(Su origen y su peculiar mensaje)



Dedicado a los que
buscan la Verdad
(Jn. 14:6; Ef. 4:21)

INTRODUCCIÓN

Cierto teólogo, en el momento de obtener su doctorado en Teología, con una tesis sobre Carlos Taze Russell, dijo: “Lo que yo no sé es por qué aparecieron los Testigos de Jehová.” Exactamente eso es lo que vamos a descubrir en este libro; vamos a probar que, por causa de una palabra sola, mal traducida en cierta Biblia, aparecieron el Adventismo y el Jehovismo.
Decimos Adventismo con el fin de abarcar, con este término, las diferentes denominaciones adventistas: Iglesia Adventista del Séptimo Día, e Iglesia Adventista del Séptimo Día (Movimiento de Reforma). La mencionada en segundo lugar tuvo su origen escindiéndose de la anterior en Alemania en el transcurso de la I Guerra mundial.

En la palabra Jehovismo incluimos los diferentes nombres que los Testigos de Jehová han usado desde su aparición.

Tras descubrir por qué aparecieron el Adventismo y el Jehovismo, estudiaremos el mensaje peculiar de cada uno:

1) El mismo Adventismo dice que su mensaje exclusivo es éste:

“La doctrina del Santuario, incluyendo la enseñanza del juicio investigador y la creencia en que Elena G. de White fue inspirada divinamente, pertenecen única y exclusivamente a los adventistas del séptimo día. Si Cristo no comenzó un ministerio de juicio investigador en el cielo en 1844, y si Elena G. de White no fue la mensajera elegida de Dios, la Iglesia Adventista perdería dos enseñanzas que la identifican como un movimiento profético levantado por Dios, a fin de preparar el camino para el segundo advenimiento de Cristo.” (85/7; véase el comienzo de la Bibliografía).

2) Un ex miembro del “cuerpo gobernante” del Jehovismo dice cuál es el mensaje exclusivo de éste:

“Lo que especialmente distingue sus enseñanzas de las de cualquier otra denominación es la doctrina fundamental que se centraliza en el 1914 como la fecha en que el gobierno activo de Cristo comenzó; [...] y, más que nada, la selección de la organización de la Watch Tower como su canal oficial, asignándole control completo sobre sus intereses terrenales a una ‘clase del esclavo fiel y discreto’ y, de hecho, dando autoridad completa al cuerpo gobernante de esta clase.” (56/395-396).

“Así que algo terminó en 1914 y algo empezó. [...] Lo que empezó fue el reino de Dios en el cielo con Cristo como Rey.” (65/173).

3) Es evidente que tanto el Adventismo como el Jehovismo se consideran dos movimientos aparecidos en cumplimiento de ciertas profecías bíblicas en las respectivas fechas de 1844 y 1914, y que ellos son el pueblo de Dios en la Tierra (pero excluyéndose el uno al otro), por medio de los cuales Dios da a conocer su último mensaje para la humanidad, el cual ellos tienen que predicar al mundo entero; sin que lo que predica el uno tenga ningún valor para el otro. Por tanto, esas dos fechas (1844 y 1914) y las dos doctrinas que se sustentan en ellas (la “purificación del santuario” y el “reino de Dios en el cielo”, comenzados en dichas fechas) son objeto de nuestro riguroso estudio, para dejar al descubierto qué es lo que en realidad pasó en 1844 y 1914, fechas míticas para el Adventismo y para el Jehovismo, de las cuales dependen todas sus pretensiones, para, cada uno excluyendo al otro, proclamarse el único y verdadero pueblo de Dios en la Tierra con el único mensaje en exclusiva. El lector verá lo que queda de todas esas pretensiones, y, además, sabrá más de esas dos organizaciones que muchas de las personas que pasan toda su vida siendo miembros de cualquiera de ellas.

4) Al leer la presente obra, téngase en cuenta lo que dicen el Adventismo y el Jehovismo:

a) El Adventismo:

"Estudia para aprender qué dice el Señor. Ycuando la convicción te posea mientras investigas, si ves que tus opiniones acariciadas no están en armonía con la verdad, no tuerzas la verdad para que cuadre con tu creencia, sino acepta la luz dada." (142/8).

b) El Jehovismo:

"La exposición de errores religiosos y la revelación de las verdades bíblicas no perturban a la persona honrada que desea servir a Dios." (67/226).



Sección primera
EL ADVENTISMO
(1Samuel 17:45)



Primera parte

EL ADVENTISMO Y SU PECULIAR MENSAJE



A ti, profetisa ignorante,
inventora de visiones,
que son bodrios a montones
de tu mente petulante.



Capítulo primero


EL ORIGEN DEL ADVENTISMO





1) Un hombre estadunidense, Guillermo Miller (1782-1849), fue quien dio origen al “Movimiento millerita”, del que salió el Adventismo (como veremos en lo sucesivo). Era el hijo mayor de una familia de dieciséis hermanos. Aunque en su juventud no pudo cursar estudios, fue un hombre amante de la lectura. Vivió en Low Hampton (Nueva York). Siendo agricultor de profesión, llegó a desempeñar los cargos de condestable, aguacil mayor y juez de paz en su comunidad. En la guerra comenzada en 1812 entre Estados Unidos y Gran Bretaña, sirvió como capitán (1/129-130).

2) Por lo que se refiere al aspecto religioso, Miller no tuvo interés por la religión hasta la edad de 34 años:

“Miller hizo entonces pública profesión de la fe en la religión que había despreciado antes. [...]. Resolvió estudiar las Sagradas Escrituras por su cuenta, y averiguar si toda contradicción aparente no podía armonizarse.” (2/364-366).

3) Así, pues, Miller empezó a estudiar la Biblia por su cuenta en 1816 y, en dos años, fundándose en Daniel 8:14, llegó a la conclusión de que la segunda venida de Cristo tendría lugar hacia 1843 aproximadamente:

“La profecía de Daniel 8:14 : ‘Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana y el santuario será purificado’, inquietaba a Miller. Estudió y repasó las cifras y las fechas. Alrededor de 1818, después de dos años de concentrado escudriñamiento, Miller expresó su creencia de que la venida de Cristo ocurriría dentro de unos veinticinco años.” (1/131).

“Había dedicado dos años al estudio de la Biblia, cuando, en 1818, llegó a tener la solemne convicción de que unos veinticinco años después aparecería Cristo para redimir a su pueblo.” (2/376-377).

4) Miller no dio a conocer de inmediato su creencia de que Cristo vendría a la Tierra hacia 1843; pues llegó a temer que estuviera equivocado y equivocara a otros; por esto, dedicó otros cinco años “a revisar las pruebas que apoyaban las conclusiones a que había llegado”, tras lo cual quedó convencido en su creencia:

“No pudo por menos que sentir que era deber suyo impartir a otros la luz que había recibido. [...]. Lo único que temía era que en su gran júbilo por la perspectiva de la gloriosa liberación que debía cumplirse tan pronto, muchos recibiesen la doctrina sin examinar detenidamente las Santas Escrituras para ver si era la verdad. De aquí que vacilara en presentarla, por temor a estar errado y de hacer descarriar a otros. Esto le indujo a revisar las pruebas que apoyaban las conclusiones a que había llegado, y a considerar cuidadosamente cualquier dificultad que se presentase a su espíritu. Encontró que las objeciones se desvanecían ante la luz de la Palabra de Dios como la neblina ante los rayos del sol. Los cinco años que dedicó a esos estudios le dejaron enteramente convencido de que su manera de ver era correcta.” (2/377-378).

