Una carta abierta para los líderes de las iglesias en las casas

GENE EDWARDS
Incluyendo una breve biografía
Traducido por Círculo Santo


2001

Madrid, España

http://iglesia.net

Todas las citas extraídas de
Reina Valera 1960


Título original:
An Open Letter to the House Church Leaders


Publicado originalmente en inglés por:

The SeedSowers
Christian Books Publishing House
P.O. Box 285
Sargent, GA 30275


BREVE BIOGRAFÍA

Gene Edwards es autor de unos treinta libros cristianos. Los más conocidos son “El Divino Romance”, “Perfil de Tres Monarcas” y “Crónicas de la Puerta”. Mantiene conferencias en todo el país que tratan sobre la vida cristiana más profunda, y forma parte del movimiento de la iglesia en Casas.

Una entrevista con Gene Edwards,

Las raíces de Gene

Gene Edwards tiene parentesco con el pueblo francés; concretamente con Lousiana Cajun. En el año 1790 un hombre francés llamado Joseph Edoir desembarcó en el puerto de Nueva Orleáns y así fue como la familia Edwards empezó en América. Su padre, J.C. “Negrete” Edwards, un jornalero de los campos petrolíferos, se mudó a Texas durante el boom del petróleo. En 1927 se casó con Gladys Brewer. Tuvieron dos hijos, y Gene fue el segundo.

Cuando Negrete Edwards se casó era analfabeto, al igual que todos sus antecesores. La madre de Gene era hija de un granjero nómada; es decir, la familia se ganaba el pan trasladándose de un sitio a otro recogiendo algodón. El padre de Gladys le tenía fobia a los tornados, con lo que creció en una prisión contra las tormentas, una especie de trinchera a tres metros bajo tierra. Gladys fue la primera persona de su familia que consiguió ir a la Universidad. Gracias a su diploma universitario pudo enseñar gramática en la escuela. Durante toda su vida tuvo un único sueño —hacerse escritora; un sueño que nunca llegó a cumplirse. Sin embargo, su don fue legado a su hijo pequeño.

Como el padre de Gene era un jornalero de un pozo petrolífero, Gene creció en un mundo de hombres —un mundo duro, bravo, sin sentido—, un tosco mundo poco pretencioso. Este hecho ha dejado una huella que ha perdurado a lo largo de su vida, tanto de cristiano como de ministro.

A la edad de tres años, en Conroe, Texas, Gene contrajo la escarlatina. Sus pulmones se inundaron, y respirar se hizo algo imposible. Estuvo cerca de la muerte. El médico no le ofreció ninguna esperanza de vida. En tres de sus visitas a la casa de los Edwards creyó que Gene había muerto. No tenía pulso y su piel se había puesto azul.

En ese momento, en lugares separados, tanto su padre como su madre le ofrecieron al Señor con la súplica: “Señor, si le dejas vivir, te lo ofrecemos total y completamente a ti.” (Gene no estuvo al tanto de este drama hasta que entró en el ministerio. Entonces su padre se lo contó. Después su madre lo confirmó.)

Gene fue a la escuela de Bay City, Texas. Sin saberlo, sufría un grave atraso en forma de dislexia. Además, era daltónico. Lo que sí que sabía era que le consideraban un niño torpe y atrasado. Era extremadamente tímido. Hace poco que acudió a la 50ª convención de sus antiguos compañeros de clase. No había nadie que se acordara de él. Hasta ese punto era tímido.

“No era difícil olvidarse de mí. Siempre me sentaba en la última fila y no decía ni mú.”

A los trece años, sus padres se divorciaron. Cada uno siguió un camino diferente. Gene pidió que se le permitiera acudir a una academia militar. Así, su año de novato lo pasó en la Academia Militar Bautista de San Marcos, en Texas.

“No sabía que la escuela era una especie de reformatorio. La mayor parte de los chicos tenía antecedentes policiales y les habían dado a elegir entre una academia militar o una escuela reformatoria. Fue un año duro, por decir algo, pero sobre todo fue uno de esos actos soberanos que Dios usó para moldear mi vida.”

Los dos años siguientes Gene vivió solo en Cleveland, Texas.

A causa de la dislexia no podía leer en alto. Tampoco podía deletrear.

(Aún hoy no puede hacerlo.) Además, la gravedad de la dislexia hacía su escritura irreconocible. (Aún hoy lo es.) Gene no superó las matemáticas de Bachillerato. (Aún hoy tampoco las ha superado.) En su cartilla de notas hay cuatro MD (muy deficiente). Los cuatro MD son en una sola asignatura: Álgebra I. (¡Con el fin de poder graduarse y pasar a la Universidad tuvo que hacer seis créditos de latín para compulsar un solo crédito de Álgebra que nunca habría de aprobar!)

El 17 de Julio de 1949, el día anterior a su diecisiete cumpleaños, Gene sufrió un descalabro, en palabras suyas, “me di de cabeza contra Jesucristo.” Fue salvo en el asiento trasero de un Chevrolet de 1934, al lado de un cementerio donde había ido a estar a solas. Entre las muchas, muchas cosas que su conversión labró, fue que empezó a romper la cuerda de la timidez.

En el verano de 1950, a un semestre de su graduación, Gene conoció a Helen Rogers. Sólo contaba 17 años, y ella tenía 19.

A últimos de enero del año 1951, Gene se graduó en el instituto, a la edad de 18 años. Era sábado. El domingo 21 de enero, hizo su entrada en público en el ministerio, y el lunes se matriculó en el Seminario Teológico Bautista del Suroeste en Fort Worth, Texas. Probablemente fuera el universitario más joven que nunca se inscribiera en ese seminario.

Mientras tanto, a Helen le ofrecieron un trabajo en la Escuela Dominical Bautista del Sur, en Nashville. Al mismo tiempo, Gene tuvo el privilegio de formar parte de uno de los estudiantes americanos seleccionados para representar a América en el Seminario Internacional Europeo Bautista en Zurich, Suiza. Llegó allí en Septiembre de 1951, casi al mismo tiempo que Helen se mudó a Nashville.

Así, su primer año de entrenamiento teológico lo pasó en Europa, en la misma ciudad que fue la cuna del movimiento Anabaptista. Mientras estuvo allí, la mayor parte de las asignaturas versaban sobre historia de la iglesia. Ese verano, con sólo $300 en el bolsillo viajó desde Zurich hasta Tierra Santa. Visitó Grecia, Creta, Chipre, Egipto, Líbano, Siria, Jordania e Israel.

“Viajaba en 4ª clase, lo cual quería decir que dormía en la cubierta del barco. Viajé haciendo dedo por aquellos países. El peligro de hacer autostop en países en guerra, de los cuales seis odiaban a los norteamericanos en aquel entonces, no se dejó sentir hasta varios años después.”

Al regresar de Israel a Europa, Gene se quedó el resto de ese verano viviendo en Roma. Todo esto sucedió antes de su vigésimo primer cumpleaños.

En septiembre de 1952 regresó al Seminario del Sudoeste. De nuevo todos sus créditos optativos los cursó en historia de la iglesia.

Con 21 años Gene se casó con Helen ¡en la televisión! Se casaron en el estudio B de la plaza Rockefeller de Nueva York. En aquel entonces había un programa en la NBC titulado La novia y el Novio. Se invitaban parejas con historias interesantes que contar. Tras la entrevista se casaron. En la televisión, ante una audiencia de 6.000 personas.

El ministro que los casó fue Frank Laubach, quien, por entonces, probablemente fuera uno de los 3 o 4 ministros más famosos del mundo... posiblemente una de las personas más conocidas a lo largo y ancho del globo. El doctor Laubach había viajado a casi todos los países del mundo, como invitado de los respectivos gobiernos, para ayudar a establecer programas para enseñar a leer y escribir a los analfabetos. En la India Laubach era considerado un héroe y una leyenda.

El verano anterior Gene había hecho un curso sobre cómo escribir para “cuasi letrados” en la escuela Scarritt de Nashville. Entonces no se hubiera imaginado que el curso de ese verano afectaría su estilo como escritor por el resto de su existencia. “Escribo libros de un nivel de bachillerato... ¡el mismo nivel de mis matemáticas!”

