Profecía en el Antiguo Testamento (Tanak en hebreo)
Toda la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis presenta un cuadro profético del plan de El Señor para salvar al hombre a través de una persona específica y de la fe en ella: Jesús el Mesías. (Lc 24:27, 44; Jn 1:45, 5:46). Debemos partir de esto para no perder el rumbo (como lastimosamente ocurrió) y pecar contra el Nombre (HaShem, en hebreo) del Altísimo.
La esperanza judía de liberación se centraba en la promesa de la venida del Rey, hijo de David, el Mesías el cual había sido anunciado por boca de los profetas
“Saldrá una vara del tronco de Isaí y un vástago retoñará de sus raíces” Is 11:1
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Elohim Tsebaot hará esto”. Is 9: 6-7
Después de cumplidas las profecías con la llegada de Jesús el Mesías anunciado, se comenzaron a predicar las Buenas Nuevas (evangelio en griego) del Reinado de Dios en su Nombre y TODOS los apóstoles predicaron la salvación por la fe en Jesucristo y SOLO en Él.
La persona central en el Nuevo Testamento (Brit Hadasha, en hebreo) es Jesús el Mesías y NINGÚN personaje tiene más relevancia (junto con Dios el Padre y el Espíritu Santo) porque Él es el centro de la predicación.
Ahora bien, ¿podremos decir que las profecías del Antiguo Testamento no contienen referencias a María dentro de ese plan diseñado por Dios para la salvación del hombre?
Como ya se ha dicho, las palabras dadas a los profetas de Israel eran para anunciar la venida del Mesías que restauraría la nación y por lo tanto cualquier referencia a la madre de Jesús se hace en base a su cumplimiento mesiánico y no mariano.
Génesis 3:15
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”
El contexto de este pasaje es ya conocido: El Señor ha descubierto la desobediencia de Adán y de Eva al comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal y está dictando sentencia por haber quebrantado su mandato. La primera sentencia que se escucha de labios de Dios es contra la serpiente que engañó a Eva para que comiese de aquel fruto: “Y Elohim (Dios) dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Gn 3:14). La misma Biblia desvela al autor disfrazado en la piel de la serpiente que engañó a la mujer: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero…” (Apocalipsis 12:9 a). Así, Satán utilizando la astucia de la serpiente logró que el ser humano perdiera su comunión con su Creador y no sólo engañó a Eva sino como lo dice el apóstol Juan (Yohanan en hebreo) “…al mundo entero” también.
La enseñanza tradicional de la Iglesia Católica presenta este pasaje como referido a María que aplasta la cabeza de Satanás y esta escena es representada en varias imágenes, estatuas y estampas. Se cita a menudo este pasaje en círculos católicos para justificar la invocación del nombre de María en sesiones de liberación y se cree que a través de ella se logró o se logra la victoria sobre el Adversario. Pero al hacer una correcta interpretación y traducción del pasaje no es posible hacer una justificación de tales aseveraciones.
Vemos que la lucha será entre las simientes de la serpiente y de la mujer, no entre ellas directamente.
La palabra hebrea para simiente es masculina y no femenina haciendo referencia a que no será la mujer quien aplaste la cabeza de Satán. Es más, en una versión católica de la Biblia este pasaje es citado así:
“Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza y tú solo tocarás su calcañar” (Tomado de La Biblia para el Pueblo de Dios).
La correcta interpretación del pasaje sería: “Y pondré enemistad (rivalidad perpetua) entre ti (serpiente) y la mujer (Eva) y entre tu simiente (Satán) y la simiente suya (el Mesías); ésta (la simiente de la mujer) te herirá en la cabeza (herida mortal) y tú le herirás en el calcañar (herida pasajera)”. De la sola interpretación del pasaje es claro ver que Dios prometió un descendiente a través de la mujer que fue engañada y que tentó al hombre (Adán) para que desobedeciera a El Señor, y que por medio de él se propinaría una herida mortal al Adversario. Es la primera mención profética de una futura redención para la humanidad. El Señor mismo utilizará a la mujer para traer la salvación (Yeshua) del pecado que fue introducido por la desobediencia de la misma mujer. Más adelante ahondaremos en este aspecto.
Isaías 7:14
“Por tanto , el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y llamará su nombre Emanuel”
Nuevamente ponemos relevancia a leer detenidamente las citas bíblicas. Es un claro pasaje de visión mesiánica y como tal lo han interpretado las tradiciones judías. El personaje central no es la virgen (almah en hebreo) sino su hijo, el llamado Emanuel (Dios con nosotros). La señal sería que el Emanuel nacería de una virgen (almah) y como tal, Mateo (Mattityahu en hebreo) lo vió cumplido en Jesús (Mt 1:22-23). La palabra almah traduce doncella, mujer joven, lo que pondría en entredicho su traducción como virgen, pero al hacer un examen del significado profundo revela que se trata de una muchacha en edad temprana, que no ha conocido varón.
“La palabra hebrea para virgen es Betulah… En Génesis 24:16 dice: “Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen…”. La Torah (el Antiguo Testamento hebreo) dice. “Betulah, ve silo yadaa” que quiere decir: “Una virgen la cual a ningún hombre ha conocido”.
En ese mismo capítulo, en el versículo 43, Rebeca es descrita como “ha almah ha yotzet lishov” que quiere decir: ”La virgen (almah) que venga para sacar agua”. En el versículo 16 de Génesis 24 se le dice a Rebeca Betulah y en el versículo 43 se le dice Almah lo que quiere decir que ambos son sinónimos (Virgen).
Según la regla de interpretación bíblica llamada GEZEIRA SHAVA, la cual se encarga de resolver pasajes difíciles dice:
Otra palabra explica otra que no es clara de entender y aunque no sea necesariamente la misma, siempre y cuando las dos palabras sean aplicadas para describir un mismo caso o circunstancia, dichas palabras llegan a ser entendidas como similares. Tal es el caso de BETULAH y ALMAH”. (Tomado del estudio Betulah y Almah del rabino judío mesiánico Edrey Brito en Mesiánicos.com 2001).
El cumplimiento se realizó cuando el Espíritu Santo se posó sobre María (Myriam) y sin intervención de hombre concibió un hijo cuyo nombre es Yeshua (YHVH salva). (Mt 1:18-25). Tal interpretación nos lleva a concluir que el Mesías tuvo un nacimiento sobrenatural al nacer de una joven virgen por intervención del Espíritu Santo y que esa almah era María. Por lo tanto quien no reconozca el nacimiento virginal de Jesús (consecuentemente, la virginidad de María) no se ha apegado a la palabra bíblica. De este hecho estudiaremos más adelante varias implicaciones que ponen bíblicamente en entredicho algunos dogmas marianos.
La verdad revela la falsedad
En el mundo, principalmente el Occidental se ve un fenómeno arraigado y en crecimiento continuo: la “veneración” de María. Se habla de una aparición aquí y otra allá, catástrofes profetizadas, refugio en su inmaculado corazón, protección del brazo justiciero de Dios en ella, se promulgan consagraciones de aldeas, pueblos, ciudades, naciones y hasta del mundo a su nombre, conjuntamente con dogmas nuevos que reafirman las creencias populares, círculos carismáticos presentan videntes tomados por la “señora” profetizando y se usa su intercesión para guardar hijos, bienes (bien o mal habidos), para empujar las almas de difuntos que se encuentran en el “purgatorio” hacia el cielo, para sanar enfermos, expulsar demonios y para acercarnos más a Jesús y a Dios el Padre!
Y ante semejante cúmulo de “santas” actividades ¿alguno de esos devotos (muchos que sinceramente buscan al Señor) se han detenido a ojear las páginas del Único Libro que Dios dejó para que fuera “lámpara a nuestros pies” (Salmo 119:105), las Sagradas Escrituras “las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Tim 3:15) y así constatar si tal veneración es de acuerdo a los propósitos de Dios y constituye un camino viable para acercarse a Él? Obviamente, algunos que lean esto, dirán “por supuesto” sosteniendo que se trata de la madre de nuestro Señor quien habla y que por lo tanto hasta milagros puede hacer. Bueno, pero ese argumento presenta ciertas deficiencias: en primer lugar no es un argumento bíblico, del cual hablaremos más adelante, en segundo lugar se da por sentado algo que enseñaron quienes se ven como los representantes reales de Dios en la tierra pero nunca se constató si correspondían a lo enseñado por la santa Palabra del Señor y tercero se nació en una cultura que desde pequeños nos marcó con moldes y patrones religiosos (la religión de nuestros abuelos) y por lo tanto es normal considerar como de Dios algo que lo aparenta.
Un viejo refrán popular dice: “las apariencias engañan” y otro”no todo lo que brilla es oro”.
Desde que nuestro Salvador Jesucristo ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios Padre (Heb 12:2), los apóstoles predicaron un SOLO evangelio, Pedro (Kefas, en hebreo) predicó un SOLO evangelio, Juan (Yohanan, en hebreo) predicó un SOLO evangelio, Santiago (Yacob, en hebreo) predicó un SOLO evangelio, Pablo (S’aul en hebreo) predicó un SOLO evangelio, en las primeras comunidades cristianas se predicó un SOLO evangelio y hoy… penosamente se predican MUCHOS evangelios.
Pablo escribe “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:6-7) (cursivas del autor).
Hay un SOLO evangelio y éste es Yeshua (Jesús) y se le puede conocer al permitirle al Espíritu Santo lo revele a los corazones por medio de las Escrituras, pues son ellas el medio objetivo por el cual el creyente juzga si es de Dios o no. “La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia” (Sal 119:160) “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8:32) La verdad es Jesús el Mesías (Jn14:6).
La figura de María en el Nuevo Testamento
La primera alusión que se hace de María (Myriam) en el Nuevo Testamento es en referencia a la genealogía de Jesús(Yeshua) que muestra que Él desciende de Abraham y del rey David (Mt1:1). Mateo 1:16 dice “Y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo” Bíblicamente, María es en primer lugar esposa de José y madre del Mesías (Cristo es una palabra griega que significa Ungido lo mismo que la hebrea Mesías). Ni en esta, ni en la genealogía que recoge Lucas (Lc 3:23-38),ni en ningún otro pasaje de la Biblia se nombran los padres de María (que según la tradición católica se llamaron Joaquín y Ana) y nunca se habla de su lugar de nacimiento aunque era judía de nacimiento, por consiguiente Jesús era judío pues según la Ley todo aquel que tuviera como madre a una mujer judía era considerado judío aunque su padre fuera un gentil (goi, en hebreo significa gentil, no nacido judío).
La segunda cita en Mateo es el versículo 18 del mismo capítulo: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes de que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo”.
En las tradiciones judías se acostumbraba realizar una ceremonia de compromiso en la que el novio tomaba como suya a la novia pero aún no podía compartir el lecho con ella hasta una nueva ceremonia, pero tal compromiso era concluyente e irrevocable. En este momento es cuando el Santo Espíritu concibe en ella a Jesús. Por lo tanto es iniciativa divina el formar al Mesías, el Verbo encarnado en el vientre de esta mujer virgen que aunque desposada aún no había compartido la intimidad con su esposo que al enterarse del embarazo su primera reacción fue rechazarla aunque tenía derecho de repudiarla públicamente y pedir su muerte por adúltera (ver Levítico 20:10). Sólo la intervención de un ángel del Señor hizo que José comprendiera que su mujer concebiría un hijo por intervención del Espíritu Santo.(v.20) Describamos este anuncio desde la perspectiva de Lucas:
Lc1:26 “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret”.
Dios no hace nada sin anunciarlo primero; Él no violentaría la voluntad de María por eso manda al ángel Gabriel a la ciudad donde ella vive: Nazaret de Galilea.
