Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Heb 4.14-16)


INTRODUCCIÓN

Nuestra necesidad de un Sumo Sacerdote.
En el cap 1 se habla de Él como portavoz de Dios, en el 2 como identificado como ser humano, el 3 como líder y guía de su pueblo. Sigue con el tema que mencionó en el 2.17 acerca de su superioridad a Aarón como sacerdote.

Estamos acostumbrados a ver a Jesús como la viva imagen de Dios, y no tanto como nuestro Sumo Sacerdote.

Contexto: Antes habló de la Palabra de Dios ante la que estamos abiertos y desnudos. Cuanto más nos acercamos a la Palabra más lo estamos. Jesús es nuestro Moisés, nos sacó del desierto, también es nuestro Josué, pero necesitamos a un Aarón que nos sostenga en el desierto.

La carta va dirigida a personas que estaban pasando pruebas (en el desierto) y que necesitan (al igual que nosotros Alguien que nos guarde y nos sostenga en el camino). También va dirigida a ti, porque a lo largo de tu vida con el Señor te vas a ver rodeado de situaciones, pruebas y tentaciones que te superan, y no solo en esos momentos, sino que cada día de tu vida vas a necesitar apoyarte en Él para salir adelante y obtener la fuerza y la Gracia necesaria.

La lucha mayor no se desarrolla a nivel físico, sino que es espiritual, se encuentra dentro de ti, el diablo quiere por todos los medios distraer tu atención de Jesucristo, no quiere que lo consideres como tu sacerdote, Aquel que te conoce y que te representa ante Dios. Uno de los objetivos de este estudio es que aprendamos a alejar los ojos de nuestras circunstancias y a ponerlos en Jesús. Sólo en la medida que consigamos esto podremos andar como vencedores, sostenidos por la poderosa mano de Aquel que todo lo puede y que nos amó hasta el fin.

Todas las personas nacen con la necesidad de encontrar a ese Sumo Sacerdote, esta es una necesidad desesperada, sin Él estamos desamparados y huérfanos, sin Él estamos desprotegidos ante la mirada escrutadora de Dios, y nuestros pecados nos delatan ante Su justicia, sin Él estamos desamparados, errantes y sin nadie que se preocupe de nosotros y que nos dé fuerzas para salir adelante.

1. EL TRIUNFO DE NUESTRO SUMO SACERDOTE.

Un sacerdote grande.

En hebreo sumo sacerdote significa “gran sacerdote”, por lo tanto si Jesús es nuestro “gran Sumo sacerdote” es lo mismo que decir que es nuestro “gran gran sacerdote”.

El Sumo sacerdote no traspasaba los cielos, sino que entraba al lugar santísimo para presentar la sangre de la expiación en el propiciatorio (encima del arca, donde Dios se manifestaba). Jesús traspasó los cielos, es sacerdote de realidades mejores y por lo tanto tenemos una mejor esperanza.

Hay un abismo entre Jesús y otros “sacerdotes”, los otros sacerdotes presentaban sacrificios simbólicos, Jesús trata directamente con las realidades espirituales. Hoy en día hay muchos que se presentan como “sacerdotes”, como nuestros mediadores ante Dios, tal sean sacerdotes humanos como los presenta la Iglesia de Roma, o tal vez sean hombres que afirman poder representarnos ante Dios y traernos su favor, a veces hay Organizaciones humanas, religiones, o iglesias que afirman que dentro de ellas es dónde se encuentra la salvación. Nosotros tenemos un Gran sacerdote, no hay otro que nos pueda representar ante Dios y traernos su perdón. Por tanto hacemos bien en poner nuestra confianza sólo en Él y desechar a los lobos con piel de oveja que sólo hacen promesas vacías.

¡Qué bueno es que sea Jesús y sólo Jesús quien nos represente ante Dios!, ¡no hay otro como Él!, “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” Heb 7.26. Él nunca nos falla, Él no actúa movido por intereses egoístas sino sólo por su amor generoso, Él es un Sumo sacerdote que no duerme mientras Su rebaño está siendo atacado, ¡tal Sumo sacerdote nos convenía!.