En 1954 se graduó del Seminario del Sudoeste. (Tiene título para enseñar teoría del lenguaje (“lengua”) en bachiller y universidad) Gene comentó esto respecto a su educación de seminario, “Mirando en retrospectiva, en realidad nunca encajé en el molde típico ministerial. Me había criado en un tosco campo petrolífero del este de Texas. Nunca entendí porqué los ministros cambiaban su voz cuando oraban, al tiempo que mantenían sus manos juntas de forma piadosa. Ni tampoco porqué hablaban con una voz gótica o “retórica típica de cristal tintado” cuando oraban. Ni tampoco porqué sus oraciones se pronunciaban con vocablos ingleses típicos de la edad media. Sencillamente yo no encajaba en este cuadro. Cuando pastoreaba, mis formas dejaban consternada a la congregación. Así mismo, parecía que ponía nerviosos a los ministros.

Durante los veranos me había ganado la vida dando clases en toscos y vulgares institutos. Ese era el mundo en el que había crecido. Los campos petrolíferos me dieron de mamar. Todo ello hace de mí un pésimo modelo de ministro. Nunca se me pegó nada del presumido mundo del ministerio. Esto me dañaría mucho como pastor. Piensa por un momento los problemas que generó con la gente de la iglesia. Esta falta de presunción habría de zarandear —llegaría a ser una especie de grave enfermedad de la que había que huir— mi vida por completo para cuando tuve 30 años y me salí de la iglesia organizada.”

Después de acabar su educación en el Seminario Gene se hizo pastor de la Iglesia del Tabernáculo Bautista de Pickton, en Texas. Tiene muchas anécdotas divertidas para contar de esa época en su vida.

“Casi desde el primer día choqué de frente con los diáconos, con las tradiciones de la iglesia, los poderes establecidos, y las expectativas ministeriales de la congregación. ¡En realidad nunca formé parte del pastorado! Tampoco nunca hubo en mi vida un momento en el que sentí que hubiera de ser pastor. Ocurrió porque era lo que se suponía que tenía que pasar. Aparte de eso no sabía por qué estaba ahí. En definitiva, hicimos lo que hicimos.”

Gene entró en el evangelismo con 25 años. Para cuando tenía 27 años mantenía campañas en el ámbito de toda una ciudad y era autor de dos libros, ambos bestsellers. (Y ambos retirados de imprenta cuando abandonó a la iglesia institucional.)

El ministerio evangelístico de Gene creció al punto que no sólo mantenía campañas asistidas por múltiples iglesias, sino que incluso fue invitado por muchas denominaciones de América para entrenar a sus líderes en el evangelismo personal.

Sin embargo, durante todo este tiempo una desesperación se adueñaba de su ser, un sentimiento de que estaba obrando en el alma, no en el espíritu. Así mismo se dio cuenta de que esto también ocurría en todo el ministerio a lo largo y ancho del planeta.

“Ninguno de nosotros sabíamos mucho de Cristo.”

Gene tuvo un impulso que le guiaba a conocer mejor al Señor. No sabía que en lo profundo de su ser latía el corazón y el ansia de un místico cristiano. No había manera de que llegara a saberlo, pues siempre había sido un “hacedor”, no un “contemplador”.

Alguna de las cosas que Gene aprendió como evangelista fue (en palabras de Gene): “Que todas las reuniones de los domingos por la mañana estaban muertas y eran aburridas, da igual la denominación que fuera.” Parecía no haber relación alguna entre nuestras prácticas modernas al compararlas con lo que sucedía en la iglesia del primer siglo. “Y lo que es más, y es peor, ninguna persona con la que me relacionaba parecía conocer al Señor con profundidad, y nadie parecía tener algún interés en conocerle mejor. Esto último me preocupaba. ¿Me habría de quedar en un plano tan superficial en mi vida Cristiana?”

“Cada mensaje que oía, y cada idea novedosa a la que me veía expuesto, no era más que un parche de cosas del pasado. No hay nada nuevo allá afuera.”

(Una vez Gene mencionó que no ha oído un mensaje o ha escuchado una nueva idea en el cristianismo organizado que ya no hubiera escuchado, o leído, para cuando contaba 22 años).

En 1962, con 29 años, desesperado por conocer mejor al Señor, y desesperado por encontrar una expresión de la iglesia del primer siglo, Gene suspendió todas sus conferencias. Se tomó un año fuera del ministerio.

Durante ese año, sentado al borde de su escritorio en su casa del 1620 de la avenida Snead en Tyler, Texas, escribió toda la historia del primer siglo. No pasó ni un detalle por alto, fuera nombre de persona, lugar o acontecimiento. Usó cualquier libro que pudo encontrar en imprenta que contuviera alguna pincelada de la historia del primer siglo. Como consecuencia, Gene tejió lo que habría de ser la primera historia completa del primer siglo cristiano. Esa creciente concienciación de que en realidad no había ninguna relación entre el cristianismo del primer siglo y el de hoy en día, ahora se veía confirmada.

El impacto de ese sencillo hecho habría de cambiar su vida para siempre.

Algunos años después Gene escribió un libro titulado Revolución: La Historia de la Iglesia Primitiva. Era su tercer escrito.

Pero pasarían cerca de cuarenta años antes de que Gene empezara a publicar el resto de esa historia en forma manuscrita. Estos libros se titulan Los Diarios del Primer Siglo. Es un volumen compuesto de cinco libros que cuentan toda la historia del primer siglo, en toda su extensión. Edwards entrelaza, no sólo la historia de los primeros cristianos, sino que lo une con la complejidad de las costumbres sociales de aquel día, al igual que con el mundo marítimo, político, meteorológico, religioso y militar de aquel siglo.

Cuando ese año finalizó, a la edad de 29 años, Gene supo que no podía seguir formando parte de la iglesia organizada y mantener una conciencia limpia. La exposición de sus ideas a la iglesia en una docena de diferentes denominaciones, su propio deseo de conocer mejor a Cristo, su reciente atisbo de lo que era en realidad el primer siglo, y su deseo de experimentar la vida de la iglesia “en un estilo del primer siglo”, todo ello —junto a una obra intangible en su corazón— colaboró en crear esta crisis. A eso se suma el hecho de que se atiborró de historias de disidentes de la iglesia, como los Anabaptistas, por ejemplo. También había seguido la pista de casi todas las prácticas protestantes. Además de eso, su corazón estaba en llamas por llegar a conocer mejor a su Señor.

“No había manera de seguir en la senda tradicional sin ponerme en un compromiso. Tuve que marcharme para salvaguardar la integridad. En 1963 hice velas a un océano poco transitado, sobre unas aguas que no estaban trazadas en cartas de navegación.”

“No abandoné la teología evangélica. Las doctrinas históricas de la fe protestante son mías mientras viva. Lo que dejé fue la práctica del protestantismo evangélico. Nunca lamentaré esa decisión. Es más, sólo deseo que el Señor guíe a más personas llamadas por Dios para andar por esta senda.”

A lo largo de los seis años subsiguientes, Gene Edwards se recorrió de cabo a rabo los EE.UU., y también el Lejano Oriente buscando personas que supieran algo acerca de una práctica cristiana al estilo del primer siglo. Y siempre buscando a alguien que pudiera decirle más para conocer al Señor.

Esta fue la dinámica, las fuerzas que moldearon su vida.

“El día que dejé el ministerio tradicional dije al Señor, ‘Jamás volveré a servirte en lo que me reste de vida. Ni un día, ni un minuto. Aquí está mi cadáver —si quieres expresar tu vida a través de mí, entonces eres libre de hacerlo. Pero tú serás el que vivirá esa vida, no yo. ¡Nunca más volveré a servirte! De aquí en adelante, cualquier cosa que ocurra será lo que tú hagas’. ¿La respuesta de Dios? Dios me puso en un estante durante cinco años, aparte de que me arrebató la salud para siempre.”

Gene ha dicho a menudo que como pastor y evangelista, al igual que otros muchos ministros... “¡Seguimos al dios equivocado! Nuestro dios no es Jesucristo. El verdadero dios ante el que nos postramos es el servir a Jesucristo. Estamos muy atados al hecho de servir a Jesucristo (llevando a cabo aquello que nosotros creemos que Él quiere), atados a las cosas que creemos que Él enfatizó, a las cosas que creemos que Él espera de nosotros, y al mismo tiempo estamos sirviendo a un Señor que apenas conocemos. Renuncié a ese dios, al dios de servir a Cristo. ¡Ahora es Cristo!”

