Veamos nuestras Biblias en (1 Jn. 3:16) y encontraremos este hermoso versículo. “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón.

¿Cómo mora el amor de Dios en él?.

Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. El amor no solo es una actitud, no solo un proceso mental, no solo una emoción; el amor no consiste solo en dar y recibir cosas.

Muchos moralistas, teologistas y deontologistas, tratan acerca de Dios, de las virtudes y de los diversos contextos de la ética y la moral; señalando que un individuo puede ser muy cumplido de las experiencias y normas éticas; como el ser honestos, buenos ciudadanos, pagar impuestos, buenos padres e hijos, y muchos otros roles que la gente desempeña en sus entornos.

Nos preguntamos también que rol juega el amor cuando este sentimiento se produce en la ministracion del Espíritu Santo, en otras palabras, lo que conocemos como el amor cristiano; si el amor fuera simplemente un acto moralista o una acción de buena disposición, a lo mejor podríamos con una relativa facilidad dar y recibir amor; sin importar:

a) su origen-destino, o, b) su relación causa-efecto.

Sin embargo, la experiencia de la vida nos muestra circunstancias antípodas a los fines que muchas veces perseguimos. Y nos lleva al siguiente cuestionamiento, ¿por qué es importante practicar la palabra de Dios transpirándola en nuestra existencia?; ¿por que es bueno saber que significa evangelismo preventivo y correctivo?; ¿por que la Biblia debe ser un estilo de vida?; ¿por que debemos dejar de teorizar en la palabra, acomodándola a fábulas mezquinas y de hombres?; ¿por que la palabra de Dios debe estar por encima de cualquier denominación, dogma, tradición, religiosidad, o autoridad humana?; ¿por que actuar con corazón dogmático y fanático?. Dios nos dio racionamiento, juicio, análisis, y libre albedrío para elegir y tomar decisiones en la vida.

¿Por que no permitir al Espíritu Santo actuar libremente en nosotros, guiándonos, enseñándonos, derramando en nuestras vidas de sus dones y fruto?.

¿Cómo entenderemos y como haremos para poner en practica el amor de Dios en nuestras vidas?. Hemos considerado que el amor de Dios se da en tres importantes avenidas de la vida humana, y que es preciso identificarlas estas y amoldarlas a nuestras relación con Dios y con los humanos.

Así en una primera forma, vemos que el amor desde el punto de vista cristiano constituye una ley, una gran norma que debemos seguir para alcanzar la salvación en Cristo Jesús. Luego, reconocemos la presencia y la necesidad de esta ley de Dios en nuestras vidas, porque por amor Dios se dio en sacrificio.

Todo parte en el amor y todo termina en el amor (Salmo 119:97) “¡Oh cuanto amo yo tu ley!, todo el día es ella mi meditación.” Así vemos en (1 Pe. 4:8) “y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados”. En el amor divino habita la sabiduría y la ciencia con que Dios creo el mundo y la vida.

Encontramos cierta reciprocidad cuando en (1 Jn. 4:16) nos recuerda que “Dios es amor, y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él; en ello dice se ha perfeccionado el amor en nosotros, porque como es el Señor, así somos nosotros en este mundo; y nosotros le amamos porque él nos amó primero”. Observamos que hay un proceso de estimulo y respuesta de amor en cuanto a esa relación Dios-hombre; por ello el amor es una ley, la cual debemos seguir con esmero y basándonos en nuestro libre albedrío y decisión de seguir a nuestro Señor Jesucristo con fidelidad y santidad.

En una segunda manera, observamos que el amor se enfoca también como un don, ya que el Espíritu Santo unge con esta gracia, como lo hace con la fe y otros dones del Espíritu; viniendo a ser así como un don base para llevar una vida espiritual saludable.

En (1Cor. 13:1) “si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o como címbalo que retiñe”.

Hay una demanda de Dios, una invitación a buscar los dones del Espíritu Santo. Apreciamos aquí el amor expresado como un don, en realidad el amor es una gracia de poder porque Dios es amor, y desde luego, cuando Dios da amor, esta dando gracia, pero este don esta al alcance de toda persona regenerada en Cristo y accesible a su búsqueda.

En (Ro. 5:5) “...Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

Por amor el Señor hizo el universo y el mundo, creo la naturaleza, creo los procesos bioquímicos y astrofísicos, creo al hombre, y todo lo que vemos alrededor lo ha creado Dios por amor de su nombre precioso, esa es la ley sustancial en la relación Dios-hombre...

Ahora bien, Dios desea compartir esa ley a través del don de la gracia, del ungimiento; usted no logrará tener amor hacia sus semejantes solamente porque así lo desea, su ser tiene que estar preparado para ese sustancial cambio, ya que el hombre es una naturaleza caída por el pecado adámico.