Lc1:28-27 “Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo:¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vió, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta”. El ángel saluda y la llama muy favorecida. Ella ha recibido un favor, un regalo, un don que aún desconoce. Segundo declara que el Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se encuentra con ella. Y Tercero la llama bendita entre las mujeres. Entre todas las mujeres del mundo en ese entonces, Dios se fijó en ella para depositar dentro de sí a su Amado Hijo. Por eso es bendita, no por ella sino porque Dios está con ella, así como entre todos los pueblos de la Tierra eligió uno para dar a conocer su Nombre: Israel que es llamado un pueblo santo (kadosh en hebreo. Significa apartado consagrado)no por que fuera un pueblo obediente y bueno sino porque era pertenencia del Santo(Lev 20:26; Dt 7:6).Naturalmente ella se inquietó ante la figura celestial que se le apareció y aún no entendía lo que el ángel decía. No se llenó de orgullo y dijo ¡Vaya, soy la mejor de todas las mujeres y Dios mismo tuvo que venir a decírmelo! Se nota ingenuidad y humildad.
Lc 1:30 “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”
Tuvo que haber algo que Dios hallase en María para que su gracia, su favor inmerecido cayera en esta joven judía, esencial para que el Hijo del Altísimo naciera de ella. Muchos piensan que Dios la guardó desde su nacimiento sin el pecado original y que al ser perfecta podía albergar en su vientre al Mesías. Es decir su perfección moral fue lo que vió El Señor para elegirla. De allí nace el dogma católico de la Inmaculada Concepción. Vamos a detenernos aquí unos instantes para que la verdad de la Palabra de Dios revele lo que los deseos humanos han querido imponer.
El dogma definido por el papa Pio IX el 8 de diciembre de 1854 en una bula (descrito como documento “pontificio” en materia de fe) “Ineffabilis Deus” (Dios Infalible) dice así: … “con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, afirmamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatífica virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, salvador del género humano, está revelada por Dios” (Denzinger N° 1641) y el concilio vaticano II lo ratificó en su constitución “Lumen Gentium” (Luz de las gentes): “Finalmente la virgen inmaculada, dice, preservada inmune de toda mancha de culpa original…” ( LG 59).
Estudiemos estas declaraciones para profundizar en la verdad bíblica. En primer lugar vemos que es un dogma que nació casi 1800 años después de las revelaciones apostólicas y proféticas del primer siglo, tiempo demasiado largo y absurdo para que Dios revele algo nuevo (dado que la Revelación como tal se cerró con la muerte del apóstol Juan) y en lo cual no existía un consenso en todas las regiones y hasta teólogos católicos no reconocieron. El documento se titula Dios Infalible, y es cierto, Dios es infalible, Él no cambia en su parecer y todo es certero en Él, ¿pero acaso este documento se presenta como la infalible Palabra de Dios? No puede ser porque “TODA la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim 3:16). La misma Biblia dice que TODA ella es inspirada por Dios para 1. enseñar, 2. redargüir (refutar), 3. corregir y 4. instruir en justicia. La fuente de la doctrina es la Escritura y no las palabras de hombres aunque se consideren inspirados por Dios. Todo juicio debe estar sometido a la Palabra del Señor. Es más, el dogma se da según la “autoridad” de Jesucristo, y de los apóstoles Pedro y Pablo. En ninguna de sus declaraciones y escritos se menciona algo con respecto al dogma formulado. Pablo sólo hace una alusión a María, aunque no la llama por su nombre y no en referencia a sí misma sino al hecho de que el Mesías nació de una mujer (Gal 4:4) y Pedro nunca hace una alusión a ella. Tal afirmación del dogma no tiene bases escriturísticas en ninguno de aquellos a los que reconocen su autoridad.
Vayamos al fondo de la declaración. María, según ellos, fue preservada de la mancha del pecado original. ¿qué es el pecado original? En primer lugar no es un término que se encuentre en la Biblia. Según la iglesia Romana es un pecado que se trasmite por tener la naturaleza de Adán y que trae muerte al alma por eso se practica el bautismo a niños para así no “perderse el cielo”, otra desacertada doctrina que por ahora no estudiaremos. Veamos el texto bíblico en Romanos 5:12-15:
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don no fue como la trasgresión; porque si por la trasgresión de aquel murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo”.
El pecado entró por Adán y por consiguiente la muerte. Se constata que el pecado entró en todos porque todos los descendientes de Adán murieron, aunque el versículo 14 dice que no todos pecaron a la manera de Adán. Al ser descendientes de Adán TODOS los hombres nacemos con la semilla del pecado, esa tendencia a desobedecer la ley de Dios, es lo que Pablo llama “la ley del pecado en mis miembros” (Rom 7:23). Eso es el pecado original: la naturaleza pecaminosa heredada de Adán y no un pecado con el que todos nacemos. Este perdió su gloria, su posición, la imagen de Dios se desdibujó en él y finalmente murió, así nosotros.
He dicho semilla porque esa naturaleza pecaminosa se desarrolla como algo que tiene vida. “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg 1:15) Si bien todos tenemos esa semilla hay un momento en que empieza a recoger su fruto; un niño no peca por cuanto la ley de Dios escrita en el corazón que es la conciencia no es entendible por él, no sabe qué es bueno y malo a nivel moral; sólo cuando empieza a tener conocimiento de tal ley es que esa semilla del pecado germina y lo obliga a ir en contra de su conciencia y de la ley escrita (la Torah en hebreo) del Señor. No hay edad fija pero el pecado está latente hasta que su alma se independiza y éste se desarrolla. María como descendiente de Adán poseía esta naturaleza pecaminosa y como tal estaba necesitada de redención, pero es posible que tal desarrollo del pecado en María no hubiese empezado o sus efectos eran pocos aún cuando concibió a Jesús. El término almah denota a una mujer muy joven, probablemente entre los 12 y 15 años. María aún conservaba la inocencia e ingenuidad de la edad infantil como los rasgos bíblicos suyos lo demuestran. Pero el que no fuera aún sometida del todo por el pecado no era la razón por la cual el Señor se fijó en ella. La Palabra de Dios enseña que “No hay justo, ni aun uno” (Rom 3:10) y “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3:23) y sólo uno es justo y libre de pecado “Porque no tenemos un sumo sacerdote (Jesucristo) que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb 4:15).
Algunos que defienden tal teoría de la inmaculada concepción de María sostendrían que al María ser tan pecadora como cualquiera de nosotros sería indigna para recibir al Señor Jesús en su vientre. Pero ¿alguien se cree digno de estar parado frente al Señor del universo? El Apocalipsis de Juan (Revelación 5:1-7) nos muestra que ni en todo el cielo de Dios, ni en la tierra ni debajo de ella se encontró a alguien digno de tomar de la mano de Dios el Padre el libro sellado; sólo el Cordero de Dios, Jesús el Mesías, fue hallado digno; ni el mismo ángel Gabriel que se le apareció a María, ni el arcángel Miguel, ni Pedro, ni Pablo ya muertos para ese entonces, y ni si menciona a la virgen madre de Jesús. Sólo Él.
De María le viene la naturaleza humana, nuestra semejanza, no la naturaleza pecaminosa; Jesús nació sin ella porque había sido engendrado desde lo Alto por el Espíritu Santo; la simiente era divina no humana, exenta de todo pecado. María nació de padres humanos, engendrada por un padre tan humano como Adán. Expliquemos esto. A Adán se le imputa y no a Eva que la semilla del pecado haya entrado al hombre, sobre Adán cayó la sentencia de Adonai (El Señor): “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida” (Gen 3:17) a Eva la sentenció al dolor en su parto y el enseñoramiento del hombre sobre ella (v.16). Quien engendra es el hombre, no la mujer, en el pensamiento bíblico. La semilla del pecado viene del hombre y es transmitida por él. Yeshua (Jesús) al ser concebido en María no poseía esa tendencia natural humana al pecado porque su Padre era Dios mismo; la mujer aunque sea la más pecadora del mundo no puede transmitir esa semilla de pecado. A Dios no le interesaba mucho si María era santa (perfección moral y de obras) puesto que el Mesías no tendría pecado porque Dios mismo era su Padre, sino que la santificó (apartó, consagró para sí) para que su naturaleza humana, sus limitaciones y necesidades físicas y temporales, su apariencia y todo aquello inherente al hombre, exceptuando el pecado le fuera revestido al Hijo eterno de Dios y así en la naturaleza humana vencer la naturaleza pecaminosa del hombre al asumirla MAS ADELANTE en la cruz. ¡Bendito Hijo de Dios hecho Hijo de hombre, Dios hecho hombre, santo y perfecto hecho pecado en la cruz que con su muerte destruyó nuestro propio pecado…hasta el de su madre!
Como comentario. El 11 de febrero de 1858 (la declaración de La Inmaculada concepción fue en 1854) en Lourdes las “apariciones” que allí ocurren a una jovencita llamada Bernardette se dan a conocer con el nombre de Inmaculada Concepción. Es curioso que nunca antes se hubiesen denominado así sino después del dogma como si fuese necesario un impulso propagandístico “del cielo” para que la gente creyera al dogma formulado cuatro años antes. Pero acaso una aparición del cielo se llamaría con un nombre claramente antibíblico como ya lo hemos estudiado? Acuérdate, Dios es Infalible…su Palabra lo demuestra. En un apartado más adelante veremos la realidad de estas apariciones, mientras tanto sigamos con el estudio en el Nuevo Testamento sobre María.
Pero entonces, ¿qué vió El Señor en María, esta jovencita judía, inocente y virgen de Nazaret? La misma Biblia nos da la respuesta: Su prima Elisabeth (Isabel) que ya tenía en su vientre a Juan llamado posteriormente el Bautista, fue llena del Espíritu Santo cuando el bebé anunció con sus saltos la llegada del Mesías en el vientre de María; en el futuro haría él lo mismo. El Espíritu Santo iluminó a Elisabeth sobre el embarazo de su prima y que su fruto era Su Señor (Lucas 1:39-43). La bendijo porque aún ella que milagrosamente concibió no tuvo el privilegio de tener en su vientre al Señor mismo y lo reconoce al sentir como una deferencia que ella vaya a visitarla. Por eso entre todas las mujeres ninguna ha tenido un fruto bendito: el Mesías sin pecado. Y aquí viene lo que el Espíritu Santo también le reveló: versículo 45: “Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor”. MARÍA TENÍA FE Y CREYÓ A LAPALABRA DEL SEÑOR. Espero que te hayas dado cuenta de esto, pues fue esto lo que al Señor de señores le atrajo de María. Dios vió que ella creería a su Palabra. Dios vió lo esencial, los hombres vemos lo superficial. El mismo Lucas registra un hecho que confirma esto. Lc 11:27-28 “Mientras él (Jesús) decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo y los senos que mamaste. Y él les dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” Podría parecer que Jesús no tiene aprecio por María al ser su madre, pero la respuesta que confronta no es contra ella sino contra los que le escuchan; no tienen puestos sus ojos en lo esencial sino en lo superficial; ven el hecho de que María debe ser bienaventurada por ser la madre de este profeta poderoso, pero Jesús los corrige al mostrarles que lo realmente importante es quien cree en la Palabra y la obedece después de oírla. Por eso es bienaventurada su madre, no por sus lazos familiares ni de sangre, sino por el hecho de que creyó la Palabra de Dios y LA OBEDECIÓ. Es más, en los versículos 46 al 55 de Lucas 1, se registra una ferviente declaración de María que en la iglesia católica es llamada el Magnificat, que no es más sino la comprobación del conocimiento y amor que tenía María de la Palabra de Dios, pues ella se apropia del cántico de Ana al tener a Samuel como se registra en 1 Samuel 2:1-10 y lo pone en su boca al regocijarse por el fruto de su vientre, que era el Ungido de Adonai, prometido a Israel. Hoy los hombres ven solo lo superficial: la madre de Dios, nuestra señora, la intercesora, la madre de la iglesia y no se dan cuenta que ella es bienaventurada por ser sierva obediente a la Palabra de Dios. ¿Por qué no se quieren dar cuenta? Jesús también los está mirando a los ojos y les dice: “Bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la guardan”. Es más fácil rendirle honores humanos a la madre de Jesús que seguir su ejemplo. ¡Cree en la Palabra de Dios y guárdala!