A últimos de diciembre de 1968, cinco años después, Gene dio un mensaje a estudiantes de bachiller que se reunían en un auditorio en U.C.L.A. El cassette de ese mensaje llegó a conocerse como “La cinta de U.C.L.A”. Se convirtió en la cinta más escuchada del “Movimiento de Jesús.”

En marzo de 1969 Gene fue invitado a Santa Bárbara, en California, por un grupo de estudiantes de la Universidad de California de Santa Bárbara. Se reunían en un pequeño pueblecito que formaba parte del campus de la universidad llamado Isla Vista.

“Hasta ese momento no hubo nada que jamás hiciera que se pudiera clasificar como ministerio. Los libros que había escrito cuando era joven, las campañas multitudinarias —todo aquello— fueron de poco o de ningún valor eterno.”

Las iglesias en casas
desde ese momento Gene ha estado involucrado en fundar iglesias en casas; esto es, ayudando a cristianos a reunirse en casas. Hoy en día hay una congregación de creyentes con los que Gene está involucrado, en cada una de las siguientes ciudades: Jacksonville (Florida), Lithia Springs (Atlanta), Colorado Springs, Philadelphia, Dearbon (Michigan), Ventura (California), Houston (Texas), Minneapolis, Rotterdam (New York).

Gene mantiene conferencias sobre la vida de iglesia y sobre la vida cristiana más profunda.

Aparte de eso, Gene es escritor. Sus libros pueden encontrarse en casi cualquier librería del mundo angloparlante.

SUS LIBROS
hace poco que se desarrolló una encuesta con los dueños de las librerías en cuanto a qué libros cristianos —escritos en el siglo veinte— se podrían clasificar como literatura... en contra de simples “escritos.” Se preguntó a los dueños de las librerías lo siguiente: “¿Qué libros escritos en el siglo XX piensa que perdurarán al tiempo? ¿Cuáles piensa que aún estarán en los estantes dentro de 100 años? ¿Siendo impresos? ¿Aún siendo conocidos?”

Esta fue la respuesta:

Sólo tres libros componían esa lista. Fueron: Mi Todo por Su Todo de Oswald Chambers, Cristianismo y nada más de C. S. Lewis, y El Divino Romance de Gene Edwards.

Gene Edwards vive en Jacksonville, en Florida, donde actualmente está preparando a un grupo de cuatro o cinco hombres como fundadores de iglesias. ¡Está preparando a obreros para el siglo veintiuno! Esta preparación dará comienzo en enero del año 2000. Si estás interesado en contactar con Gene personalmente, lo puedes hacer escribiendo a Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Un libro revolucionario: La Historia de Mi Vida Contada por Jesucristo. Hemos trabajado en este libro durante dos años. No hay nada que se le parezca. Es una experiencia devocional sin parangón. Mateo, Marcos, Lucas y Juan entrelazados. Los cuatro evangelios se han convertido en un solo libro. No hay ni una frase que se haya omitido de ninguno de los cuatro evangelios. Este libro tiene fechas y lugares a lo largo de los márgenes. La historia está en primera persona del singular.

Hemos publicado este libro con el propósito primordial de ayudar a cristianos a relacionarse con el Señor. Se dice muchas veces, “En mi vida de oración yo hablo, pero el Señor no contesta.” ¡Ahora sí que va a contestar! Por favor, hazte con una copia de La historia de Mi Vida y vuelve a descubrir a tu Señor como la primera vez.

Tu hermano,

Gene

“POSIBLEMENTE EL ANUNCIO MÁS IMPORTANTE QUE HAYA DADO”

G. E.

Esa es la aseveración que os hice en mi anterior carta. Sin embargo, tratar de explicar lo que quiero decir va a requerir más de una frase.

Cuando tenía treinta años escribí toda la historia de los creyentes del primer siglo. Esto es, creé el primer y único modelo de cristiano del primer siglo.

Una de las cosas que aprendí en aquella aventura es que hay tres líneas de iglesias: la línea de Jerusalén, la línea de Antioquía, y la línea de Éfeso. Las primeras dos líneas son fáciles de discernir. La tercera línea ha sido completamente pasada por alto.

He deseado con todo mi corazón ver un nuevo escudriñar de la línea de Éfeso. Durante los 35 años siguientes rara vez me hice eco de la línea de Éfeso, pero el sueño de mi vida ha sido ver esa línea restaurada.

¿Qué es la línea de Éfeso?

Antes del Pentecostés, y del nacimiento de la iglesia, Jesús preparó a doce hombres. Lo que no se sabe es que Pablo —haciendo uso de los mismos métodos de los que se valió el Señor— también preparó a ocho hombres en Éfeso.

Cuando tenía 30 años mi sueño era: “Cuando me haga muy viejo quiero preparar a hombres en la estirpe y los caminos del Señor y de Pablo... preparar a hombres llamados por Dios... para fundar iglesias, bajo el patrón del primer siglo.”

La razón por la que escribí (1) Revolución (2) El Diario de Silas (3) El Diario de Tito (4) El Diario de Timoteo es para contar la historia de lo que sucedió en el primer siglo. Lo hice para dar al cristianismo un modelo de cómo se practicaba en realidad la fe en el Siglo Primero. (El Diario de Timoteo cuenta la historia de lo que ocurrió en Éfeso. Este es el primer y único desarrollo escrito que he ofrecido sobre la línea de Éfeso.)

Hace poco cuatro jóvenes leyeron El Diario de Timoteo todavía en forma de manuscrito. Me llevaron a una habitación y dijeron, “Gene, tendrás tu Éfeso. Más aún, nosotros (los cuatro) escogemos la ciudad —será Jacksonville, en Florida— y tú nos vas a preparar... según el modelo del siglo primero.”

Y así es como ocurrió. ¡Cada uno de esos cuatro jóvenes se ha mudado a Jacksonville! Empezamos en Enero. (Puede que haya cinco hombres para cuando el humo se disipe.) Alguno de estos cuatro hombres ha vivido en vida de iglesia..., y otros vivirán en la vida de iglesia mientras estén en Jacksonville. Y al igual que ocurrió con Pablo, estos hombres serán preparados por un anciano que funda iglesias.

Por la misericordia del Señor, permaneceré en Jacksonville durante tres años. Recordad, no fue idea mía, sino de hombres de iglesias tras leer El Diario de Timoteo.

Van a pasar dos cosas en Jacksonville. Habrá “iglesia” y habrá “preparación” con una demarcación divisoria entre ambos. La preparación será para cinco o seis hombres. La iglesia es para todos. Si te interesa venir a Jacksonville para el apartado de iglesia, por favor escríbeme una carta.

Así que, resumidamente: Uno de los anuncios más importantes que daré. Vamos a tener obreros. Cuando muera, habrá hombres en esta tierra que han sido preparados para ser obreros, al estilo del siglo primero. Obreros que hayan vivido en la vida de iglesia y que hayan sido enseñados por un fundador de iglesias. Esto es algo único. Puede que sea la primera vez en 1700 años que se produzca un fenómeno parecido.

UNA CARTA ABIERTA DIRIGIDA A LOS LÍDERES DE LAS IGLESIAS EN CASAS

EXPLICACIÓN

Estáis a punto de leer una carta que envié a media docena de hombres involucrados en el movimiento de la iglesia en casas.

Al terminar la carta me di cuenta de que había expresado, en un espacio bastante reducido, la esencia de gran parte de mi ministrar y la carga y unción que me guía. Por esta razón decidí que podría ser sabio poner esta carta al alcance de una más amplia audiencia.

Al examinar de nuevo la carta acabé por revisar y aumentar un poquito sus contenidos.

Para cristianos que buscan una experiencia alternativa de la iglesia frente a las más tradicionales prácticas eclesiásticas, para todos los que forman parte —o que formarán parte— del movimiento de iglesias en casas, es para ellos que se pone a su disposición esta pequeña obra.

Debido a que el movimiento de la iglesia en casas está en su infancia —si bien no el concepto mismo—, las palabras que estáis a punto de leer se escribieron bajo la más firme esperanza y ruego para que veamos surgir de la iglesia en casas una relación completamente nueva con Cristo y con Su iglesia.

Gene Edwards


QUERIDO HERMANO:

Escribo a unos pocos hombres que respeto que sirven en el movimiento de la iglesia en casas.

¿A qué viene esta carta? Tiene que ver con el futuro del movimiento de la iglesia en casas.