Muchos otros pusieron su fe en “sacerdotes” falsos, imitadores del Único sacerdote. Son engañados y se dirigen a la destrucción y a la vergüenza. Nuestra confianza está puesta en Aquel que se presentó en el mismo Santuario, ante el mismo Dios, y ofreció el único sacrificio que limpia nuestros pecados. Podemos tener ABSOLUTA CONFIANZA en este Sacerdote. Podemos mirar cara a cara a la muerte y decirle “ya no te tengo miedo, perdiste tu aguijón” (lee 1 Co 15.55), podemos pensar en nuestro futuro y gozarnos pensar en nuestra resurrección y nuestra bendita esperanza junto a nuestro Sacerdote.

El cristiano puede sentir temor (ocasionalmente), pero está confiado, puede sentirse solo (pero no está abandonado), y por encima de circunstancias tristes, dolorosas y amargas, dirigir la mirada a su sacerdote, verlo ya sentado en Su Trono y oírlo decir: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.” Jn 10.27.

Puedes hacer esto cuando te sientas desalentado, lee alguno de estos textos (Jn 10.27; Rm 8.31-35; y otros textos que tengas apuntados aparte), léelos y cierra los ojos, piensa que es Jesús mismo el que te los está diciendo a tí. Hazlo personal. Eso no se escribió para nadie, es Dios mismo quien te lo dice a tí. Y dale las gracias a Jesús por haber entrado en los cielos y por estar ahora mismo intercediendo por tí y ayudándote. No lo dudes ni un momento, Él está en los cielos y está pensando en tí, conoce por lo que estás pasando y se ocupa de eso. ¡Gracias a Dios por el don de Su Hijo Jesús!.

Un sacerdote humano (Jesús).

Comprende nuestra condición humana por cuanto Él mismo es humano. ¿Qué tendrías que hacer para comprender los sentimientos de un perro?, y no me refiero tanto a los “sentimientos” como a sentirse igual que él. Podemos observar a nuestro perro, podemos ver sus momentos de alegría, o incluso de tristeza, pero eso no es lo mismo que decir que sabes EXACTAMENTE como siente. Y eso que tú eres muchísimo más superior que él.

Nuestro Dios se hizo hombre para que pudiera ser nuestro sacerdote. Para que pudiera representarnos tenía que hacerse hombre. Un hombre no puede ser representado ante Dios por ningún otro que no posea la naturaleza humana. Jesús es plenamente hombre, y eso significa:

1. Que nos comprende perfectamente a nuestro nivel. A Él le duelen las cosas exactamente como a ti te duelen. Cuando te diriges a Él para compartirle cómo te sientes no se queda confundido sin saber a lo que te refieres. Lo sabe.

2. No se queda impasible ante nuestro dolor. Cuando le cuentas algo no está ausente, tus penas son las suyas, la Biblia dice que Él es “como la madre que se compadece por sus hijos”. Y no sólo está el hecho de que Él se hiciera hombre, sino que compartió nuestros sufrimientos. A lo mejor no sabes lo que es pasar por una operación quirúrgica, cuando alguien que ha pasado por eso te lo cuenta no puedes comprenderlo bien, sí, sabes que es una experiencia dolorosa, y puedes entristecerte, pero no es lo mismo. Pero cuando pasas por el quirófano, y experimentas el despertar de la anestesia, y los largos días en cama sufriendo dolores, te puedes identificar perfectamente con cualquiera que haya sufrido lo mismo, ¡aun más!, si un día alguien viene a contarte su experiencia en los hospitales, no sólo se sentirá escuchado por ti, ¡sino también comprendido!. ¡Así es como nuestro Señor nos escucha!.

3. Que es el único representante digno. Muchos dicen que María es nuestra mediadora ante Dios (la llaman “mediadora de todas las gracias”) pero eso es un error. María, al igual que todo ser humano compartía nuestra imperfección, “No hay justo, ni aún uno” dice la Palabra en Romanos, y esto incluye a María. En cambio Jesús, como hombre, es perfecto, Dios lo ve y dice: “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” Mt 3.17. Y cuando Dios nos ve a través del Hijo nos dice lo mismo: “En ti me complazco”, y esto es porque Jesús nos sustituye, por eso la Palabra dice que somos “aceptos en el Amado” (Ef 1.6), en la humanidad de Jesús somos aceptados por Dios.

Un sacerdote divino (el Hijo de Dios).

No hay nadie con mayor derecho de entrada ante Dios. El hecho de que Jesús posea perfectamente las dos naturalezas lo hacen el sacerdote ideal. Por un lado nos representa ante Dios, y por el otro conoce las elevadas normas morales de Dios. Además, también nos conoce a nosotros como sus criaturas. No hay secreto para Él, sólo Dios conoce nuestros pensamientos secretos, las intenciones de nuestro corazón.

