio perjudicial sobre nuestro ministerio, despreciándolo, deformándolo, tomando decisiones apresuradas con relación a él. Nosotros esperábamos tener muchos adversarios y no pretendemos justificarnos. Mas, nuestro deseo es que ningún obstáculo colocado en el camino impida que el pueblo de Dios reciba bendición de parte de este ministerio.

Es claro que, hasta en la época del Nuevo Testamento, no todos los creyentes estaban dispuestos a ir hasta el fin con el Señor, y gran parte del Nuevo Testamento ha sido escrita con el fin de animar a los cristianos a avanzar con Él. El hecho de que haya cada vez más conferencias en el mundo, demuestra que esta necesidad de ir más lejos espiritualmente siempre está presente.

Pero la plenitud espiritual no será alcanzada más que por una revelación progresiva y creciente de Cristo y de Su significado. Tal revelación, a menos que comprendamos mal las vías antiguas de Dios, viene en primer lugar a un instrumento divinamente escogido, llevado a los valles oscuros; y luego dada como Su verdad para Su pueblo. Y, por fin, se hace un conocimiento y una experiencia forjados en los que verdaderamente son consagrados a Dios - no como siendo su propia bendición, sino para ser puesta al servicio del propósito divino.

En relación a este fin que Dios se ha propuesto, cada uno y cada una debe saber lo que Dios le demanda en cada aspecto de la vida cristiana. Nos sería arriesgado decirles lo que ellos y ellas deberían hacer. No podemos hacer más que de enunciar los principios de la Vida y del crecimiento. También, “presentar a todo hombre perfecto (madurado) en Cristo”, es la carga de nuestro corazón. “Todos, pues, los que somos perfeccionados (unidos en corazón y en pensamiento), tengamos este sentimiento”.

T. Austin-Sparks (Julio 1942)