Como sabes, tú y yo estamos presenciando un fenómeno increíble: el movimiento de la iglesia en casas. Es más, en los próximos veinte años este movimiento puede perfectamente convertirse en uno de los acontecimientos más significantes del paisaje cristiano. En influencia —no tamaño— podría rivalizar probablemente con la influencia que ejerció el movimiento Pentecostal durante sus años de formación (1900—1920). Esa posibilidad es parte de lo que ha provocado esta carta.

La forma en que empezó el movimiento Pentecostal es precisamente lo que condenó al fracaso la posibilidad de su mayor efectividad. Es decir, estaba defectuoso desde sus mismos albores. A mi juicio, nosotros, una pequeña obra aún en estado embriónico, nos estamos desarrollando con algunos defectos que probablemente sean fatales. Puede que peligrosos.

De ahí esta carta.

Temo por el movimiento de la iglesia en casas, del cual soy parte. Cierto, la situación actual es monstruosamente diferente del año 1900, y el movimiento de la iglesia en casas la verdad es que parece ser algo que ha sido engendrado por Dios. Los defectos son distintos, sí, pero los defectos esenciales están aquí. Para intentar comunicar lo que me preocupa me gustaría tocar cinco cuestiones.

I

SOMOS UN MOVIMIENTO QUE NO ESTÁ MOSTRANDO CASI NINGÚN INTERÉS, NI ÉNFASIS ALGUNO, EN UN CAMINAR MÁS PROFUNDO CON JESUCRISTO

Escucho los mensajes que estamos trayendo. Me siento ante una mesa de comedor y escucho nuestras discusiones informales. No oigo referencia alguna hacia un caminar más profundo con Jesucristo.

¡Por alguna extraña razón, ahora me estoy empezando a temer que voy a oírlo! ¿Por qué? Bueno, ¿recuerdas la iglesia organizada? Predicábamos cosas de las que sabíamos poco o nada, esperando que aquello sobre lo que predicábamos se convertiría en parte de nosotros como mero resultado de haber predicado sobre ello.

Ni nuestros padres, ni sus padres, fueron expuestos jamás a nada que tuviera que ver con conocer a Jesucristo en lo íntimo. Pensamientos así no forman parte de la iglesia organizada. Tampoco adquirimos este caminar por salirnos de las prácticas eclesiásticas tradicionales. Es más, predicar sobre un caminar más profundo con Cristo, o discutirlo, no va a conseguir nada. No obstante, sin esta realidad, como movimiento, no somos nada. La verdad es que no tenemos nada que ofrecer. Nada en absoluto que sea nuevo. Además, estate seguro de que las viejas cosas que estamos enfatizando no serán garantía alguna de un legado importante.

Esta dimensión, este anhelo, este conducirse a cosas espirituales más profundas, sencillamente no existe en el cristianismo dentro —ni fuera— de la iglesia tradicional.

Conocer a Cristo profundamente no forma parte de la mentalidad cristiana.

Nuestra literatura evangélica no dice nada al respecto. No se puede hallar nada que refleje entendimiento alguno de temas de profundidad espiritual en las vidas, enseñanzas, libros, predicaciones, ad infinitum, de los evangélicos. En la otra cara de la moneda, nosotros los evangélicos estamos funcionando igualito que nuestros hermanos en la iglesia institucionalizada... en una esfera objetiva en la que se trata con nuestro Señor objetivamente.

Nuestra relación con Él es casi pura teoría.

Maquillamos esta carencia trabajando muy duro para Él tratando de imaginarnos cómo operaban las iglesias del primer siglo, con la creencia de que si duplicamos eso, habremos conseguido algo que excede a la mayor de las sabidurías. Y, por supuesto, oramos y leemos nuestras Biblias.

Ninguna de estas cosas tiene nada que ver con una profunda relación con Jesucristo.

¿Sabemos mucho o poco de cómo conocerle?

Dejé el ministerio hace más de treinta años. Lo dejé por una razón. Quería conocer a Jesucristo. Íntimamente. Experimentalmente. En esa época no podía encontrar a nadie en ningún lugar de esta tierra que supiera decirme nada.

Y nadie estaba interesado.

Literalmente tuve que atravesar el planeta de cabo a rabo. Durante el proceso leí casi toda pieza literaria escrita entre el 600 a.d. hasta ahora sobre el tema en cuestión. Casi no encontré nada.

Fue sólo en las vidas de unas pocas personas y no en libros que encontré algo además de teoría. Llevó años completar esa odisea.

Este vacío de siglos de falta de profundidad espiritual no se llenó de repente con la llegada del movimiento de la iglesia en casas. Esta carencia de siglos aún está aquí, incluso entre nosotros.

No me dejo convencer con facilidad de que aquellos de nosotros que estamos en el movimiento de la iglesia en casas hayamos hecho referencia, ni hayamos resuelto, ni tengamos mucho interés en las cosas espirituales, concretamente con este tema.

Más bien, somos en una amplia mayoría... ¡típicos!

No veo una desesperación por conocer mejor al Señor. Es en la rancia desesperación donde este asunto en particular empieza a resolverse.

¿Ves entre nosotros desesperación? ¿O un interés enfocado?

Si yerro en esto, me gozaré.

Al sentarme y hablar informalmente con personas de toda América del movimiento de la iglesia en casas, nunca he oído que se sacara este tema. Cuando lo saco, veo en los ojos de aquellos con los que hablo una expresión de perplejidad.

Fue Evelyn Underhill quien sentenció, “aquellos que han conocido bien a su Señor a lo largo de la historia cristiana tienen esto en común: todos han tenido un profundo sentir de otra esfera.” Yo no veo esa esfera en nuestros ojos ni en nuestros corazones.

Si estas cosas son ciertas, la verdad es que no se trata de un defecto insignificante.

¿Qué haremos con esta cavernosa necesidad? ¿Predicar sobre la necesidad, acaso? Esto no cambiará nada, ni siquiera cambiará a uno sólo de nosotros.

Este es un problema que tiene 1700 años. Ciertamente se ha sentado en la sala de espera más tiempo que cualquier otra necesidad de la iglesia.

A mi juicio este problema no es más grave hoy que hace un milenio. De hecho, lo que pasa con este problema es algo así como que se sienta en la historia de la iglesia en un estado perpetuo e inalterado. Así es cómo son las cosas. Así han sido.

Pero el movimiento de la iglesia en casas puede cambiar esto. Todo lo que conlleva es una buena tanda de humildad... admitir que nosotros, también, nos sentamos sobre ese problema que tiene 1700 años. Que nosotros, al igual que nuestros padres, no tenemos revelación, ni soluciones, para este asunto. Que estamos necesitados, que aquí tenemos un problema. Uno grande.

Me gustaría que los hombres estuvieran atribulados y hambrientos íntima y diariamente para conocer al Señor Jesús mejor y más profundamente.

Pongo esto en lista, pues, como nuestro primer problema. Propongo que trabajemos en ello. No que hablemos del tema hasta la extenuación. ¡Resolverlo! Quiera Dios que hiciéramos tantas referencias a esto como hacemos a ganar almas, a los ancianos, al lugar de la mujer en la iglesia, etc.

El segundo problema es uno con el que todos estáis familiarizados porque sencillamente sigo sacándolo a colación.

II

NO VEO NINGÚN INTERÉS EN VOLVER A TRAER AL FUNDADOR DE IGLESIAS

Cuando digo “ningún”, quiero decir “ninguno”. Si este hombre no regresa a la vida, nosotros, el movimiento de la iglesia en casas, condenamos al movimiento a su ruina.

Se puede extraer mucho énfasis del movimiento de la iglesia en casas de cosas que se hallan en el Nuevo Testamento y que no se encuentran en la iglesia actual. No obstante, no se hace referencia al ingrediente que más se echa en falta. ¡Peor aún! Este asunto parece ser la pesadilla de los líderes de las iglesias en casas. Observo que nadie quiere que se saque a colación el tema.

Tenemos miedo del regreso del fundador de iglesias, el estilo del siglo primero.

Deja que te dé tan sólo una razón por la que haríamos mejor en desear y conseguir fundadores de iglesias.

El primer y único camino que tiene Dios para levantar la iglesia es a través de fundadores de iglesias. Nosotros estamos levantando iglesias de una forma que no se parece ni por asomo al estilo del primer siglo. Cualquier otra aproximación, da igual lo que sea, terminará por estamparse de bruces contra el suelo. ¡El concepto de fundadores de iglesias se le ocurrió a tu Señor y se dedica a él en una forma tal que ni se nos pasa por la imaginación!

