El médico movió su cabeza y agachó la mirada. Reinaba el silencio en la habitación. Aquella era una de las tantas visitas que había hecho el facultativo a la vivienda. Los medicamentos habían servido de poco. El deterioro en el estado de salud de la chica era evidente.
--La operación fue todo un éxito—dijo el médico con una gran sonrisa que guardaba, de un lado el orgullo de haber extraído el tumor canceroso sin mayores contratiempos, y de otro, la íntima satisfacción de salvar una vida.
El mensaje iba llegando a su final. Hacía un calor insoportable en el templo. El predicador invitó a los asistentes para que, si creían que Dios podía sanar cualquier enfermedad, pasaran al frente.