Imagínate por un momento que Jesús sólo fuera un ser humano. ¿Qué significaría eso?, primero que sería imperfecto, y como tal no nos podría sustituir ante Dios. Además, no podría oír nuestras oraciones, ni presentarlas ante el Padre, sería completamente inútil acudir a Él en busca de ayuda y socorro.

En cambio nuestro Sacerdote es perfecto, es poderoso para hacer todo lo que nos ha prometido (Rm 4.21), poderoso para hacernos estar firmes (Rm 14.4), poderoso para que abunde en nosotros toda gracia - fortaleza diaria para estar fuertes y firmes en Él y no ser derrotados- (2 Co 9.8), Él es poderoso en nosotros, porque Él vive dentro de nosotros (2 Co 13.3), poderoso para hacer todo lo que le pedimos mucho mejor de lo que aun entendemos, de forma que sabemos que Él SIEMPRE responde nuestras oraciones de la mejor manera (Ef 3.20), Él es poderoso para levantarnos de entre los muertos en el día de la resurrección (Heb 11.19). ¡Piénsalo!, ¡piensa en quien es El que vive en ti y que intercede por ti ante Dios, piensa en quien descansa tu salvación y el cumplimiento de las promesas!.

Sigamos con la idea de Jesús como nuestro sacerdote- mediador. Muchos (incluidos los evangélicos) piensan que se pueden acercar a Dios de cualquier manera, pensando que Dios los escuchará. Piensan que pueden entrar en el salón del trono sin pedir audiencia, sin nadie que los represente, y encima con vestidos sucios y malolientes. No tienen ni idea de a quien se están dirigiendo, e ignoran que Él que está sentado en el trono no atiende esas oraciones. Hemos dicho que hay otros que confían en mediadores indignos, o creen que por pertenecer a una iglesia o grupo serán oídos. De todo el universo sólo hay una persona capaz de representarnos delante de Dios, y esta es Jesús. Y frente a la ineficacia de los otros “mediadores” tenemos que considerar el poder y la eficacia de nuestra representación al ser Jesús nuestro mediador, considerémoslo:

1. Nuestras oraciones son atendidas por el mismo rey, gracias a que tenemos acceso a Él por medio de Jesús. Muchos buscan tener amigos influyentes en política o en el gobierno, nosotros tenemos la mejor “influencia” (si me permitís la expresión) ante la máxima autoridad.

2. Nuestro sacerdote es eficaz. Cuando nos acercamos a Dios por medio de Él las cosas cambian. ¿Tenemos ese grado de confianza?, ¿nos sentimos alegres sabiendo quien intercede por nosotros?.

Un sacerdote eficaz. En conclusión.

Heb 1.3 dice, “habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Esto indica: Una obra completa y acabada. ¡En el templo no había sillas!, los sacerdotes trabajaban constantemente, pero Jesús en el cielo está sentado, su Obra no admite repetición.

Hay muchas cosas que Satanás puede tocar (con el permiso de Dios), sólo son cosas transitorias, es mucho el daño que nos puede hacer, pero ese daño no es definitivo y....hay algo que no puede tocar: nuestra salvación. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3.3), y allí es donde está nuestro Sumo Sacerdote. La salvación está cumplida. No queda nada por hacer, está sentado a la diestra de Dios y Sus ojos nos contemplan.

Piénsalo cuando la prueba te azote y creas que todo se ha venido en contra tuya, puedes decir: “Satanás, crees que has vencido, pero hay algo que no puedes tocar, y eso es mi vida en Cristo”, cuando dices esto estás afirmando tu fe en Dios, te estás sometiendo a Dios y el diablo es derrotado. Los cristianos del primer siglo pensaban así, cuando perdían sus bienes decían: “Todo es de Cristo, y mi riqueza es Cristo”, cuando sufrían tormentos decían: “el Señor dice que somos bienaventurados”, y si los mataban proclamaban “preferimos partir y estar con Cristo”.

En cierto sentido, podemos decir que somos invencibles, no en nuestra fuerza sino en la de nuestro Sumo sacerdote. Él ha acabado la obra, se ha sentado e intercede por nosotros. Su obra está completa, su sangre habla a nuestro favor. Cada uno de los que hemos creído tenemos una vida que nadie ve, es una vida indestructible: nuestra vida eterna, ganada por Cristo. el diablo nos puede zarandear y oprimir, pero no nos puede quitar lo que Jesús ya ganó.

