¿Acaso piensa volver atrás como cristiano?

Estaba Definitivamente enfermo. No tenía dolor de cabeza ni malestar en el cuerpo, pero allí, en medio de quienes se daban cita en la cafetería, comprendió que estaba enfermo: del alma y del espíritu. Nadie le prestaba atención. Todos se movilizaban de un lado para otro, preocupados por sus propios problemas. Y él con ese convencimiento de que nada valía la pena... que no tenía sentido ser cristiano.

Dos meses atrás las cosas eran diferentes. Asistía con asiduidad al culto dominical. Formaba parte del liderazgo juvenil. Nadie podía negar que se trataba de un muchacho con mucho futuro. Era popular entre sus amistades. En casa era ejemplo para sus hermanos. Pero ahora se sentía derrotado. Fracaso dejó de ser para él un mero término y cobró tanta importancia que llegó a pensar ”No vale la pena seguir adelante”.

¿Cuándo había comenzado su retroceso? No podía precisar ni el día ni la hora. Pero tenía la certeza de que todo había iniciado cuando sintió pesadez para orar. “Dios sabe qué necesito antes de que se lo pida, así es que no tiene sentido pedir nada”, razonó antes de que también pensara que leer la Biblia era algo aburrido. A una decisión siguió otra. Evitaba tropezar con otros creyentes. No quería dar explicaciones. Finalmente tomó la determinación de no volver a la iglesia...

...Y allí estaba lleno de incertidumbre, meditando que nada tenía propósito, ni siquiera el ser cristiano...

¿Estas firme?

¿Cuándo nos apartamos de Dios? Cuando dejamos de depender de Su eterno poder y confiamos en nuestras fuerzas. Olvidamos que somos frágiles, sujetos a pasiones humanas que en ocasiones se ubican por encima de la sensatez y de la razón.

Consciente de esta batalla que libramos, entre nuestra determinación de ser fieles a Dios y la tentación del pecado, el apóstol Pablo escribió: “Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Corintios 10:12).

El anhelo de caminar irreprensibles delante del Señor puede estar en nuestro corazón, pero lograrlo depende no de nosotros sino de Él. Es Dios quien nos sustenta con la fuerza necesaria para lograrlo.

¿Las dificultades te desestabilizan?

Hay quienes consideran que al aceptar a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, compraron un “seguro contra todos los problemas”. ¡Pero se equivocan! Ser cristiano no es sinónimo de que las dificultades terminan. Por el contrario, puede que en ocasiones se incrementen. Pero tenemos a nuestro lado al buen Señor como garantía de que nos concederá fuerza y valor para seguir adelante y sobreponernos a los períodos de desierto, depresión, desánimo e incertidumbre.

El apóstol Pablo, duramente golpeado por la adversidad y con la inminencia de ir a Jerusalén y luego a Roma, donde finalmente sería asesinado, escribió: “Pero de ninguna cosa hago caso ni estimo preciosa mi vida para mi mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” (Hechos 20:23).

Los obstáculos de hoy no pueden apartar nuestra mirada de Dios y menos, desviarnos del camino hacia la eternidad.

Nuestra meta; la eternidad

¿A dónde irá nuestro espíritu después que muere...? Nuestra meta final es la vida eterna. Esa es la respuesta. En dirección a ella debemos movernos, teniendo siempre a nuestro Señor Jesucristo delante, como poderoso gigante.

El apóstol Pablo, quien ha sido hoy el protagonista en todos los pasajes que analizados, lo expresó de una forma sencilla pero contundente: “No que lo haya alcanzado ya, ni que sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro así aquello para lo cual fui también asido por cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en cristo Jesús.” (Filipenses 3:12-14).

¿Qué hacer si se apartó del Señor?

El primer paso es reconocer que espiritualmente está viviendo una aridez que no puede dominar. Una sensación de vacío que se apodera de su vida y que le impide seguir adelante. El segundo paso es pedir la ayuda de Dios. Humanamente usted podrá intentarlo, pero volver a los caminos del Señor sólo depende de una disposición de su corazón y de otro, de pedir ayuda de Aquél que todo lo puede. Tercero, ore y dígale al Señor, con sus propias palabras, que quiere seguir adelante y superar el período de crisis y sequía espiritual que está viviendo ahora.

La única salida es depender del Señor, no desprendernos de su mano. La decisión la toma usted. ¡Y estoy convencido que lo hará!...

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Ps. Fernando Alexis Jiménez

Ministerio de Evangelismo y Misiones “Heraldos de la Palabra”

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