El ángel Gabriel le revela la misión que le encomienda El Señor a María : Lc 1:31 “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS” La misión se resume así: concebir, dar a luz y llamar a un hijo Jesús (Yeshua) que será:
1 Grande
2 Llamado Hijo del Altísimo
3 Rey sobre el trono de David y la casa de Jacob (Israel) para siempre
4 Llamado Hijo de Dios.
5) María no pregunta sobre su hijo sino sobre la manera en que esto acontecerá en ella. Es una mujer práctica pero aún le falta iluminación. “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Pues no conozco varón” (v.34) El ángel respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios” (v.35)
6)
7) En la historia de Israel ya había sucedido un hecho similar: “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Adonai llenó el tabernáculo” (Ex 40:34). El tabernáculo era la tienda que Adonai había mandado fabricar a Israel en el desierto para que su presencia permaneciera junto al pueblo siempre; en ella se depositó el Arca del pacto, pero aún no se encontraba su presencia (Shekiná en hebreo) sino hasta cuando la nube se posó sobre ella y la gloria de Adonai la llenó. Destaquemos unas similitudes entre estos dos hechos:
1 La nube es una figura del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento,
2 El poder de Dios cubrió a María y la gloria de Dios llenó el tabernáculo,
3 El tabernáculo no tenía la presencia de Dios aunque ya estaba completamente construido con todos los utensilios dentro y hasta la misma arca del pacto también, así mismo María como tabernáculo (todos somos templos. 1Cor 6:19) ya estaba hecha y tenía fe pero la presencia de Dios aún no la llenaba. Note que el ángel le dice a futuro que el Espíritu Santo la cubrirá, no como un hecho cumplido sino a cumplir, por lo tanto es falso que ella desde su nacimiento hubiese sido llena de la gracia del Señor;
4 Ambos lugares eran sitios de reunión, reunión ¿de qué? Del pueblo de Israel con Dios en el tabernáculo y del hombre (naturaleza humana) con Dios (naturaleza divina) en el vientre de María.
5 Ambos son hechos de dos pactos. El tabernáculo era señal que Dios había hecho pacto con Israel y Él sería su Dios y ellos su pueblo; y Jesús nacido de María sería el pacto renovado de Dios con su pueblo. Ezequiel 34: 23-25 dice: “Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Adonai les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Adonai he hablado. Y estableceré con ellos pacto de paz…” Es emocionante ver que bajo los mismos términos del pacto en el Sinaí (donde también estaba la nube de gloria), luego del cual se inició la construcción del tabernáculo, se estableció el Pacto Renovado (Brit hadasha) en el descendiente de David, que estableció su morada entre los hombres (hizo tabernáculo) primera y físicamente en María.
6 El verdadero tabernáculo de Dios, el verdadero Templo de Dios no era María, ni el templo de Jerusalén sino el Señor Jesús mismo “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2:19-21)y es en Jesús, no en María donde Dios puso plenamente su morada “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9).
7 Los hombres se fijaron más en el tabernáculo (posteriormente se convirtió en un Templo) que en el Señor que lo mandó construir y hoy los hombres se fijan más en la madre del Señor que en el Señor que la santificó(apartó, consagró) y que murió por ellos y por ella.
12)
13) “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase en mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” Lc 1:38 María reconoce que en esa misión ella no es más que una sierva que cumple la voluntad del Señor, no reclama privilegios, ni títulos (¿por qué el hombre se los ha dado?). Es humilde y sumisa a Dios. “Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Stg 4:6). Dios vió de antemano la humildad con la cual creería y obedecería a una misión extraordinaria. La fe no es orgullosa, pues no es de nosotros sino don de Dios (Ef 2:8). María creyó en la Palabra de Dios; curiosamente muchos de sus devotos ni la leen.
14)
15)
Jesús nació en Belén (Beit Lejem, nombre original hebreo) de Judea tierra de José su padre para la sociedad, y tierra de David su antepasado, según las Escrituras (Miqueas 5:2). José y María fueron empadronados (censados) allí por decreto de Augusto Cesar y a causa de la multitud que llegó a la ciudad no tuvieron sitio donde aguardar la noche. Nació el Rey de reyes en una humilde pesebrera donde llegarían más tarde unos pastores a los cuales se les había aparecido un ángel anunciándoles el suceso más extraordinario en la historia de Israel: el nacimiento del Salvador, el Mesías, el Señor (Lc2:11). María escuchó su relato y lo guardó en su corazón. (v.19) meditando en todas estas cosas. ¿Sobre qué cosas meditaba María a los pies de ese indefenso bebé? La mente de María estaría llena de hechos y declaraciones sorprendentes que aún no los entendía por completo, que aún tenía que meditar: Su concepción por el Espíritu Santo, las declaraciones del ángel Gabriel, de Elisabeth, de José, de los pastores, de los sabios venidos de oriente, todo apuntaba que su hijo era alguien grande, intuía o conocía a medias que él era el Mesías prometido a Israel, pero también quién era su Padre verdadero, eran cosas tremendas para una jovencita adolescente. Sin embargo María las meditaba.
“Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS” (Mt 1:25)
“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2:7)
Entremos profundamente en las relaciones familiares de Myriam (Maria). La iglesia católica los presenta como el ideal de familia, ‘la familia de Nazaret’, pero ha obviado, ocultado o ignorado ciertas cosas sobre esta familia judía con el fin de justificar algunos dogmas humanos. Se dice que esta familia estaba conformada por José, el carpintero, la virgen madre María y el niño Jesús; nadie más. Pero entonces por qué la Biblia, en boca de dos evangelistas presenta a Jesús como PRIMOGÉNITO y no como UNIGÉNITO como debería ser si es que Jesús fue el único hijo que tuvieron. Unigénito significa uno solo nacido y primogénito significa el primero nacido. Jesús es llamado el Unigénito del Padre y no primogénito del Padre. Si hubo uno primero hubo uno segundo o si no, sería único. La iglesia romana defiende la virginidad eterna de María, esto significa que María después del nacimiento del Mesías no tuvo más hijos ni mantuvo relaciones íntimas con su esposo legal José, y curiosamente además defiende el celibato como la opción ÚNICA para servir ministerialmente o religiosamente al Señor, dando entre otros argumentos este estilo de vida célibe de María. Veamos lo que sostiene la Eterna Palabra de Dios.
Para hablar de la primogenitura de Jesús (como conclusión de que tenía más hermanos de sangre) tendremos que llegar irremediablemente a las relaciones maritales de José y María. La Biblia muestra a Dios hablándoles a Adán y a Eva después de crearlos “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla…” (Gen 1:28). El plan de Dios incluía el matrimonio y la fructificación de tal en hijos, no era un pecado; después de llegado éste, Dios redactó leyes que regulaban las relaciones entre hombres y mujeres, pero nunca dijo nada pecaminoso sobre las relaciones íntimas entre esposos excepto en aspectos de impureza ritual en los días de menstruación o cosas similares. “¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, vuélvase a su casa, no sea que muera en batalla, y algún otro la tome” (Dt 20:7) Para Dios es normal que un hombre después de desposar a una joven deba estar con ella. Jurídicamente si no se ha consumado no hay matrimonio. José había desposado a María y aún no había estado en intimidad con ella, ¿María seguiría el camino del celibato voluntario? Jesús dijo “Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mt 19:12) Hay gente que como llamamiento escoge el celibato como opción al servicio del reino, SOLO SI ERAN CAPACES de recibir esto. Incongruentemente, ¿María habría escogido el celibato cuando estaba casada o es que Dios llama a unos al celibato y al matrimonio a la vez?. Imposible, no puedes ser uno con tu esposo(a) y pretender vivir como soltera(o).
Mateo 1:25 dice que no la CONOCIÓ HASTA QUE dio a luz a su hijo primogénito. Conocer en la Biblia tiene un significado de comunión íntima y entre hombre y mujer significa relación sexual íntima. “CONOCIÓ Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Adonai he adquirido varón” (Gen 4:1)
Lo que la Escritura dice con la expresión HASTA QUE, es que mientras Jesús estuvo en el vientre de María, José no la tocó. Con referencia al tabernáculo “Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Dios lo llenaba” (Ex 40:35). Mientras que en el vientre de María estuviese el Santo de Dios no podía ser tocada, la gloria de Dios estaba sobre ella, y ella había sido apartada (santificada) para una misión. Recordemos: concebir, dar a luz y poner nombre al Hijo de Dios en sus entrañas. No se le pidió que lo educara en la ley de Moisés, ni que peregrinara a Jerusalén para ponerlo a disposición de los maestros, ni que trabajara horas extras para sostener a ese hijo repentino, ni que se encerrara en un monasterio a contemplar, ni mucho menos dejar de cumplir sus deberes conyugales. Después de nacido y llevado a circuncidar cuando le pusieron por nombre Jesús (Yeshua), la misión de María había concluido (quienes quieran añadir algo más a la Palabra de Dios en la boca del ángel Gabriel se exponen a blasfemar contra Su Nombre (Hashem) porque pretenden hacer decir algo que Él no dijo) y ahora como buena judía se dispondría a cuidar su casa, educar a su hijo (no como misión específica revelada de Dios, sino como el deber natural de una mujer, y de una mujer judía) y atender a su esposo. Entonces ahora sí, José la “conoció”. María fue coherente con el llamado supremo de concebir al Mesías y José fue coherente al no tocarla mientras el Hijo de Dios estuviera en su vientre, sabía que había sido santificada por Dios para sí, dada la revelación del ángel en sueños (Mt 1:20-24).
Marcos 3:31 “Vienen después sus hermanos y su madre y quedándose afuera, enviaron a llamarle (a Jesús)”
La Biblia muestra a María acompañada de otras personas que identifica como hermanos de Jesús. La palabra griega para hermano es adelphos . La iglesia de Roma al constatar que ese adelphos puede significar hermanos, parientes muy cercanos de sangre, primos, ha pretendido hacer creer que la Biblia realmente habla de primos y no de hermanos de Jesús, por consiguiente hijos de María también. Eso no explica la referencia a la primogenitura de Jesús, ni el porqué María tiene una relación cercana a estos ‘hermanos’ de Jesús por más sobrinos que sean, dado que no es la única referencia que se hace de ellos. Veamos Mt 13:55 “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo (Santiago), José, Simón y Judas?¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” Es entendible que los judíos de Nazaret al mencionar el origen conocido de Jesús mencionen a sus padres, ¡pero mencionar a los primos! ¡y ni siquiera se nombra a los tíos! Es demasiado presuntuoso hacer creer que son primos cuando la evidencia bíblica demuestra que Jesús tenía hermanos de sangre, que incluso en su ministerio terrenal no creyeron en él (“y le dijeron sus hermanos: ‘Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces manifiéstate al mundo’. Porque ni aún sus hermanos creían en él” Jn 7:3-5) y hasta nos da sus nombres: Santiago (Jacobo en hebreo), José, Simón, Judas y otras hermanas de las cuales desconocemos sus nombres dado que no era costumbre judía mencionarlas. Este Santiago (Jacobo) finalmente creería que su hermano era el Ungido de Dios, el Eterno Hijo del Altísimo después de su resurrección, y se erigiría como columna de la iglesia en Jerusalén (que no se trata de Jacobo el apóstol, hermano de Juan se constata que fue asesinado por Herodes (Hch 12:2) y que este Jacobo hermano de Jesús (Gal 1:19) es quien preside la reunión en Jerusalén (Hch15:13), era tenido por Pablo como columna de la iglesia (Gal 2:9) y es el autor de la epístola que lleva su nombre). La contundencia habla que María sostuvo con José relaciones maritales, en nada reprobables y que menguan en nada su figura de bienaventurada entre todas las mujeres (pensar que es por su virginidad después del nacimiento de Jesús es juzgar las apariencias y no por lo esencial que enseña la Palabra de Dios, es enseñar doctrinas de hombres) ya que asumió su rol como esposa y madre como su llamamiento personal. Tuvo un primogénito llamado Yeshua, Hijo de Dios por el Espíritu Santo y otros más, hijos de José: Jacobo, José, Simón, Judas y otras mujeres, a los cuales no contó quién era Él en realidad mientras Jesús estuvo en su ministerio terrenal, pues bíblicamente ella guardó todas estas cosas en su corazón. José fue un padre bendecido (en Israel era sinónimo de bendición divina el tener muchos hijos) y un esposo aún más bendecido al tener una mujer como dice Proverbios 31:10-31.