2. LA COMPASIÓN DE NUESTRO SUMO SACERDOTE.

Situación de los hebreos: Oposición, muchos años de lucha, vergüenza, pobreza, cárcel y muerte, además de dudas.


La Biblia dice de Jesús que es experimentado en el quebranto (Is 53.3), ha pasado por las mismas situaciones. Alguno pudiera preguntar, ¿incluso por las que pasamos en el S. XX?, las situaciones cambian pero los patrones de conducta no. Jesús sufrió como ningún otro la intensidad de la tentación, la lucha, la oposición satánica y la contradicción de pecadores (12.4).

Esto implica: que Jesús comprende nuestra debilidad y la fuerza de la tentación, su esfuerzo por vencerla (fue una lucha a muerte), y que, como Dios, tiene un conocimiento completo de nosotros mismos.

La compasión de Dios no es algo pasivo, sino activo. Una persona compadecida no se queda quieta ante el sufrimiento de otro, y mucho menos Dios. Es cierto que Dios no es un genio que nos libra a cada instante del más mínimo dolor, pero sí que nos da fuerzas para sobrellevarlo. Nuestro Sumo sacerdote anhela oír nuestras súplicas para colmarnos de toda gracia y consuelo, somos nosotros los que con incredulidad dudamos de estas palabras que nos hablan de su corazón bueno y compasivo.

En nuestra lucha contra el pecado podemos llegar a desalentarnos. Incluso podemos llegar a pensar que Dios está tan enfadado con nosotros que si nos volvemos a acercar a Él con arrepentimiento nos va a sonreír irónicamente y nos va a decir: “no seas hipócrita, ¿otra vez has vuelto a caer?, a mí me parece que no te tomas muy en serio esto de pelear contra la tentación”. No, esa no es la manera de proceder de Jesús. Mientras nosotros andamos magullados y heridos por nuestra caída, Él desea que vayamos a sus brazos con arrepentimiento. No le quita importancia a la tentación, no le quita seriedad al pecado, pero sabe que sin su ayuda no iremos a ningún lado.

Cuenta Carlos Finney, que uno de sus compañeros en las campañas de avivamiento era una persona que podía pasar cada dos semanas por periodos de quebrantamiento, así es como el Señor lo mantenía firme.

Debemos de aprender que el arrepentimiento forma parte de esta vida, como nuestra vieja naturaleza. Nuestro Sumo sacerdote no se burlará de nosotros por haber caído, Él no se ríe del pecado, pero tampoco del pecador arrepentido. La gran mentira de Satanás es: “¡Fíjate lo que has hecho!, ¿cómo crees que Dios te va a perdonar?”, pero lo que busca detrás de esta mentira es que no acudamos a Jesús, porque él sabe bien que es “pronto a perdonar” nuestras iniquidades.

El libro “Las glorias de María” del sacerdote católico romano Alfonso Mª Ligorio, pinta a un “Jesús” airado con el pecador, y su rostro terrible nos impide acercarnos a Él sino es por medio de María. La Biblia enseña otra cosa bien distinta: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” Mt 11.28-29. Nuestro Sumo sacerdote nos trae verdadero reposo y consuelo a los que andamos batallando con el pecado, levantándonos y abrumados por nuestra debilidad. Si no fuera por este mediador divino nos encontraríamos en la más honda desesperación, dejados de la mano de Dios, y con el peso de la condena de nuestros pecados sobre nuestras cabezas.

3. NUESTRA RESPUESTA.

1. Retener la profesión.

En griego es krateo significa aferrarse, se usa en Mt 14.3 “habiendo prendido a Juan”, o cuando prendieron a Jesús (26.57) o en Mc 7.3 cuando se dice que se “aferran” a la tradición de los ancianos.

En Jerusalén había sacerdotes visibles, que ofrecían sacrificios visibles, nuestro sacerdote entró en los cielos, donde se encuentra ahora, y no lo podemos ver. Por eso se nos llama a no dudar ni vacilar.