Porque no es propio de nuestra naturaleza humana, necesitamos del derramamiento del Espíritu Santo, requerimos además de la regeneración en Jesucristo, que Dios nos alimente de ese amor que es de poder y generosidad divina. Así recordamos con (2 Cor. 9:15) “...gracias a Dios por su don infalible”.

Una tercera forma en que el amor es manifestado, es a través de las virtudes, es decir, del fruto del Espíritu Santo. Así (Col. 1:10) “Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”. Recibir este amor de Dios, nos permite visualizar la vida con otra óptica, de modo tal que despierte en nosotros el deseo de compartir y derramar de ese amor del Espíritu Santo en nuestros semejantes; de ese amor que es principio y final de toda relación con Dios; comienzo y termino de todo cuanto ha hecho Dios por amor, porque él es amor.

El amor como virtud viene a ser la practica o ejercicio del amor cristiano en la vida diaria; esta virtud nos permite alcanzar la madurez espiritual que tanto necesitamos para nuestra edificación y testimonio cristiano. Esta virtud es parte del fruto del Espíritu Santo.

Luego Vemos en (2 Pe. 2:7) “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe, virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, el dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. El amor pues, es la base y la meta espiritual en la formación del carácter cristiano. El amor se vincula al afecto fraternal, aun cuando no expresa una sinonimia en ese contenido; mas bien el afecto fraternal es el aprecio y la estima a la persona; a lo cual pueden agregarse sentimientos en la misma calidad y tamaño. Por ejemplo, si se estima a un amigo, y se tienen ciertas deferencias hacia esa persona, o sea, afecto fraternal; ¿cuantas cosas mas podríamos hacer por esa persona, si acaso sentimos el verdadero amor de Dios por él?.

Esa es la diferencia; por ello a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. El amor complementa ese ingrediente humano que es el afecto fraternal.

En (Gá. 5:22) dice “mas el Fruto del Espíritu es amor, gozo, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley”. Obsérvese que este pasaje, el amor esta primero; en Pedro aparece al final de otros valores espirituales; por ello el amor es comienzo y final en la madurez y la perfección de una autentica vida cristiana; y para constituirnos en esa fuente que irradie amor cristiano, es menester que hagamos una revisión de nuestras condiciones internas, un diagnostico que nos diga si estamos en santidad, en plena armonía con Dios, porque el amor no se da intermitentemente; a veces si, a veces no, a este si, a este otro no. Revisando aquellas situaciones externas además, que siempre atentan contra nuestra condición espiritual. Que hacer pues, para recibir y dar de ese amor de Dios?.

He aquí algunas consideraciones para lograr esa llenura del Espíritu Santo en amor; tratando de hacer un estilo de vida en Cristo Jesús.

1. Hacer un autorreconocimiento de nosotros mismos y de lo que es el mundo moralmente. Revisando imparcialmente nuestras cualidades y talentos como potencialidad; así como nuestros malos hábitos y defectos, y tomando conciencia de la significancía y consecuencias del pecado en nuestras vidas.

Es posible que esto nos lleve a una actitud de arrepentimiento y de reconciliación con el Señor y de nuestros semejantes si fuera el caso.

2. Conocimiento recto de la Biblia, en constancia, dirección del Espíritu Santo y método en el estudio de la palabra de Dios.

3. Reconocimiento de la posición del prójimo y de su relación con nosotros y el mundo. Hacia una dirección de filantropía, caridad social, consideración y apoyo espiritual.

4. Identificar la compasión y la misericordia de Dios para con nosotros, y de nosotros para con el prójimo, a través de la meditación, la contemplación, reflexión, y la oración; hacia la búsqueda de un evangelismo preventivo al pecado.

5. Identificar las virtudes colaterales al amor, y como poderlas aplicar, como: compasión, mansedumbre, humildad, paciencia, dadivosidad; haciendo frente a pecados tales como: egoísmo, altivez, maldad, envidia, mentira, celos, intolerancia. Estableciendo a la vez una relación de oposición entre las virtudes y los defectos en nuestra persona.

6. Bosquejar un plan de dadivosidad diaria en nuestros corazones, en actitud positiva frente a la vida, tomando en cuenta:

a) Oración y meditación devocional.
b) Promover en nosotros una mentalidad positiva para todo en la vida.
c) Mantener disposición para realizar buenas obras.

En síntesis, acostumbrar el alma, la mente y el cuerpo, a que el Espíritu Santo more en nosotros para vivir en permanente virtud de amor, y de dar amor al prójimo hasta hacerlo un habito positivo en nuestras vidas, o sea parte de nosotros mismos, como una vida testimonial de amor.

Este logro es posible además, dedicando parte de nuestro tiempo a la obra de Dios, y recordando que el amor es el eje de la creación.

Nautilius
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