Quedar sin empleo justo cuando se adeudan tres meses de renta, los hijos se aprestan a ingresar a un nuevo período académico con los gastos que esto implica, la esposa atraviesa el quinto mes de embarazo, y múltiples acreedores merodean alrededor, constituyen la antesala de una verdadera hecatombe.

 
--Diariamente reñía con mi esposa. Me culpaba de ser el causante de toda la crisis—, explicó Ricardo Múnera, con una mezcla de aburrimiento y desesperanza que se reflejaban en sus gestos y en la mirada.

En cuatro meses había cambiado tres veces de empleo. La recesión económica en Argentina precipitaba el cierre de empresas.

La iglesia no era, por el momento, una tabla de salvación. La mayoría de los asistentes enfrentaba un drama similar o más traumático. Hasta el pastor se quejaba desde el púlpito de la drástica caída en los aportes, diezmos y ofrendas.

¿Qué hacer? Cuantos se acercaban, tenían un consejo diferente. Cada uno, por supuesto, más opuesto que el otro. Así es que Ricardo se sentía cada vez más confundido.

La situación sólo cambió cuando decidió someter sus preocupaciones, angustias e incertidumbre en manos del Señor Jesucristo. En otras palabras, descansó en el Señor, y sólo cuanto tuvo paz interior, comenzó a apreciar cómo se abrían las puertas.

¿Qué es descansar en el Señor?

Descansar en el Señor es abandonarse a Él. Rendirse. Dejar que Él tome control no solo de nuestros problemas, deudas y enfermedades, sino de aquella crisis que consideramos sin aparente solución. Algunas palabras del Hebreo como “Cava” o “Chakah” refieren descansar como la disposición de “esperar en...”. Sin embargo, el término más aproximado es “Dumiyah”, que traducido, vendría a ser “Esperar silenciosamente con una confianza pacífica”. Lea de nuevo esta definición. ¿Lo nota? De acuerdo con los términos bíblicos originales, descansar es aguardar, sin alterarnos, en expectativa por la obra de Dios en nuestra existencia.

El rey Josafat, un ejemplo de quien descansa en Dios

El rey Josafat, el cuarto en Judá después de Salomón, fue próspero, consagrado a Dios y un monarca que signó la historia bajo las premisas de la honradez, la rectitud y la fe. Inició su período de gobierno en el año 914 antes de Cristo. Todo a su alrededor marchaba bien, hasta que las tribus de Moab y Ammon, dos pueblos belicosos por naturaleza, se unieron en su contra.

“Y acudieron , y dieron aviso a Josaphat, diciendo: Contra ti viene una grande multitud...”(2 Crónicas 20: 1, 2 a. Versión Antigua Reina-Valera, 1909).

Las dificultades, como en este caso y en nuestra vida práctica, llegan cuando menos lo esperamos. Irrumpen en la cotidianidad sin avisar. Generan desconcierto y ansiedad. Tornan difícil guardar la calma. Nos llevan a pensar que no hay ninguna salida.

Confiar en Dios, la única salida

Huir de los problemas no es la solución. Tampoco culpar a los demás por nuestras dificultades, y menos, reaccionar movidos por las emociones del momento, sin medir las consecuencias. Frente a una enorme crisis, el rey de Judá volvió la mirada al Creador.

“Entonces él tuvo temor, y puso Josaphat su rostro para consultar a Jehová, é hizo pregonar ayuno a toda Judá”(v.3). En su oración, el monarca reconoció sus limitaciones humanas, admitió que sólo Dios tiene poder y grandeza, y clamó por ayuda divina: “!Oh Dios nuestro!¿No los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros: no sabemos lo que hemos de hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (v. 12).

Cuando creemos que nos abandonan las fuerzas, y no sabemos cómo actuar, es hora de confiar en el Supremo Hacedor.

Si clamamos, Dios responde

Dios tiene sus propios métodos y su propio tiempo para responder. A veces pareciera que tarda mucho en actuar, en otras ocasiones se manifiesta de inmediato. Un siervo de Dios que estaba en la reunión, recibió Palabra del Señor: “Y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalem, y tu rey Josaphat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta tan grande multitud; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana a esta hora descenderéis contra ellos... No habrá para que vosotros peleéis en este caso: paraos, estados quedos (quietos), y ved la salvación de Jehová con vosotros”(vv. 15-17 a).

En medio de semejante situación ¡Y Dios los mandó a descansar en El!. Lo sorprendente es que, cuando lo hacemos, la respuesta no se hace esperar. Así pudieron comprobarlo todos los moradores de Judá. Ellos se limitaron a alabarlo en pleno campo de batalla.

“Y como comenzaron a clamar y con alabanza, puso Jehová conra los hijos de Ammon y de Moab, y del monte Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y matáronse los unos a los otros. Pues los hijos de Ammon, y de Moab, se levantaron contra los del monte Seir, para matarlos y destruirlos; y como hubieron acabado á los del monte Seir, cada cual ayudó a la destrucción de su compañero”(vv. 22-24. Versión Antigua Reina-Varela, 1909).

Cuando permitimos que Dios tome control de los problemas, Él actúa.

El error estriba en querer resolver las dificultades a nuestra manera, Además de una estrategia equivocada, generalmente nos conduce al fracaso.

Le invito para que rinda esa pesada carga de dificultades en manos del Señor Jesucristo. Él dijo: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”.

Descanse en el Señor. Permítale que obre un milagro. ¡Haga la prueba! Su vida cambiará radicalmente.

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Ps. Fernando Alexis Jiménez
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