Existe el gran peligro de que nos soltemos de su mano, lo rechacemos y busquemos sucedáneos humanos. La palabra profesión es más bien “confesión”, retener nuestra confesión no es vivir del pasado, sino hoy vivir en esa confesión que hicimos un día. Tal vez hace dos, tres o quince años que diste testimonio público de tu Salvador, lo que nos dice la palabra es: ¿cómo estás ahora?, ¿te sigues agarrando a Jesús con la misma fuerza con la que comenzaste?. Los Gálatas fueron un claro ejemplo de hermanos que comenzaron por la fe, bien agarrados de su Salvador, pero se soltaron de su mano pensando que podían valerse de sus esfuerzos para continuar en la vida cristiana, Gál 5.4 dice: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.”

De forma práctica, ¿cómo podemos “aferrarnos” a nuestra confesión?.:

1. No viviendo del pasado, de experiencias espirituales pasadas o de logros pasados. Esto implica renovar (hacer nueva) nuestra relación con el Señor, viviendo cada día una vida de estrecha confianza en el Señor.

2. Refrescando las verdades que aprendimos en el pasado, y que tantas veces hemos oído. Como dice nuestro hermano Daniel Benítez “en la vida cristiana no hay nuevas verdades, sino que muchas veces para profundizar tenemos que volver a lo básico”. Muchos no crecen porque siempre andan buscando nuevas cosas, y muchos caen engañados por los falsos maestros. Debemos dedicar tiempo a meditar en lo básico de la Palabra de Dios, meditar es tomarse tiempo para considerar algo. Si tienes problemas para controlar tus pensamientos, o para concentrarlos en la Palabra, acostúmbrate a tomar un bolígrafo y un cuaderno y a reflexionar por escrito. Redescubre nuevas cosas en las antiguas verdades.

3. Aceptando los nuevos desafíos que te ofrece cada día. Tal vez piensas en la gloria de los viejos combates que padeciste. Pero cada día te trae algo nuevo: es una prueba de fe, y como tal debes enfrentarte a ella. Cosas corrientes como un jefe tirano, unos vecinos ruidosos, familiares que te sacan de quicio son pruebas de fe, ocasiones para “aferrarte” al Señor, y superar esas pruebas vestidas de cosas “cotidianas y corrientes”. Son oportunidades para sacar a flote cuan fuerte es tu dependencia del Señor.

4. Dejando el orgullo de “perro viejo”. Tener muchos años de convertido no te garantizan una medalla como veterano en la fe. Muchas veces puede ser que esos años tan sólo oculten infantilismo espiritual que se manifiesta en tradicionalismo y frialdad. Debemos observar a nuestros jóvenes hermanos y aprender de su empuje y fe, ¡ellos están comenzando por fe! y eso quiere decir dos cosas: a) que se apoyan en el Señor, b) que siempre están dispuestos a aprender.

5. Dedicando tiempo a las cosas del Señor. Un cristiano orgulloso dijo una vez: “yo ya no necesito andar leyendo la Biblia y orando, me bastan cinco minutos, ¡eso es todo lo que necesito!”. Eso es no aferrarse al Señor, soltarse de su mano. Pablo le dice a Timoteo: “Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” 1 Tm 4.13-15


2. Acercarnos a Él.

Hebreos 4:16 “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”. El mejor remedio para las dudas es acercarnos a Él, entrar en su presencia y tener comunión. ¿Existe otra forma?.

Generalmente echamos manos de otros recursos antes de confiar en Dios, la iglesia tiene su lugar, y los ancianos, pero fundamentalmente nuestra fe no se apoya en ellos sino en Dios.

¿Nos acercamos a Dios para sacar nuestras fuerzas, sabiduría y consuelo de Él?. En la vida cristiana no hay secretos ni técnicas secretas. Billy Graham cuenta en su libro “El secreto de la felicidad” de un hombre que siempre andaba gozoso, cuando le preguntaban a qué se debía ese gozo respondía que el secreto estaba en estar en comunión con el Señor.

Ryle tiene un comentario del evangelio de Lucas que frecuentemente toca este tema, la oración, la meditación en la Palabra, la obediencia, constituyen los secretos de la vida triunfante en Cristo. Por desgracia no actuamos con la misma lógica que empleamos en el mundo, si cuando tienes un problema acudes a organismos, escribes cartas, consultas abogados, etc.... ¿por qué no cuando andamos apurados y agobiados no buscamos a nuestro Sumo Sacerdote celestial para encontrar en Él la gracia necesaria?.