Volvamos al Templo de Jerusalén cuando este niño especial era presentado por sus padres al Señor su Padre para cumplir como buenos judíos los ritos de la ley de Moisés así como a los ocho días le circuncidaron y le pusieron por nombre YESHUA (Jesús). Hay un hecho que pone en tela de juicio la ausencia de pecado en María y el nacimiento sobrenatural de Jesús (en cuanto que María estuvo exenta de dolores y se mantuvo virgen-pura después del nacimiento de Jesús). En el versículo 24 se narra que además de presentar a Jesús conforme a la ley de Moisés, María tuvo que ofrecer un par de tórtolas, o dos palominos, según la ley del Señor,¿para qué? Leamos Levítico 12:6-8 “Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino y una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote y él los ofrecerá delante de Adonai, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre. Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija. Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia.” Vemos que José y María no eran acaudalados para comprarse un cordero y llevaron entonces dos tórtolas o dos palominos para ofrecer holocausto (esto es sacrificios de acción de gracias) pero también para EXPIACIÓN de ella. Expiación era un sacrificio de sangre que se hacía por los pecados. Si María era libre de pecado, totalmente limpia, es injustificable que ella se hubiese presentado al Templo para hacer expiación por sus pecados como claramente lo afirma la ley del Señor. Más adelante ya no tendría que presentarse al Templo de Jerusalén cada año a ofrecer expiaciones por su pecado, pues Dios ya habría provisto el Cordero que quita el pecado del mundo, de una vez para siempre: Jesucristo. María recibiría un poco más de iluminación sobre su hijo y hasta de ella misma al escuchar las palabras proféticas de Simeón: Lc 2:34-35 “Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí , este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”. Palabras fieles ciento por ciento, palabras inspiradas por el mismo Espíritu Santo (v.27) y se cumplieron. Jesús mismo fue una piedra de tropiezo para los sabios de Israel, maestros y escribas, fariseos y saduceos, para los incrédulos, los militantes, los Sumos sacerdotes; y fue puesto como levantamiento de los pobres de Israel, ovejas sin pastor, ciegos, paralíticos, desesperanzados, despreciados pecadores, oprimidos por el diablo y por lo que el mundo tenía por menos. Fue señal que contradijeron los dirigentes del pueblo cegados por su orgullo y religiosidad, por su temor a perder sus puestos ya que había llegado el Mesías, hijo de David que contradecía sus expectativas de un Mesías glorioso triunfante que aplastaría al invasor romano, y que en vez de eso era un Mesías que revelaría los pensamientos de los corazones. Y a María… no sabría decir cuándo se cumplió exactamente esa palabra, pero en mi opinión esa espada se le atravesó en el alma cuando su hijo fue atravesado con la lanza del soldado. Momento crucial, aquel quién ella SABÍA que era el Mesías de Israel y el Hijo Eterno de Adonai ya no presentaba señales de vida. ¿Cómo era esto posible? Su sentimiento de madre se unió a la lamentable visión del Hijo de Dios muerto inexplicablemente (porque a ella no se le había iluminado aún sobre el propósito de la cruz, ni aún sus discípulos más cercanos lo sabían y eso que el Maestro ya les había advertido que pasaría). ¿Dónde estaba la restauración de Israel prometida por Dios a través de los profetas en el Mesías si éste estaba muerto? Y una espada atravesó su propia alma.
Jesús cumplió 12 años, tiempo en el cual ya debía y podía enseñar y tomar en sus manos los libros de la Torah, ya había cumplido su Bar Mitzvah, su mayoría de edad para el pueblo judío. Formaba parte de una piadosa y típica familia judía que celebraba la pascua cada año en Jerusalén. En ese año, Jesús se perdió entre la multitud, o más bien sus padres se perdieron entre la multitud y creyeron que su hijo estaba a su lado entre sus parientes y conocidos que también habían viajado con ellos y por eso no se preocuparon.
Sólo fue tres días después que lo encontraron en alguno de los patios del Templo en medio de doctores de la ley. Les oía y preguntaba. Estaban maravillados con su inteligencia y sus respuestas. Entonces salió la maternidad de María a flote. “Cuando le vieron, se sorprendieron y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí tu padre y yo te hemos buscado con angustia” (Lc 2:48). Entendible reproche (humanamente).
Jesús les respondió espiritualmente: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabías que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (v. 49)y no entendieron. Aunque conocían quién era realmente su Padre, su espíritu no estaba preparado para entender la manera en que Jesús se relacionaría con ese Padre y cómo desarrollaría su mesianismo. María no entendía pero guardaba estas cosas en su corazón y Jesús se le sujetaba en perfecto cumplimiento del mandamiento “Honrarás a tu padre y a tu madre”.
Aquí la figura de María no aparece por algún tiempo, ¿por qué? Porque de Jesús tampoco se habla nada. Él es el personaje principal y sólo aparece al relato público cuando va a iniciar su ministerio. Ya ha dejado su casa en Nazaret y de ahí en adelante es camino hacia la cruz.
María aparece al lado de Jesús y de sus discípulos en Caná de Galilea una pequeña población a unos 15 kilómetros de Nazaret. De seguro los dueños de casa eran viejos conocidos de María y la habían invitado a una boda, ¿de quién? No tenemos idea, lo importante es lo que se desarrolla allí. Como una deferencia a María y porque probablemente conocían a Jesús, él fue invitado a la boda con sus nuevos “amigos”, sus discípulos. Era una típica fiesta judía, tal vez como la que se realizó cuando María se casó con José, siete o más días de gozo, de regocijo familiar, del festejo por la unión de estos hijos de Israel, de música, flautas, tambores y panderos, de baile nupcial hebreo y por supuesto…de vino. Y el Maestro fue allí y al parecer no fue solo para saludar y ¡adiós! Tengo unas obligaciones tremendas en la iglesia!, porque ya se había acabado el vino, clara muestra que ya llevaban unas varias horas, o tal vez días.
“Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino” (Jn 2:3) María obviamente no lo decía para que fuera a comprar más a la tienda o porque tenía amigos en el viñedo más cercano que sacaran a los anfitriones de la fiesta del apuro que se les presentaba. Lo decía porque sabía (en parte) quién era Él y de donde provenía y que haría algo tremendo para que apareciera vino, sobretodo porque ya le veía cumpliendo su llamado profético de Mesías junto a sus discípulos allí reunidos.
“Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”. (Jn 2:4)
María está hablando desde sus expectativas, buenas pero sólo humanas. Tal vez quería que ya fuera conocido como el Ungido de Dios pero Jesús no ve con buenos ojos la propuesta de su madre. La llama mujer no como un término despectivo sino como un término respetuoso y dignificante que era de común uso en tiempos de Jesús. ¿Qué tienes conmigo? No miras las cosas como yo. María aún no ve claramente cómo la voluntad del Santo de Israel que le fue revelada se va desenvolviendo en su Hijo. “Aún no ha llegado mi hora” Jesús se refiere a la hora de la cruz. ¿Por qué el hacer un simple milagro era relacionado por Jesús con su inminente muerte en la cruz? Él sabía que al manifestar el poder de Dios, los incrédulos dirigentes de la nación se sentirían tambalear en sus cómodos y seguros roles y provocarían su muerte, por eso Jesús trataría en lo posible de realizar obras silenciosamente y hasta sus propios hermanos le reprocharían que no aparece en público realizando obras milagrosas; hasta que “fuera su hora”.
“Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere” (Jn 2:5)
Su madre entiende que sólo es por voluntad de su hijo que se hará o no se hará el milagro. Ya no es un deseo de ella, ya depende de Jesús, por eso recomienda a los sirvientes que hagan caso en todo lo que Jesús les dijera. No es su palabra la que vale, es la de Jesús. Su única recomendación (la única en la Biblia) que ella hace a otros es Haced lo que él os dijere. Lo que ella quiere de ahí en adelante es que se haga lo que Jesús dice. Desastrosamente muchos hacen cosas para venerar a María, muchas cosas, pero ninguna es esta: Hacer lo que Jesús dice. Si fuera así ni le rendirían veneración y agradarían realmente al Señor. Si es así en tu vida, escucha lo que la palabra de Dios dice en boca de María: Haz lo que Jesucristo dijo. “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15:10). Ahora el mensaje en sus “apariciones” es yo les pido, yo les ordeno, hagan lo que yo les digo y tendrán mi auxilio y mi protección a la hora del juicio de Dios. ¿A que voz le obedeces, a la de María de la Biblia o a la de “María” de las apariciones? Te prometo más adelante que estas incongruencias aparentes de personalidad entre una y la otra serán estudiadas y examinadas bajo el tamiz de la Palabra de Dios.
“Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte. Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la hacen” (Lc 8:19-21)
Las condiciones en el reino de Dios para juzgar la verdadera familia no son simplemente los lazos de sangre. Si bien éstos son importantes, no son para el creyente (así como para Jesús) la medida para determinar a alguien como su familia. La manera de identificarlo es ver si éste oye la Palabra de Dios y la cumple. Para Lucas la reprensión de Jesús era para sus oyentes y no para su familia carnal, pues los primeros tendrían que ser parte de la familia de Jesús al creer en la Palabra de Dios y obedecerla, lo mismo que su familia carnal. Para Mateo y Marcos (Mt 12:46-50 y Mr 3:31-35) el tono varía hacia su familia carnal al indicar que son sus discípulos, los que le seguían, quienes realmente eran su familia y no la primera. Jesús dijo: “De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (Lc 18:29-30); y al hablar así, también hablaba de su experiencia. Si Jesús se hubiese quedado en Nazaret con su familia carnal no hubiese conocido que el reino de Dios traería mucha más familia para él, ya no sujeta a los lazos de sangre sino al amor a Dios su Padre manifestado en la obediencia a su Palabra. El hecho que se narra desde la perspectiva de Mateo y Marcos nos muestra a su familia (María incluida) como un grupo de personas que no seguían constantemente a Jesús y que algunos de ellos (sus hermanos) no creían en él (Jn 7:5). Tal vez Jesús pretende llamar la atención de sus discípulos sobre las exigencias del reino, pero también se percibe el requerimiento hacia su familia carnal para que creyeran en su obra, que era la voluntad de Dios (“el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gal 1:4)). Aunque María sabía quién era su hijo, aún Jesús le pedía que creyera en Él hasta ver la voluntad del Padre cumplida en la cruz. María tenía que perfeccionar su fe y su obediencia a Dios al pasar por la prueba más difícil: ver morir a su primogénito en la cruz, símbolo del oprobio y la humillación.
“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dijo al discípulo: He aquí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19: 25-27). A los pies del madero se encontraban unas mujeres que habían seguido a Jesús en su ministerio y habían oído de sus labios las promesas de la inauguración del reinado de Dios y visto pecadores arrepentidos, ciegos sanados y oprimidos por el diablo liberados como corroboración de esas promesas. María por fin había seguido a su hijo y había llegado al momento de la crisis en su fe cuando la “espada le atravesaría su alma”. Todos sus discípulos se esparcieron como ovejas atemorizadas, solo unas mujeres, unos discípulos secretos del Señor y un solo discípulo abierto se quedaron con él. Este discípulo era a quien Jesús amaba. Era Juan. Entonces Jesús vió a su madre y a Juan, y se dirigió a ella: Mujer, he aquí a tu hijo. Ahora en la cruz, Jesús le quería enseñar a María que su fe tenía que ayudarla a verlo no como su hijo carnal, pues Él moriría, y a ver en otros que comparten su fe en la cruz como parte de su familia. No se narra que sus hermanos estén allí, aún no formaban parte de la familia verdadera de Jesús; por lo tanto Jesús debía dejar el cuidado de su madre a otro hermano, pero éste no de sangre sino en la fe, y es en esas circunstancias que Jesús confía el cuidado a Juan de su madre, no porque sus hermanos carnales no lo pudieran hacer, sino porque carecían de la fe probada en la cruz. Y Juan fielmente la recibió en su casa…hasta que finalmente llegó la revelación definitiva.