Los ancianos, de los que a menudo hablamos, no son más que un pie de página en comparación con la certidumbre de la existencia de estos hombres únicos en la historia del Nuevo Testamento.

Pero digamos por un instante que no es verdad.

Digamos que la manera en que lo estamos haciendo (y lo estamos impulsando) es igual de buena.

Echemos una ojeada a cómo acabaremos.

Casi cada iglesia en casas que se funda en América es levantada por alguien local. Esto, hermanos, está embutido en problemas. ¡Pero no nos preocupa en absoluto que haya hombres locales levantando reuniones locales! Este hombre local, por favor date cuenta, vive en la ciudad donde se localiza la iglesia. Si no somos capaces de ver esto como un problema, al menos mirémoslo desde una perspectiva psicológica.

Los hombres que levantan una iglesia en la ciudad en la que residen son, por naturaleza, hombres conservadores. Hombres así no tienen la vista de águila de un fundador de iglesias del primer siglo. Homólogamente, son la esencia del cristiano comodón. Tienen un hogar, tienen una esposa, tienen nenes en la escuela. Tienen un trabajo local. ¡Sus mentes son locales! Tienen un montón de cosas en sus vidas con las que están local e íntimamente ligados. Luego, un día cualquiera, también incluyen en su vida a la iglesia. Este es un arquetipo del tipo del hombre que levanta iglesias en casas en la actualidad.

Es una instalación fija y siempre será una instalación fija.

De la vida de este hombre emerge una iglesia local que es tan conservadora como es el hombre que la empezó. La iglesia, al igual que su mentor, no refleja nada que se parezca a una visión global. (Si tiene visión global, es anémica. Pues de lo contrario sería un incansable viajero, como son los hombres de visión global.)

La iglesia que engendró es algo provincial, que existe inevitablemente para ofrecer a la gente un lugar en el que sentirse a gusto.

Pero el siglo primero no es así. Los hombres conservadores no levantaron la ecclesia primitiva.

Las iglesias del primer siglo fueron levantadas por hombres vagabundos, sin descanso, poco comunes, trans-locales y extra-locales.

Si no tenemos hombres así levantando al menos un saludable número de las iglesias en casas, vamos a terminar con un país lleno de grupos que “me bendicen”, no iglesias al estilo del primer siglo. ¡Conservadoras! Crecidas hacia adentro, miopes, grupos introspectivos que “me bendicen” con una amplia “zona de comodidad”. Señores, si empezamos siendo conservadores, anémicos y a duras penas con vida, con una muy sensible y fácilmente ofendida zona de comodidad, ¿a qué nos asemejaremos de aquí a unos cuantos años?

¿Empiezan medio dormidos los movimientos que son de verdad de Dios? ¿Y qué decir de los hombres al frente? ¿Un alma conservadora y local? El hombre que empieza un grupo y luego permanece en el grupo (y normalmente ministra a la gente las cosas más superficiales que pudiera oír el pueblo de Dios) es el primo tercero del pastor.

De aquí a 50 años el papel pastoral regresará a nosotros, a todo gas. ¿Por qué? Pues porque los hombres que empezaron estas iglesias locales tenían una naturaleza muy similar al pastor actual. Conservadores. Locales. Sí, eclesiásticos.

¿Eclesiásticos?

Si lo dudas, observa la deferencia con que el pueblo de Dios trata a este hombre. Es “cosa aparte” en su medio. ¡¡Hace que me hierva la sangre!!

De las docenas de iglesias en casas entre nosotros, ¡observa esto! Toda la gente tiene una deferencia hacia el hombre que empezó el grupo. Esto es lo último que necesita la iglesia. Podría ser tolerable el dar una deferencia cristiana a un obrero cristiano. Pero cuando es local, y siempre local, y se le trata con deferencia —y con el tiempo lo será— tenemos un microcosmo de la relación entre el eclesiástico y el laicado. Ese microbio, caballeros, algún día crecerá hasta convertirse en una epidemia que acabará con nosotros.

¡¡Sin embargo tratamos con esta situación de levantar la iglesia de una forma local como algo de lo más normal!!

Hay algo que podemos hacer al respecto. El movimiento de la iglesia en casas necesita hacer sitio desesperadamente al fundador de iglesias iconoclasta, medio chalado y machaca-zonas-cómodas.

¿Tenéis miedo de que este hombre emerja? Es una amenaza para vuestra zona de comodidad. Para todas nuestras zonas de comodidad. Entiendo el temor. No obstante, él fue lo que dio forma a la iglesia del primer siglo. No podemos hacer nada mejor que traerle de vuelta. Caballeros, no hay que tener miedo de este chiflado, sino que ha de buscarse. Él es nuestra esperanza.

Como mínimo, al menos alguien entre nosotros necesita sacar el tema del fundador de iglesias.

(Puede que una de cada 100 veces hablemos de los ancianos.)

Volviendo al tema, nuestra concentración en los ancianos —quienes por naturaleza son conservadores—, y una total censura al mencionar los fundadores de iglesias al estilo del primer siglo, nos permite hacer una pausa para preguntarnos si estamos dando a luz un movimiento donde las personas conservadoras puedan vivir una vida confortable, semi-parada en una iglesia en una casa. ¡Nuestra descarnada fascinación con el ancianato, que da la mano a nuestro desdén hacia los fundadores de iglesias, debería advertirnos de algo!

Hablamos de los ancianos como si fueran el descubrimiento del siglo, pero a duras penas se les hace mención en el Nuevo Testamento. (Y la mayoría de esas referencias son oscuras.) Esto no nos impide que dibujemos miles de increíbles conclusiones sobre ellos. En cambio, el fundador de iglesias se encuentra en cada página y párrafo del Nuevo Testamento, empezando por Hechos Uno. Pero nunca le vemos. Es evidente que no lo estamos promocionando. ¿Podría al menos tener la misma publicidad que los ancianos?

Caballeros, os lo imploro, haced sitio en vuestros corazones y mentes a este hombre. No vamos a llegar a ningún lado de cierta importancia sin él. Sólo habremos sacado el cristianismo reformado del edificio de iglesia a un salón, y habremos puesto o quitado algunos cambios. ¿Hace eso que el esfuerzo merezca la pena?

Ahora nos acercamos al número tres. Este punto es muy difícil de explicar. Nuestra mentalidad tendrá que ser sacudida, y nuestra estructura mental dinamitada para que siquiera nos preocupemos de lo que sigue a continuación.

Es una idea —lo confieso— totalmente nueva. Bueno, nueva desde hace 1700 años.

Tengo en mi estantería un libro muy, muy viejo de un caballero llamado Hay. Su libro habla acerca de volver de nuevo a la iglesia del Nuevo Testamento. (Se escribió a principios del siglo veinte.) ¡No hay nada que estemos diciendo hoy que no puedas encontrar ya en ese libro! Por cierto, A. R. Hay empezó “iglesias de Nuevo Testamento” por toda Sudamérica. Desde el primer día estaban tan muertas como los muertos, y su único ímpetu se hallaba en el hecho de que estaban convencidos de que eran verdaderas iglesias del Nuevo Testamento. Siguieron el manual con puntos y comas. Lo que A. R. Hay dijo en aquel entonces es la esencia del movimiento de iglesias en casas. Nosotros lo estamos haciendo igual, siguiendo el manual.

Oímos muchas cosas acerca de las reuniones en casas, el lugar de la mujer en la iglesia, los ancianos, sumisión y autoridad, (más charla sobre los ancianos), de cómo deben dirigirse las reuniones, el ministerio quíntuple, etc.

Sacude el libro de Hay, o sacude este movimiento del que somos parte, y a duras penas caerá el nombre de Jesucristo de entre sus páginas. (¡Escucha de cuando en cuando alguno de nuestros mensajes! Están casi vacuos de una referencia hacia Cristo.) Nuestro motor es el Nuevo Testamento... el manual. Ese es nuestro motor actual.

Caballeros, lo que veo y oigo no es una mejora sustancial con respecto a lo que Hay dijo. O lo que hizo. Estamos metidos, esencialmente, en una discusión intelectual. Teóricos hablando teóricamente. Como mucho una copia al carboncillo, poco ingeniosa, de la obra de Hay.