Muchos cristianos buscan “algo más” en su vida, no están satisfechos con su disfrute de Cristo y andan detrás de experiencias “místicas” y cosas parecidas, son como aquel pagano leproso que desatendió el consejo del profeta para sanar de su lepra porque le parecía demasiado sencillo. Ese “algo más” está en nuestra cámara secreta, en el silencio de nuestra comunión con Dios. No hay más secretos. Toma una decisión ahora, ponte una meta, márcate un tiempo para acercarte a Dios y andar cerca de Él.

3. Al trono de la gracia.

La palabra es el trono del propiciatorio. ¿Por qué acercarnos al trono de la gracia?. Cada día es una lucha, no sabes con lo que te vas a enfrentar. Desde ese trono es de donde obtienes fuerzas, y recursos para enfrentarte a todo lo que te espera. Vivimos una generación de cristianos agotados, nos aturde el mar de actividades. Jesús se acercó al trono de la Gracia, noches enteras o muy de mañana, ¿por qué no seguir su ejemplo?. ¿Cómo podemos pensar que podemos vivir vidas cristianas sin acercarnos a este trono?. Si lo hacemos así terminaremos quemándonos, o desilusionándonos con la vida cristiana. El trono de la gracia es el lugar de delicados pastos en el que el Señor nos hace descansar, las aguas de reposo.

Es el trono de la GRACIA, no es el trono de la Ira, o del castigo. No hay otro lugar en todo el universo a donde podamos dirigirnos a hallar gracia. Pablo siempre desea “gracia y paz” a los hermanos a los que dirige sus cartas (véase Flm 1.3), la fuente de esa gracia y esa paz es Dios mismo (“Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo “). La paz no es la ausencia de guerra, sino la paz interior que brota de un corazón que está en paz con Dios, y la gracia es la fortaleza divina que Dios nos brinda por su Espíritu en nosotros. No estamos hablando de verdades teóricas, sino de cosas prácticas para la vida cristiana, (antes pusimos estos ejemplos), si te duelen las piernas a causa de tus años, necesitas la gracia del Señor para llevar tu dolor (“bástate mi GRACIA” le dijo el Señor a Pablo), si estás cansado por las muchas horas de trabajo, si te sientes sólo, si sufres insomnio (¡sí, también necesitas la gracia del Señor!), si sientes temor para testificar, si te sientes tope para aprobar el examen de conducir y estás desalentado pensando que eres un inepto total, ¡son todas situaciones en las que necesitas del Señor!, ¿qué pensabas que era la vida cristiana, algo tan tan tan espiritual que estaba desconectado de la vida real!. Dios nos da su Gracia para superar las dificultades, tentaciones y pruebas que la vida diaria nos pone.

4. Para alcanzar misericordia.

Continuamente necesitamos de la misericordia del Señor. Es la solución ante nuestros continuos fracasos. No podemos andar mucho tiempo lejos del abrigo de su misericordia (si somos verdaderos cristianos), quedaríamos consumidos y desalentados. El cristiano que cae y no considera la misericordia de Dios hacia él, la sangre vertida en el calvario quedará confundido por las mentiras del diablo que lo harán hundirse en la desesperación.

Piensa habitualmente en la misericordia del Señor. Recuerda su amor hacia tí, piensa en su cuerpo molido por tus pecados, aliméntate de ella y dale continuamente gracias por su paciencia contigo. Si lo haces de corazón, lejos de convertirte en un cristiano perezoso e indolente, serás fortalecido para vivir fiel a Dios. Piensa en estos textos:

Salmos 36:7
7 ¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia!
Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas.


Salmos 90:14

14 De mañana sácianos de tu misericordia,

Y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.



Salmos 103:4

4 El que rescata del hoyo tu vida,

El que te corona de favores y misericordias;



Salmos 32:10

10 Muchos dolores habrá para el impío;

Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.



5. Para hallar gracia para el oportuno socorro.

Dice W. McDonald “su misericordia cubre las cosas que no debiéramos haber hecho, y su Gracia, nos da poder para hacer lo que debemos pero que somos incapaces de hacer”.

Un autor comenta que “el oportuno socorro” es un modismo griego (una especie de frase hecha) que significa algo así como “el momento crucial”, esto nos habla de acudir al Señor en los momentos en los que la tempestad de la tentación se pone más violenta, o cuando empiezas a ver que necesitas de su ayuda (no hace falta esperar al peor momento).

Otra mentira del diablo, cuando nos sobreviene una fuerte prueba es: “¡sí, claro, ahora que se ponen las cosas feas vas corriendo al Señor, tú lo que eres es un interesado!”. A Dios le agrada que clamemos a Él en el día de la angustia.