5) Por fin, Miller llegó a tener una especie de autosugestión que le llevó a creer que Dios le ordenaba que diera a conocer al mundo lo que había descubierto, de lo contrario sería castigado:

“El deber de hacer conocer a otros lo que él creía estar tan claramente enseñado en las Sagradas Escrituras, se le impuso entonces con nueva fuerza. ‘Cuando estaba ocupado en mi trabajo – explicó, - sonaba continuamente en mis oídos el mandato: anda y haz saber al mundo el peligro que corre. [...]’.
“De continuo se presentaban a su espíritu las siguientes palabras: ‘Anda y anúncialo al mundo; su sangre demandaré de tu mano.’ [...]”. (2/378).

6) La autosugestión le presionaba el cerebro; la aguantó durante nueve años, hasta que, por fin, en 1831, dio a conocer su descubrimiento sobre la fecha de la segunda venida de Cristo:

“Esperó nueve años; y la carga continuaba pesando sobre su alma, hasta que en 1831 expuso por primera vez en público las razones de la fe que tenía.” (Ib.).

7) Así, pues, en 1831, Miller empezó a predicar que la segunda venida de Cristo y el fin del mundo tendrían lugar hacia 1843. Algunos dirigentes religiosos se unieron a Miller; compusieron un diagrama con sus cálculos y fechas que apoyaban, según ellos, su creencia en la fecha indicada para el regreso de Jesús (véase el Apéndice 1); las iglesias que no aceptaron su mensaje, fueron acusadas de ser Babilonia:

“En 1842, Fitch y Halle dibujaron el famoso diagrama ‘1843’. Este diagrama profético, pintado en tela, fue presentado en el congreso de Boston, celebrado en mayo de 1842, que fue presidido por José Bates. Después de la presentación del diagrama, con los símbolos gráficos y períodos de tiempo, los predicadores adventistas autorizaron hacer 300 ejemplares en litografía. En el segundo trimestre de 1843, Fitch predicó su notable sermón sobre la ‘Caída de Babilonia’. En este sermón declaró que Babilonia ya no se limitaba a la Iglesia Católica Romana, sino que debía incluir al gran grupo de la cristiandad protestante. Dijo que los protestantes habían rechazado la luz del advenimiento y amonestó a los sinceros cristianos a salir de Babilonia.
“Jorge Storrs y Silvestre Biss fueron otros destacados dirigentes milleritas.” (1/137-138).

8) Vemos que los adventistas de ahora lo mismo llaman “adventistas” como “milleritas” a los seguidores de Miller, quienes pusieron tres fechas para el final de los 2.300 “años” (sacados de Daniel 8:14, donde se dice “días”), en cuyo momento tendrían lugar la segunda venida de Jesús y el fin del mundo; pero esas tres fechas fallaron:

“Recordaremos que Miller y otros que intentaron hallar una fecha definida para el fin de los dos mil trescientos años, al principio decían ‘alrededor de 1.843’. Más tarde, señalaron como límite el 21 de marzo y luego el 18 de abril de 1844, [...].” (1/149-150).







Capítulo II


EL CHASCO DEL ADVENTISMO EN 1844



1) Tras haber fallado las tres fechas anteriores, dicen que recibieron nueva luz, para fijar otra nueva fecha que los llevaría a un dramático final, llamado por ellos “el chasco”:

“En el verano de 1844, un nuevo torrente de luz apareció e iluminó al movimiento adventista hasta su dramática culminación, en octubre.” (1/150).

2) La nueva fecha era el 22 de octubre de 1844. Tan convencidos estaban de que Cristo regresaría en esta fecha, gracias a ese “nuevo torrente de luz”, que muchos se deshicieron de sus posesiones:

“Muchos entregaron todas sus posesiones para ayudar a esparcir el mensaje del advenimiento.” (1/154).

3) No faltaron quienes les recordaban las palabras de Jesús, de que nadie sabe el día ni la hora de la segunda venida (Mateo 24:36); pero ellos no tomaron en cuenta esas palabras:

“La predicación de una fecha definida para el advenimiento levantó violenta oposición en todas partes, desde el ministro en el púlpito hasta el más descuidado y empedernido pecador. El ministro hipócrita y el descarado burlón decían: ‘Pero el día y la hora nadie sabe’.” (3/233).

4) Es evidente que los milleritas se habían jugado todo a una fecha, el 22 de octubre de 1844; por tanto, esperaban con gran tensión que llegara ese día; pero ¿se iba a presentar Cristo en esa fecha? He aquí lo que pasó aquel día: llegaron a donde los condujo aquel “nuevo torrente de luz”; a lo que ellos llaman “el chasco”:

“A medida que se acercaba el 22 de octubre de 1844, aumentaba la tensión entre los adventistas. [...].
“Y llegó el día. Los adventistas estaban reunidos en capillas o en los hogares particulares, [...]. Pasó el día, y se puso el sol. [...]. Finalmente pasó la media noche. Se ofrecieron oraciones y los ojos de muchos creyentes derramaron lágrimas. Por fin llegó la mañana, y ya no podían seguir pretendiendo que estaban en el día 22. Aquel día pasó y Jesús no había venido. [...].
“[...] cuando pasó el 22 de octubre de 1844 y Jesús no apareció, el chascó fue muy amargo. [...].
“[...]. Hiran Edson expresa cuáles eran sus sentimientos: ‘Nuestras más caras esperanzas y expectativas estaban marchitas y nos sobrevino una necesidad de llorar como nunca antes sentimos. Parecía que la pérdida de todos los amigos terrenales no tenía comparación con este dolor. Lloramos y lloramos hasta que aclaró el día’.” (1/153-156, 443).