John Darby precedió a Hay en casi 100 años, diciendo también casi todo lo que nosotros estamos diciendo. Encuentro pocas cosas nuevas entre nosotros excepto una mayor escolástica, más intelectualismo, y palabras más grandilocuentes. La dirección actual del movimiento de la iglesia en casas es mayormente un redescubrir conceptos intelectuales acerca de lo que creemos que sucedió en el siglo primero. Tener una profunda percepción de los cimientos del Nuevo Testamento —si es eso todo cuanto tenemos— no es mucho que digamos. ¡Hacemos poco más que “seguir el manual”!

Lo cual nos lleva al tercer punto.

III

NECESITAMOS UN ENTENDIMIENTO —NO, UNA REVELACIÓN— DE LA NATURALEZA ORGÁNICA

DE LA IGLESIA.

La aguja del medidor se asienta en el lado de vacío. Supongo que es así porque este no es un asunto que se aprenda mentalmente. Tiene que verse con el otro juego de ojos. Me enfocaré en tan sólo un punto en particular.

No veo a nadie hablando de levantar una iglesia y luego abandonar esa iglesia. Abandonar la iglesia durante un buen periodo de tiempo. ¿Y por qué marcharse? Porque es necesario dejar que la iglesia orgánica emerja. Para descubrir, por medio espirituales, que la vida de iglesia... es la única expresión verdadera de la iglesia. Lo orgánico y el abandono van en pareja. Las dos cuestiones no pueden separarse.

Nosotros no lo hacemos. ¡Claro, nadie lo hace! ¡Como resultado nos estamos perdiendo mucha diversión!

¿Temblamos ante esta idea? “¿Abandonar la iglesia mientras está en su infancia?” ¡Ningún pastor lo ha hecho jamás! Nadie lo ha hecho. ¡Nadie lo ha hecho deliberadamente! La idea sencillamente no está en la memoria de ningún ordenador. Además, tampoco hay una experiencia de la iglesia orgánica latiendo en nuestros corazones. Esto acaba por reducirse a un “hazlo siguiendo el manual” versus “la iglesia orgánica”. Lo que no acertamos a ver es que las iglesias del siglo primero no se hacían “siguiendo el manual”. Eran orgánicas.

Quizás el temor de abandonar a la gente a una odisea de descubrimientos sea lo que mejor revele nuestra falta de capacidad espiritual y habilidad para equipar a las personas con una experiencia espiritual. Dejando aparte nuestra necesidad de una revelación. Trabajar con personas por un breve periodo de tiempo, y luego irnos, es el mayor y único desafío, y la mejor medida espiritual de nuestras propias vidas. Nosotros que ministramos nunca nos enfrentaremos a un examen que evalúe mejor. Es la prueba del algodón.

Puede que nuestro negarnos a abrazar este práctica tan Neo Testamentaria —esta mentalidad de “seguir el manual”— deja ver nuestra aparatosa neurosis intelectual hacia la iglesia y nuestra falta de una revelación de ella.

Quizás el descabellado aspecto de dejar una iglesia infante muestre nuestra mentalidad eclesiástica. Puede que muestre la diminutense visión que tenemos del tipo de iglesia que nos gustaría que existiera. A lo mejor muestra el “yo” central que tenemos, en vez del “laico” central que ha de llegar. Seguro que muestra que no podemos tener la visión de gente sin líderes —un laicado— sobreviviendo a nuestra partida absoluta y total.

¿Desafiarles a que pasen un periodo de tiempo que sea un descubrimiento de la vida de iglesia que sea totalmente laica?

En una palabra, cuando no se deja sobre el tapete esta práctica para que los laicos escojan —si se atreven— se demuestra que no confiamos en los laicos. También sabemos —inconscientemente— que no estamos equipados para equipar a las personas para riesgos de esa altura.

¿No debería el pueblo de Dios conocer al menos esta opción, y dejarles que tomen la decisión? Vamos a decírselo.

Por favor, sacad este tema en una charla en una conferencia, de Pablo abandonando cada iglesia que levantara... antes de que esa iglesia tuviera ancianos. ¡Mantened al pueblo de Dios enfocado en esta idea hasta que podáis pedir voluntarios! Se busca: fundadores de iglesia que se atrevan a andar en esta senda ¡y voluntarios laicos lo suficientemente chalados para creer en ello!

Os desafío.

El pueblo de Dios, y sólo el pueblo de Dios, es quien puede descubrir la vida de iglesia orgánica. No podemos enseñar ni imponer la iglesia orgánica a nadie. ¡La verdadera vida de iglesia es la vida de iglesia descubierta por el laicado! Su estilo. Su huella. ¡No la nuestra! O se descubre, o no es orgánico. Repito, no nuestro estilo, caballeros. No nuestra impronta, hermanos. Nosotros como obreros no podemos producir la iglesia orgánica. Sólo ellos pueden. Pero es nuestro llamado ver que las circunstancias se dispongan de tal modo que esta maravilla suceda.

Hoy en día, nosotros que estamos en el movimiento de la iglesia en casas, ¿damos al laicado una oportunidad para funcionar en las reuniones? (El énfasis está en “damos”. Aún estamos “permitiendo” a los laicos. No los estamos liberándoles por completo de nosotros.) El laicado funcionando en la reunión puede que sea algo nuevo, ¿pero es este el propósito de nuestra “nobleza eclesiástica”? Si es así, ¡¡seguimos siendo un movimiento centrado en lo eclesiástico!!

Déjame que exprese esto en otras palabras. No estamos ajustando nuestras vidas de tal modo que el laicado acabe con la total posesión de la iglesia. Hasta que estemos sobrecogidos por una insaciable pasión para ver al laicado en total posesión de la iglesia, nuestros esfuerzos presentes tienen poco mérito.

Sin el abandono de la iglesia a la iglesia, sin una pasión hacia lo orgánico, sin la posesión de la iglesia en sus manos, no estamos más que engendrando otro movimiento en una línea sacerdotal.

La única forma de que haya nunca una posesión de la iglesia en manos de los santos del montón es cuando esos santos del montón hayan descubierto, por su propio pie, la vida de iglesia. Sin obreros presentes. Y sin nombrar líder alguno. ¡Nadie!

Después de que esa maravilla acontezca, cuando esa experiencia haya arraigado no les podréis extirpar la iglesia.

¡La propiedad jamás pasará a manos de obreros, o fundadores de iglesias, o pseudo-pastores, ni siquiera ancianos!

Sin abandono y un descubrimiento orgánico, ¡¡tenemos un movimiento que verá la propiedad de la iglesia en las manos de los ancianos!! O en las manos de los obreros y ancianos.

Se supone que los ancianos han de emerger de una forma orgánica de un liderazgo corporal. Los ancianos emergen de un asentamiento orgánico de la ecclesia, entre unas personas que ya se encuentran en una absoluta posesión de la iglesia. Sólo entonces. Nunca antes.

El fenómeno actual de la iglesia en casas está de tal manera dispuesto que la propiedad psicológica de la iglesia está en manos de los ministros o de los pastores-venidos-a-menos, o de los ancianos. Que Dios nos ayude. ¿Tendremos que hacerlo otra vez?

Escucho a la gente en los grupos con los que trabajo. ¡No he escuchado ni una sola vez a nadie decir “pertenezco a tal o tal grupo”! En la iglesia en casas no dejo de oírlo. “Pertenezco a la iglesia en casas.” Eso está a un tiro de piedra de “pertenezco a la Primera Iglesia Bautista.” Cuando el pueblo de Dios posee la iglesia —y esta posesión es inconsciente— hay dos palabras que invariablemente escucharás: “nosotros” frente a “pertenezco a”, y “ella” en vez de “ello” en referencia a la ecclesia.

¿Será que no estamos viendo emerger a hombres que levanten la iglesia, y luego dejar la iglesia por su cuenta, porque no tenemos ni pajolera idea de cómo dar a la gente de Dios la profundidad espiritual para sobrevivir por su cuenta en una crisis semejante?

Cierto, es todo un drama. Cierto, ¡es arriesgado! Pero al pueblo de Dios le encanta. Y te aman por tu confianza en ellos. Y lo que emerja de ellos reventará tus esquemas.

Para ver que estos deslumbrantes asuntos lleguen a una realidad, el hombre preparando a unas personas para convertirse en la iglesia mediante un proceso orgánico... sabiendo de antemano que serán abandonados... ese hombre necesita conocer a su Señor. Y necesita saber cómo mostrar ese Señor al pueblo del Señor.