Toda la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis presenta un cuadro profético del plan de El Señor para salvar al hombre a través de una persona específica y de la fe en ella: Jesús el Mesías. (Lc 24:27, 44; Jn 1:45, 5:46). Debemos partir de esto para no perder el rumbo (como lastimosamente ocurrió) y pecar contra el Nombre (HaShem, en hebreo) del Altísimo.
La esperanza judía de liberación se centraba en la promesa de la venida del Rey, hijo de David, el Mesías el cual había sido anunciado por boca de los profetas
“Saldrá una vara del tronco de Isaí y un vástago retoñará de sus raíces” Is 11:1
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Elohim Tsebaot hará esto”. Is 9: 6-7
Después de cumplidas las profecías con la llegada de Jesús el Mesías anunciado, se comenzaron a predicar las Buenas Nuevas (evangelio en griego) del Reinado de Dios en su Nombre y TODOS los apóstoles predicaron la salvación por la fe en Jesucristo y SOLO en Él.
La persona central en el Nuevo Testamento (Brit Hadasha, en hebreo) es Jesús el Mesías y NINGÚN personaje tiene más relevancia (junto con Dios el Padre y el Espíritu Santo) porque Él es el centro de la predicación.
Ahora bien, ¿podremos decir que las profecías del Antiguo Testamento no contienen referencias a María dentro de ese plan diseñado por Dios para la salvación del hombre?
Como ya se ha dicho, las palabras dadas a los profetas de Israel eran para anunciar la venida del Mesías que restauraría la nación y por lo tanto cualquier referencia a la madre de Jesús se hace en base a su cumplimiento mesiánico y no mariano.
Génesis 3:15
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”
El contexto de este pasaje es ya conocido: El Señor ha descubierto la desobediencia de Adán y de Eva al comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal y está dictando sentencia por haber quebrantado su mandato. La primera sentencia que se escucha de labios de Dios es contra la serpiente que engañó a Eva para que comiese de aquel fruto: “Y Elohim (Dios) dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Gn 3:14). La misma Biblia desvela al autor disfrazado en la piel de la serpiente que engañó a la mujer: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero…” (Apocalipsis 12:9 a). Así, Satán utilizando la astucia de la serpiente logró que el ser humano perdiera su comunión con su Creador y no sólo engañó a Eva sino como lo dice el apóstol Juan (Yohanan en hebreo) “…al mundo entero” también.
La enseñanza tradicional de la Iglesia Católica presenta este pasaje como referido a María que aplasta la cabeza de Satanás y esta escena es representada en varias imágenes, estatuas y estampas. Se cita a menudo este pasaje en círculos católicos para justificar la invocación del nombre de María en sesiones de liberación y se cree que a través de ella se logró o se logra la victoria sobre el Adversario. Pero al hacer una correcta interpretación y traducción del pasaje no es posible hacer una justificación de tales aseveraciones.
Vemos que la lucha será entre las simientes de la serpiente y de la mujer, no entre ellas directamente.
La palabra hebrea para simiente es masculina y no femenina haciendo referencia a que no será la mujer quien aplaste la cabeza de Satán. Es más, en una versión católica de la Biblia este pasaje es citado así:
“Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza y tú solo tocarás su calcañar” (Tomado de La Biblia para el Pueblo de Dios).
La correcta interpretación del pasaje sería: “Y pondré enemistad (rivalidad perpetua) entre ti (serpiente) y la mujer (Eva) y entre tu simiente (Satán) y la simiente suya (el Mesías); ésta (la simiente de la mujer) te herirá en la cabeza (herida mortal) y tú le herirás en el calcañar (herida pasajera)”. De la sola interpretación del pasaje es claro ver que Dios prometió un descendiente a través de la mujer que fue engañada y que tentó al hombre (Adán) para que desobedeciera a El Señor, y que por medio de él se propinaría una herida mortal al Adversario. Es la primera mención profética de una futura redención para la humanidad. El Señor mismo utilizará a la mujer para traer la salvación (Yeshua) del pecado que fue introducido por la desobediencia de la misma mujer. Más adelante ahondaremos en este aspecto.
Isaías 7:14
“Por tanto , el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y llamará su nombre Emanuel”
Nuevamente ponemos relevancia a leer detenidamente las citas bíblicas. Es un claro pasaje de visión mesiánica y como tal lo han interpretado las tradiciones judías. El personaje central no es la virgen (almah en hebreo) sino su hijo, el llamado Emanuel (Dios con nosotros). La señal sería que el Emanuel nacería de una virgen (almah) y como tal, Mateo (Mattityahu en hebreo) lo vió cumplido en Jesús (Mt 1:22-23). La palabra almah traduce doncella, mujer joven, lo que pondría en entredicho su traducción como virgen, pero al hacer un examen del significado profundo revela que se trata de una muchacha en edad temprana, que no ha conocido varón.
“La palabra hebrea para virgen es Betulah… En Génesis 24:16 dice: “Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen…”. La Torah (el Antiguo Testamento hebreo) dice. “Betulah, ve silo yadaa” que quiere decir: “Una virgen la cual a ningún hombre ha conocido”.
En ese mismo capítulo, en el versículo 43, Rebeca es descrita como “ha almah ha yotzet lishov” que quiere decir: ”La virgen (almah) que venga para sacar agua”. En el versículo 16 de Génesis 24 se le dice a Rebeca Betulah y en el versículo 43 se le dice Almah lo que quiere decir que ambos son sinónimos (Virgen).
Según la regla de interpretación bíblica llamada GEZEIRA SHAVA, la cual se encarga de resolver pasajes difíciles dice:
Otra palabra explica otra que no es clara de entender y aunque no sea necesariamente la misma, siempre y cuando las dos palabras sean aplicadas para describir un mismo caso o circunstancia, dichas palabras llegan a ser entendidas como similares. Tal es el caso de BETULAH y ALMAH”. (Tomado del estudio Betulah y Almah del rabino judío mesiánico Edrey Brito en Mesiánicos.com 2001).
El cumplimiento se realizó cuando el Espíritu Santo se posó sobre María (Myriam) y sin intervención de hombre concibió un hijo cuyo nombre es Yeshua (YHVH salva). (Mt 1:18-25). Tal interpretación nos lleva a concluir que el Mesías tuvo un nacimiento sobrenatural al nacer de una joven virgen por intervención del Espíritu Santo y que esa almah era María. Por lo tanto quien no reconozca el nacimiento virginal de Jesús (consecuentemente, la virginidad de María) no se ha apegado a la palabra bíblica. De este hecho estudiaremos más adelante varias implicaciones que ponen bíblicamente en entredicho algunos dogmas marianos.
La verdad revela la falsedad
En el mundo, principalmente el Occidental se ve un fenómeno arraigado y en crecimiento continuo: la “veneración” de María. Se habla de una aparición aquí y otra allá, catástrofes profetizadas, refugio en su inmaculado corazón, protección del brazo justiciero de Dios en ella, se promulgan consagraciones de aldeas, pueblos, ciudades, naciones y hasta del mundo a su nombre, conjuntamente con dogmas nuevos que reafirman las creencias populares, círculos carismáticos presentan videntes tomados por la “señora” profetizando y se usa su intercesión para guardar hijos, bienes (bien o mal habidos), para empujar las almas de difuntos que se encuentran en el “purgatorio” hacia el cielo, para sanar enfermos, expulsar demonios y para acercarnos más a Jesús y a Dios el Padre!
Y ante semejante cúmulo de “santas” actividades ¿alguno de esos devotos (muchos que sinceramente buscan al Señor) se han detenido a ojear las páginas del Único Libro que Dios dejó para que fuera “lámpara a nuestros pies” (Salmo 119:105), las Sagradas Escrituras “las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Tim 3:15) y así constatar si tal veneración es de acuerdo a los propósitos de Dios y constituye un camino viable para acercarse a Él? Obviamente, algunos que lean esto, dirán “por supuesto” sosteniendo que se trata de la madre de nuestro Señor quien habla y que por lo tanto hasta milagros puede hacer. Bueno, pero ese argumento presenta ciertas deficiencias: en primer lugar no es un argumento bíblico, del cual hablaremos más adelante, en segundo lugar se da por sentado algo que enseñaron quienes se ven como los representantes reales de Dios en la tierra pero nunca se constató si correspondían a lo enseñado por la santa Palabra del Señor y tercero se nació en una cultura que desde pequeños nos marcó con moldes y patrones religiosos (la religión de nuestros abuelos) y por lo tanto es normal considerar como de Dios algo que lo aparenta.
Un viejo refrán popular dice: “las apariencias engañan” y otro”no todo lo que brilla es oro”.
Desde que nuestro Salvador Jesucristo ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios Padre (Heb 12:2), los apóstoles predicaron un SOLO evangelio, Pedro (Kefas, en hebreo) predicó un SOLO evangelio, Juan (Yohanan, en hebreo) predicó un SOLO evangelio, Santiago (Yacob, en hebreo) predicó un SOLO evangelio, Pablo (S’aul en hebreo) predicó un SOLO evangelio, en las primeras comunidades cristianas se predicó un SOLO evangelio y hoy… penosamente se predican MUCHOS evangelios.
Pablo escribe “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:6-7) (cursivas del autor).
Hay un SOLO evangelio y éste es Yeshua (Jesús) y se le puede conocer al permitirle al Espíritu Santo lo revele a los corazones por medio de las Escrituras, pues son ellas el medio objetivo por el cual el creyente juzga si es de Dios o no. “La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia” (Sal 119:160) “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8:32) La verdad es Jesús el Mesías (Jn14:6).
La figura de María en el Nuevo Testamento
La primera alusión que se hace de María (Myriam) en el Nuevo Testamento es en referencia a la genealogía de Jesús(Yeshua) que muestra que Él desciende de Abraham y del rey David (Mt1:1). Mateo 1:16 dice “Y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo” Bíblicamente, María es en primer lugar esposa de José y madre del Mesías (Cristo es una palabra griega que significa Ungido lo mismo que la hebrea Mesías). Ni en esta, ni en la genealogía que recoge Lucas (Lc 3:23-38),ni en ningún otro pasaje de la Biblia se nombran los padres de María (que según la tradición católica se llamaron Joaquín y Ana) y nunca se habla de su lugar de nacimiento aunque era judía de nacimiento, por consiguiente Jesús era judío pues según la Ley todo aquel que tuviera como madre a una mujer judía era considerado judío aunque su padre fuera un gentil (goi, en hebreo significa gentil, no nacido judío).
La segunda cita en Mateo es el versículo 18 del mismo capítulo: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes de que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo”.
En las tradiciones judías se acostumbraba realizar una ceremonia de compromiso en la que el novio tomaba como suya a la novia pero aún no podía compartir el lecho con ella hasta una nueva ceremonia, pero tal compromiso era concluyente e irrevocable. En este momento es cuando el Santo Espíritu concibe en ella a Jesús. Por lo tanto es iniciativa divina el formar al Mesías, el Verbo encarnado en el vientre de esta mujer virgen que aunque desposada aún no había compartido la intimidad con su esposo que al enterarse del embarazo su primera reacción fue rechazarla aunque tenía derecho de repudiarla públicamente y pedir su muerte por adúltera (ver Levítico 20:10). Sólo la intervención de un ángel del Señor hizo que José comprendiera que su mujer concebiría un hijo por intervención del Espíritu Santo.(v.20) Describamos este anuncio desde la perspectiva de Lucas:
Lc1:26 “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret”.
Dios no hace nada sin anunciarlo primero; Él no violentaría la voluntad de María por eso manda al ángel Gabriel a la ciudad donde ella vive: Nazaret de Galilea.
Lc1:28-27 “Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo:¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vió, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta”. El ángel saluda y la llama muy favorecida. Ella ha recibido un favor, un regalo, un don que aún desconoce. Segundo declara que el Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se encuentra con ella. Y Tercero la llama bendita entre las mujeres. Entre todas las mujeres del mundo en ese entonces, Dios se fijó en ella para depositar dentro de sí a su Amado Hijo. Por eso es bendita, no por ella sino porque Dios está con ella, así como entre todos los pueblos de la Tierra eligió uno para dar a conocer su Nombre: Israel que es llamado un pueblo santo (kadosh en hebreo. Significa apartado consagrado)no por que fuera un pueblo obediente y bueno sino porque era pertenencia del Santo(Lev 20:26; Dt 7:6).Naturalmente ella se inquietó ante la figura celestial que se le apareció y aún no entendía lo que el ángel decía. No se llenó de orgullo y dijo ¡Vaya, soy la mejor de todas las mujeres y Dios mismo tuvo que venir a decírmelo! Se nota ingenuidad y humildad.