Capítulo III


LAS CONSECUENCIAS DEL CHASCO



1) Como consecuencias del chasco del 22 de octubre de 1844, el grupo de milleritas (o adventistas) seguidores de Gillermo Miller saltó por los aires; se hizo pedazos:

a) Hubo muchos milleritas que, sencillamente, se apartaron del movimiento de Miller en cuanto se produjo el chasco; pero continuó un grupo de ellos:

“Muchos milleritas se echaron atrás en seguida después del chasco, aunque un grupo considerable continuó durante varios años.” (1/155).

b) Este grupo que continuó con Miller, después de la muerte de éste, se extingió:

“Miller murió en diciembre de 1849. Sus colaboradores continuaron fijando fechas durante años. Estos llegaron a ser los adventistas evangélicos [...]. Gradualmente se fueron extinguiendo.”(Ib.).

c) Antes que este grupo se extinguiera, muchos de sus miembros se separaron y dieron lugar a otros grupos de adventistas: de uno de ellos, se originó “la Iglesia Cristiana Adventista”, que observaba el domingo como día de reposo, y que fijó una nueva fecha para la segunda venida de Cristo. En contraposición con este grupo, otros de esos milleritas formaron la “Iglesia Adventista del Séptimo Día”; la continuación del relato así lo dice:

“Un grupo considerable se separó de estos milleritas fijando una nueva fecha para la venida de Cristo. [...]. Fueron conocidos como la Iglesia Cristiana Adventista, observadores del domingo; el único grupo adventista importante fuera de los Adventistas del Séptimo Día.
“En contraste con éstos que persistieron en la idea de que el Señor vendría pronto y continuaron fijando fechas, hubo grupos de creyentes que se mantuvieron firmes en la convicción de que la profecía de los dos mil y trescientos días había sido calculada correctamente al señalar 1844 como terminación de dicho período, y que la purificación del santuario empezó en esta fecha. Pero hallaron otra explicación que señalaba otro acontecimiento en vez de la segunda venida de Cristo. Este incluía a Hiram Edson, José Bates, Jaime White; Elena Harmon y José Turner.
“[...[. Nos interesa especialmente el grupo de Hiram Edson, José Bates, Jaime White y Elena Harmon, porque formaron el núcleo de nuestra iglesia.” (1/155-156).

2) Vemos que, de los seguidores de Miller, tras el chasco de 1844, se formaron varios grupos; pero los dos más importantes que permanecieron, fueron:

a) La Iglesia Cristiana Adventista que observaba el domingo como día de reposo. Tengamos bien en cuenta a esta Organización, porque, como veremos en su lugar correspondiente, por medio de ella aparecerá el Jehovismo.

b) La Iglesia Adventista del Sétimo Día, que no se llamará así hasta 1860, ya que, en el principio de su formación, también observaba el domingo como día de reposo hasta 1846, cuando aceptaron de forma oficial el reposo del sábado, tras debatir este tema en un congreso celebrado a finales del año anterior. Antes de esta fecha, hubo algunos adventistas que empezaron a observar el sábado por su cuenta, a raíz de que Raquel Oakes (miembro de la Iglesia Bautista del Séptimo Día) transmitiera esta enseñanza al pastor adventista Federico Wheeler, en cuya iglesia estuvo escuchando su predicación un domingo tras "el chasco” en 1844. Los White (Jaime y Elena) no aceptaron el sábado hasta después de agosto de 1846; téngase esto en cuenta por las implicaciones que tiene para ella y sus visiones anteriores a esta fecha, desde el punto de vista del Adventismo, lo veremos más adelante (1/158-161, 443-444).








Capítulo IV


EL AMAÑO DEL CHASCO




1) Como hemos visto, el mensaje de Miller y sus seguidores consistía únicamente en anunciar la segunda venida de Cristo a la Tierra para el día 22 de octubre de 1844; en este día, por tanto, tendría lugar el fin del mundo.

2) Cuando llegó esa fecha y no sucedió nada de lo que habían anunciado, no sólo obtuvieron un “chasco”, como dice ahora el Adventismo, sino que resultó que todo su mensaje había fallado. Por consiguiente, no les quedaba absolutamente nada de todo lo que habían predicado hasta esa fecha. Así, pues, lo único que podían hacer era reconocer que el mensaje anunciado por todos los milleritas no había sido nada más que un error de bulto.

3) Ahora bien, en lugar de reconocer eso, el grupo que dio lugar a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, buscó hasta que halló “otra explicación”:

“Pero hallaron otra explicación que señalaba otro acontecimiento en vez de la segunda venida de Cristo. Este grupo incluía a Hiram Edson, José Bates, Jaime White, Elena Harmon y José Turner”. (1/155).

4) La nueva explicación consistió en lo siguiente:

a) Habían explicado que los 2.300 días de Daniel 8:14 terminaban el día 22 de octubre de 1844; por tanto, en esta fecha, tendría lugar la purificación del santuario a que se refiere ese texto de Daniel, interpretando, por purificación del santuario, la purificación de la Tierra y, por consiguiente, esto suponía la segunda venida de Cristo.

b) Después, la “otra explicación” consistió en decir que la fecha del 22 de octubre de 1844 era buena; pero se habían equivocado en lo que era el acontecimiento que debía producirse en esa fecha; pues, en lugar de venir Cristo a purificar la Tierra, lo que sucedió en esa fecha es que Cristo entró en el lugar santísimo y empezó a purificar el santuario del cielo; uno del grupo, Hiram Edson, dijo que él lo vio en visión:

“Aquel día pasó y Jesús no había venido. En la quinta de Hiram Edson hubo mucho llanto, como en centenares de otros lugares de reunión. Los creyentes se preguntaban uno a otro: ¿Nos han engañado las Escrituras? Diligentes estudios posteriores revelaron que el tiempo profético era correcto pero que el acontecimiento a ocurrir en esa fecha había sido interpretado equivocadamente.” (1/154).
“[…] La equivocación de ellos consistió en no comprender lo que era el santuario ni la naturaleza de su purificación.” (3/243).
“Edson escribe: ‘Vi distinta y claramente que nuestro sumo sacerdote, en vez de salir del lugar santo del santuario celestial, para venir a esta tierra [...], al fin de los dos mil trescientos días, aquel día entraba por primera vez en el segundo departamento del santuario y tenía una obra que realizar en el lugar santísimo antes de regresar a esta tierra’.” (1/156).

5) La visión que dijo haber tenido Edson, fue ratificada por las visiones que dicen que tuvo después la Sra. White, que explica que Cristo, desde que ascendió al cielo hasta el día 22 de octubre de 1844, estuvo en el lugar santo del santuario celestial y, en esa fecha, pasó al lugar santísimo y empezó a purificar los pecados de los creyentes; cuando termine de hacer esa obra de purificación, tendrá lugar la segunda venida. A esta obra que dicen que hace Cristo desde aquel día, la llaman “purificación del santuario” y “juicio investigador”; y hacen un paralelo de la obra de Cristo desde que ascendió al cielo con lo que hacían los sacerdotes en el lugar santo, y el sumo sacerdote una vez al año en el lugar santísimo del santuario terrenal:

“Se me mostró – dice la Sra. White – el amargo chasco que sufrió el pueblo de Dios por no ver a Jesús en la fecha que lo esperaban. No sabían por qué el Salvador no había venido, pues no veían prueba alguna de que no hubiese terminado el tiempo profético. Dijo el ángel: ‘¿Ha fallado la palabra de Dios? ¿Ha faltado Dios en cumplir sus promesas? No; ha cumplido cuanto prometió. Jesús se ha levantado a cerrar la puerta del lugar santo del santuario celestial, y ha abierto una puerta en el lugar santísimo y ha entrado a purificar el santuario. [...].
“También se me mostró en la tierra un santuario con dos departamentos. Se parecía al del cielo, y se me dijo que era una figura del celestial. [...]. El sacerdote oficiaba en ambos departamentos del terrenal. Entraba diariamente en el primer departamento, y sólo una vez al año en el lugar santísimo para purificarlo de los pecados allí transferidos. [...].
“[...]. Así como el sacerdote entraba una vez al año en el lugar santísimo para purificar el santuario terrenal, también Jesús entró en el lugar santísimo del celestial al fin de los 2.300 días de Daniel 8, en 1844, para hacer la expiación final por todos los que pudiesen recibir el beneficio de su mediación, y purificar de este modo el santuario.” (3/250-253).
“El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento del santuario, ‘dentro del velo’ que formaba la entrada y separaba el lugar santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que dio principio Cristo al ascender al cielo. [...].
“Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en el primer departamento del santuario. La sangre de Cristo, ofrecida en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer una obra de expiación para quitar el pecado del santuario. Este es el servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote entró en el lugar santísimo, para cumplir la última parte de su solemne obra: la purificación del santuario.” (2/473-474).
“En ambos servicios, el típico y el real, la purificación debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de animales; en éste, con la sangre de Cristo. [...] La remisión, o sea el acto de quitar los pecados, es la obra que debe realizarse.” (2/470).
“La obra del juicio investigador y el acto de borrar los pecados deben realizarse antes del segundo advenimiento del Señor. En vista de que los muertos han de ser juzgados según las cosas escritas en los libros, es imposible que los pecados de los hombres sean borrados antes del fin del juicio en que sus vidas han de ser examinadas. [...] Cuando el juicio investigador haya concluido, Cristo vendrá con su recompensa para dar a cada uno según sus obras.
“[...].
“En el tiempo señalado para el juicio – al fin de los 2.300 días, en 1844 – empezó la obra de investigación y el acto de borrar los pecados. Todos los que hayan profesado el nombre de Cristo deben pasar por ese riguroso examen.” (2/539-540).

6) Por tanto, el amaño del chasco que tuvo lugar el día 22 de octubre de 1844, consistió en decir que el acontecimiento de la segunda venida de Cristo, que se tenía que haber producido en ese día (como habían anunciado) estaba equivocado; porque lo que tenían que haber anunciado era que, en dicho día, Cristo iba a comenzar, en el Cielo, el "juicio investigador" o "purificación del santuario". Así retuvieron la fecha de 1844, y cambiaron el acontecimiento que tenía que haberse producido en ella según su anuncio.






Capítulo V


EL PECULIAR MENSAJE DEL ADVENTISMO




1) Como acabamos de ver, el mensaje que anunciaba la segunda venida de Cristo para el 22 de octubre de 1844, resultó totalmente erróneo y quedó anulado al llegar esa fecha; pero el Adventismo sustituyó ese mensaje erróneo por otro mensaje: el mensaje de que , en esa misma fecha (que mantuvieron como auténtica), había comenzado Cristo en el cielo el “juicio investigador” o “purificación del santuario”, todo fundado en Daniel 8:14, según la interpretación que hace el Adventismo de este texto, de acuerdo con ciertas visiones, especialmente las de la Sra. White.

2) Por consiguiente, un año después del “chasco”, en 1845, el Adventismo no tenía otra doctrina nada más que la de la "purificación del santuario" (o "juicio investigador"); en este año 1845, discutieron esta doctrina junto con el tema del sábado en un congreso:

“En el congreso bíblico convocado por Hiram Edson, en Port Gibson, a finales de 1845, se discutieron las doctrinas principales sobre las cuales se funda nuestra iglesia. El capitán Bates aprendió más acerca del santuario y Edson aprendió acerca del sábado.” (1/160-161).

3) Según hemos observado, en el capítulo III, la doctrina del sábado les fue transmitida por Raquel Oakes (de la Iglesia Bautista del Séptimo Día). Por consiguiente, el Adventismo no sacó la doctrina del sábado de la Biblia, por un estudio que hiciera en ella; ni siquiera obtuvo la enseñanza del sábado por medio de las visiones de su profetisa, Sra. White; más aún, esta señora no se interesó en el asunto del sábado hasta después de contraer matrimonio el 30 de agosto de 1846 (146/52):

“Hemos oído poco acerca de Jaime y Elena White, que se habían casado en agosto de 1846. Jaime había sido invitado al congreso de Port Gibson, convocado por Edson, pero no pudo asistir. Elena se había encontrado con José Bates dos veces antes de su casamiento y en ambas ocasiones lo había oído explicar el tema del sábado. Pero los White no se impresionaron con la importancia de esta doctrina. Después de su casamiento, los White estudiaron un folleto que Bates había publicado y aceptaron en seguida el mensaje del sábado.” (1/161).

4) Por consiguiente, la única doctrina que constituye el peculiar mensaje del Adventismo desde 1844 es la doctrina de la “purificación del santuario” o “juicio investigador”. Esta única doctrina, y sólo ella, fue la causa de que la Iglesia Adventista del Séptimo Día se fundara en 1844, tras "el chasco”, y exista desde entonces. Después fueron adoptando las demás doctrinas que tienen; pero esas otras doctrinas ya se hallaban en otras iglesias, como es el caso del sábado. Por consiguiente, el mensaje del santuario es la “razón de ser” de la Iglesia Adventista del Séptimo Día “desde 1844”. Así lo reconoce el Dr. Jean Zürcher, un alto dirigente de esta Iglesia en Europa, y que también fue, en los años sesenta, director y profesor del Seminario Adventista en Francia, donde impartía clases sobre “Daniel y Apocalipsis”; él lo dice así:

“La profecía de las 2.300 tardes y mañanas constituye, en efecto, un período profético único en la Biblia. Este período profético no se encuentra mencionado más que en el libro de Daniel y no tiene equivalente en ninguna otra parte de las Escrituras. De su interpretación depende no solamente nuestra enseñanza acerca del santuario celestial y la doctrina del juicio, sino incluso nuestra razón de ser como movimiento adventista desde 1844. Por eso ninguna otra profecía tiene más importancia para la Iglesia Adventista que la de Daniel 8:14, tanto desde el punto de vista doctrinal como desde el punto vista histórico.” (4/12).
“El pueblo de Dios debería comprender claramente el asunto del santuario y del juicio investigador.” (2/542).

5) Es evidente que el peculiar mensaje del Adventismo y la causa de su existencia desde 1844 es la doctrina de la “purificación del santuario”, basada únicamente en la frase “el santuario será purificado” (de Daniel 8:14); y, a partir de esa doctrina y en relación con ella, establecieron después otras doctrinas referentes a cualquier época de la historia de la salvación:

"[…] la doctrina del santuario se convirtió en el microcosmos del plan de salvación. Esta enseñanza no sólo fue la 'llave' que abrió el misterio del Chasco de 1844, sino que 'reveló todo un sistema de verdades, que formaban un conjunto armonioso […]. La luz del santuario iluminaba lo pasado, lo presente y lo porvenir'." (146/260).