Si ese obrero hubiera experimentado primero esta tragedia como laico antes de convertirse en un fundador de una iglesia, se ahorraría a sí mismo y al pueblo de Dios muchos terribles desastres.

¡Ojalá deseáremos ser tales hombres!

¿Y sino? Todo se queda en aguas de borrajas en las que no tenemos en realidad evangelio alguno. ¡¡No es lo suficientemente profundo, fresco, centrado en la cruz, y espiritualmente dinámico, como para ver entrar al pueblo de Dios en tan arriesgada arena!!

Nuestro evangelio actual no hay forma de agarrarlo de una forma práctica. Al menos no cuando tenemos este calambrazo a una tensión tan alta. Hay muy poco que sea espiritualmente práctico o pragmático en nuestra manera de levantar iglesias en casas que pueda movilizar a la iglesia a un estado de “abandono obreril”.

La gente con la que trabajo es la propietaria de la iglesia. No piensan acerca del hecho de que poseen la iglesia, pero si se les pregunta, ¡lo saben! (La gente, toda ella; no tan sólo unos cuantos hombres.) Soy la quinta rueda entre el pueblo. Y lo que es más: si muero, saben que no se pararán ni un instante. La iglesia seguirá adelante. De ninguna forma depende ella de mí para existir en el tiempo. Ni para su crecimiento. Caballeros, ¿no podríamos —en todo lo que decimos acerca del “patrón”, de “ser iglesias del Nuevo testamento”... —, no podríamos incluir lo orgánico en ese patrón?

El único patrón que está presente en la historia del primer siglo es este: cada iglesia era orgánica.

¡No habremos de hacerle sitio a esto, aunque sacarlo a colación espete temor en los corazones de cuantos los oigan!

¡Estoy metido en esto para ver una leve mejora en la calidad! No sé de nada mejor para separar a las cabras de las ovejas que decirles que los voy a dejar. Y que, cuando lo haga, ¡lo haré sin dejarles ancianos! Si me quitas esto jamás volveré a levantar una iglesia. ¿Por qué? Porque no podría. Si no es orgánica, no es iglesia. No daría ni un duro por una iglesia que yo levantara sin el elemento del abandono.

Una última palabra. Si no hacemos esto, condenamos a las iglesias en tierras extranjeras a ser iglesias norteamericanas. No verán jamás —y nosotros tampoco— una iglesia en cada nación de la tierra. No habrá variedad. Una única versión. Sólo en el abandono podemos descubrir iglesias orgánicas, nativas e indígenas. “Orgánicas”. Ahora mismo lo que tenemos es una versión única de la iglesia. Una iglesia “pre-fabricada”.

IV

A NADIE LE INTERESA VIVIR EN LA VIDA DE IGLESIA ANTES DE CONVERTIRSE EN FUNDADOR DE IGLESIAS.

¡Ay muchacho, muchacho, las veces que se habrá hablado de esto! Nadie quiere estar en la vida de iglesia antes de levantar vida de iglesia.

He oído excusas de todo tipo tratando de justificar no estar previamente en una vida de iglesia.

Dos semanas en una “casa de Jesús” allá en la época hippie no constituye vivir la vida de iglesia. Sorprendentemente, la mayoría de nosotros no ha pasado siquiera dos semanas en una “casa de Jesús”... antes de fundar una iglesia.

Caballeros, estoy hablando de un mínimo de un año o dos en una vida de iglesia verdadera, honrada y sana. Yo estuve seis años. ¡Luego estuve 11 años más experimentando con el pueblo de Dios! Todo ese tiempo se tardó en entender al pueblo de Dios... sus necesidades, sus problemas en un marco de vida de iglesia, cómo manejar las crisis, y a duras penas aprender lo suficiente de cómo tener vida de iglesia. Son diecisiete años de aprendiz. Hermanos, me contento con ver a los hombres que hoy en día están plantando iglesias pasando un año, sólo uno, en la vida de iglesia... pero, estad advertidos, un año en el que no eres nadie... no un líder.

Hablamos del orden del Nuevo Testamento, el modelo del Nuevo Testamento y el patrón del primer siglo. En realidad esta carta sólo contiene una petición. Los hombres de aquel entonces eran fundadores de iglesias itinerantes. ¿No podríamos mencionarles como parte de ese modelo? Aquellos fundadores de iglesias abandonaban a las iglesias. Les dejaban que se valieran por sí mismas, antes de los ancianos. ¿No podemos hacer mención de eso en nuestro modelo? Jesucristo era el mensaje que prevalecía, el giroscopio, la revelación, el mensaje, la experiencia de la iglesia y del fundador de iglesias. ¿No podemos hacer de ese hecho algo tan “extraordinario” como hemos hecho de los ancianos y de la igualdad de la mujer?

Todos los fundadores de iglesias estuvieron antes en la vida de iglesia antes de que fundaran iglesias. ¿Podríamos incluir esto también en nuestro modelo? ¡Me pondría a hacer el pino en un éxtasis si oyera que se hace referencia a estos temas!

Ahora nos aproximamos al punto número cinco. A medida que llegamos a él, déjame hacer un poco de espacio para que pueda aterrizar, para no pasar por alto su gran importancia.

En la iglesia primitiva había encuentro espiritual por parte del pueblo de Dios. ¡Encuentro espiritual con Cristo! Mucho encuentro espiritual en torno a Cristo. Ese encuentro con Él, esa dinámica, es lo que conducía las reuniones. Las reuniones eran la válvula de escape que permitía a los creyentes relatar su encuentro espiritual con Cristo. ¿No podríamos mencionarlo?

(Un hermano que hablaba en una de las conferencias dijo, “Tenemos la orden del Señor —esto es una orden— que traigamos una canción, una oración, o una palabra cuando venimos a una reunión.”

Tengo dos respuestas a esa declaración. Una: ¡reuniones esas enfermas, trágicas y desgraciadas que usted va a conseguir, señor! Dos: Pedro y Pablo le dirían a ese hermano: “Intentamos obedecer mandamientos durante toda nuestra vida y nunca tuvimos éxito. ¿Por qué habríamos de mandar a los gentiles que hagan lo que nosotros no podemos hacer?”

La gente de Dios no puede hacer esas cosas, aunque se lo ordenen. Ponles bajo mandamiento y serás un candidato para sentirte muy culpable y para tener que aplicar una fuerte vara correctiva. ¡Ese no es lugar para que ninguno de nosotros viva! Pero si esas mismas personas han sido abrumadas con un coscorrón contra Cristo, un encuentro con Él, no podrás hacerles callar. Correrán a la reunión a contar historias.

Dios se apiade de nosotros si ordenamos al pueblo de Dios que haga algo.

El fruto es un esfuerzo desesperado por parte de la planta para evitar ahogarse en un exceso de vida. Lo mismo es funcionar en una reunión.

(Otro apunte de un hermano en una de las conferencias retumba en mis oídos. “Tenemos que crear una iglesia que...” ¿Crearemos iglesias? Échese a un lado, Dr. Ludwig Frankenstein. Aquí llega el movimiento de la iglesia en casas. ¡Creamos iglesias!)

En el primer siglo, los hombres tenían una revelación de Jesucristo. La iglesia era un organismo vivo, una muchacha. Había fundadores de iglesias, y eran fundadores de iglesias que partían. Todos los fundadores de iglesias vivían en la vida de iglesia antes de ser fundadores de iglesias (excepción: Apolo. ¿Habrá de ser él nuestro ejemplo?). ¡¡Había siquiera profundidad espiritual, realidad y encuentro en todas sus vidas!! ¿No podemos volvernos hacia ello, luchar por ello y levantar nuestras voces para añadir estos elementos al modelo actual que estamos presentando? Si lo hacemos, de hecho estaremos haciendo algo nuevo, y haciendo una aportación genuina. Si no, no somos más que hijos de Darby y Hay.

Con eso dicho, ahora llegamos al punto más importante de los cinco.

V

SENCILLAMENTE NO TENEMOS NI PAJOLERA IDEA DE CÓMO MINISTRAR A JESUCRISTO.

No estoy seguro de que sepamos siquiera que deberíamos hacerlo.

Mi corazón se rompía hace unos días cuando un joven me llamó, bastante airado. El porqué de su llamada: insistía en que podía levantar una iglesia y quedarse como obrero local. Era como escuchar a Darby y Hay, mientras defendía “La Iglesia del Nuevo Testamento.”