Lc 1:30 “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”
Tuvo que haber algo que Dios hallase en María para que su gracia, su favor inmerecido cayera en esta joven judía, esencial para que el Hijo del Altísimo naciera de ella. Muchos piensan que Dios la guardó desde su nacimiento sin el pecado original y que al ser perfecta podía albergar en su vientre al Mesías. Es decir su perfección moral fue lo que vió El Señor para elegirla. De allí nace el dogma católico de la Inmaculada Concepción. Vamos a detenernos aquí unos instantes para que la verdad de la Palabra de Dios revele lo que los deseos humanos han querido imponer.
El dogma definido por el papa Pio IX el 8 de diciembre de 1854 en una bula (descrito como documento “pontificio” en materia de fe) “Ineffabilis Deus” (Dios Infalible) dice así: … “con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, afirmamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatífica virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, salvador del género humano, está revelada por Dios” (Denzinger N° 1641) y el concilio vaticano II lo ratificó en su constitución “Lumen Gentium” (Luz de las gentes): “Finalmente la virgen inmaculada, dice, preservada inmune de toda mancha de culpa original…” ( LG 59).
Estudiemos estas declaraciones para profundizar en la verdad bíblica. En primer lugar vemos que es un dogma que nació casi 1800 años después de las revelaciones apostólicas y proféticas del primer siglo, tiempo demasiado largo y absurdo para que Dios revele algo nuevo (dado que la Revelación como tal se cerró con la muerte del apóstol Juan) y en lo cual no existía un consenso en todas las regiones y hasta teólogos católicos no reconocieron. El documento se titula Dios Infalible, y es cierto, Dios es infalible, Él no cambia en su parecer y todo es certero en Él, ¿pero acaso este documento se presenta como la infalible Palabra de Dios? No puede ser porque “TODA la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim 3:16). La misma Biblia dice que TODA ella es inspirada por Dios para 1. enseñar, 2. redargüir (refutar), 3. corregir y 4. instruir en justicia. La fuente de la doctrina es la Escritura y no las palabras de hombres aunque se consideren inspirados por Dios. Todo juicio debe estar sometido a la Palabra del Señor. Es más, el dogma se da según la “autoridad” de Jesucristo, y de los apóstoles Pedro y Pablo. En ninguna de sus declaraciones y escritos se menciona algo con respecto al dogma formulado. Pablo sólo hace una alusión a María, aunque no la llama por su nombre y no en referencia a sí misma sino al hecho de que el Mesías nació de una mujer (Gal 4:4) y Pedro nunca hace una alusión a ella. Tal afirmación del dogma no tiene bases escriturísticas en ninguno de aquellos a los que reconocen su autoridad.
Vayamos al fondo de la declaración. María, según ellos, fue preservada de la mancha del pecado original. ¿qué es el pecado original? En primer lugar no es un término que se encuentre en la Biblia. Según la iglesia Romana es un pecado que se trasmite por tener la naturaleza de Adán y que trae muerte al alma por eso se practica el bautismo a niños para así no “perderse el cielo”, otra desacertada doctrina que por ahora no estudiaremos. Veamos el texto bíblico en Romanos 5:12-15:
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don no fue como la trasgresión; porque si por la trasgresión de aquel murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo”.
El pecado entró por Adán y por consiguiente la muerte. Se constata que el pecado entró en todos porque todos los descendientes de Adán murieron, aunque el versículo 14 dice que no todos pecaron a la manera de Adán. Al ser descendientes de Adán TODOS los hombres nacemos con la semilla del pecado, esa tendencia a desobedecer la ley de Dios, es lo que Pablo llama “la ley del pecado en mis miembros” (Rom 7:23). Eso es el pecado original: la naturaleza pecaminosa heredada de Adán y no un pecado con el que todos nacemos. Este perdió su gloria, su posición, la imagen de Dios se desdibujó en él y finalmente murió, así nosotros.
He dicho semilla porque esa naturaleza pecaminosa se desarrolla como algo que tiene vida. “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg 1:15) Si bien todos tenemos esa semilla hay un momento en que empieza a recoger su fruto; un niño no peca por cuanto la ley de Dios escrita en el corazón que es la conciencia no es entendible por él, no sabe qué es bueno y malo a nivel moral; sólo cuando empieza a tener conocimiento de tal ley es que esa semilla del pecado germina y lo obliga a ir en contra de su conciencia y de la ley escrita (la Torah en hebreo) del Señor. No hay edad fija pero el pecado está latente hasta que su alma se independiza y éste se desarrolla. María como descendiente de Adán poseía esta naturaleza pecaminosa y como tal estaba necesitada de redención, pero es posible que tal desarrollo del pecado en María no hubiese empezado o sus efectos eran pocos aún cuando concibió a Jesús. El término almah denota a una mujer muy joven, probablemente entre los 12 y 15 años. María aún conservaba la inocencia e ingenuidad de la edad infantil como los rasgos bíblicos suyos lo demuestran. Pero el que no fuera aún sometida del todo por el pecado no era la razón por la cual el Señor se fijó en ella. La Palabra de Dios enseña que “No hay justo, ni aun uno” (Rom 3:10) y “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3:23) y sólo uno es justo y libre de pecado “Porque no tenemos un sumo sacerdote (Jesucristo) que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb 4:15).
Algunos que defienden tal teoría de la inmaculada concepción de María sostendrían que al María ser tan pecadora como cualquiera de nosotros sería indigna para recibir al Señor Jesús en su vientre. Pero ¿alguien se cree digno de estar parado frente al Señor del universo? El Apocalipsis de Juan (Revelación 5:1-7) nos muestra que ni en todo el cielo de Dios, ni en la tierra ni debajo de ella se encontró a alguien digno de tomar de la mano de Dios el Padre el libro sellado; sólo el Cordero de Dios, Jesús el Mesías, fue hallado digno; ni el mismo ángel Gabriel que se le apareció a María, ni el arcángel Miguel, ni Pedro, ni Pablo ya muertos para ese entonces, y ni si menciona a la virgen madre de Jesús. Sólo Él.
De María le viene la naturaleza humana, nuestra semejanza, no la naturaleza pecaminosa; Jesús nació sin ella porque había sido engendrado desde lo Alto por el Espíritu Santo; la simiente era divina no humana, exenta de todo pecado. María nació de padres humanos, engendrada por un padre tan humano como Adán. Expliquemos esto. A Adán se le imputa y no a Eva que la semilla del pecado haya entrado al hombre, sobre Adán cayó la sentencia de Adonai (El Señor): “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida” (Gen 3:17) a Eva la sentenció al dolor en su parto y el enseñoramiento del hombre sobre ella (v.16). Quien engendra es el hombre, no la mujer, en el pensamiento bíblico. La semilla del pecado viene del hombre y es transmitida por él. Yeshua (Jesús) al ser concebido en María no poseía esa tendencia natural humana al pecado porque su Padre era Dios mismo; la mujer aunque sea la más pecadora del mundo no puede transmitir esa semilla de pecado. A Dios no le interesaba mucho si María era santa (perfección moral y de obras) puesto que el Mesías no tendría pecado porque Dios mismo era su Padre, sino que la santificó (apartó, consagró para sí) para que su naturaleza humana, sus limitaciones y necesidades físicas y temporales, su apariencia y todo aquello inherente al hombre, exceptuando el pecado le fuera revestido al Hijo eterno de Dios y así en la naturaleza humana vencer la naturaleza pecaminosa del hombre al asumirla MAS ADELANTE en la cruz. ¡Bendito Hijo de Dios hecho Hijo de hombre, Dios hecho hombre, santo y perfecto hecho pecado en la cruz que con su muerte destruyó nuestro propio pecado…hasta el de su madre!
Como comentario. El 11 de febrero de 1858 (la declaración de La Inmaculada concepción fue en 1854) en Lourdes las “apariciones” que allí ocurren a una jovencita llamada Bernardette se dan a conocer con el nombre de Inmaculada Concepción. Es curioso que nunca antes se hubiesen denominado así sino después del dogma como si fuese necesario un impulso propagandístico “del cielo” para que la gente creyera al dogma formulado cuatro años antes. Pero acaso una aparición del cielo se llamaría con un nombre claramente antibíblico como ya lo hemos estudiado? Acuérdate, Dios es Infalible…su Palabra lo demuestra. En un apartado más adelante veremos la realidad de estas apariciones, mientras tanto sigamos con el estudio en el Nuevo Testamento sobre María.
Pero entonces, ¿qué vió El Señor en María, esta jovencita judía, inocente y virgen de Nazaret? La misma Biblia nos da la respuesta: Su prima Elisabeth (Isabel) que ya tenía en su vientre a Juan llamado posteriormente el Bautista, fue llena del Espíritu Santo cuando el bebé anunció con sus saltos la llegada del Mesías en el vientre de María; en el futuro haría él lo mismo. El Espíritu Santo iluminó a Elisabeth sobre el embarazo de su prima y que su fruto era Su Señor (Lucas 1:39-43). La bendijo porque aún ella que milagrosamente concibió no tuvo el privilegio de tener en su vientre al Señor mismo y lo reconoce al sentir como una deferencia que ella vaya a visitarla. Por eso entre todas las mujeres ninguna ha tenido un fruto bendito: el Mesías sin pecado. Y aquí viene lo que el Espíritu Santo también le reveló: versículo 45: “Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor”. MARÍA TENÍA FE Y CREYÓ A LAPALABRA DEL SEÑOR. Espero que te hayas dado cuenta de esto, pues fue esto lo que al Señor de señores le atrajo de María. Dios vió que ella creería a su Palabra. Dios vió lo esencial, los hombres vemos lo superficial. El mismo Lucas registra un hecho que confirma esto. Lc 11:27-28 “Mientras él (Jesús) decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo y los senos que mamaste. Y él les dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” Podría parecer que Jesús no tiene aprecio por María al ser su madre, pero la respuesta que confronta no es contra ella sino contra los que le escuchan; no tienen puestos sus ojos en lo esencial sino en lo superficial; ven el hecho de que María debe ser bienaventurada por ser la madre de este profeta poderoso, pero Jesús los corrige al mostrarles que lo realmente importante es quien cree en la Palabra y la obedece después de oírla. Por eso es bienaventurada su madre, no por sus lazos familiares ni de sangre, sino por el hecho de que creyó la Palabra de Dios y LA OBEDECIÓ. Es más, en los versículos 46 al 55 de Lucas 1, se registra una ferviente declaración de María que en la iglesia católica es llamada el Magnificat, que no es más sino la comprobación del conocimiento y amor que tenía María de la Palabra de Dios, pues ella se apropia del cántico de Ana al tener a Samuel como se registra en 1 Samuel 2:1-10 y lo pone en su boca al regocijarse por el fruto de su vientre, que era el Ungido de Adonai, prometido a Israel. Hoy los hombres ven solo lo superficial: la madre de Dios, nuestra señora, la intercesora, la madre de la iglesia y no se dan cuenta que ella es bienaventurada por ser sierva obediente a la Palabra de Dios. ¿Por qué no se quieren dar cuenta? Jesús también los está mirando a los ojos y les dice: “Bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la guardan”. Es más fácil rendirle honores humanos a la madre de Jesús que seguir su ejemplo. ¡Cree en la Palabra de Dios y guárdala!