6) En la Tercera parte, demostraremos que la palabra “purificado” de Daniel 8:14 es una errónea traducción, y, por tanto, toda la fallida enseñanza de Guillermo Miller para el 22 de octubre de 1844, y el peculiar mensaje del Adventismo, fundado en la misma palabra, “purificado”, no tiene ni un átomo de apoyo en la Biblia; y, si esa palabra, “purificado”, hubiera estado bien traducida en la Biblia usada por Miller, nunca hubiera aparecido el Adventismo ni el Jehovismo.






Segunda parte



EL DESMONTAJE DE LOS CÁLCULOS PARA LLEGAR A 1844







Sobre arena, un edificio
sostenerse no podrá,
y un cálculo tan ficticio
la Historia lo arruinará.






Capítulo primero



EL FUNDAMENTO DEL MENSAJE DE GUILLERMO MILLER





1) Miller predicó el mensaje de que el día 22 de octubre de 1844 tendría lugar la segunda venida de Cristo, como ya hemos visto en la primera parte.

2) Ese mensaje estaba fundado en Daniel 8:14, que, según la versión usada por Miller, como se ve por las citas aportadas ahora por el Adventismo, decía igual que la Reina-Valera, que dice así:

“[...]: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.” (5/823).

3) En efecto, de este texto sacó Miller los dos componentes de su mensaje:

a) De la frase: “dos mil trescientas tardes y mañanas”, interpretadas como 2.300 días, sacó la fecha de 1844.

b) De la expresión: “el santuario será purificado”, sacó la doctrina de que el santuario que debía ser purificado en 1844 era la Tierra, lo que suponía la segunda venida de Cristo en esa fecha, como ya hemos visto en la primera parte.

4) por consiguiente, tenemos que estudiar estos dos puntos, para demostrar el error en el que incurrió Miller, que construyó todo su mensaje “sobre la arena”, como probaremos en lo sucesivo; por tanto, vamos a ver cómo hizo los cálculos para llegar a 1844; después revisaremos cada fecha de esos cálculos; y, en la tercera parte, estudiaremos el tema de la "purificación del santuario".

a) Los 2.300 días (de Daniel 8:14) fueron convertidos en 2.300 años, sirviéndose de dos textos: Números 14:34 y Ezequiel 4:6, de los cuales sacan la medida de que “un día = a un año”.

b) Después relacionó estos 2.300 años con la profecía de las 70 semanas de Daniel 9:24-27, y llegó a la conclusión de que estos dos períodos de tiempo empezaban en la misma fecha, siendo las 70 semanas el primer tramo de los 2.300 días; es decir, cuando se acabara el tramo de las 70 semanas, se añadiría el resto de los 2.300 días.

c) Ahora le faltaba encontrar la fecha para empezar a contar las 70 semanas de Daniel. El texto de este profeta dice que esas semanas se empezarían a contar:

“[...] desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén [...].” (Daniel 9:25).

d) Miller consideró que esa “orden” fue el decreto dado por el rey persa Artajerjes a Esdras, en el séptimo año de su reinado, según se indica en Esdras 7:6-28.

e) Después de haber hecho los cálculos que fallaron por tres veces (como ya hemos visto en la primera parte), Miller y los suyos llegaron a la conclusión que ese decreto dado por Artajerjes a Esdras (Esdras 7:12-13) “entró en vigor” o “fue promulgado” en el otoño del año 457 a. C., y, por tanto, había que empezar a contar los 2.300 años desde el otoño de ese año; así, el final coincidiría con el otoño de 1844, en cuyo año el día 10 del mes séptimo del calendario bíblico, en el cual era la purificación del santuario judío, coincidía con el 22 de octubre de dicho año; así se llegó a esta fecha para la segunda venida de Cristo:

“El simbolismo del día de la expiación, que en 1844 cayó el 22 de octubre se combinó con la profecía de los dos mil trescientos días, y los creyentes adventistas señalaron aquel día como el de la purificación del santuario.
“Se creía que el santuario era la tierra y su purificación la venida de Cristo.” (1/128).
“Los dos mil trescientos días habrían terminado en la primavera [otoño meridional] (el día de año nuevo según el calendario judío) de 1844, si el decreto de Artajerjes se hubiera promulgado el primer día del año 457 AC. Pero siendo que el decreto no se había promulgado hasta el otoño [primavera meridional] de aquel año, los dos mil trescientos años no podían terminar hasta el otoño [primavera meridional] de 1844. Un estudio más detenido del santuario y su servicio, les reveló que la purificación del santuario ocurría el día décimo del mes séptimo. Esto confirmaba la idea de que los dos mil trescientos años terminarían en el otoño [primavera meridional] porque el día décimo del mes séptimo correspondía al 22 de octubre de 1844.” (1/150-151).
f) La Sra. White (1827-1915), “profetisa” del Adventismo, cuenta todo esto de la siguiente manera:

“La profecía que parecía revelar con mayor claridad el tiempo del segundo advenimiento, era la de Daniel 8:14: ’Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario.’ (V. M.) Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las Sagradas Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber que un día en la profecía simbólica representa un año (Números 14:34; Ezequiel 4:6); vio que el período de los 2.300 días proféticos, o años literales, se extendía mucho más allá del fin de la era judaica, y que por consiguiente no podía referirse al santuario de aquella economía. Miller aceptaba la creencia general de que durante la era cristiana la tierra es el santuario, y dedujo por consiguiente que la purificación del santuario predicha en Daniel 8:14 representaba la purificación de la tierra con fuego en el segundo advenimiento de Cristo. Llegó pues a la conclusión de que si podía encontrar el punto de partida de los 2.300 días, sería fácil fijar el tiempo del segundo advenimiento. Así quedaría revelado el tiempo de aquella gran consumación, [...].” (2/371).

g) Ella misma explica el resto de la interpretación de Miller, relacionando los 2.300 días con las 70 semanas de Daniel hasta llegar a 1844:

“Había un punto importante en la visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se refería al tiempo: el período de los 2.300 días; por consiguiente, el ángel, reanudando su explicación, se espacia en la cuestión del tiempo:
“ ‘Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad. ... Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí. ... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.’ (Daniel 9:24-27).
“El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicara el punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el dato relativo al tiempo: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario.’ Después de mandar a Daniel que ‘entienda’ ‘la palabra’ y que alcance inteligencia de ‘la visión’, las primeras palabras del ángel son: ‘Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad.’ La palabra traducida aquí por ‘determinadas’, significa literalmente ‘descontadas.’ El ángel declara que setenta semanas, que representan 490 años, debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos. ¿Pero de dónde fueron descontadas? Como los 2.300 días son el único período de tiempo mencionado en el capítulo octavo, deben constituir el período del que fueron descontadas las setenta semanas; las setenta semanas deben por consiguiente formar parte de los 2.300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos. El ángel declaró que las setenta semanas datan del momento en que salió el edicto para reedificar a Jerusalén. Si se puede encontrar la fecha de aquel edicto, queda fijado el punto de partida del gran período de los 2.300 días.
“El decreto se encuentra en el capítulo séptimo de Esdras. (Vers. 12-26) Fue expedido en su forma más completa por Artajerjes, rey de Persia, en el año 457 ant. de J. C. [...].
“ ‘Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas’ – es decir sesenta y nueve semanas, o sea 483 años. El decreto de Artajerjes fue puesto en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C. Partiendo de esta fecha, los 483 años alcanzan al otoño del año 27 de J. C. [...] Entonces fue cuando esta profecía se cumplió. La palabra ‘Mesías’ significa ‘ el Ungido’. En el otoño del año 27 de J. C., Cristo fue bautizado por Juan y recibió la unción del Espíritu Santo. [...].
“ ‘Y en otra semana confirmará el pacto a muchos.’ La semana de la cual se habla aquí es la última de las setenta. Son los siete últimos años del período concedido especialmente a los judíos. Durante ese plazo que se extendió del año 27 al año 34 de J. C., Cristo, primero en persona y luego por intermedio de sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio especialmente a los judíos. [...].
“ ‘A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.’ El año 31 de J. C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado. [...].
“Hasta aquí cada uno de los detalles de las profecías se ha cumplido de una manera sorprendente, y el principio de las setenta semanas queda establecido irrefutablemente en el año 457 ant. de J. C. y su fin en el año 34 de J. C. Partiendo de esta fecha no es difícil encontrar el térnimo de los 2.300 días. Las setenta semanas – 490 días – descontadas de los 2.300 días, quedan 1.810 días. Contando desde 34 de J. C., los 1.810 años alcanzan al año 1844. Por consiguiente los 2.300 días de Daniel 8:14 terminaron en 1844. Al fin de este gran período profético, según el testimonio del ángel de Dios, ‘el santuario’ debía ser ‘purificado.’ De este modo la fecha de la purificación del santuario – la cual se creía universalmente que se verificaría en el segundo advenimiento de Cristo – quedó definitivamente establecida.” (2/372-376).

h) Una vez vista la interpretación de Daniel 8:14 y 9:24-27, para llegar a 1844, presentada por la persona que más autoridad tiene en el Adventismo, pasamos a poner, en un gráfico, los cálculos que están expuestos en esa interpretación:


Gráfico primero.

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i) Vemos que los 2.300 años contados desde el otoño del año 457 a. C. llegan hasta el otoño del año 1844 d. C. El Adventismo cuenta los 490 años de las 70 semanas desde la misma fecha que los 2.300 años. Cuando terminaron los 490 años (que considera que están cortados o descontados de los 2.300), los cuales llegan hasta el otoño del año 34 d. C., suman, a esta fecha, los 1.810 años restantes de los 2.300, y así llegan al otoño del año 1844. Veamos ahora, en otros gráficos, el desarrollo de los cálculos de las 70 semanas (o 490 años) hechos por el Adventismo:

Gráfico segundo.

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j) Contando las 69 primeras semanas, de las 70 (Daniel 9:25), o 483 años, desde el otoño del año 457 a. C., se llega al otoño del año 27 d. C., cuando (según el Adventismo) Cristo fue bautizado. Así, a la mitad de la última semana ( = 7 años), en la primavera del año 31 d. C., Jesús fue crucificado; a esta fecha, se suman los 3 ½ años restantes de la segunda mitad de la última de las 70 semanas, y se llega al otoño del año 34 d. C., donde termina el período de las 70 semanas (o 490 años). Al otoño del año 34, se suman los 1.810 años restantes de los 2.300, y se llega al otoño del año 1844 (como se ve en el gráfico primero), que es la fecha buscada a lo largo de todos estos cálculos. Por tanto, las fechas de los años 457 a. C., 27 d. C. 31 y 34 sólo son hitos para llegar al año 1844, que es la fecha fundamental del Adventismo, hasta tal punto que esta fecha figura entre las “creencias fundamentales” de la Iglesia Adventista al mismo nivel que la creencia en Dios, en Jesucristo, etc. (6/254-255). De aquí que, si se demuestra que alguna de esas cuatro fechas (años 457, 27, 31, 34) es falsa, resultará una catástrofe para las creencias fundamentales del Adventismo, y para su razón de ser (como hemos visto en la primera parte). Por tanto, pasamos a examinar esas cuatro fechas por orden cronológico.




Capítulo II


LA FECHA DEL AÑO 457 A. C.




1) El Adventismo cuenta desde el otoño de este año 457 a. C. las 70 semanas de Daniel 9:24-27 y los 2.300 días (convertidos en años) de Daniel 8:14. En realidad, estos textos de Daniel contienen dos profecías distintas entre sí, y nada tiene que ver la una con la otra. En efecto, la de Daniel 8:14 fue dada “En el año tercero del reinado del rey Belsasar” (o Baltasar), según Daniel 8:1, que corresponde al “año 553/552 a. C.”, según el mismo Adventismo (7/tomo 4, p. 828). Por lo que se refiere a la profecía de Daniel 9:24-27, ésta fue dada “En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos”, según Daniel 9:1. El Adventismo no tiene ningún interés en precisar, en este lugar de su Comentario Bíblico, a qué fecha corresponde el primer año de este Darío (que es el mismo mencionado en Daniel 5:31 y 11:1); pero el Jehovismo dice lo siguiente sobre Darío el Medo (al que también llama Darío I):

“[...], por lo menos con un año y posiblemente parte de un segundo año para Darío el Medo, el primer año del rey Ciro el Persa quizás no haya comenzado sino hasta el año 538 a. de la E. C., extendiéndose hasta el siguiente año, 537 a. de la E. C.” (8/87).

“El reinado de Darío I fue breve; la mención del ‘primer año’ de su reinado infiere que fue rey por lo menos por un año completo. (Dn. 9:1; 11:1) Ciro lo siguió en el trono a fines de 538 y el profeta de Jehová, Daniel, continuó en un puesto alto. ‘En cuanto a este Daniel, prosperó en el reinado de Darío y el reinado de Ciro el persa.’ (Dan. 6:2, 28) [...].” (9/13).

2) Por consiguiente, el primer año de Darío el Medo estaría en torno al año 538 a. C. Un estudio detallado sobre este año primero de Darío el Medo se halla en (54/177-200, 469).

3) Por tanto, sabemos que la profecía de Daniel 8:14 (sobre los 2.300 días) fue dada hacia el año 552 a. C., y la de Daniel 9:24-27 (sobre las 70 semanas) fue revelada hacia el año 538 a. C. Esto supone que entre Daniel 8:14 y Daniel 9:24-27 hay 14 años de diferencia; pero parece que al Adventismo le gustaría borrar esos 14 años de historia entre los capítulos 8 y 9 de Daniel, para que así fuera más fácil su teoría de que las 70 semanas están cortadas del período de los 2.300 días, y por tanto ambas profecías comienzan en la misma fecha. He aquí un intento de borrar esos 14 años, realizado por el Dr. Jean Zürcher (a quien ya nos hemos referido más arriba), y publicado en la Revista oficial del Adventismo; dice así:

“[...]. Esto es lo que pide Daniel en su oración: ‘Dios nuestro ... haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado’ (Dan. 9:17). Es verdad que el profeta pensaba en el santuario terrenal, mientras que el ángel le habla del santuario celestial. Daniel estaba pensando en los setenta años de la profecía de Jeremías, cuando Gabriel le declaró: ‘Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado’ (Dan. 8:14).” (11/11).