Le hice una pregunta que parecía que se salía por la tangente. “¿Qué le predicas al pueblo de Dios al principio del todo?”

Su respuesta llegó como un rayo. “Les predico acerca de renunciar al mundo. Les predico acerca de su vieja naturaleza. Les predico acerca de la necesidad de estar quebrantado. Les digo que tienen que morir a sí mismos.”

(Se olvidó de los ancianos, y del ministerio quíntuple.)

Desgraciadamente su respuesta no dista mucho de lo que muchos de nosotros predicamos en los estadíos primigenios de una vida de iglesia. (Estoy al tanto de que la mayoría de los hombres, en los primeros pasos, le cuentan al pueblo de Dios con pelos y señales cómo se supone que tiene que funcionar una iglesia del Nuevo Testamento; esto es, cómo ser una iglesia según “el patrón del Nuevo Testamento”.) Si no predicamos sobre asuntos tan escabrosos como morir al yo, seguro que predicamos sobre algo que sólo podría clasificarse como un “ello”.

Nuestro mensaje nunca es un “Él”; nuestro mensaje es un “ello”.

Caballeros, sólo existe un cimiento para la iglesia. Sólo hay un mensaje que declarar. Pero ese mensaje es estéril —metódico— a menos que provenga de una revelación personal del que habla con respecto a Aquel acerca del que habla.

El que habla debe haber tenido una revelación profunda, terrible, terremótica, explota-mentes, sacude-almas —sin cura— del Señor Jesucristo. Si lo hace, predicará a Cristo, vivirá a Cristo, estará obsesionado con Cristo. Y te costará Dios y ayuda sacarle del tema de Jesucristo. A las personas que oyen de este increíble Cristo les va a ocurrir cosas, dentro de ellos, y todo el ministerio actual jamás puede hacer estas cosas en los corazones del pueblo de Dios.

Oír... ver... un revelar de Cristo afecta profundamente al pueblo del Señor... algo que nada más puede hacerlo.

Se ponen a aplaudir de emoción, se intoxican espiritualmente, se entusiasman y alborozan, se gozan con gozoso gozo cuando le oyen a Él declarado. Se quedarán mudos, sorprendidos, estupefactos ante... la gloria que es Jesucristo su Señor. Sólo eso forma el suelo del que brota la vida de iglesia.

¿Qué hacemos después de revelar a Cristo? ¿O qué debiera decirse después? Esto: mostrar al querido pueblo de Dios cómo conocer a este increíble Señor personalmente, íntimamente. ¿Luego? Más de lo mismo.

Caballeros, ni siquiera veo la sombra de estos elementos obrando entre nosotros. El movimiento de la iglesia en casas apenas habla alguna vez de Cristo. Menciones, sí. Referencias hacia Él, sí. Pero revelarle, no he visto que eso ocurra. Caballeros, el movimiento de la iglesia en casas está metido en graves problemas. La razón es simplemente que no hay una revelación de Jesucristo entre nosotros.

De nuevo, lo que me preocupa no es la falta de un centralismo de Cristo, sino la falta de interés de un centralismo de Cristo. En su mayoría lo que veo es discusiones sobre cosas. Ese es un defecto grave, amigos. ¿Será nuestro discurso un “ello” o un “Él”?

Acumulados en alguna parte de mi garaje hay más de mil mensajes en cintas de audio que he ofrecido a lo largo de los años. Casi cada uno de esos mensajes trata sobre el tema del Señor Jesucristo. Casi ninguno toca Su vida terrenal. Estos no son estudios de los modelos cristológicos del Antiguo Testamento. Estos no son estudios del libro del Apocalipsis. Esto no es escatología entusiasta premilenial. Esto no es teología en absoluto. Estos no son estudios bíblicos. Estos no son mensajes de aplicación cristiana que traten de enseñar al pueblo de Dios a vivir la vida cristiana, cosas como “ya que Jesús hizo esto... vosotros también deberíais hacerlo.” No hay ahí ni un solo mensaje sobre la sumisión. Ni uno sobre los ancianos. Ni siquiera uno dedicado a la disciplina en la iglesia. Y ninguno trata sobre los dones. Ni sobre la igualdad de la mujer. Ni de nuestra responsabilidad social para con el mundo. ¿Por qué? Porque tratar de estos temas, por alguna razón, ¡siempre estuvo de más!

Son mil mensajes que declaran un Señor presente, resucitado, exaltado, triunfante, que vive en el interior. Eso es todo. ¿Qué más hay en esos mensajes? El resto del contenido de esas cintas se centra en mostrar a los hermanos y hermanas cómo conocer, cómo tocar, cómo experimentar, cómo abrazar, cómo amar, cómo ser amado... cómo conocer... a este increíble Señor. (Por favor, mira el punto uno.)

Necesitamos desesperadamente saber cómo saber de este Señor. Y proclamar con Quién nos hemos topado.

¿No podríamos tener un movimiento en la historia de la iglesia que estuviera centrado en Cristo? (No sé si lo sabéis, pero es que nunca hemos tenido ninguno.)

El movimiento Pentecostal fue un arquetipo caracterizado por sus hechos fantásticos, el poder de su griterío, sus milagros de ciencia-ficción, y su estadística de alucinaciones. El resto de la cristiandad sonreía ante su mundo de ensueño y su delicioso delirio. Pero en alguna parte de su Disneylandia había una chispa del elemento divino. Ese leve toque con lo divino es lo que proporcionó su “primer” ímpetu.

Nosotros los Bautistas barrimos el continente americano sin otra cosa que el ímpetu que llega a todo creyente cuando tocamos al Señor en el momento de la salvación. Nosotros los Bautistas tomamos ese instante de encuentro divino y casi llegamos al punto de hacer de la experiencia de la salvación nuestro dios. Otorgamos a la salvación nuestro particular Disneyworld con poder de salvación para transformar por completo, dar poder, y solventar todos los problemas de este planeta. Jugamos a ser Merlín con la salvación. Un elemento tan singular como el toque divino en el momento de la salvación encendió un gran motor, el movimiento Bautista. No obstante, el elemento divino cubierto por todo ese galimatías estaba presente.

Los Pentecostales tuvieron alabanza. Los Bautistas tomaron la conversión e hicieron de ella el poder mágico para solucionar todos los problemas. ¿Qué tenemos nosotros? ¿Una explicación del patrón del Nuevo Testamento? ¿Un estudio sobre la igualdad de la mujer? ¿El redescubrimiento de los ancianos? Más bien: la superioridad del sofá frente al asiento de iglesia, galletitas antes de las reuniones, seguidas de una hora informal de comunión CTI. (Dawson Trotman acuñó el término: Comparte Tu Ignorancia.”)

¿No podríamos considerar el elemento divino... la “otra real-idad”, la búsqueda del “palpar a Dios”? ¿La senda de “contemplarle”? No podríamos hacer nada “peor” que ser conocidos como personas espirituales, siquiera un grupo de personas que dicen haber tocado al Señor Jesucristo en un encuentro privado.

Repito, mi preocupación no es tanto “no hemos hecho esto,” sino más bien “no hemos estado al tanto de esto, ni siquiera lo mencionamos.” Hasta ahora no hemos mostrado interés alguno en el tema.

¿Pudiera ser que no nos vean ya débiles desde el mismo día que nacimos?

Necesitamos fundadores de iglesias. Necesitamos fundadores de iglesias que estén obsesionados con Jesucristo. Hombres que sepan también mostrar a otras personas cómo conocer a Jesucristo. Caballeros, en el nombre de todo lo que es santo, alguien tiene que tener un corazón hambriento para conocer a nuestro Señor y predicarle hasta que el pueblo de Dios esté sobrecogido por una revelación del Señor Jesucristo. La vida de iglesia crece de esa revelación y de esa experiencia. No llega de ninguna otra parte.

Necesitamos hombres que estén obsesionados con ver la propiedad de la iglesia en las manos del pueblo de Dios. Necesitamos ver una iglesia orgánica.

¿Crearemos la iglesia? ¿O será el Señor Jesucristo quien la dé a luz? Este es mi ruego.

Y gracias por tu tiempo.

Comparto mis respetos hacia ti. Te pido paciencia conmigo al tiempo que comprometo la mía contigo. He compartido mis esperanzas, al igual que mis temores. Os prometo mi caridad y mi apoyo. Espero que sean correspondidos.

Tu hermano,

Gene.