El ángel Gabriel le revela la misión que le encomienda El Señor a María : Lc 1:31 “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS” La misión se resume así: concebir, dar a luz y llamar a un hijo Jesús (Yeshua) que será:
1 Grande
2 Llamado Hijo del Altísimo
3 Rey sobre el trono de David y la casa de Jacob (Israel) para siempre
4 Llamado Hijo de Dios.
5) María no pregunta sobre su hijo sino sobre la manera en que esto acontecerá en ella. Es una mujer práctica pero aún le falta iluminación. “Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? Pues no conozco varón” (v.34) El ángel respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios” (v.35)
6)
7) En la historia de Israel ya había sucedido un hecho similar: “Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Adonai llenó el tabernáculo” (Ex 40:34). El tabernáculo era la tienda que Adonai había mandado fabricar a Israel en el desierto para que su presencia permaneciera junto al pueblo siempre; en ella se depositó el Arca del pacto, pero aún no se encontraba su presencia (Shekiná en hebreo) sino hasta cuando la nube se posó sobre ella y la gloria de Adonai la llenó. Destaquemos unas similitudes entre estos dos hechos:
1 La nube es una figura del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento,
2 El poder de Dios cubrió a María y la gloria de Dios llenó el tabernáculo,
3 El tabernáculo no tenía la presencia de Dios aunque ya estaba completamente construido con todos los utensilios dentro y hasta la misma arca del pacto también, así mismo María como tabernáculo (todos somos templos. 1Cor 6:19) ya estaba hecha y tenía fe pero la presencia de Dios aún no la llenaba. Note que el ángel le dice a futuro que el Espíritu Santo la cubrirá, no como un hecho cumplido sino a cumplir, por lo tanto es falso que ella desde su nacimiento hubiese sido llena de la gracia del Señor;
4 Ambos lugares eran sitios de reunión, reunión ¿de qué? Del pueblo de Israel con Dios en el tabernáculo y del hombre (naturaleza humana) con Dios (naturaleza divina) en el vientre de María.
5 Ambos son hechos de dos pactos. El tabernáculo era señal que Dios había hecho pacto con Israel y Él sería su Dios y ellos su pueblo; y Jesús nacido de María sería el pacto renovado de Dios con su pueblo. Ezequiel 34: 23-25 dice: “Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Adonai les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Adonai he hablado. Y estableceré con ellos pacto de paz…” Es emocionante ver que bajo los mismos términos del pacto en el Sinaí (donde también estaba la nube de gloria), luego del cual se inició la construcción del tabernáculo, se estableció el Pacto Renovado (Brit hadasha) en el descendiente de David, que estableció su morada entre los hombres (hizo tabernáculo) primera y físicamente en María.
6 El verdadero tabernáculo de Dios, el verdadero Templo de Dios no era María, ni el templo de Jerusalén sino el Señor Jesús mismo “Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré. Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2:19-21)y es en Jesús, no en María donde Dios puso plenamente su morada “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9).
7 Los hombres se fijaron más en el tabernáculo (posteriormente se convirtió en un Templo) que en el Señor que lo mandó construir y hoy los hombres se fijan más en la madre del Señor que en el Señor que la santificó(apartó, consagró) y que murió por ellos y por ella.
12)
13) “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase en mí conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” Lc 1:38 María reconoce que en esa misión ella no es más que una sierva que cumple la voluntad del Señor, no reclama privilegios, ni títulos (¿por qué el hombre se los ha dado?). Es humilde y sumisa a Dios. “Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Stg 4:6). Dios vió de antemano la humildad con la cual creería y obedecería a una misión extraordinaria. La fe no es orgullosa, pues no es de nosotros sino don de Dios (Ef 2:8). María creyó en la Palabra de Dios; curiosamente muchos de sus devotos ni la leen.
14)
15)
Jesús nació en Belén (Beit Lejem, nombre original hebreo) de Judea tierra de José su padre para la sociedad, y tierra de David su antepasado, según las Escrituras (Miqueas 5:2). José y María fueron empadronados (censados) allí por decreto de Augusto Cesar y a causa de la multitud que llegó a la ciudad no tuvieron sitio donde aguardar la noche. Nació el Rey de reyes en una humilde pesebrera donde llegarían más tarde unos pastores a los cuales se les había aparecido un ángel anunciándoles el suceso más extraordinario en la historia de Israel: el nacimiento del Salvador, el Mesías, el Señor (Lc2:11). María escuchó su relato y lo guardó en su corazón. (v.19) meditando en todas estas cosas. ¿Sobre qué cosas meditaba María a los pies de ese indefenso bebé? La mente de María estaría llena de hechos y declaraciones sorprendentes que aún no los entendía por completo, que aún tenía que meditar: Su concepción por el Espíritu Santo, las declaraciones del ángel Gabriel, de Elisabeth, de José, de los pastores, de los sabios venidos de oriente, todo apuntaba que su hijo era alguien grande, intuía o conocía a medias que él era el Mesías prometido a Israel, pero también quién era su Padre verdadero, eran cosas tremendas para una jovencita adolescente. Sin embargo María las meditaba.
“Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS” (Mt 1:25)
“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2:7)
Entremos profundamente en las relaciones familiares de Myriam (Maria). La iglesia católica los presenta como el ideal de familia, ‘la familia de Nazaret’, pero ha obviado, ocultado o ignorado ciertas cosas sobre esta familia judía con el fin de justificar algunos dogmas humanos. Se dice que esta familia estaba conformada por José, el carpintero, la virgen madre María y el niño Jesús; nadie más. Pero entonces por qué la Biblia, en boca de dos evangelistas presenta a Jesús como PRIMOGÉNITO y no como UNIGÉNITO como debería ser si es que Jesús fue el único hijo que tuvieron. Unigénito significa uno solo nacido y primogénito significa el primero nacido. Jesús es llamado el Unigénito del Padre y no primogénito del Padre. Si hubo uno primero hubo uno segundo o si no, sería único. La iglesia romana defiende la virginidad eterna de María, esto significa que María después del nacimiento del Mesías no tuvo más hijos ni mantuvo relaciones íntimas con su esposo legal José, y curiosamente además defiende el celibato como la opción ÚNICA para servir ministerialmente o religiosamente al Señor, dando entre otros argumentos este estilo de vida célibe de María. Veamos lo que sostiene la Eterna Palabra de Dios.
Para hablar de la primogenitura de Jesús (como conclusión de que tenía más hermanos de sangre) tendremos que llegar irremediablemente a las relaciones maritales de José y María. La Biblia muestra a Dios hablándoles a Adán y a Eva después de crearlos “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla…” (Gen 1:28). El plan de Dios incluía el matrimonio y la fructificación de tal en hijos, no era un pecado; después de llegado éste, Dios redactó leyes que regulaban las relaciones entre hombres y mujeres, pero nunca dijo nada pecaminoso sobre las relaciones íntimas entre esposos excepto en aspectos de impureza ritual en los días de menstruación o cosas similares. “¿Y quién se ha desposado con mujer, y no la ha tomado? Vaya, vuélvase a su casa, no sea que muera en batalla, y algún otro la tome” (Dt 20:7) Para Dios es normal que un hombre después de desposar a una joven deba estar con ella. Jurídicamente si no se ha consumado no hay matrimonio. José había desposado a María y aún no había estado en intimidad con ella, ¿María seguiría el camino del celibato voluntario? Jesús dijo “Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba” (Mt 19:12) Hay gente que como llamamiento escoge el celibato como opción al servicio del reino, SOLO SI ERAN CAPACES de recibir esto. Incongruentemente, ¿María habría escogido el celibato cuando estaba casada o es que Dios llama a unos al celibato y al matrimonio a la vez?. Imposible, no puedes ser uno con tu esposo(a) y pretender vivir como soltera(o).
Mateo 1:25 dice que no la CONOCIÓ HASTA QUE dio a luz a su hijo primogénito. Conocer en la Biblia tiene un significado de comunión íntima y entre hombre y mujer significa relación sexual íntima. “CONOCIÓ Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Adonai he adquirido varón” (Gen 4:1)
Lo que la Escritura dice con la expresión HASTA QUE, es que mientras Jesús estuvo en el vientre de María, José no la tocó. Con referencia al tabernáculo “Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Dios lo llenaba” (Ex 40:35). Mientras que en el vientre de María estuviese el Santo de Dios no podía ser tocada, la gloria de Dios estaba sobre ella, y ella había sido apartada (santificada) para una misión. Recordemos: concebir, dar a luz y poner nombre al Hijo de Dios en sus entrañas. No se le pidió que lo educara en la ley de Moisés, ni que peregrinara a Jerusalén para ponerlo a disposición de los maestros, ni que trabajara horas extras para sostener a ese hijo repentino, ni que se encerrara en un monasterio a contemplar, ni mucho menos dejar de cumplir sus deberes conyugales. Después de nacido y llevado a circuncidar cuando le pusieron por nombre Jesús (Yeshua), la misión de María había concluido (quienes quieran añadir algo más a la Palabra de Dios en la boca del ángel Gabriel se exponen a blasfemar contra Su Nombre (Hashem) porque pretenden hacer decir algo que Él no dijo) y ahora como buena judía se dispondría a cuidar su casa, educar a su hijo (no como misión específica revelada de Dios, sino como el deber natural de una mujer, y de una mujer judía) y atender a su esposo. Entonces ahora sí, José la “conoció”. María fue coherente con el llamado supremo de concebir al Mesías y José fue coherente al no tocarla mientras el Hijo de Dios estuviera en su vientre, sabía que había sido santificada por Dios para sí, dada la revelación del ángel en sueños (Mt 1:20-24).
Marcos 3:31 “Vienen después sus hermanos y su madre y quedándose afuera, enviaron a llamarle (a Jesús)”
La Biblia muestra a María acompañada de otras personas que identifica como hermanos de Jesús. La palabra griega para hermano es adelphos . La iglesia de Roma al constatar que ese adelphos puede significar hermanos, parientes muy cercanos de sangre, primos, ha pretendido hacer creer que la Biblia realmente habla de primos y no de hermanos de Jesús, por consiguiente hijos de María también. Eso no explica la referencia a la primogenitura de Jesús, ni el porqué María tiene una relación cercana a estos ‘hermanos’ de Jesús por más sobrinos que sean, dado que no es la única referencia que se hace de ellos. Veamos Mt 13:55 “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo (Santiago), José, Simón y Judas?¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” Es entendible que los judíos de Nazaret al mencionar el origen conocido de Jesús mencionen a sus padres, ¡pero mencionar a los primos! ¡y ni siquiera se nombra a los tíos! Es demasiado presuntuoso hacer creer que son primos cuando la evidencia bíblica demuestra que Jesús tenía hermanos de sangre, que incluso en su ministerio terrenal no creyeron en él (“y le dijeron sus hermanos: ‘Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces manifiéstate al mundo’. Porque ni aún sus hermanos creían en él” Jn 7:3-5) y hasta nos da sus nombres: Santiago (Jacobo en hebreo), José, Simón, Judas y otras hermanas de las cuales desconocemos sus nombres dado que no era costumbre judía mencionarlas. Este Santiago (Jacobo) finalmente creería que su hermano era el Ungido de Dios, el Eterno Hijo del Altísimo después de su resurrección, y se erigiría como columna de la iglesia en Jerusalén (que no se trata de Jacobo el apóstol, hermano de Juan se constata que fue asesinado por Herodes (Hch 12:2) y que este Jacobo hermano de Jesús (Gal 1:19) es quien preside la reunión en Jerusalén (Hch15:13), era tenido por Pablo como columna de la iglesia (Gal 2:9) y es el autor de la epístola que lleva su nombre). La contundencia habla que María sostuvo con José relaciones maritales, en nada reprobables y que menguan en nada su figura de bienaventurada entre todas las mujeres (pensar que es por su virginidad después del nacimiento de Jesús es juzgar las apariencias y no por lo esencial que enseña la Palabra de Dios, es enseñar doctrinas de hombres) ya que asumió su rol como esposa y madre como su llamamiento personal. Tuvo un primogénito llamado Yeshua, Hijo de Dios por el Espíritu Santo y otros más, hijos de José: Jacobo, José, Simón, Judas y otras mujeres, a los cuales no contó quién era Él en realidad mientras Jesús estuvo en su ministerio terrenal, pues bíblicamente ella guardó todas estas cosas en su corazón. José fue un padre bendecido (en Israel era sinónimo de bendición divina el tener muchos hijos) y un esposo aún más bendecido al tener una mujer como dice Proverbios 31:10-31.