4) Vemos cómo el Dr. Zürcher suprime los 14 años que separan los capítulos 8 y 9 de Daniel, pues, según él, cuando Daniel estaba orando en el año 538 a. C., vino el ángel y le dijo lo que ya le había dicho en el año 552 a. C. (es decir, 14 años antes); parece increíble que un doctor en Filosofía razone de esta manera; pero esto sólo es un amago de los intentos que harán para conseguir establecer su fundamental fecha de 1844, lo veremos.

5) Por otra parte, en Números 14:34 y Ezequiel 4:6, no hay ninguna regla, que diga que en las profecías dadas en días, éstos deban transformarse en años; pues en esos dos textos sólo se trata de dos hechos concretos, en cada uno de los cuales se dice lo contrario del otro: en Números 14:34, se afirma “un año por cada día”, mientras que, en Ezequiel 4:6, se informa: “día por año”. Veamos esos dos textos dentro de sus contextos:

a) Dios ordenó a Moisés que enviara doce hombres a reconocer la tierra de Canaán, donde debían entrar los israelitas; los doce espías tardaron 40 días en reconocer aquella tierra (Números 13:1-25). Diez de los doce dieron un informe negativo, que arrastró a los israelitas a rechazar la orden de Dios para entrar en Canaán; entonces, Dios dijo que todos los que tuvieran de 20 años para arriba, morirían en el desierto, excepto Caleb y Josué (Números 14:1-30); por tanto, para que los desobedientes murieran en el desierto, Dios los castigó a deambular por allí 40 años, un año por cada día que habían tardado en reconocer la tierra:

“Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.” (Números 14:34).

b) En Ezequiel capítulos 4 y 5, Dios anuncia, mediante una serie de acciones que ordena realizar al profeta, el sitio y destrucción de Jerusalén, lo cual se explica en 2 Reyes 25:1-10. Entre esos gestos simbólicos, Ezequiel tuvo que realizar dos, que consistían en cargar Dios, simbólicamente, la maldad de la casa de Israel, que había durado 190 años, sobre el profeta, reduciéndola a 190 días ( un día por cada año), que el profeta tenía que dormir sobre el lado izquierdo; después, como la maldad de la casa de Israel había durado 40 años, Dios ordena, al profeta, que duerma otros cuarenta días sobre el lado derecho, y dice:

“[...], y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado.” (Ezequiel 4:6).

6) Como es evidente, estos dos pasajes van en sentido contrario. En el primero, los 40 días se transforman en 40 años; en el segundo, los 40 años se convierten en 40 días. Por tanto, en estos dos pasajes no hay ninguna regla profética, sino un castigo real en el primer caso, y un castigo simbólico en el segundo. Si alguien quiere coger estos dos textos (Números 14:34 y Ezequiel 4:6), para establecer una regla que mida el tiempo profético, tiene que, según el primer texto, transformar los días en años (40 días = 40 años), y, según el segundo texto, tiene que convertir los años en días (40 años = 40 días). Muchos, por no fijarse bien en lo que dicen estos dos textos bíblicos, han aplicado (cada uno como bien le ha parecido en cuanto al punto de partida) el invento de esa regla o norma, que no existe en ninguna parte, y todos sus cálculos han terminado en un rotundo fracaso; en ninguna ocasión se ha cumplido lo que han anunciado con unos cálculos hechos con esa regla (véase el Apéndice 1). Por tanto, cuando la Biblia da profecías en días, los días sólo son días (véase el Apéndice 2). Sólo, en las 70 semanas de Daniel, se cuenta un año por cada día; pero la medida no viene de esos dos textos que comentamos, sino de un hecho que simboliza lo anunciado en las 70 semanas (lo cual sí se cumplió al pie de la letra); además, en estos dos casos, la medida del tiempo no se da en días, sino en semanas, y, en uno de ellos, se dice claramente que son semanas de años (véase el Apéndice 3 y el Apéndice 9).

7) Por tanto, los 2.300 días de Daniel 8:14 son días literales (véase el Apéndice 2); se trata de los días que se iba a tardar en reconstruir el templo de Jerusalén que, cuando se dio la profecía de Daniel 8: 14 en el año 552 a. C., estaba destruido desde el año 19 del reinado de Nabucodonosor (2 Reyes 25:8-10), que es el año 586 a. C. (54/200-228). En efecto:

a) En Jeremías 17:27, se anuncia la destrucción de Jerusalén. Esta destrucción fue realizada, como queda indicado, en el año 586 a. C., cuando el templo también fue destruido, según se explica en 2 Reyes 25:8-10.

b) Según Daniel 8:1, en el año 552 a. C., se anuncia la restauración de ese templo en Daniel 8:14, la cual fue terminada y el templo dedicado en el sexto año del reinado del rey Darío, según se dice en Esdras 6:15-18. Este rey es Darío I, y su sexto año (según el Adventismo) corresponde al año 515 a. C. (7/tomo III, p. 363). (Véase el Apéndice 2).

c) En Daniel 9:26, se vuelve a anunciar la destrucción de Jerusalén y del templo, lo cual sucedió en el año 70 d. C. por medio de las legiones romanas al mando del príncipe Tito, hijo del emperador romano Vespasiano (7/tomo V, p. 484).

8) Es evidente que el hecho de convertir los 2.300 días en 2.300 años no tiene base bíblica; de ahí, los intentos del Adventismo para “cortar” las 70 semanas de los 2.300 días de Daniel 8:14, empezando los dos períodos al mismo tiempo en el año 457 a. C., como se ve en el gráfico primero de más arriba; pero ese subterfugio no le sirve para sus fines; porque no le salen las cuentas en su cálculo de las 70 semanas de Daniel 9:24-27, como vamos a demostrar a continuación.

9) En Daniel 9.25, se dice que las 70 semanas se empezarían a contar “desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén [...]”.

10) En Esdras 7:12-13, el rey persa Artajerjes dice, al sacerdote judío Esdras, en su decreto:

“Artajerjes rey de reyes, a Esdras, sacerdote y escriba erudito en la ley del Dios del cielo: Paz.
“Por mí es dada orden que todo aquel en mi reino, del pueblo de Israel y de sus sacerdotes y levitas, que quiera ir contigo a Jerusalén, vaya.”

11) No se dice en qué día dio el rey Artajerjes esta orden; pero sí se afirma en la Biblia:

“[...], este Esdras subió de Babilonia. [...] Y con él subieron a Jerusalén algunos de los hijos de Israel, y de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y sirvientes del templo, en el séptimo año del rey Artajerjes. Y llegó a Jerusalén en el mes quinto del año séptimo del rey. Porque el día primero del primer mes fue el principio de la partida de Babilonia, y al primero del mes quinto llegó a Jerusalén, [...].” (Esdras 7:6-9).

12) Vemos con claridad que, aunque no se dice en qué día se emitió esa orden del rey Artajerjes, está claramente expresado que ese viaje a Jerusalén se realizó en el año séptimo del rey Artajerjes, y que salieron de Babilonia en el día primero del primer mes, que es Nisán, equivalente al mes de abril (aproximadamente); y llegaron a Jerusalén el día primero del mes quinto, que es Av, el cual corresponde al mes de agosto (aproximadamente), (12/73, 107). Así que el viaje empezó a primeros de abril, y llegaron a Jerusalén a primeros de agosto del año séptimo del reinado del rey Artajerjes. Ahora hay que calcular dos cosas:

a) A qué año del calendario juliano corresponde el año séptimo del reinado de Artajerjes.

b) En qué momento, dentro de ese año séptimo, el rey Artajerjes emitió esa “orden”, para realizar ese viaje a Jerusalén.

13) Sobre el año séptimo de Artajerjes, el Adventismo dice:

“Uno de los papiros de doble fecha descubiertos en la colonia judía de Elefantina, Egipto [...], fue escrito en el año de ascensión al trono de Artajerjes, en enero del 464 a. C. [...]. Comparándolo con otros registros, antiguos, se puede deducir que, mediante el cómputo judío, el ‘comienzo de su reinado’ o ‘año ascensional’ comenzó después del Año Nuevo judío de 465 a. C. y terminó en el siguiente Año Nuevo judío, en septiembre-octubre del 464 a. C. Entonces, su ‘primer año’ (su primer año calendario completo) habría sido desde septiembre-octubre del 464 a. C. hasta septiembre-octubre del 463 a. C. El 7º año de Artajerjes se extendería entonces, desde el otoño (septiembre-octubre) del 458 a. C. hasta el otoño del 457 a. C. [...].” (7/tomo 4, p. 879).

“Artajerjes ascendió al trono a finales del año 465 A. C. Pero el año 465-464 A. C. no fue el primero de Artajerjes. [...] Tanto judíos como persas contaban los años del reinado de los monarcas a partir de fechas fijas. Los judíos contaban los años civiles de otoño a otoño, comenzando con el 1º de Tisri (Septiembre). El período que iba desde la ascensión al trono hasta el siguiente día 1º de Tisri era denominado ‘comienzo del reinado’ [...]. Ahora se acostumbra llamarlo ‘año ascensional’. Podía durar días o meses. Recién al terminar comenzaba el primer año de reinado.” (13/tomo III, p. 223).

14) Por otra parte, tenemos la siguiente información sobre el comienzo del reinado de Artajerjes, cuando sucedió a su padre Jerjes:
“JERJES. Rey de Persia, llamado Asuero en latín, hijo de Darío I, n. hacia el año 519 a. de J. C. y m. en 465. [...], siendo asesinado, junto con su hijo mayor Darío, por el jefe de la guardia, Artabán, en Diciembre de 465 ó Enero del 464, que fue muerto el mismo día. Le sucedió su hijo Artajerjes I.” (14/tomo 28, pp. 2669-2670).

15) Recogiendo ahora, en un gráfico, toda la información de estas tres últimas citas, veremos con claridad dónde queda situado el año 7º del rey Artajerjes en el calendario juliano.

Gráfico tercero.

[Para ver este gráfico debe ver la versión PDF de este Estudio]

16) Observamos, en este gráfico, que los años del calendario judío, que van de otoño a otoño, comprenden el último trimestre de un año juliano más los tres primeros trimestres del año siguiente. El “año ascensional” de Artajerjes comenzó entre finales de diciembre del año 465 a. C. y primeros días de enero del año 464 a. C. y terminó por finales de septiembre del año 464 a. C. También vemos dónde empezó y terminó el viaje que hizo Esdras a Jerusalén en el año 7º del reinado de Artajerjes; se observa que este año 7º comprende el último trimestre del año 458 a. C. y los tres primeros trimestres del año 457 a. C.
17) Una vez averiguado a qué año del calendario juliano corresponde el año 7º de Artajerjes, nos queda deducir en qué momento, dentro de ese año 7º, emitió el rey Artajerjes esa “orden”, para realizar ese viaje a Jerusalén, que es lo que hemos indicado más arriba, en el punto 12-b.

18) Es evidente que la “orden”, para realizar ese viaje, tuvo que emitirse antes de comenzar dicho viaje. Lógica y evidentemente los hechos cronológicos sucedieron así:

a) El rey Artajerjes emite la “orden” para el viaje.

b) La “orden” dice que todo el que quiera ir “en mi reino” a Jerusalén, se reúna en Babilonia; por tanto, la “orden” debe darse a conocer por todo el reino del rey Artajerjes.

c) Cuando los judíos que vivían en el reino persa de Artajerjes, conocieron esa “orden”, los que quisieron ir a Jerusalén, se concentraron en Babilonia para hacer el viaje con Esdras; en Esdras 8:1-36, se habla de los que hicieron ese viaje.

d) Ahora bien, ¿cuánto tiempo pudo pasar desde que el rey dio la “orden” hasta que estos judíos se reunieron en Babilonia? Si nos fijamos en el mapa del reino persa (en la última página), y en (52/tomo I, p. 44), vemos que los que vivían en la parte oriental de ese reino, por ejemplo, en la importante ciudad de Bactra, o en el extremo occidental, tuvieron que recorrer unas distancias mayores que el camino recorrido después para ir desde Babilonia a Jerusalén rodeando el desierto de Arabia. Además, puesto que era un viaje sin retorno, pues se trataba de ir a vivir en Jerusalén, es decir, volver a la tierra de donde habían sido deportados sus padres, estos judíos tuvieron que liquidar sus negocios y propiedades antes de ir a Babilonia para reunirse con Esdras. Por consiguiente, aunque ese viaje hasta Babilonia se hiciera más rápido que el de Babilonia a Jerusalén, porque un viaje individual es más rápido que el de una caravana, si en el viaje a Jerusalén se tardó unos cuatro meses, en el viaje hasta Babilonia, al ser la distancia, para los más alejados, casi el doble que de Babilonia a Jerusalén, no podemos calcular que tardaran menos de otros cuatro meses; a estos cuatro meses hay que sumar el tiempo que tardaron los heraldos del rey (éstos más rápidos) de llevar la noticia de la “orden” del rey hasta Bactra, por ejemplo; también hay que sumar el tiempo que estos judíos tardaran en liquidar sus posesiones. No es ninguna exageración calcular que, desde que el rey emitió la “orden” en cuestión hasta que los judíos de los lugares más alejados del reino persa se pusieran en camino hacia Babilonia, pasaron otros dos meses más. Por tanto, desde que el rey emitió la “orden” hasta que Esdras empezó el viaje desde Babilonia, se habrían pasado seis meses como mínimo; Así, pues, como Esdras salió de Babilonia el día primero del primer mes, que hemos visto que corresponde a primeros de abril del calendario juliano, resulta que seis meses antes corresponde a primeros del mes de octubre del año 458 a. C., es decir, nos situamos en el comienzo del año 7º del reinado del rey Artajerjes, que es el comienzo del otoño del año 458 a. C., como se puede ver más arriba (gráfico tercero).
 
 

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