Volvamos al Templo de Jerusalén cuando este niño especial era presentado por sus padres al Señor su Padre para cumplir como buenos judíos los ritos de la ley de Moisés así como a los ocho días le circuncidaron y le pusieron por nombre YESHUA (Jesús). Hay un hecho que pone en tela de juicio la ausencia de pecado en María y el nacimiento sobrenatural de Jesús (en cuanto que María estuvo exenta de dolores y se mantuvo virgen-pura después del nacimiento de Jesús). En el versículo 24 se narra que además de presentar a Jesús conforme a la ley de Moisés, María tuvo que ofrecer un par de tórtolas, o dos palominos, según la ley del Señor,¿para qué? Leamos Levítico 12:6-8 “Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino y una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote y él los ofrecerá delante de Adonai, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre. Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija. Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia.” Vemos que José y María no eran acaudalados para comprarse un cordero y llevaron entonces dos tórtolas o dos palominos para ofrecer holocausto (esto es sacrificios de acción de gracias) pero también para EXPIACIÓN de ella. Expiación era un sacrificio de sangre que se hacía por los pecados. Si María era libre de pecado, totalmente limpia, es injustificable que ella se hubiese presentado al Templo para hacer expiación por sus pecados como claramente lo afirma la ley del Señor. Más adelante ya no tendría que presentarse al Templo de Jerusalén cada año a ofrecer expiaciones por su pecado, pues Dios ya habría provisto el Cordero que quita el pecado del mundo, de una vez para siempre: Jesucristo. María recibiría un poco más de iluminación sobre su hijo y hasta de ella misma al escuchar las palabras proféticas de Simeón: Lc 2:34-35 “Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí , este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”. Palabras fieles ciento por ciento, palabras inspiradas por el mismo Espíritu Santo (v.27) y se cumplieron. Jesús mismo fue una piedra de tropiezo para los sabios de Israel, maestros y escribas, fariseos y saduceos, para los incrédulos, los militantes, los Sumos sacerdotes; y fue puesto como levantamiento de los pobres de Israel, ovejas sin pastor, ciegos, paralíticos, desesperanzados, despreciados pecadores, oprimidos por el diablo y por lo que el mundo tenía por menos. Fue señal que contradijeron los dirigentes del pueblo cegados por su orgullo y religiosidad, por su temor a perder sus puestos ya que había llegado el Mesías, hijo de David que contradecía sus expectativas de un Mesías glorioso triunfante que aplastaría al invasor romano, y que en vez de eso era un Mesías que revelaría los pensamientos de los corazones. Y a María… no sabría decir cuándo se cumplió exactamente esa palabra, pero en mi opinión esa espada se le atravesó en el alma cuando su hijo fue atravesado con la lanza del soldado. Momento crucial, aquel quién ella SABÍA que era el Mesías de Israel y el Hijo Eterno de Adonai ya no presentaba señales de vida. ¿Cómo era esto posible? Su sentimiento de madre se unió a la lamentable visión del Hijo de Dios muerto inexplicablemente (porque a ella no se le había iluminado aún sobre el propósito de la cruz, ni aún sus discípulos más cercanos lo sabían y eso que el Maestro ya les había advertido que pasaría). ¿Dónde estaba la restauración de Israel prometida por Dios a través de los profetas en el Mesías si éste estaba muerto? Y una espada atravesó su propia alma.
Jesús cumplió 12 años, tiempo en el cual ya debía y podía enseñar y tomar en sus manos los libros de la Torah, ya había cumplido su Bar Mitzvah, su mayoría de edad para el pueblo judío. Formaba parte de una piadosa y típica familia judía que celebraba la pascua cada año en Jerusalén. En ese año, Jesús se perdió entre la multitud, o más bien sus padres se perdieron entre la multitud y creyeron que su hijo estaba a su lado entre sus parientes y conocidos que también habían viajado con ellos y por eso no se preocuparon.
Sólo fue tres días después que lo encontraron en alguno de los patios del Templo en medio de doctores de la ley. Les oía y preguntaba. Estaban maravillados con su inteligencia y sus respuestas. Entonces salió la maternidad de María a flote. “Cuando le vieron, se sorprendieron y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí tu padre y yo te hemos buscado con angustia” (Lc 2:48). Entendible reproche (humanamente).
Jesús les respondió espiritualmente: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabías que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (v. 49)y no entendieron. Aunque conocían quién era realmente su Padre, su espíritu no estaba preparado para entender la manera en que Jesús se relacionaría con ese Padre y cómo desarrollaría su mesianismo. María no entendía pero guardaba estas cosas en su corazón y Jesús se le sujetaba en perfecto cumplimiento del mandamiento “Honrarás a tu padre y a tu madre”.
Aquí la figura de María no aparece por algún tiempo, ¿por qué? Porque de Jesús tampoco se habla nada. Él es el personaje principal y sólo aparece al relato público cuando va a iniciar su ministerio. Ya ha dejado su casa en Nazaret y de ahí en adelante es camino hacia la cruz.
María aparece al lado de Jesús y de sus discípulos en Caná de Galilea una pequeña población a unos 15 kilómetros de Nazaret. De seguro los dueños de casa eran viejos conocidos de María y la habían invitado a una boda, ¿de quién? No tenemos idea, lo importante es lo que se desarrolla allí. Como una deferencia a María y porque probablemente conocían a Jesús, él fue invitado a la boda con sus nuevos “amigos”, sus discípulos. Era una típica fiesta judía, tal vez como la que se realizó cuando María se casó con José, siete o más días de gozo, de regocijo familiar, del festejo por la unión de estos hijos de Israel, de música, flautas, tambores y panderos, de baile nupcial hebreo y por supuesto…de vino. Y el Maestro fue allí y al parecer no fue solo para saludar y ¡adiós! Tengo unas obligaciones tremendas en la iglesia!, porque ya se había acabado el vino, clara muestra que ya llevaban unas varias horas, o tal vez días.
“Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino” (Jn 2:3) María obviamente no lo decía para que fuera a comprar más a la tienda o porque tenía amigos en el viñedo más cercano que sacaran a los anfitriones de la fiesta del apuro que se les presentaba. Lo decía porque sabía (en parte) quién era Él y de donde provenía y que haría algo tremendo para que apareciera vino, sobretodo porque ya le veía cumpliendo su llamado profético de Mesías junto a sus discípulos allí reunidos.
“Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora”. (Jn 2:4)
María está hablando desde sus expectativas, buenas pero sólo humanas. Tal vez quería que ya fuera conocido como el Ungido de Dios pero Jesús no ve con buenos ojos la propuesta de su madre. La llama mujer no como un término despectivo sino como un término respetuoso y dignificante que era de común uso en tiempos de Jesús. ¿Qué tienes conmigo? No miras las cosas como yo. María aún no ve claramente cómo la voluntad del Santo de Israel que le fue revelada se va desenvolviendo en su Hijo. “Aún no ha llegado mi hora” Jesús se refiere a la hora de la cruz. ¿Por qué el hacer un simple milagro era relacionado por Jesús con su inminente muerte en la cruz? Él sabía que al manifestar el poder de Dios, los incrédulos dirigentes de la nación se sentirían tambalear en sus cómodos y seguros roles y provocarían su muerte, por eso Jesús trataría en lo posible de realizar obras silenciosamente y hasta sus propios hermanos le reprocharían que no aparece en público realizando obras milagrosas; hasta que “fuera su hora”.
“Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere” (Jn 2:5)
Su madre entiende que sólo es por voluntad de su hijo que se hará o no se hará el milagro. Ya no es un deseo de ella, ya depende de Jesús, por eso recomienda a los sirvientes que hagan caso en todo lo que Jesús les dijera. No es su palabra la que vale, es la de Jesús. Su única recomendación (la única en la Biblia) que ella hace a otros es Haced lo que él os dijere. Lo que ella quiere de ahí en adelante es que se haga lo que Jesús dice. Desastrosamente muchos hacen cosas para venerar a María, muchas cosas, pero ninguna es esta: Hacer lo que Jesús dice. Si fuera así ni le rendirían veneración y agradarían realmente al Señor. Si es así en tu vida, escucha lo que la palabra de Dios dice en boca de María: Haz lo que Jesucristo dijo. “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn 15:10). Ahora el mensaje en sus “apariciones” es yo les pido, yo les ordeno, hagan lo que yo les digo y tendrán mi auxilio y mi protección a la hora del juicio de Dios. ¿A que voz le obedeces, a la de María de la Biblia o a la de “María” de las apariciones? Te prometo más adelante que estas incongruencias aparentes de personalidad entre una y la otra serán estudiadas y examinadas bajo el tamiz de la Palabra de Dios.
“Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte. Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la hacen” (Lc 8:19-21)
Las condiciones en el reino de Dios para juzgar la verdadera familia no son simplemente los lazos de sangre. Si bien éstos son importantes, no son para el creyente (así como para Jesús) la medida para determinar a alguien como su familia. La manera de identificarlo es ver si éste oye la Palabra de Dios y la cumple. Para Lucas la reprensión de Jesús era para sus oyentes y no para su familia carnal, pues los primeros tendrían que ser parte de la familia de Jesús al creer en la Palabra de Dios y obedecerla, lo mismo que su familia carnal. Para Mateo y Marcos (Mt 12:46-50 y Mr 3:31-35) el tono varía hacia su familia carnal al indicar que son sus discípulos, los que le seguían, quienes realmente eran su familia y no la primera. Jesús dijo: “De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna” (Lc 18:29-30); y al hablar así, también hablaba de su experiencia. Si Jesús se hubiese quedado en Nazaret con su familia carnal no hubiese conocido que el reino de Dios traería mucha más familia para él, ya no sujeta a los lazos de sangre sino al amor a Dios su Padre manifestado en la obediencia a su Palabra. El hecho que se narra desde la perspectiva de Mateo y Marcos nos muestra a su familia (María incluida) como un grupo de personas que no seguían constantemente a Jesús y que algunos de ellos (sus hermanos) no creían en él (Jn 7:5). Tal vez Jesús pretende llamar la atención de sus discípulos sobre las exigencias del reino, pero también se percibe el requerimiento hacia su familia carnal para que creyeran en su obra, que era la voluntad de Dios (“el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gal 1:4)). Aunque María sabía quién era su hijo, aún Jesús le pedía que creyera en Él hasta ver la voluntad del Padre cumplida en la cruz. María tenía que perfeccionar su fe y su obediencia a Dios al pasar por la prueba más difícil: ver morir a su primogénito en la cruz, símbolo del oprobio y la humillación.
“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Después dijo al discípulo: He aquí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn 19: 25-27). A los pies del madero se encontraban unas mujeres que habían seguido a Jesús en su ministerio y habían oído de sus labios las promesas de la inauguración del reinado de Dios y visto pecadores arrepentidos, ciegos sanados y oprimidos por el diablo liberados como corroboración de esas promesas. María por fin había seguido a su hijo y había llegado al momento de la crisis en su fe cuando la “espada le atravesaría su alma”. Todos sus discípulos se esparcieron como ovejas atemorizadas, solo unas mujeres, unos discípulos secretos del Señor y un solo discípulo abierto se quedaron con él. Este discípulo era a quien Jesús amaba. Era Juan. Entonces Jesús vió a su madre y a Juan, y se dirigió a ella: Mujer, he aquí a tu hijo. Ahora en la cruz, Jesús le quería enseñar a María que su fe tenía que ayudarla a verlo no como su hijo carnal, pues Él moriría, y a ver en otros que comparten su fe en la cruz como parte de su familia. No se narra que sus hermanos estén allí, aún no formaban parte de la familia verdadera de Jesús; por lo tanto Jesús debía dejar el cuidado de su madre a otro hermano, pero éste no de sangre sino en la fe, y es en esas circunstancias que Jesús confía el cuidado a Juan de su madre, no porque sus hermanos carnales no lo pudieran hacer, sino porque carecían de la fe probada en la cruz. Y Juan fielmente la recibió en su casa…hasta que finalmente llegó la revelación definitiva.
Debido a la longitud del Estudio no lo publicamos completo. Para seguir leyéndolo abra la versión en PDF.